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martes, 22 de octubre de 2013

Política y Ciencia en la investigación de salud pública posbélica



Uruknet

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.

Durante mi mandato como director del programa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Iraq entre 2001 y 2003, esta organización, junto con otros organismos, conocía los informes sobre tasas anormales de problemas de salud como el cáncer y los defectos congénitos en el sur de Iraq. En la Guerra del Golfo de 1991, los combates se concentraron en el sur y de manera notable, los informes sobre enfermedades eran mucho más frecuentes en esa región. Una década después y habiendo dejado pasar demasiado tiempo, el Ministerio de Salud iraquí ha llevado a cabo un estudio sobre la prevalencia de malformaciones congénitas en colaboración con la OMS; sin embargo sus resultados provisionales han desconcertado a los observadores.

La capacidad institucional que finalmente ha permitido que se lleve a cabo el estudio debería haberse desarrollado con fondos del Programa Petróleo por Alimentos (OFP, por sus siglas en inglés) en 2001. El dinero del Programa resultaba necesario porque el costo de la labor propuesta superaba el presupuesto ordinario de la OMS para Iraq en aquel momento. Por desgracia, todos los proyectos financiados a través del Programa Petróleo por Alimentos fueron objeto de un complejo proceso que requería la aprobación final del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. De manera frustrante, todo proyecto que propuso investigar las tasas anormales de malformaciones congénitas en el sur de Iraq y su relación, en su caso, con la contaminación del medio ambiente, nunca consiguió pasar el proceso de aprobación del Consejo de Seguridad.

Antes de la invasión de 2003, el cinismo demostrado por algunos Estados miembros del Consejo de Seguridad hacia los problemas de salud tras los conflictos en el sur de Iraq resultaba abominable. Tras el cambio de régimen, la actitud de la Autoridad Provisional de la Coalición acabó por añadir al cinismo la arrogancia. Los fondos del Programa Petróleo por Alimentos pertenecían al pueblo iraquí pero el Consejo de Seguridad respondió con poca celeridad a cualquier intento de liberar fondos iraquíes para financiar la investigación sobre el legado de los conflictos en las tasas de cáncer en el sur.

Puede que la sensibilidad política sobre el legado de la utilización de municiones con uranio empobrecido haya ayudado a catalizar las objeciones del Consejo de Seguridad a investigar sobre el legado del conflicto en la salud pública. Las estimaciones recientes sobre los costes de gestionar los sitios que se sabe están contaminados con uranio empobrecido alcanzan a decenas de millones de dólares; sin embargo, al centrarse exclusivamente en el uranio empobrecido se corre el riesgo de ignorar muchos otros factores de riesgo medioambiental.

Ha pasado una década desde la caída de Sadam Husein y muchos restos tóxicos de la guerra siguen presentes en el medioambiente. Cuando en 2003 llegó la guerra a las áreas donde la gente vivía, trabajaba y jugaba, los riesgos de exposición de los civiles a toda contaminación de origen militar, fueran metales pesados, residuos de explosivos, escombros, humos y contaminantes se incrementaron notablemente.

El informe provisional del Ministerio de Sanidad iraquí, que se publicó sin publicidad en la página web de la OMS el 11 de septiembre, era muy esperado a fin de confirmar que las tasas de malformaciones congénitas en Iraq no sólo eran elevadas sino que eran superiores en las zonas que padecieron fuertes combates en 1991 y 2003. En su lugar, informaba de lo contrario —que tasas de ciudades como Faluya y Basora están alrededor de la mitad de las propias de países con un elevado índice.

Extrañamente, los resultados provisionales del estudio contradicen los informes constantes de profesionales médicos en todo Iraq. También contrastan marcadamente con las opiniones expresadas por los funcionarios del Ministerio de Salud [de Iraq] entrevistados por la BBC a principios de este año. En su opinión, existe una relación clara entre las áreas sometidas a fuertes combates y una mayor incidencia de malformaciones congénitas. De confirmarse, estos resultados podrían tener consecuencias políticas importantes no sólo para Iraq sino para la salud pública postbélica en general. Como consecuencia, el estudio ha recibido una atención considerable: más de 53.000 personas han firmado una petición en Change.org que reclama la publicación de los datos del estudio y una revisión científica externa e independiente.

Algunos expertos [1] ya han cuestionado la metodología del estudio y la firmeza del proceso de revisión externa —muy recientemente en la respetada revista médica The Lancet. Los críticos han cuestionado la decisión de llevar a cabo una encuesta por hogares en vez de cotejar los registros hospitalarios y han achacado a los anónimos autores la falta de información sobre los criterios de selección de las zonas incluidas en la encuesta.

Aunque el informe provisional reconoce ciertas limitaciones, la inestabilidad en curso en Iraq y la naturaleza intensamente política del estudio plantean una preocupación ante la politización de la investigación. Creo que la única manera de resolver este tipo de problemas y garantizar el mejor resultado para el pueblo iraquí es que el Ministerio de Salud y la OMS sean más transparente de lo que han sido hasta ahora. La historia de la investigación en salud pública iraquí ofrece lecciones que hay que aprender.

La politización de la investigación sobre salud pública de Iraq bajo el Programa Petróleo por Alimentos debe servir como recordatorio de que la OMS no es más que un reflejo de la voluntad colectiva de sus Estados miembros. Esta voluntad colectiva está muy frecuentemente influenciada por las naciones que ejercen el poder internacional y, aunque la estructura de la OMS no necesariamente refleje tal influencia, las decisiones que aplica ciertamente lo hacen.

Es muy poco probable que la OMS, en tanto que organización profesional, haya tratado de bloquear o minimizar la investigación en algún momento. Sin embargo, está claro que los desequilibrios que existen en su financiación, en particular para los proyectos de salud pública que superan los presupuestos regulares asignados al país, están expuestos a la influencia de los Estados. En un sistema en el que la financiación por parte de los Estados miembros es tan dispar, es obvio que quienes influyen en los fondos influyen en los gastos.

La agencia sigue desempeñando un papel fundamental a nivel internacional, por ello es importante que la OMS sea transparente en todos los casos pues así se creó en su constitución. La necesidad de transparencia es especialmente crucial en la investigación sobre salud pública posbélica, y la OMS tiene un papel importante que desempeñar para garantizar que sus socios de investigación persiguen la ciencia de manera abierta y determinada.

El pueblo de Iraq, al igual que todas las comunidades atrapadas por la guerra, tiene derecho a saber si la contaminación del medio ambiente como consecuencia de los conflictos representa una amenaza a largo plazo para su salud. Sus gobiernos, y los de los Estados que han contribuido a los daños, comparten una obligación con la comunidad internacional en su conjunto para garantizar que la protección de los civiles durante los conflictos y después sigue siendo primordial.

Nota:

1.- Véase en inglés, de Paola Manduca:”Determined to ignore reality? Questions that the Iraqi Ministry of Health-WHO report didn't ask”, en http://www.middleeastmonitor.com/articles/middle-east/7847-determined-to-ignore-reality-questions-that-the-iraqi-ministry-of-health-who-report-didnt-ask [Nota de la traductora].

Fuente orioginal: http://www.huffingtonpost.co.uk/neel-mani/iraq-politics-and-science_b_4098231.html a través de Uruknet.

sábado, 19 de octubre de 2013

Contaminación, cáncer pulmonar y desarrollismo industrial criminal y antihumano




Se consideraba que la contaminación ambiental aumentaba las probabilidades de enfermedades cardíacas, respiratorias y cerebrovasculares. No era poco. Pero aún hay más. Aunque no es una novedad total. Lo señalado ha sido comentado y defendido de una u otra forma en multitud de estudios científicos en los últimos años. Pero ahora es un organismo reconocido internacionalmente quien apoya y abona una hipótesis ya muy contrastada. “Es el carcinógeno ambiental más importante, más que el tabaquismo pasivo”. “La contaminación ambiental en espacios abiertos causa cáncer pulmonar” [1]. Son afirmaciones de la OMS. La Organización Mundial de la Salud, nada sospechosa de indocumentación o izquierdismo, ya calificó el hollín del diésel como cancerígeno en junio de 2012 (recuérdese que en nuestras ciudades la mayor causa de la contaminación del aire urbano es el tráfico rodado).
Es lo que muchos sospechábamos, lo que muchos intuíamos. Sin poder establecer ninguna relación causa-efecto. Teníamos, tenemos, los muertos muy cerca de nosotros… y muy presentes.
La Agencia Internacional de Investigación Oncológica (IARC), que ha revisado más de 1.000 artículos publicados en revistas científicas de primera categoría, declaró el pasado jueves que “la contaminación aérea es un carcinógeno” (junto a peligros conocidos como el asbesto, el tabaco o radiación ultravioleta). Y no cualquier cancerígeno: "Consideramos que este es el carcinógeno ambiental más importante, más que el tabaquismo pasivo", ha afirmado Kurt Straif, el titular del departamento de la IARC que evalúa las sustancias causantes de cáncer. Uno de sus principales riesgos son las pequeñas partículas que pueden depositarse en los pulmones.
La IARC ha clasificado la contaminación ambiental en el nivel 1, el más alto en la escala. Es el de las sustancias sobre las que no cabe duda razonable, duda científica, de su peligrosidad. Es más que una conjetura ocurrente y más o menos feliz.
“Aunque la composición de la contaminación y los niveles de exposición varían radicalmente entre unas zonas y otras, las conclusiones son válidas para todas las regiones del mundo”, afirmó también la IARC. Los estudios demuestran que, a mayor exposición, el riesgo de cáncer va aumentando.
Ya anteriormente, la Agencia Internacional de Investigación Oncológica había considerado como carcinógenos algunos de los componentes de la contaminación ambiental (las emanaciones del diésel por ejemplo, como es sabido). Pero es ahora la primera vez -¡la primera!- que considera la contaminación ambiental, en general, como causante de cáncer.
Ya en 2010 se señaló que se registraban –no que hubieran tan sólo- más de 220.000 muertes por el cáncer asociado a la contaminación ambiental.
Se ha detectado también un vínculo con un riesgo ligeramente mayor de cáncer vesicular.
Straif señaló razonablemente que "esto es algo que tienen que atender los gobiernos y las agencias ambientales". Añadió: "La gente por cierto puede contribuir haciendo cosas como no conducir un automóvil grande de diésel, pero esto requiere políticas mucho más amplias de las autoridades nacionales e internacionales".
Francesca Dominici, que no participó en el estudio de la IARC, profesora de bioestadística en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, ha comentado: "Uno puede escoger no beber ni fumar, pero no puede controlar si va a estar expuesto o no a la contaminación ambiental. Uno no puede decidir no respirar” [2]
La explicación del mecanismo de Pedro Pérez Segura (Sociedad Española de Oncología Médica, SEOM): “La inhalación continuada de estas partículas va dañando las células que recubren nuestro sistema respiratorio y llega un punto en el que se acumulan deficiencias genéticas lo que hace que las células proliferen de manera descontrolada y, al final, puede aparecer el tumor”.
¿Dónde están esas políticas públicas, nacionales e internacionales, para proteger a la ciudadanía? ¿Debemos seguir admitiendo la conversión de nuestras ciudades en centros de contaminación, cáncer y muerte? ¿Todo sea por el “desarrollo”? ¿Qué desarrollo sostenible, qué noción del buen vivir subyace a todo esta apuesta? ¿Es también eso el lado oscuro de eso que llamamos “civilización occidental”?

PS: La clasificación de las sustancias de la IARC (toma pie en el artículo de Elena Sevillano en El País):
Grupo 1. Sustancias cancerígenas. En la lista hay 111 elementos. Entre ellos, amianto, benceno, la radiación solar y el formaldehído.
Grupo 2A. Probables carcinógenos. 66 sustancias, como el glicidol.
Grupo 2B. Posibles carcinógenos. 285 sustancias. Entre ellas, cloroformo, DDT.
Grupo 3. No clasificable. 505 sustancias: aciclovir, diazepam, sulfitos...
Grupo 4. Probablemente no cancerígeno: caprolactam.

Notas:
[1] http://hosted.ap.org/dynamic/stories/E/EUR_MED_CONTAMINACION_CANCER_SPHL-¿SITE=AP&SECTION=HOME&TEMPLATE=DEFAULT&CTIME=2013-10-17-08-55-33
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/10/17/actualidad/1382037937_929878.html
http://www.abc.es/sociedad/20131017/abci-contaminacion-aire-cancer-201310171314.html
http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2013/10/17/81659647-contaminacion-ambiental-causa-cancer-confirma-la-oms
[2] El riesgo de cáncer de una persona depende, por supuesto, de numerosas variables: la herencia genética, la exposición a sustancias peligrosas, estilo de vida relacionado con cuestiones con consumo de alcohol, tabaquismo y ejercitación.

Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

martes, 2 de abril de 2013

Ordenadores biológicos ayudarán a curar el cáncer

RT Actualidad / Ciencia

http://es.rt.com/nyK

Investigadores de la Universidad de Stanford (EE.UU.) anunciaron haber desarrollado receptores genéticos que pueden actuar como 'ordenadores biológicos' y podrían revolucionar el tratamiento de varias enfermedades, incluido el cáncer.
En un artículo publicado el pasado viernes en la revista 'Science', el equipo describió su sistema de transistores desarrollados a partir de material genético (ADN y ARN) que pueden ser insertados en células vivas y actuar según las circunstancias.

    Seremos capaces de insertar el ordenador en cualquier célula viva"


Estos minúsculos ordenadores serían capaces de llevar a cabo tareas como avisar al organismo de la presencia de una determinada toxina en el interior de una célula, determinar la frecuencia de división de una célula cancerosa o precisar cómo un fármaco interactúa individualmente con cada célula.

Una vez determinadas las circunstancias, el transistor podría usarse para hacer que la célula cancerosa y sus células vecinas se den a sí mismas la orden de autodestruirse.

"Seremos capaces de insertar el ordenador en cualquier célula viva", aseguró el líder del estudio, Drew Endy, citado por el periódico 'San Jose Mercury News'.

Los científicos utilizaron en su estudio la bacteria 'Escherichia coli'. Para ello recrearon en la célula del microorganismo el funcionamiento de un transistor en el que hebras de ADN sustituyen los cables metálicos por los que pasa el flujo de electrones, y estos son reemplazados por una proteína.

De este modo, el transcriptor de Stanford es esencialmente un análogo biológico de un transistor digital. Mientras que los transistores controlan el flujo de electricidad, los transcriptores controlarán el flujo de la ARN-polimerasa a medida que se desplace por una cadena de ADN.

El potencial de los ordenadores biológicos de cara al futuro es enorme. Se trata de equipos funcionales que pueden percibir su entorno y posteriormente manipular las células a fin de que hagan casi cualquier cosa. 

Los ordenadores biológicos podrían ser utilizados como un sistema de alerta temprana de una enfermedad, o simplemente como una herramienta de diagnóstico. Los ordenadores biológicos podrían ordenar a sus células huésped (células infectadas por un virus) que dejen de producir insulina, que bombeen más adrenalina, que produzcan células sanas para combatir las enfermedades o que detengan la reproducción de las células en caso de detectarse un cáncer.


Texto completo en: http://actualidad.rt.com/ciencias/view/90566-celulas-bioingenieros-adn-computadoras-cancer