“
¡Tenemos una explosión y estamos descendiendo inmediatamente! ¡Tenemos fuego a bordo!”
Era la voz angustiada de uno los pilotos de la nave de Cubana de
Aviación al comunicarse con la torre de control del aeropuerto de
Seawell, Barbados. Hacía unos nueve minutos había despegado.
- ¡
Nos estamos quemando intensamente!
- ¡
Eso es peor! ¡Pégate al agua! ¡Felo, pégate al agua!”
Fueron las últimas palabras que escucharon los controladores. Eran las
12h28 de ese 6 de octubre de 1976. Convertido en una bola de humo y
fuego, el avión cayó al mar. Perecieron sus 73 pasajeros. Cinco minutos
antes se había producido una explosión a su interior. El vuelo CU-455
había salido de Guyana, realizado escala en Trinidad y Barbados, y se
dirigía a Jamaica para finalizar recorrido en La Habana.
Esa
misma noche los dos responsables fueron capturados por la policía de
Trinidad. En la mañana habían subido al avión en esa isla caribeña y
aterrizado en Barbados, luego de depositar el explosivo. Al saber del
“éxito” de su acción el nerviosismo los tomó por asalto, decidieron
dejar el hotel y regresar a Trinidad. Ya en esta otra isla, en el
trayecto a un hotel, creyendo que el conductor del taxi no entendía
español hablaron del estallido del avión. Su estado de casi pánico los
hizo sospechosos. Luego de dejarlos, el taxista fue a la policía. Poco
después de su arresto, los dos hombres reconocieron su culpabilidad.
Eran los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo.
Con sus
declaraciones muy pronto se llegó a quienes habían planificado el acto
terrorista. Las autoridades venezolanas allanaron las oficinas de las
empresas de seguridad de Luis Posada Carriles, donde encontraron, entre
otros, las grabaciones de los mensajes que Ricardo había hecho. Desde
los hoteles de las islas caribeñas había informado a Posada que “
el ómnibus”
se había hundido
“con los perros adentro”.
Posada Carriles había sido reclutado por la CIA en 1960. Fue de los
seleccionados para participar de las operaciones especiales de sabotaje
contra la Cuba revolucionaria. En una entrevista dada al
New York Times el 12 de julio de 1998 Posada Carriles dijo:
“La CIA nos lo enseñó todo... todo. Cómo usar explosivos, cómo matar, hacer bombas... nos entrenaron en actos de sabotaje.”
Después de la Crisis de los Mísiles, octubre de 1962, Posada Carriles
se enroló en el ejército estadounidense, graduándose de oficial.
Según cuenta en su autobiografía, en 1969 viajó a Venezuela donde fue
incorporado a los servicios de seguridad política de ese país. “
Unos
pocos fuimos recomendados a diferentes gobiernos, para actuar como
instructores de personal en el campo de la lucha antisubversiva o como
asesores en materia de seguridad nacional.”
1 Ahí llegó a ocupar el cargo de Comisario Jefe en la
Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención, DISIP.
“Desde mi posición combatí sin tregua a los enemigos de la democracia venezolana.” Lo
que significó la tortura y muerte a muchos ciudadanos de la oposición,
no sólo armada. Aunque seguía guardando el contacto directo, en 1974 se
desvincula oficialmente de la DISIP para crear su propia empresa de
seguridad, para lo cual viaja a Estados Unidos a adquirir el material
necesario.
El otro detenido como autor intelectual del atentado
terrorista fue el cubano y ex pediatra Orlando Bosch Ávila. Seis días
después de la salvaje acción, el
New York Times informó que Bosch
podría ser uno de los responsables. Entonces se conoce públicamente que
el terrorista estaba en Caracas. Aunque buscado por el FBI, por haber
violado la libertad condicional que tenía por un atentado terrorista,
Bosch había llegado al aeropuerto de Caracas en la noche del 7 de
septiembre de 1976. “
Llegó a Venezuela procedente de la República Dominicana, con escala en Nicaragua”, narró en su libro Posada Carriles, quien estuvo en el comité de recepción
. En Managua el cónsul venezolano le había entregado una visa especial, ante
“instrucciones” del alto gobierno de su país. Bosch portaba un pasaporte dominicano con nombre falso.
Bosch fue alojado en uno de los principales hoteles de Caracas, y al
día siguiente es trasladado hasta las oficinas de la DISIP donde le
extendieron un carné de funcionario.
“Desde ese momento, el Dr. Bosch
está investido de una autoridad que le permite portar toda clase de
armas y ejercer lo correspondiente a su cargo”, cuenta Posada. A
Bosch se le facilitaron armas y dos hombres para su seguridad. De tan
alto nivel era su estancia, que el 10 de octubre debía encontrar al
propio presidente Carlos Andrés Pérez.
Posada y Bosch fueron arrestados el 14 de octubre en Venezuela.
Guyana, Cuba, Barbados y Trinidad entregaron a las autoridades
venezolanas toda la información y pruebas recogidas sobre la voladura
del avión y sus responsables. Washington decidió no colaborar, además de
negar categóricamente cualquier vinculo con los comprometidos. Empezó
por rechazar el detallado testimonio de los taxistas que, en Barbados,
llevaron en dos ocasiones a los terroristas hasta la embajada, aunque
Ricardo y Lugo precisaron con qué funcionario habían hablado. Esto hizo
parte de los documentos que el gobierno de Bridgetown presentó ante el
Consejo Permanente de Seguridad de la ONU que investigó el acto
terrorista. De nada sirvió que Ricardo admitiera bajo juramento ser un
operativo de la CIA. Lugo aseguró al comisario principal adjunto de
policía de Trinidad que ambos trabajaban para la Agencia. Y más: en la
agenda de Ricardo se encontró el teléfono de un alto funcionario de la
embajada en Caracas.
Las denuncias realizadas por el dirigente
Fidel Castro, involucrando a la CIA, tuvieron cierta repercusión
mundial, en particular las realizadas el 15 de octubre cuando dijo: “
Al
comienzo, no estábamos seguros si la CIA había organizado el sabotaje
directamente, o si lo había preparado cuidadosamente por intermedio de
su organización encubierta [se refiere al Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas, CORU],
formada
por contrarrevolucionarios cubanos. Ahora, creemos firmemente que la
primera suposición era la correcta. La CIA participó directamente en la
destrucción del avión de Cubana en Barbados.”
Días después,
ante tales acusaciones y la presión de la prensa, el secretario de
Estado Henry Kissinger reaccionó para decir que la posición del gobierno
de La Habana era “
hostil e irresponsable.” Pero el gobernante
cubano no mentía. Es más: se quedaba corto en las afirmaciones.
Kissinger sí sabía de qué hablaba Castro. Pero debieron pasar trece años
para que se mostraran públicamente unos pocos documentos clasificados
“TOP SECRET”, y más de un cuarto de siglo para que otros vieran luz.
Durante todos esos años Washington sostuvo que no sabía nada.
Revelaciones y complicidades
Sólo dos días después del atentado, el director del FBI envió un documento secreto, calificado de “
máximo nivel y prioridad”,
a los catorce directores de las más importantes agencias de
inteligencia y seguridad de Estados Unidos, que por lógica incluía al de
la CIA, George Bush padre, y al de la Dirección de Inteligencia e
Investigación del Departamento de Estado, INR
. “
El 7 de octubre de 1976 la fuente confidencial [...]
prácticamente admitió que Posada y Bosch habían sido los arquitectos de la voladura de la aeronave y prometió dar más detalles [...].”
2
El 18 de octubre Kissinger recibió otro informe, y ahora de su subordinado, el jefe de la INR.
Se
le detallaba quiénes eran los implicados, así como sus nexos con la CIA
y otras dependencias oficiales estadounidenses. “[Línea tachada en el
documento
3]
El
nombre y número de teléfono del Agregado Legal de EEUU Leo fueron
descubiertos en la libreta de apuntes de Lugo cuando él fue arrestado en
Trinidad. Leo dice que no ha tenido contacto con Lugo y conjetura que
su nombre y teléfono fueron comunicados a Lugo por Posada [...]
Nuestro Agregado Legal (Joseph Leo) conoció a Posada cuando este último trabajaba [Palabras tachadas]
y después de su dimisión Posada siguió contactando a Leo en algunas ocasiones [...]”
El 2 de noviembre el FBI entregó un “
Informe Secreto de Inteligencia”, titulado “
Voladura del Avión de Cubana DC-8 cerca de Barbados, Indias Occidentales, 6 de octubre de 1976”.
Ahí se dijo que justo el día anterior otro cubano recomendado por la
CIA al gobierno de Venezuela, Ricardo Morales, el cual tenía el cargo de
comisario de la Sección de Contrainteligencia de la DISIP, comunicó que
el 23 y 24 de septiembre de 1976 se realizaron reuniones en un
importante hotel de Caracas. Posada Carriles había participado. De
acuerdo con Morales, ahí se “
discutieron algunos planes relacionados con la voladura de un avión de Cubana.”
Ese documento, que sólo fue desclasificado el 18 de mayo del 2005,
también dejó en claro la responsabilidad de las altas autoridades
gubernamentales venezolanas, empezando por el presidente. En el informe
de su Dirección de Inteligencia a Kissinger se mencionaba parte de esa
relación. “[Palabras tachadas],
se dice que el presidente venezolano
Carlos Andrés Pérez le tiene mucha simpatía a Bosch, y le ha permitido
viajar libremente por el país y solicitar fondos con la condición de que
Venezuela no sería utilizada como base de operaciones o lugar de
refugio. Bosch presuntamente prometió no participar en actividades
terroristas mientras estuviera en Venezuela [...]”
El 21 de
junio de 1976 la CIA envió un memorando a trece agencias de seguridad e
inteligencia, incluyendo la del Ejército, la Marina, el FBI y la INR del
Departamento de Estado. Desde fecha tan temprana se sabía de la
preparación de un atentado contra una nave comercial cubana. “
Objeto: Posibles planes de extremista exiliado cubano para destruir una aeronave de cubana [...]
Un
grupo de exiliados cubanos extremistas, de los cuales Orlando Bosch es
dirigente, planea colocar una bomba en un vuelo de la aerolínea Cubana
viajando entre Panamá y La Habana [...]”. Mientras que en un informe de la INR a Kissinger se le recordaba lo anterior y ampliaba: “
Una fuente del FBI ha dicho que hicieron un intento [los terroristas]
pero la bomba no estalló. Un segundo esfuerzo fue hecho en Jamaica el 9
de julio, pero la bomba estalló antes de que la maleta en que estaba
escondida fuera colocada dentro del avión [...]”
Esa
información nunca fue compartida con las autoridades cubanas. No existe
ningún documento donde se diga que se hizo algo para evitar el atentado.
La presión internacional montó. El piso se le empantanaba a
Washington. Algunos ojos al interior de Estados Unidos quisieron mirar
acusadoramente hacia la CIA, dirigida por Bush padre. Este hizo todo lo
posible para que los mecanismos de investigación judicial la ignoraran,
aunque estos tampoco ese mostraron interesados en ver alguna conexión.
Los medios de prensa estadounidense, que en la primera semana
informaban continuamente del caso, empezaron gradualmente a silenciarse.
Además, inesperadamente, la prensa empezó a centrar su atención en un
tema que surgió de la nada: la presunta responsabilidad de Fidel Castro
en el asesinato del presidente John F. Kennedy, el 22 de noviembre de
1963. Cuando una comisión del Congreso negó rotundamente tal implicación
4, la voladura del avión era cosa del pasado. La cortina de humo había funcionado.
Además de ocultar deliberadamente información, el gobierno
estadounidense intentó realizar otra alevosa acción. En el informe del
FBI de “Máximo nivel y prioridad”, se dice que el 7 de octubre de 1976,
justo un día después del atentado, y en vista de que los autores
materiales habían sido arrestados, alguien, cuyo nombre está tachado en
el texto desclasificado, “
estaba coordinando para que Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila abandonaran Venezuela lo antes posible [...]”
El 18 de octubre su Dirección de Inteligencia informaba a Kissinger: “
[Dos líneas tachadas en el original]
Actualmente,
Estados Unidos está tratando que Bosch sea deportado de Venezuela a
Estados Unidos, donde será sujeto a un encarcelamiento inmediato por
haber violado su libertad condicional [...]” Era la mejor solución.
Ya en ese territorio, se tendría la seguridad de que los terroristas no
soltarían información sensible que implicara los intereses
estadounidenses y a sus agencias de seguridad, en particular la CIA.
Pero no se logró.
El 4 de agosto de 1987 el tribunal venezolano
por fin dictó sentencia: veinte años contra los autores materiales. A
pesar de las pruebas absolvió a Bosch. No se pronunció sobre Posada,
aduciendo que éste se había fugado. Efectivamente, el 18 de agosto de
1985 se escapó de una cárcel de máxima seguridad, después de varios
infructuosos intentos. El veredicto se daba después de un proceso largo,
torpedeado, azaroso, y con múltiples intentos de corrupción. La jueza
que siguió el caso en lo civil, lo dejó por amenazas. Cuando
inexplicablemente lo pasaron a la justicia militar, el presidente de la
Corte Marcial no cedió a las presiones y amenazas, entonces le
asesinaron un hijo.
5
Sin importar sus antecedentes terroristas, la embajada estadounidense
en Caracas le entregó un pasaporte de “emergencia” a Bosch para que
ingresara a Estados Unidos. Quien lo autorizó fue el embajador Otto
Reich, un cubano-estadounidense, ex oficial del ejército, muy cercano al
ya vicepresidente George Bush padre. Venía de trabajar en la Oficina de
Diplomacia Pública para América Latina y el Caribe (Office of Public
Diplomacy for Latin America and the Caribbean), creada por Ronald Reagan
como unidad de guerra sicológica e intoxicación mediática, en el
Departamento de Estado.
6
Cuando Bosch llegó a Miami, el 16 de febrero de 1988, es arrestado por
haber violado la libertad bajo palabra que le impedía salir del país.
Bosch prefirió entrar a Estados Unidos a pesar de haber podido entablar
una demanda por los años pasados en la cárcel. Henry Adorno, uno de los
abogados de la empresa Bacardí se encargó gratuitamente de su caso
7.
El Departamento de Justicia intentó su expulsión en junio de 1989, pero
31 países se negaron a recibirlo a pesar de las presiones políticas del
Departamento de Estado. Sólo Cuba exigió que se lo entregaran, pero ni
le contestaron. Para apoyar su requerimiento, en esa oportunidad el
Departamento de Justicia exhibió algunos de los documentos pedidos al
FBI, al Departamento de Estado y a la CIA. Es ahí cuando aparecen las
pruebas que Washington decía no poseer sobre la voladura del avión.
Apenas el Servicio de Migración y Naturalización, SIN, anunció la
posibilidad de expulsarlo por “extranjero indeseable”, empezó a recibir
amenazas de bomba.
El 17 de julio de 1990, el ya presidente
George Bush padre determinó darle el “perdón”, exonerarlo de la cárcel,
salvarlo de una posible expulsión del país y otorgarle residencia en
Miami. Hasta el FBI se había opuesto a su liberación. El único gran
diario estadounidense que se preocupó de denunciar tal procedimiento,
fue el
New York Times, quien escribiría un encendido editorial el 20 de julio. “
En
nombre de la lucha contra el terrorismo, Estados Unidos envió a la
Fuerza Aérea a bombardear Libia y al Ejército a invadir a Panamá. Sin
embargo, ahora la Administración Bush mima [coddles]
a uno de los
terroristas más notorios del hemisferio. ¿Y por qué razones? La única
evidente es granjearse el favor del sur de la Florida.” En otro de
sus partes, el editorial señalaba que el Secretario de Justicia no lo
debió liberar por exigencias legales sino por una “
visible presión política, malgastando la credibilidad estadounidense en materia de lucha contra el terrorismo”.
Orlando Bosch Ávila fue entrevistado el día que se recordaba el 30
aniversario del derribo de la nave de Cubana, 6 de octubre del 2006. El
periodista Andy Robinson, del diario
La vanguardia, de Barcelona, le preguntó si era un “blanco legítimo” esa acción. “
Para
mí es un blanco de guerra. Hay muchas cosas que no puedo decir. Pero
eran acciones de guerra. Y aquel avión era un avión de guerra. Iban
coreanos del norte, guyaneses. Comunistas todos. Los deportistas
llevaban cinco medallas de oro de esgrima […]
Habíamos acordado en Santo Domingo [cuando se formó el CORU]
que todo lo que salga de Cuba para darle gloria a Fidel tenía que correr el mismo riesgo que los que combatimos la tiranía.” Bosch Murió el 27 de abril 2011en Miami.
Al fugarse Posada Carriles fue trasladado a El Salvador, donde pasó a
participar en la guerra contra el gobierno sandinista de Nicaragua, como
parte del aparato logístico de la “contra” (de contrarrevolución),
grupo mercenario dirigido desde la Casa Blanca en Washington. Su jefe
era Félix Rodríguez, un alto oficial de la CIA, popular por haber
supervisado la captura y asesinato del Che Guevara en Bolivia.
Rodríguez, a su vez, tenía dos jefes: Oliver North del Consejo Nacional
de Seguridad, y el vicepresidente de Estados Unidos, George Bush. A
pesar de la prohibición del Congreso estadounidense a todo apoyo
financiero a los contras, Bush recolectó fondos de todas partes y por
todos los medios. Uno de ellos fue la venta ilegal de armas a Irán, a
través de Israel, que condujo en 1986 al escándalo "Irán-Contra". Pero
también con dinero del trafico de cocaína, en momentos en que Washington
se desgarraba las vestiduras en una presunta “guerra al narcotráfico".
Una Comisión especial del Senado, dirigida por John Kerry (actual jefe
del Departamento de Estado), demostró la existencia de una alianza entre
la CIA y la mafia colombiana. Fue la red "droga por armas", que llegaba
hasta la puerta de la oficina del vicepresidente Bush...
8
Así se "descubre" que el prófugo terrorista Posada Carriles estaba
trabajando de manera indirecta, nuevamente, para la Casa Blanca. En las
audiencias ante el Congreso, Rodríguez dijo que era "buen amigo, "hombre
honorable". Testificó que lo habían ayudado a fugarse porque "merecía
estar en libertad.". "Lo necesitábamos". No se le preguntó más sobre
Posada. Él lo narra con detalles en su autobiografía.
Después, Posada Carriles reaparecería muy esporádicamente en la prensa. En 1997 le dio una extensa entrevista al
New York Times 9.
Sostenía que ni la FBI ni la CIA lo molestaban. Que tenía un pasaporte
estadounidense. Que era el responsable intelectual de los atentados a
los centros turísticos que se sucedieron por esas fechas en Cuba, y que
le costaron la vida a un turista italiano. En noviembre 2000 fue
detenido cuando intentaba poner una bomba en la Universidad de Panamá
donde hablaría Fidel Castro, en el marco de la décima Cumbre
Iberoamericana. Cuba pidió su extradición: le fue negada. Posada fue
condenado a 8 años de prisión, pero el 26 de agosto 2004 fue amnistiado
por Mireya Moscoso pocas horas antes de dejar la presidencia. Salió casi
clandestino rumbo a Honduras, junto a los otros tres cómplices, también
amnistiados. Moscoso llamó, entonces, al embajador estadounidense en
Panamá para confirmarle la liberación. Poco tiempo después Posada
ingresó a Estados Unidos, donde fue arrestado por… haber ingresado
ilegalmente al país. En abril de 2007 sería dejado en libertad, y hoy
vive en Miami, aunque Cuba y Venezuela lo piden en extradición.
El 7 de septiembre de 1988, el senador estadounidense Tom Harkin
planteó una serie de preguntas al vicepresidente y candidato a la
presidencia, George Bush padre, durante una audiencia especial del
Senado.
10
El interpelado no estaba presente, pero tampoco nunca las contestó,
pues dada su alta envestidura no estaba obligado. Dos de ellas:
“[…]
El votante norteamericano se merece respuestas de George Bush a algunas
preguntas difíciles acerca de sus relaciones y las de su oficina
vicepresidencial con un conocido terrorista internacional, Luis Posada
Carriles. Pregunta 1. Sr. Bush, ¿qué sabe usted acerca de Luis Posada? […]”
Pregunta
4. Sr. Bush, ¿Cuándo usted fue director de la CIA en 1976, investigó
alguna vez el papel de Posada y de otros cubanos en el atentado al avión
de Cubana? […] No sólo era Posada un miembro de la CORU, sino que trabajaba para la CIA por contrato hasta 1975 […] La
pregunta real es, dado los vínculos pasados de Posada con la CIA, el
conocimiento de la CIA de la conexión cubana con el atentado al avión
comercial y el atentado a Letelier en 1976, ¿por qué, como director de
la CIA, usted no tenía conocimiento de la existencia de Posada en ese
tiempo? ¿Por qué no fue tomada ninguna acción en ese momento?”
Este texto, con algunas modificaciones, ha sido retomado del
libro del autor "El Equipo de Choque de la CIA". Editorial El Viejo
Topo, Barcelona, 2010. También ha sido editado en Cuba, Venezuela,
Francia y Brasil.
Notas:
1 Posada Carriles, Luis.
Los caminos del Guerrero. Sin editor conocido, ni país de publicación. Agosto, 1994.
2
Los documentos oficiales desclasificados aquí presentados, pueden
encontrarse en la “web” del National Security Archive, un instituto de
investigación de la Universidad George Washington.
http://www.gwu.edu/~nsarchiv/
También se pueden encontrar varios de esos documentos en: Cotayo,
Nicanor León. Crimen en Barbados. Ed. Ciencias Sociales. La Habana,
2006.
3
Regularmente, antes de desclasificar totalmente un documento, se
tachan palabras, frases y hasta párrafos enteros. Así se siguen
ocultando nombres y/o sucesos.
4 Jean Pierre Clerc. Les quatre saisons de Fidel Castro. Ed. Seuil, París, 1996
5
Ver: Herrera, Alicia. Pusimos la bomba... ¿y qué?. Editora Política.
La Habana, 2005. Rosas, Alexis y Villegas, Ernesto. El terrorista de
los Bush. No se señala editorial. Caracas, 2005.
6 Labarique,
Paul y Lepic, Arthur. “Otto Reich et la contre-révolution”
. http://www.voltairenet.org/article13891.html
7
La empresa ronera Bacardí, durante los años sesenta financió a
organizaciones terroristas, organizadas por la CIA, buscando acabar con
la revolución cubana. Una de ellas se llamó Representación Cubana en
el Exilio, RECE. Ver: Calvo Ospina, Hernando. Ron Bacardí. La guerra
Oculta. Ed. Red de Consumo Solidario. Madrid, 2000.
8
Llamada Comisión Kerry: Subcommittee on Terrorism, Narcotics and
International Operations of the Committee on Foreign Relations, U.S.
Senate. Government Printing Office. Washington, 1989.
9 The New York Times. 12 de julio de 1998
10
Acta del Senado, 22 de septiembre de 1988 (Día legislativo,
miércoles 7 de septiembre de 1988) Congreso 100, Segunda Sesión. Acta
del Congreso 134 S 13037. Referencia: Vol. 134, No. 131. Washington DC.
Hernando Calvo Ospina es periodista y escritor colombiano, residente en Francia y colaborador de Le Monde Diplomatique. Su página web: http://hcalvospina.free.fr/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.