Nota preliminar
Introducción
Capítulo I. Las elecciones
1.- Normatividad electoral
2.- Inversión monopólica
3.- Prerrogativas del capital financiero
4.- Plataformas electorales de los partidos
5.- Nuevas condiciones del aparato estatal
Capítulo II. El proceso electoral
1.- El Estado y la democracia en el momento actual
2.- El Proceso electoral
3.- El sistema electoral
4.- El sistema de partidos
5.- Presupuesto estatal
Capítulo III. La democracia en México
1.- Democracia y monopolio
2.- La democracia en su relación con el Estado
3.- Sentido histórico
4.- Carácter de clase
5.- Poder, Estado y Régimen
6.- Poder económico y poder político
Capítulo IV. El Orden establecido
1.- El Estado en México
2.- Orígenes, estructura y principios
3.- Municipios y Estados
4.- El Poder político central
5.- Financiamiento del Estado
6.- Ejército y policía
Capítulo V. Tareas del proceso revolucionario
1.- La necesaria destrucción del Poder burgués
2.- El camino del pueblo
3.- El proceso de lucha de clases
4.- Acumulación revolucionaria de fuerzas
5.- Programa democrático y revolucionario
6.- Necesidad de una democracia popular
Advertencia
La dictadura perfecta
Este
concepto fue acuñado por el pensamiento liberal de corte progresista,
para nosotros tiene sus connotaciones más allá de la crítica sesgada a
una cara del sistema económico y político de México, de ahí que el
objetivo sea destrabar el problema de la interpretación “de oposición”,
dimensionar el fenómeno en todos sus aspectos, en su condición de
realización eficaz del Estado capitalista para el sometimiento del
trabajo.
Nota Preliminar
Las circunstancias en las
cuales elaboré el presente trabajo me llevaron a plantear el carácter
del Estado mexicano en plena ruptura del pacto social, partiendo de su
democracia electoral, para a través de ésta atender sus principales
componentes y sus fuerzas motrices. De una parte había que identificar
la naturaleza del Estado y sus alteraciones recientes, de otra había que
abocarse muy concretamente a sus realidades inmediatas. La exposición
fue dando cuenta del contenido de las relaciones políticas y económicas
de la sociedad y del recuento de daños del neoliberalismo a la
estructura estatal.
La primera edición y su reimpresión
ocurrieron en el año 2006, en parte por esa razón, que permite escalar
en la comprensión, se sigue la secuencia de prioridades en el marco de
aquel momento para ir despejando las cuestiones del Estado capitalista.
En la vida del país todo continuó para empeorar, el desmantelamiento
constitucional continuó en los principales ámbitos del Estado, una
guerra sucia prolongada hasta nuestros días, la guerra entre el
narcotráfico, el arribo del narco-poder, hasta finalmente llegar al
neocolonialismo y subordinación del Estado al imperialismo yanqui;
constituyéndose en una organicidad transnacionalizada del poder para la
dominación sociopolítica y la regulación de la actividad capitalista.
En
la esencia de éste texto se considera que está en la propia
construcción y reconfiguración del Estado una batalla por destruirnos y
desposeernos no sólo de los recursos y derechos sociales, además de los
sentidos con que percibimos el país, de lo popular, lo clasista, lo
indígena, lo político, lo cultural. Las relaciones recreadas en la
atmósfera del Estado-nación mexicano se sustentan directamente en el
ejercicio de la hegemonía burguesa, el establecimiento de parámetros
vinculantes asociados a los intereses de la explotación capitalista,
aunque para este caso su centralidad consista en la opresión llevada al
extremo, a la sapiencia en el arte de prevalecer las conductas
monopolistas, burocráticas, del poder político y sus medios cada vez más
represivos.
La burguesía y sus estrategas nacionales e
internacionales apuestan especialmente en esta combinación de fuerza,
arrogancia y manipulación; se dan cuenta que para gobernar el país
llevándolo a una forma de ruina que lo subaste convenientemente,
requieren de altas dosis de terror contra el pueblo, de una sumatoria
infinita de leyes, la desviación de la conciencia clasista, así como del
sentido de lo nacional, del sentido del Estado-nación.
Viendo la
realidad actual del país queda más patente este fenómeno, la
articulación del Estado mexicano a los imperialistas para servir de
trampolín en algunas de sus correrías, trayendo más injusticia y
desigualdad de la que dicho proceso lleva alcanzado. En fin, tan
lamentable situación está en la inercia de las fuerzas dominantes, no
obstante ello nos propone y obliga a desarrollar acontecimientos
extraordinarios, venidos del pueblo acontecimientos protagonizados por
quienes sufren la explotación y opresión del sistema, hechos
revolucionarios desde abajo, que abran las compuertas de la guerra del
pueblo contra el capitalismo y el Estado represor.
Para esta
edición se introducen modificaciones sólo en la proyección del sentido
del Estado tal cual queda reconfigurado por la élite oligárquica que lo
controla; se agregan algunos elementos que fueron desatendidos ante la
premura del momento, pues ciframos el esfuerzo en difundirlo al
movimiento popular desde marzo de 2006 y en las jornadas de lo que fue
La Otra Campaña; así fue como el texto se abrió paso al margen de las
librerías, en la caravana, en concentraciones, manifestaciones, mítines y
asambleas.
Desde entonces la lucha de clases se hizo presente en
cuanto a trazar en sus líneas diversos aspectos que concernían al
problema del Estado, tales como la democracia popular y proletaria, la
participación popular en sus asuntos, los intereses inmediatos y
estratégicos del campesinado, el proletariado y los amplios sectores
populares e intelectuales ligados al pueblo, la política estatal, el
tema del capital financiero, los monopolios y sus nefastos intereses, la
cuestión del poder de clase y la lucha por el socialismo. Pero la
dictadura perfecta sigue ahí, armándose y preparándose contra el pueblo,
acordonándolo a la vez que penetrando sus cadenas; mientras tanto la
irrupción y la ruptura popular laten y requieren expresarse por la vida y
por la libertad.
Introducción
Vamos a
construir nuestra visión en una sumatoria de elementos partiendo de lo
que hoy es más visible, para arribar a lo esencial de la vida nacional.
Estamos sistematizando hechos ampliamente comprobables sobre el sistema
capitalista, de tal manera que sea posible establecer diversos
mecanismos de verificación, de refuerzo y ensanchamiento del análisis
sobre el carácter de nuestra sociedad. Hasta si se quiere puede apoyarse
en la información de los medios y la intelectualidad para ver cuán
ligados marchamos aquí a las realidades claves que se viven sin dar pie a
especulaciones sobre el Estado mexicano.
Indáguese todo cuanto
se quiera, que los hechos son claros, y la comprensión de los mismos
marchará sin grandes dificultades. Está bastante demostrado que en el
reino del capital las mayorías se convierten en objetos de la
explotación, en tanto que unos cuantos han coronado esta situación para
vivir de las ventajas que proporciona el Poder, y preservarlas; hoy se
puede verificar con lujo de detalles y sin la menor duda ésta condición
de alienación del trabajo por el capital, como una realidad que tiene
sus bases materiales en la propiedad privada y el Estado.
Por eso
el sesgo moderno de defensa del Estado capitalista consiste en negarlo
todo, consiste en apoyarse en los viejos principios liberales y
positivistas para trazar una línea política donde lo importante es
hablar sin parar, manipular la realidad, procurando al máximo poner en
último plano lo que acontece en “lo económico” como “factor”
independiente de los acontecimientos sociales y no su condicionante
central. El intento de quienes defienden así el sistema no está carente
de contradicciones, al fin y al cabo no se puede negar una situación al
tiempo que vivir de ella.
Y la esplendidez con que se patrocina
la democracia y el carácter de la sociedad mexicana por los medios de
comunicación, los magnates, los partidos políticos y el Estado, tomando
sus tres poderes, pues todos ellos anuncian logros y más logros;
verifica hasta dónde actúan en común todas las fuerzas del capitalismo
en contra de los que necesitan cambiar sus condiciones sociales de
existencia.
Proliferan los aplausos, pero desmejoran las
condiciones de vida y trabajo de la población, destacan las cifras
macroeconómicas pero la crisis sigue, hay capital pero está concentrado
en unas cuantas familias, abundan los pactos pero ninguno favorece al
trabajador, se clama por el trabajo pero se vive y se piensa con el
capital, se simula un régimen de democracia pero se hace todo cuanto es
posible para impedir que algo así suceda en México, se habla de los
pobres pero se impide que asomen en política mas que para escuchar.
Posturas e imposturas, es el estilo político que ha coronado el sistema
de explotación y opresión sobre las mayorías.
La burguesía se
traiciona respecto de sus viejos principios, los abandona y cree que eso
es suficiente para que el resto de las clases sociales le sigan en sus
correrías proimperialistas y antidemocráticas, pero se engaña, eso no va
a ocurrir, la lucha de clases anuncia otras líneas de acción y un
camino completamente diferente para la emancipación social.
Capítulo I
Las elecciones
La
decadencia del régimen involucra el propio proceso electoral, este se
encuentra visiblemente atenazado por los intereses de los monopolios y
la orientación monopólica en política. Las ideas de equilibrio, equidad,
consenso, etc., tan en boga, son actualizadas en una orientación mucho
más corta que en las precedentes etapas del capitalismo al ubicarse
simplemente como las bases políticas permisibles para que la gran
empresa prospere, en tanto que antes se manifestaban como ideas de lucha
contra el dominio feudal y por el desarrollo del capitalismo en
general, pero como suele decirse, todo corresponde a su época.
El
equilibro que se pretende lograr con el proceso electoral en curso, es
entre los intereses del gran capital y las facultades sociales del
Estado para que en el entorno social dejen de manifestarse otros
intereses. Ese equilibrio lleva por meta la asunción de que en la época
actual solo hay cabida para la opinión gran burguesa, para la decisión
gran burguesa, para la política gran burguesa.
Esta readaptación
de los viejos ideales a las condiciones de la época imperialista, como
ideales de la oligarquía financiera buscan prescribir los derechos
políticos y sociales del pueblo, dichos ideales pretenden allanar el
camino de sus luchas y llaman a todos a defender la sociedad
capitalista, suplantan los intereses históricos de la clase obrera con
los intereses egoístas de la clase dominante.
El reto burgués en
el proceso electoral es despojar a su propia democracia de los elementos
que permiten se expresen otros intereses contrarios a los suyos (aún
cuando se hace encubriendo y tergiversando su carácter), afirmando su
soberana voluntad de clase, y suprimiendo las formas de lucha popular
que dentro de la misma democracia representativa burguesa se
manifiestan. Las elecciones son cada vez más semejantes a las pasarelas
políticas a que están acostumbrados los imperialistas, así como su
sistema electoral y la retórica que le complementa va asociado a esa
“recogida” de voluntades desde arriba para hacer la gran política de
Estado sin intervención riesgosa de las clases subordinadas. Suponemos
que el interés oligárquico obliga a ello, y el temor a que ocurran
sucesos en respuesta a la noche neoliberal, que como en otras latitudes
puedan desajustar el sistema neocolonial que nos rige.
1.- Normatividad electoral
Se
presume que contamos con unas normas electorales cuan perfectas como el
Estado mismo, absolutas, según se cuenta de ellas, a las cuales acaso
el tiempo solo modifique en forma. Así como fuimos premiados con un
cuerpo legal articulado “al carácter democrático de la sociedad
mexicana”, que asegura ser expresión disolutiva de las contradicciones
de clase.
La realidad viene demostrando todo lo contrario, esta
dirección legal de los asuntos electorales es lo más antidemocrático que
pueda conocerse, por su contenido específico, por su rol en la sociedad
capitalista, por su imposición desde las clases dominantes y por su
adulteración de la verdadera problemática social.
La ley define
un escenario en el que desfilan y compiten personajes de la política
(candidatos), un auditorio espectador de ciudadanos pobres (votantes),
un organizador (el Estado y la mediación del IFE) mas un equipo
manipulador de ciudadanos ricos (aportaciones privadas, “visión
estratégica de los empresarios”); se trata de una delimitación rígida de
los actores de la democracia burguesa, la misma ley de medios viene a
fortalecer esta premisa, a la vez que la designación de recursos
económicos impide, dadas las carencias del trabajador, que éste pueda
asumir posiciones de debate o de alteración de los principios
establecidos.
Hay normas de conducta durante el proceso para
reforzar al Estado acotando todos los actos, quedando prohibidas las
confrontaciones con los candidatos, las impugnaciones, el rechazo a las
campañas, la imposibilidad de que compitan candidatos obreros o
campesinos ni sus verdaderas organizaciones. En este propósito de
contención de las protestas y contradicciones, se vale del uso a fondo
de aquella locución latina que fuera del país quiere decir “con mayor
razón”, pero que en México adquiere la categoría chiquita de “a
fuerzas”, para suplantar e impedir todo acto democrático en sus procesos
de recambio.
Otra línea de demarcación es que la competencia no
debe rebasar un límite de legalidad con relación a la imposibilidad de
cuestionar el sistema social existente en su conjunto, ni sus partes
como tales. Lo que trae a colación el tema de la canturreada libertad,
cuyos principios resultan por demás inoperantes, viéndose constreñida a
sus dulces cantos y a su aplicación solo por los representantes del
capital .
Es común el argumento de los diversos políticos de la
burguesía que gira sobre su espaldarazo a la ley electoral como “la
aceptación de las reglas del juego como fundamento para la democracia”,
argumento que juzga la democracia como patrimonio de quienes hacen “la
gran política” en México, argumento que ubica la legitimidad por
consenso de los partidos políticos de la burguesía, argumento que
registra el “marco legal” para la estabilidad del sistema.
El
proceso de renovación de gobiernos asumido ahora como una cuestión de
técnica e ingeniería electoral en términos de funcionalidad, donde no
cabe el detenerse a cuestionar las bases de esta misma estructura, sino a
aplicarse en ella, tal es otro de los aspectos a que llega la
democracia del capital, a lo que invierte todos sus recursos.
El
Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales menciona
que votar es un derecho y una obligación del ciudadano en las
elecciones, puesto que vivimos en un Estado de elección popular y hay
que formar parte de éste, esto no es más que una falacia hecha ley,
asentada bajo un supuesto que no existe.
Luego nos insisten en la
cultura cívica para la obtención del voto sin ideología revolucionaria,
se asegura que ya están firmes las reglas para que no sucedan casos de
distorsión del voto, que hay tolerancia, y así sucesivamente se abunda
en la administración científica de la opinión, el control de la
discusión electoral, la monopolización de la política, toda una batalla
de la burguesía para que, sean cuales sean los agraciados con el voto,
sus líneas de mando sean inconmovibles.
De esa manera va
hilvanándose la legalidad, mas nuestra primera intención aquí consiste
únicamente en dotarnos de los elementos inmediatamente visibles,
permisibles para dar continuidad a la definición progresiva de su
contenido, de sus implicaciones históricas y económicas. Punto de
partida para que efectivamente remontemos el escenario de la
cuantificación por sí misma, que no asegura conclusiones mas que en su
círculo, y por tanto requiere de la conjunción de otros aspectos de su
mismo nivel de evidencia, preciosos para romper este estado común de
interpretación y nos asciendan a nuevas evaluaciones más amplias y
fundamentales.
2.- Inversión monopólica
Partamos de
un hecho concreto, recién comenzó el año 2006 y los burgueses mediante
su Consejo Coordinador Empresarial fueron bastante claros en varias
cuestiones: 1.- que el gobierno hizo lo correcto para preparar
económicamente la democracia, gozándose de “buena salud macroeconómica”,
2.- que el poder legislativo debe aplicarse a sus tareas de reformas
estructurales sin remilgos, y 3.- que los tres partidos mayoritarios les
deben demostrar que sí tienen vocación de mansedumbre ante los
intereses del capital financiero. Desencarnando la naturaleza de esos
ejes, vendría el fraude electoral de ese año y en seguida la crisis
económica con la total sujeción a los intereses trasnacionales,
posteriormente en 2012 otro tipo de fraude electoral y un nuevo Pacto
por México a la sombra de los llamados intereses fácticos, replantearían
el escenario de la democracia electoral.
Nada más y nada menos,
este es solo el punto de partida en cuanto a la movilización burguesa
para acelerar el proceso de adecuación de los partidos a sus prioridades
por encima de las anteriores divergencias de sus principales segmentos,
recordemos que la burguesía mexicana había estado dividida
tradicionalmente en tres bloques de la gran burguesía hasta que estos
variaron, se reacomodaron e integraron plenamente como un eslabón más en
el complejo económico yanqui; concluyendo ahora sus principales fuerzas
en empujar a toda costa dicho proceso y las reformas estructurales que
les exige.
Por ahí se adentraron de firmes en dictaminar lo que
se puede y no se puede decir en la contienda electoral, que se ha
traducido en la regla no escrita que todos los partidos vienen acatando
con disciplina.
Vayamos por partes, de acuerdo con los dictámenes
de la burguesía, en las contiendas no se puede hablar objetivamente
sobre el modelo económico neoliberal más que limitadamente, es decir,
acusarse de neoliberales es posible, pero no agredir al modelo en sí
aludiendo a sus diversas bases.
En la lucha partidista electoral
no se está discutiendo ni se discutirá el rumbo de la política
económica, acaso en medio de su vaciedad se formulan lemas sobre la
democracia, la equidad, la esperanza, por el bien de todos, el
desarrollo, etc., mas no atentar contra los ejes que vienen con la
reforma estructural, fijémonos simplemente en algo tan cuestionado como
las campañas mediáticas de los partidos.
Y la sugerencia de todos
los días, no hablar de intereses de clases, insistir hasta el fastidio
que en México todos tienen los mismos intereses, hacer énfasis en la
unidad nacional desde todos los puntos para que solo pensemos en votar.
La
inversión pública será analizada más adelante, en lo que se refiere a
la otra gran inversión de la burguesía, esta se distribuirá directamente
entre los tres principales partidos, que sin duda alguna como aconteció
en el 2000 e incrementó en el 2003 superará lo estipulado legalmente,
representando como mínimo el equivalente de los gastos otorgados por el
Estado. Esta situación está prevista por el IFE que aunque dice no la
permitirá, sabe que es necesaria y que tendrá que cuidar sea
“equilibrada” de acuerdo a su modo de operar. Ya los partidos políticos
trabajan por asegurar en sus comités nacionales los puentes con diversos
operadores económicos del tipo de René Bejarano para el caso del PRD,
encargados de recabar capital a precio de componendas y posteriores
concesiones.
3.- Prerrogativas del capital financiero
Con
el Acuerdo Nacional para la Unidad, el Estado de Derecho, el Desarrollo
y el Empleo, bautizado como el Pacto de Chapultepec, establecido el día
29 de septiembre de 2005 se marcaron firmemente los ejes oligárquicos
por los que debe regirse la vida económica, política y social del país.
Aunque el lenguaje busca ocultar su esencia clasista, al final estas son
las prerrogativas ampliamente difundidas por el capital financiero de
cara a las elecciones:
a) La democracia representativa que se ha
construido es para que garantice la libertad de movimiento de los
monopolios con visión estratégica (repásese la lista de las principales
empresas que operan en México, así autodenominadas de visión
estratégica, dizque porque estas sí crecen hasta en periodos de crisis).
El Estado de derecho, las instituciones y la sociedad civil burguesa
están por encima de todo.
b) La seguridad de la burguesía y sus
capitales son una prioridad de Estado, por eso el Estado debe modernizar
sus organismos represivos y dependencias administrativas. Los intereses
y el papel de la burguesía (“llámennos empresarios, que el término
molesta”, dicen unos) deben estar arriba y al centro de las acciones del
Estado.
c) Los recursos del país deben ponerse a trabajar para
que se desarrolle el capital nacional e internacional en ambientes de
competitividad. Las reformas estructurales de sujeción del país al
capital nacional e internacional son impostergables en su agenda. La
política fiscal debe orientarse a reforzar la acumulación capitalista.
d)
La orientación económica del país debe seguir su marcha, incrementar la
venta de petróleo, capitalizar las remesas que envían los emigrantes,
impulsar el turismo internacional, alentar la exportación hacia los
Estados Unidos, obtener nuevos empréstitos internacionales, controlar y
menguar el gasto social, impulsar las inversiones públicas y privadas,
marchar a la dolarización, liberalizar los mecanismos de inversión y
juego bursátil.
e) Impulsar el crecimiento económico neocolonial
con nuevos empleos sin derechos sindicales y sociales para los
trabajadores, explotando al máximo sus capacidades creativas.
f) Afirmar la unidad nacional de todos en torno a la oligarquía financiera, sus grupos e intereses.
g) Poner en manos privadas la construcción y venta de vivienda, pero con el auxilio del capital estatal.
h)
Acotar el proceso electoral de manera que no interfiera con las
actividades regulares de la explotación de los trabajadores, no debiendo
haber impugnaciones al proceso como ha sido diseñado y de los
resultados que vengan.
i) Absorber el campo al proceso de concentración y centralización de capital arruinando al campesinado y jornaleros agrícolas.
j)
Acotar las posibilidades de la mediana y pequeña burguesía en su
carrera por incrementar sus capitales, para que todo pueda manejarse
desde las principales empresas monopolistas. Sí, sí, se dice hay que
incentivarle, pero se establecen mecanismos para que pasen solo aquellos
con mayor potencial económico y dispuestos a convertir sus empresas en
parte del engranaje de los grandes consorcios en el campo y la ciudad.
k)
Privatizar la educación, orientar el sistema educativo a la
capacitación de la fuerza de trabajo, eliminando sus aspectos
humanísticos, afirmando el espíritu de respeto a la propiedad privada.
l)
Sujetar el presupuesto público a las decisiones del Poder ejecutivo
previa orientación de los magnates, eliminando las fastidiosas
intervenciones del Poder legislativo. Regir el mismo presupuesto de
acuerdo a las premisas de costo-beneficio anulando su aspecto social.
Esas son las prerrogativas.
Antes
del desencanto causado por el suponer que solo repetimos cosas ya
tratadas, nos proponemos señalar lo siguiente: sobre la base del
material concreto de los Acuerdos de Chapultepec que aquí ofrecemos
sintetizado en sus implicaciones, nos proponemos demostrar tres cosas,
una que con este recuento el horizonte histórico del capitalismo tiene
muy agotadas sus posibilidades, otra que el gobierno burgués se
encuentra sumamente débil debido a las condiciones en que llega al
momento de las elecciones, y la tercera que los Acuerdos manifiestan una
profunda preocupación de los patrones porque la crisis política pueda
ser capitalizada por los trabajadores.
Hay poco que decir a tan
claras intenciones de la clase en el Poder, sus posiciones están
trazadas, lo característico de estas exigencias es que la burguesía está
actuando con abierta ofensiva sobre las clases sociales oprimidas y
explotadas sin ninguna cortapisa, cuya orientación fundamental
corresponde a los intereses del capital financiero en México en su
extensa lista de monopolios controlados por EUA, Japón, Inglaterra,
Francia, Alemania, Suiza, España, Italia, Holanda, y los magnates
nacionales bastante identificados en la famosa lista de los doce a la
cabeza de los cuales aparece Carlos Slim, precisamente el personaje que
más actuó con sus fuerzas económicas y políticas para afirmar esos
acuerdos. Nada nos dicen del origen de sus riquezas, ¿qué hay del hecho
de que el 80 % del incremento en la tasa de plusvalía viene por los
bajos salarios para enriquecer a todos esos señores?
El Pacto por
México del 2 de diciembre de 2012 vino a ratificar dichos acuerdos y
empujar la toma de decisiones en donde aquel pacto de Chapultepec había
fracasado por la resistencia popular, nuevamente en Chapultepec, pero
esta vez amarrando al oportunismo se dictaron los ejes de la
intransigencia financiera de las clases explotadoras en un momento
coyuntural para desviar la atención y aplicar toda la fuerza del Estado
en su total subordinación al imperialismo:
a) Fortalecimiento del Estado Mexicano para cumplir con sus objetivos oligárquicos contra las clases explotadas y oprimidas.
b)
Engatusar a los sectores populares para dejar atrás el descontento con
el fraude e incompetencia del nuevo presidente, pregonando ahora la
democratización de la economía y la política, así como la ampliación y
aplicación de los derechos sociales, cuando de lo que se da cuenta es de
su violación diaria y sistemática.
c) Y como salido del
surrealismo, la declaratoria de participación de los ciudadanos como
actores fundamentales en el diseño, la ejecución y la evaluación de
políticas públicas, donde lo que impera es la acción exclusiva de los
políticos de la burguesía en total aislamiento del pueblo y sus
intereses, en otras palabras, recobrar los méritos discursivos de la
dictadura perfecta.
Dicho pacto cumplió un alto papel para reunir
las fuerzas del sistema en la exigencia de sus reformas estructurales,
duró lo suficiente para su cometido. Con éste pacto se procura tomar los
recursos fundamentales, la columna vertebral de la economía mexicana
para que también a través de ello entren en operación las tendencias
económicas del imperialismo y sus dinámicas de producción. Sus
consecuencias, acumuladas a los problemas por los que venía atravesando –
que sitúo entre la crisis económica, los problemas socioeconómicos
acarreados por el TLCAN, las privatizaciones, los problemas
institucionales, la crisis de los partidos, el accionar de los grupos de
poder y los problemas del propio aparato estatal–, conducen a la crisis
del Estado.
4.- Plataformas electorales de los partidos
No
se nos ofrecen muchas novedades sobre las plataformas de los partidos,
lo que no le quita su importancia a cuanto ahí se dice, siendo necesario
repasarlas para que veamos a las primeras cuán compatibles son sus
posturas y cuán común les es lo que hasta ahora ha hecho el régimen. El
árbol del neoliberalismo echó raíces y dio frutos en todos los partidos
burgueses:
El PAN , propone la superación de la pobreza y el
crecimiento económico, creación de juicios orales, unificación de todas
las policías, inversión privada en PEMEX (privatización llana en
realidad), elitizar el Parlamento disminuyendo el número de diputados y
senadores y restringiendo las posibilidades de acceso, legalizar la
reelección, mayores funciones del Poder ejecutivo en relación a los
otros, controlar la orientación presupuestal plenamente desde el
Ejecutivo, privatización de la educación, combatir la corrupción, en
política exterior se plantea hacer el trabajo del imperialismo en
Centroamérica, y acceder a las presiones en la frontera, dejar a los
emigrantes a merced de la burguesía yanqui.
El PRI , propone
combatir la pobreza y promover el desarrollo de la infraestructura
económica, orientar el presupuesto federal al desarrollo de las
empresas, crear puentes de consulta con los empresarios, vincularse con
el Parlamento, inversión privada en PEMEX (privatización) y CFE,
continuar con la privatización de la Educación, atacar los problemas de
corrupción, en cuanto a la política exterior se ubica en el retorno a la
complacencia con los yanquis, sobre los emigrantes todo consistirá en
dejarlos como están, le ponen sus pasitas al postre neoliberal.
El
PRD , combatir la discriminación y la pobreza, adentrarse en la
economía internacional con estabilidad, potenciar la industria
energética con la participación de inversión privada, capitalización de
PEMEX (de hecho formación de una empresa de capital mixto), potenciar la
industria de la construcción, aplicar una política de fomento a las
empresas, capitalizar al campo, sostener algunos principios de justicia
social asistencialista, reforma laboral, mantener la educación pública
en su nivel actual, hacer que se acate la ley, mantener a las fuerzas
policíacas y el ejército en su actual papel, en la política exterior
plantean que es conveniente optar por la mesura.
¡Qué triangulación de los intereses gran burgueses!
La
chiquillada tiene sus plataformas, pero no son propiamente su fuente de
inspiración, son organizaciones que se componen con escisiones de todos
los partidos y lo que en su camino deja la degeneración de viejos
seudoizquierdistas, su integración se ve favorecida por el sistema
electoral en los aspectos que promueven el multipartidismo, aunque los
requisitos legales de permanencia terminan por disolverlos para que de
los vidrios rotos vuelvan a juntar algo y fundar otra institución
partidista. Generalmente están a la espera de alianzas con los tres
principales partidos para encaramarse con alguna curul, puesto o
alcaldía:
Convergencia , partido cochupero de Dante Delgado ya selló su alianza con AMLO.
El PT, al final de la rebatiña se amarró al PRD.
El PVEM se fue con el mejor postor, que para su caso resultó ser el PRI.
El
Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina, entre divisiones
internas y sus apetitos dinereros tiene poco o nada que plantear,
Patricia Mercado es su candidata pachanguera.
La Nueva Alianza,
con la designación del expriista Roberto Campa, sus charritos
gordillistas andan apurados en acomodarse con los otros.
Las
plataformas electorales han variado poco, lo más sintomático viene a ser
el gatopardismo, el arte de encubrir los fines verdaderos ya sea para
no despertar la ira popular o para ganar la estima de los poderosos.
Otros
partidos van surgiendo dentro de este sistema que por lo general
tienden a hilvanar sus propias relaciones de poder y negociación frente a
la burguesía, estratos sociales o las burocracias para prestarle sus
servicios.
Hay en los monopolios esta convicción de que sus
intereses están finamente representados en estos instrumentos políticos.
Una de esas empresas transnacionales para medir valores burgueses lo ha
certificado ( Standard and Poor's), felicitando que se asuman con
responsabilidad las posiciones constructivas del imperialismo y la
oligarquía financiera., califican de positivo que el país asuma su rol
de neocolonia, ahí están los que “nos orientan”, aseguran que se debe
mantener las posiciones del crecimiento, luego señalan que son correctas
las propuestas de los partidos políticos, a eso le llaman “madurez
política”. Y algunos sinvergüenzas en la charca de la politiquería dicen
en la gran prensa burguesa “hay que votar sin importar que los partidos
sean corruptos”, vienen a adoctrinarnos a que no son momentos del todo o
nada, sin embargo eso es lo que más bien practica la oligarquía a
través de las plataformas electorales de sus partidos, ese impulso del
“deber ciudadano” asume el rol de aquel personaje agente del Poder
descrito por José Saramago en su novela Ensayo sobre la lucidez, no
asimilan el escarnio aplicado ni ahí ni por la experiencia general del
país, sus intereses y relaciones son demasiado poderosas para hacer otra
cosa.
Considerando la fuerza que significa ejercer el poder
estatal, es natural que los actores políticos de la burguesía se dividan
en atención a apetitos fraccionales y/o individuales de dominio, lo que
ha debilitado enormemente la fuerza total de la burguesía. La raíz en
la debilidad de las alianzas políticas burguesas y de las capas medias
radica en que se sostienen por fines de corto plazo y no presentan una
plataforma político-económica sustentable, en correspondencia con sus
intereses generales, sino lo que mejor se pueda sacar de las componendas
con la oligarquía financiera.
Aquella debilidad hoy se busca
superar con nuevas concesiones, pero sin duda por la intransigencia del
capital financiero lo lograrán solo en unos aspectos, a costa de crear
nuevos huecos en la capacidad del organismo estatal para mantener sus
antiguas libertades de movimiento frente a los imperialistas.
5.- Nuevas condiciones del capitalismo y el aparato estatal
Acaso
suene tedioso decir que las nuevas y viejas prácticas de la burguesía
para mantenerse en el Poder no pueden ir más allá de sus intereses, lo
recordamos por aquellos supuesto de quienes alientan “el cambio
democrático” en las elecciones de este año, que hasta “apoyándose” en
Carlos Marx, como lo hace continuamente el intelectual Enrique Dussel. Y
muchos más, formulan propuestas en las que se nos asegura que los
“buenos políticos pueden salvar al país”, y otros personajes que
acusando a los brasileños de ser culpables por que las cosas no
prosperen, como previniendo a los mexicanos que no sean tan ingratos con
cierto candidato socialdemócrata de la oligarquía financiera, al que
esta le hace el feo siendo comestible, como demuestra su plataforma
electoral y su trayectoria de apuntalamiento de los monopolios en el
Distrito Federal, aquellos monopolios que enfocan buena parte de su
capital a la construcción, a los que ahora otorga un lugar privilegiado
para el “desarrollo de México”, desarrollo que no es tal si se toma en
cuenta que la generación de trabajo no es perdurable, que agota los
recursos estatales, esquilma a la población, no incide en las ramas
productivas, no amplifica el mercado interno, y va contribuyendo a
desequilibrar más la economía capitalista en su conjunto, sí, los
perredistas causan graves males a la economía en aras de paliar la
crisis manteniendo en funcionamiento unas cuantas empresas, no han
quedado atrás con respecto de sus oponentes, como no podía dejar de
suceder al aplicar la política monopolista en un ámbito de apariencia
social.
La verdad de las cosas es que el gobierno está sometido a
los intereses del capital financiero, la soberanía nacional ha quedado
reducida a un mínimo de normativas acordes a la internacionalización del
capital y el dominio imperialista sobre el país, el IFE funciona como
una empresa privada de hacer democracia para el mercado, los partidos
políticos burgueses se sometieron finalmente al dictado de los
monopolios, los cuerpos represivos se rediseñaron sobre las bases de
mecanismos fascistas, el espíritu de enriquecimiento reina entre los
actores políticos de la burguesía, el control ideológico (público,
privado y clerical) y la enajenación son utilizados al máximo para
impedir que las clases desposeídas adquieran conciencia propia.
En
la marcha neoliberal toca el turno a la integración legal del país al
imperialismo, primero mediante la absorción de la Bolsa Mexicana de
Valores de todo el capital nacional, luego sujetándola como centro de
operaciones financieras de los monopolios internacionales para adquirir
el capital nacional, a continuación asimilándola como sucursal de la
Bolsa de Nueva York, para superar las barreras legales del movimiento de
capital, permitiendo su concentración y su ubicación de acuerdo a las
necesidades del imperialismo.
Las clases dominantes se enfrentan a
una terrible realidad histórica: no pueden superar el estado lamentable
en que colocaron al país, en que al disolver diversas cualidades de su
Estado y de la operación de las formas tradicionales de explotación y
opresión de la clase obrera, no cuentan con la más remota posibilidad de
resolver una sola de las problemáticas de fondo que padece el sistema.
En
particular, la capa más elevada y dirigente del sistema, la oligarquía
financiera en México es incapaz de superar su propia política
monopólica, y por tal razón, solo puede seguir en su dinámica de
esquilmarnos y sojuzgarnos. La oligarquía financiera tiene todas sus
apuestas en la llamada reforma estructural de integración a la esfera
yanqui y su complejo económico, donde no caben los intereses populares.
Las
incongruencias manifiestas entre la prédica política burguesa y sus
acciones son claras, al estar confrontadas con los intereses populares
no queda más que engatusar con seudoprogramas, en hablar de bondades
burguesas a las clases sociales que históricamente han sufrido el acoso,
la invasión, la masacre, la mutilación territorial, el saqueo por las
diversas potencias imperialistas y de la burguesía nacional. El régimen,
el PRI, el PAN y el PRD fundamentalmente, son en este sentido
instrumentos consolidados de la artimaña, del encubrimiento, de la
opresión burguesa.
El desvelo de la burguesía y sus instrumentos
consiste en mantener el estatus de sus prerrogativas como clase
dominante, en hacer inviolable la propiedad privada y los mecanismos de
explotación, en ocultar las implicaciones de su existencia, consiste en
afirmar su sistema político-económico, consiste en inculcar en nosotros
el respeto a las formas del dominio dentro y fuera de la democracia del
capital. Su reto en el 2006 es precisamente el poder llevarse la casa
con estas premisas.
Todas las fuerzas de la burguesía obran aún
por su cuenta, en función de hacer prevalecer al régimen, garantizarle
la continuidad y afirmar su capacidad de dominio sobre los explotados y
oprimidos; aquí se nos revelan varias tendencias:
a) Unas
tendencias políticas de la burguesía alcanzan a ser conscientes de que
se está jugando mucho más que la continuidad de unos u otros operadores
políticos del Estado, que en realidad se está poniendo en juego el papel
del Estado y su esencia como dictadura del capital. Al percatarse de
estos hechos, se empeñan con redoblado encono en mantener la “unidad”
entre las diversas fuerzas políticas, pero no logran disuadir a los
diversos actores, por ser todos miembros de una u otra facción, por
estar atenazados a diversas inercias de la lucha por el poder, por eso,
estas nociones cuentan con más eco entre la prensa liberal y en las
cátedras al margen de una posibilidad por hacerse prevalecer y
determinar el rumbo de la política gran burguesa.
b) Hay otras
tendencias a su vez que no perciben esta situación, para ellas todo está
en detentar las riendas del régimen en competencia contra sus pares,
estas fuerzas se empeñan por circunscribir toda la realidad nacional al
tradicional esquema de recambio, están cegadas a las fracturas con las
que viene andando el sistema y solo tienen en mente la defensa a
ultranza de toda idea monopólica.
c) Existen también las visiones
político-ideológicas que ven la “mala conducta” de las otras facciones
como causante de las tragedias del país, que procuran hacer una
revisión, inconsecuente por demás, pues ven la paja en el ojo ajeno y no
ven la viga en el propio, pretenden disuadir a todos de que tienen la
solución para pobres y ricos, y que basta con un poquitín de “equilibrio
constitucional” para remediar los males.
Todas estas fuerzas no
hacen más que proyectar las diversas maneras con que la burguesía
enfrenta la realidad, y en especial sus retos, por ello estas visiones
se entremezclan en los diversos políticos contribuyendo a agudizar sus
divisiones internas, son la matriz del “gran debate” de los generales y
generalitos de la política burguesa y de pequeños mercaderes. Sin
embargo les es común la premisa de que la suerte de nosotros los
explotados la deciden ellos, nadie más. Ellos que se consideran al tanto
de la realidad nacional, pregonan solo defender los intereses generales
del país, en realidad solo buscan llevar a cabo los principios
económicos, políticos e ideológicos que permiten sostener la práctica de
las relaciones sociales de producción capitalista, es decir, sus actos
políticos llevan el sello de garantía de defensa de los intereses
particulares del capital. Hay tantos aspectos centrales y tantos
detalles reveladores de esta realidad que por todos lados es
persistente, desde la vida cotidiana en las fábricas y plantaciones.
Naturalmente
la correlación de fuerzas se está complicando para todos por la
evidencia de los intereses defendidos, y la descomposición que sufren
los partidos burgueses, de implicaciones políticas, éticas y sociales.
La política burguesa no tiene los alcances que puedan conmover o
reagrupar en su entorno a los trabajadores como antaño, lo que ha
restado por hacer a muchos es acoplarse a las demandas generales, en
términos de aprovechar los momentos para seguir apuntalando los
intereses oligárquicos en sus diversas modalidades. Solo cuando los
burgueses y sus partidos promueven algo de interés social logran
recuperar cierto margen de audiencia que rápidamente se les agota por
dedicarle a las rutas de solución capitalistas.
La política
burguesa vive en la zozobra, por tanto lo único que la sostiene es el
poder del capital, los cuerpos de represión, la demagogia, el derecho
burgués, los instrumentos de control ideológico y el encubrimiento en
unos aspectos, de sus verdaderos intereses, aún así, está resultando
difícil mantener las cosas induciendo a la “buena conducta de la gente”.
La
tradición de dominio con todo lo que se tiene adelantado de experiencia
priista no es suficiente para apaciguar a la inconformidad social, las
pasiones fascistas del PAN por sí solas o ligadas con lo anterior
tampoco resultan suficientes, por ello a pesar de sus ascuas, tienen en
el oportunismo perredista una ayuda imprescindible para copar lo que
ellos consideran todas las salidas posibles al descontento, hoy es claro
que estas tres agrupaciones en mancuerna con sus chiquilines están
jugando un rol coordinado a ciertos niveles a pesar de sus desavenencias
y su competencia política.
Podemos ver cómo la oligarquía
financiera trata de inculcarnos la confianza de que estas comparsas son
lo más avanzado en materia de democracia, la burguesía quiere plasmar en
nuestras mentes la idea de que las tendencias que promueve son el
coronamiento de los “intereses generales”, pero su celo cae por su
propio peso.
De ello resulta que la política burguesa a pesar de
la ostentosidad de sus medios es: 1.- insuficiente para ocultar los
daños que nos ocasiona constantemente, 2.- es anacrónicamente
reaccionaria como para pretender defender siquiera los llamados
intereses generales ¿algo así como el desarrollo de todas las clases
sociales?, 3.- está suficientemente desgastada como para no poder
posponer aún después del proceso electoral el ascenso de la lucha de
clases, y, 4.- concretamente ineficaz como para controlar absolutamente
la acción conciente de la clase obrera.
Hasta aquí con respecto al entorno inmediato en que se desarrollan las elecciones.
Capítulo II
El proceso electoral
Las
difíciles condiciones que vive el capitalismo en su fase monopólica,
trajeron una grave crisis de la clase dominante para sostenerse en el
Poder, crisis que se traduce en que la maquinaria estatal burguesa vive
en su decadencia, trasmitiéndose al proceso electoral en curso.
No
hace falta iluminar extensamente el hecho de que muy a desagrado de las
cuentas alegres del Estado capitalista, éste se enfrenta a innumerables
dificultades históricas, estructurales y coyunturales para hacer
funcionar su ciclo de reproducción con soltura y en buen ambiente
social; pero no nos vamos a quedar con una declaración, puesto que el
tema es demasiado importante, y da pautas sobre las inmensas tareas del
movimiento revolucionario.
Esta problemática ya que es imposible
remontar en un futuro cercano por los capitalistas, y marcha
irrevocablemente a peores escenarios para el sistema, trata de
apaciguarse recurriendo a la instrumentación en el campo de la
ratificación de su mando, construyendo un proceso de tal forma que el
éxito le esté garantizado con antelación, sujetándolo a lo que es su
patrimonio económico, político y moral antes que a los intereses de las
clases de cuyos padecimientos se sirve.
De esta manera el proceso
electoral aparece en un corto espacio histórico y político tratando de
suprimir el movimiento de clases más importante y trascendente para
acotar y acortar las perspectivas de las masas proletarias.
1.- El Estado y la democracia en el momento actual
Los
rasgos del decadentismo comienzan por el desgaste de los mecanismos
tradicionales de la burguesía para afirmar su omnipotencia sin activar
la lucha popular, en este sentido son notorias las acciones masivas en
oposición a las constantes reformas y políticas privatizadoras, tanto
como frente al desmantelamiento de viejas conquistas sociales.
Luego
se observa el agotamiento del organismo estatal para ocultar el velo de
las relaciones de dominio capitalista, pues es inocultable cada paso de
la maquinaria en pro de los intereses del imperialismo y la oligarquía
financiera, en forma de un perpetuo despojo de los recursos del
gobierno. Marcha que abarca a todo el Estado por ser el soporte
político, administrativo, ideológico y militar de las relaciones
sociales y contradicciones del capitalismo. Que trasciende al desgaste
de las maneras socialdemócratas y populistas de encubrir desde el Estado
la verdadera naturaleza de éste.
Otra cuestión que acrecienta
sus dificultades resulta de la inexistencia de un servicio burocrático
eficiente para cubrir los aspectos básicos de la administración estatal.
En otras palabras, el Estado como botín de las facciones burguesas y
sus partidos sin apego a las necesidades de administración ni a las
cualidades que se requerirían.
Empeoran las cosas tanto la misma
supremacía de los estilos y dinámicas empresariales monopolistas de
lucro al seno de la administración estatal (en forma de lobby y en la
forma de llevar los manejos de la administración en general), como por
la atrofia ante el establecimiento y arraigo del sistema institucional
de lealtades hacia el modo de vida burgués, hacia el gran capital y
hacia sus jerarcas políticos.
Por su parte, en lo histórico
resalta la descomposición del poder político tradicionalmente
nacionalista y profesional; la decadencia de la acción parlamentaria,
acentuada por el arribo de un ejército de políticos advenedizos
incondicionales de los monopolios y la oligarquía financiera.
Hay que decir entonces que las crisis políticas que vive el país, tienen su centro en el propio Estado capitalista.
Las
cosas se vienen a empeorar con el encadenamiento del Estado mexicano al
Estado imperialista yanqui, a la oligarquía financiera internacional y a
los monopolios internacionales.
En medio de la descomposición
del Estado, se han implantado de firme los estilos y dinámicas de éste
para hacer valer los intereses de la gran burguesía y el imperialismo,
pese a su agotamiento, como lo son: el corporativismo, legalidad,
burocratismo, reglamentación de la explotación y la opresión,
presidencialismo, fuerza policíaca y militar, fascismo, demagogia,
subsidio al monopolio, corrupción, control ideológico, y la manipulación
del papel del Estado bajo el precepto del Estado de todo el pueblo
mexicano.
A su vez, se mantienen abiertas dos grandes formas del
control político de la sociedad y de puesta en operación de los
imperativos de la oligarquía financiera, es decir, por un lado, ante el
desgaste de las estructuras de dominación, el Estado mexicano marcha a
la fascistización, y por otro, navega en la posibilidad de maniobrar con
reformas que le concedan nuevas coberturas, en las que tiene una gran
experiencia para afirmar su control y afianzar las tendencias de la
acumulación capitalista.
Actualmente vienen empujándose ambas
opciones, no sin sus contradicciones y dificultades por la lucha
política que entrañan y porque inevitablemente entran todas las clases
sociales con sus respectivas plataformas programáticas. La oligarquía
financiera, puesto que tiene más ventajas en los marcos del juego
político burgués gracias a sus recursos económicos y su arsenal de
artimañas espera hacer mejor uso de los dividendos de fascistización y
de la tradición reformista del Estado mexicano.
Dentro del cuadro
general de las variantes políticas que le son propias, el Estado
burgués mexicano hoy supeditado al Estado imperialista norteamericano y a
los monopolios dominantes en el país, juega con el recurso de la
política desarrollista, modernista y de “unidad nacional” como elementos
ideológicos en la manipulación de los trabajadores del campo y la
ciudad, para incrementar su explotación, aunque solo sea a nivel de una
propaganda sin sustento en la realidad, pues lo que prevalece es el
cierre de empresas, la apertura de maquilas, la importación de
mercancías y la división antagónica de la sociedad.
Cuando los
diversos actores políticos de la burguesía permiten que pasen las
acciones más reaccionarias y oscurantistas como las del Yunque y el
retorno del alto clero a la política nacional, no solo revelan su
incompetencia, al mismo tiempo reflejan su débil protesta, pues no dejan
de verse aspectos intrínsecos a una clase social a la cual pertenecen,
por más desagradables que les puedan parecer. Y de la misma forma, en el
plano de la reforma del Estado los partidos burgueses buscan sentar de
firme el dominio de la oligarquía financiera, aún cuando sus
contrincantes se muestren desesperados ante la “limitada eficacia de las
reformas” y la “falta de un gobierno fuerte”.
En estas líneas de
acción que le dan su “brillo”, el Estado se ve inducido a actuar
persiguiendo toda manifestación de los oprimidos, ya que encuentra en
estas un abierto desafío a su papel, aún cuando son visibles sus
limitantes al momento de desatarse grandes acciones populares donde no
le queda otro remedio que aguardar largo tiempo a que tengan efecto sus
maniobras, sus chantajes, sus manipulaciones sistemáticas a través de
los medios de comunicación, sus acciones de desgaste contra los
movimientos, debido a que ya no puede aniquilarlos de la noche a la
mañana.
La burguesía y sus políticos exhiben al país las más
degradantes maniobras políticas (video escándalos, espionaje telefónico,
deserciones, revelaciones, corrupción, fraudes, espionaje, golpes
parlamentarios, burdos manejos legales, asesinatos, chantajes y
enjuagues de todo tipo), para consumar su línea económica y afirmar
alguna de sus fracciones en el mando del gobierno.
En esta lucha,
los neoliberales y socialdemócratas tienen mucho en común, sostienen:
1.- La división de las clases trabajadoras, 2.- La manipulación de sus
luchas e intereses, 3.- La negociación y la maniobra política para
desmovilizarlas, 4.- La fascistización del régimen, 5.- La represión y
criminalización de la lucha popular, 6.- La obstrucción de sus
verdaderos intereses.7.- La destrucción de sus derechos, 8.- El
aislamiento respecto de las capas populares no movilizadas que aún
constituyen la inmensa mayoría, 9.- El señalamiento de sus activistas y
organizaciones como soportes de grupos guerrilleros en la idea de que se
trata de desadaptados, aún cuando son falsas dichas acusaciones,
pretenden además correr el velo respecto de la violencia y su papel en
la historia, 10.- En aplastar los anhelos democráticos, 11.- En la
impedimenta de que se desarrollen las acciones democráticas y
revolucionarias conducidas por el proletariado.
Los contrapesos
del régimen se están agotando, su capacidad para sortear el campo minado
que tanto se empeñó en sembrar está a punto de hacer explosión, por
algo le vimos pidiendo tregua en septiembre y luego en diciembre para
afrontar su maltrecho prestigio, pero las fuerzas económicas y políticas
son superiores a estos raquíticos esfuerzos, y pronto se deshace de los
compromisos en cuanto se siente saludable.
Esta nueva escalada
no recompondrá la crisis política porque sigue promoviendo la lucha de
facciones, y empeora las condiciones de vida de los trabajadores, las
victorias del foxismo, el calderonismo y el peñanietismo no son más que
una ilusión, el régimen se encuentra enfermo de gravedad en su etapa
terminal, sus propuestas solo han consistido en entregarse más y más al
imperio gringo.
2.- El Proceso electoral
Por
encima de cualquier noción que se juzgue como antielectorera, queda
demostrado que las elecciones son organizadas de manea que los intereses
populares están fuera de su horizonte, las elecciones por su forma de
organización, por el contenido de las propuestas en disputa, por el
carácter de los partidos que en ellas concurren; están fuera de toda
sospecha, pero para el capital financiero.
Y no puede ser de otra
forma, pues como quedan las cosas, las elecciones se rigen por lo que
dice quien lleva las riendas, que es el capital. El simple hecho de que
en las elecciones se gaste una cantidad de recursos tan grande, plantea
en sí el objetivo que persiguen, a quién sí se escucha, en qué Poder sí
se confía, lo que es más revelador, se consolida en este terreno el
papel del capital como elemento de alienación superior sobre la
sociedad, como la base en política para dictar la dirección del proceso,
ante tales recursos no podemos esperar más que la presencia
avasalladora de los intereses burgueses. En su ostentosidad económica se
esconden sus limitaciones de clase, se evidencian los apetitos que
corroen el proceso de extremo a extremo.
En general en los
procesos electorales que organiza la burguesía no es posible cambiar las
bases del propio modo de explotación de los trabajadores del campo y la
ciudad, las elecciones no tienen forma de subvertir el orden social
existente, y las presentes ni siquiera de contener sus aspectos más
negativos, pero esto no cierra definitivamente las posibilidades de la
lucha electoral de manera absoluta, solo nos plantea la realidad
imperante en las presentes contiendas.
Por supuesto, las
elecciones siempre han sido más que el simple escenario de recomposición
de los gobiernos burgueses, se trata de un derecho conquistado con
mucho esfuerzo, que anhelaba votar para cambiar su situación por esta
vía, que pese al recurrente abstencionismo, desearía que las cosas se
solucionaran bien por medio de elecciones para influir en lo que se
viene haciendo, sosteniéndose la tendencia democrática de las masas
también en el campo de la legalidad del sistema, sin en cambio la
burguesía y sus políticos se burlan de estos sentimientos y deseos
populares.
En las elecciones de 2006 se burlaron al extremo de
que ahí donde fue posible deshacerse del “voto hostil” lo hicieron por
medio del abandono de su tradicional política de celo empadronador,
temerosos de las sorpresas, no le pusieron la suficiente atención
aprovechando la circunstancia de que quienes se trataba de ubicar en sus
intenciones de votar se encuentran abrumados por la carga de trabajo en
los Estados Unidos, se enfrentan a la persecución por ilegales, ni se
les auxilió debidamente quedando fuera de estas elecciones millones de
proletarios, al final el IFE celebró haber recabado arriba de las 15,000
solicitudes (de 4,000,000 de posibles electores en los EE UU), para
comunicar en seguida la infausta noticia de que el tiempo se acabó,
“Dios perdona, pero el tiempo no”. En las elecciones de 2012 y todas las
intermedias, se recurrió a la compra del voto, el engaño respecto de
los verdaderos fines y los amagues para que las fuerzas pudiesen ser
concentradas en la derrota del movimiento popular a efecto de hacer
pasar las grandes reformas del 2013.
Las elecciones como
fenómenos político-sociales que hoy día la burguesía no puede eludir sin
riesgo de perderlo todo, captan la atención de la población que vive
una situación desesperada y quiere cambiarla, siendo educada para actuar
en dichos procesos. Por verse tan afectada con la política burguesa
tratará de influir con sus propias banderas, y por ello las elecciones
llaman nuestra atención y nos convocan a luchar, así sea contra de los
deseos de la burguesía. ¿Qué fuerza revolucionaria no se ha planteado la
necesidad de destacar revolucionarios en los gobiernos municipales, en
los parlamentos estatal y federal? El problema son los inconvenientes
que ha montado la burguesía por hoy.
Por lo que se refiere a esta
necesaria tarea, al respecto la burguesía en contubernio con los
oportunistas han cerrado el paso a los obreros, a los campesinos, a los
demócratas y a los revolucionarios para que por encima del mismo
contenido de las elecciones pudieran contender y acceder a alguna
instancia representativa que permita hacer uso de nuevos espacios
legales a efecto de reclamar los intereses populares y el apuntalamiento
de la lucha social; a pesar de esta realidad, a pesar de que no deja de
ser una debilidad del movimiento, que le sustrae un elemento material
de inserción en la lucha, no hay resignación entre los trabajadores, los
progresistas, los demócratas y los revolucionarios, en su contraparte,
pese a los frenos que plantea el proceso, se nos abren todas las
posibilidades para orientar la lucha por otros senderos. Los problemas
sociales solo presentan la imposibilidad de resolverse electoralmente,
más no así revolucionariamente.
No obstante tenemos claro los
objetivos en lo que respecta a la estrategia electoral, el movimiento
debe plantearse el rechazo a las plataformas políticas de los partidos
burgueses en campaña, debe destacar sus propios planteamientos de
solución a los problemas, su propio programa de lucha, mucho del cual
está contenido en el planteamiento de ¡Ni un gobierno neoliberal más!,
debe plantearse la necesaria reforma popular de las leyes electorales y
restringir la operación de los partidos burgueses para impedir que sigan
haciendo cuanto les dictan sus amos, debe plantearse la importancia de
que sus verdaderos representantes accedan a espacios donde puedan abonar
el terreno de la solución de sus demandas y el terreno de la lucha
revolucionaria misma.
Esas son algunas de las tareas inmediatas
en el terreno electoral, pues en las condiciones que prevalecen no cabe
esperar que el proceso de neocolonización imperialista, de destrucción
de la economía del país y de intensa emigración pueda detenerse desde
las instancias legales presentes ni por las que sean electas al término,
y entonces hay que combatirlas en primer grado. Esta profundización de
los males del capitalismo va a ocurrir debido a tres principales
elementos objetivos: porque los principales contendientes, con reales
posibilidades de acceder al Poder, están vinculados a unas u otras
fracciones de la oligarquía financiera; porque el patrón general de las
plataformas políticas está diseñado en función a eso; y porque la línea
mínima de acción burguesa está en correspondencia con el capitalismo
monopolista.
Y como premisa de elemento subjetivo se destaca que,
partiendo de las condiciones actuales del país se ha corrido
completamente el velo de las elecciones, demostrando con lujo de
detalles que lo que se prepara es la reafirmación de los valores
ideológicos del gran capital.
Con el alto gasto financiero y con
su mercadotecnia el proceso se destaca como una campaña de enajenación
intensa sobre las clases productivas, donde se llevará al colmo de la
ignominia el buen capital de campaña a los centros poblacionales hoy
tremendamente pauperizados, para que puedas ver más de las desigualdades
y contradicciones del sistema entre la capacidad operativa, el
despliegue de tecnología, los vehículos de primera, los trajes de gran
parada, la buena comida, en contraposición con nuestro drama diario. Y
todo eso es plusvalía sustraída de tus manos.
Los partidos
políticos se han consolidado como organizaciones representativas de las
distintas facetas de la oligarquía financiera en política, y sus
candidatos son dignos representantes de la ambición personal de lucro,
que recientemente ocupaban cargos en unas u otras esferas de esos mismos
partidos y del Estado, jugando ahora por colarse en el nuevo gobierno
para seguir viviendo del dinero arrebatado al trabajador.
Las
acciones cotidianas de los partidos políticos estriban en hacer un
inmenso teatro sobre la democracia, que es la gran ausente, pues cada
uno de sus candidatos viene de procesos internos desacreditados en
diversos sentidos, han ocupado cargos donde le dieron duro a la
corrupción, el nepotismo, etc., han comprado muchas de sus candidaturas y
otros las han negociado con influyentismo, peor aún, en su mayoría
reúnen el perfil del político tránsfuga, sufragado por los monopolios,
no abundan los representantes obreros, ni del campesinado pobre, los que
dicen serlo, en su mayoría sólo se adjudican ese papel.
La
persistente crisis política ha trasladado su escenario a la contienda
electoral, y de ella no ha de salir sino que desmejorará, porque ninguno
de los problemas sociales ha sido resuelto, ni tiene visos de poderse
resolver por las clases dominantes ya que no solo son su
responsabilidad, además son en buena medida necesarios para que siempre
haya seres humanos en condiciones de ser explotados y ejerzan presión en
el descenso de los salarios.
La estrategia principal de los
candidatos a presidente, senador, diputado, gobernador o alcaldes es
posesionarse en los medios de comunicación, fortalecer sus estructuras
políticas partidarias y extra-partidarias, ofrecer todas las garantías
al capital y manipular la conciencia de los oprimidos, con todo tipo de
discursos, pero sin concretar nada que ponga en entredicho los intereses
del sistema.
Estas elecciones significan la vuelta de tuerca en
la línea del Poder debido a que las elecciones niegan el hecho
fundamental de la contradicción entre la burguesía y el proletariado que
sostiene a la presente sociedad en el estado de perpetua explotación de
la fuerza de trabajo por el capitalista, y niegan por tanto la
necesidad de disolver el régimen político que afirma esta realidad
central. Por eso el gran cometido de este proceso es lograr la más
completa “unificación” entre explotados y explotadores, donde
precisamente las elecciones sirven como el arreglo contractual entre los
de arriba y los de abajo para redoblar la marcha del sistema, elevando
el mito de la democracia burguesa y procurando poner a buen recaudo el
proceso revolucionario.
La cuestión nos lleva a pensar en los
actos eslabonados de la rutina electoral como está delineada en el
escenario actual, trazados por los ideólogos como sumatorias positivas
de toma de partido por una u otra opción de las que se ofrecen en el
mercado electoral, pero debe verse la parte negativa consistente en que
cada paso de esa sumatoria representa la pérdida de la conciencia de
clase y la pérdida sensible de los intereses de clase para someterse a
las plataformas políticas de la oligarquía en una de sus diferentes
presentaciones, esta contradicción lleva al punto donde el fenómeno
trasciende como el crisol de nuestra esclavización puesto que por efecto
de respaldar con el simple acto del 2 de julio una de sus versiones, se
respalda al conjunto del sistema. En este grado se presenta la
situación.
En su contraparte, ésta trágica situación para el
pueblo de México lo está llevando al límite de su capacidad de soportar
su continuación. Por el doloroso camino del hambre y la miseria el punto
de quiebre de su conciencia tiene inmensas posibilidades de superarse,
así como nunca antes habíamos llegado a tal grado de deshumanización,
así como nunca antes el capital en México había logrado tal control y
dominio sobre la sociedad en general y sobre los explotados en
particular; la lucha popular tiene mayores perspectivas.
Las
elecciones acontecerán, pero lo que nosotros no podemos permitirnos es
dejar de actuar para superar la fase actual de lucha ahora y después del
proceso, lucha que se destaca en el proceso de acumulación
revolucionaria de fuerzas con lo que respecta a las elecciones, a
impedir que la oligarquía financiera se fortalezca y mantenga sus
posiciones, a socavar el sistema de partidos y electoral transformados
en patrimonio de la oligarquía financiera, para ir fincando una
estrategia electoral revolucionaria de incidencia.
En las
condiciones actuales y la presión de la historia del capitalismo, en que
se ha luchado por tener dignas condiciones de vida y trabajo a un alto
precio, se han asimilado lentamente elementos de necesaria resistencia,
se acumularon al fin y al cabo inmensas experiencias de lucha contra la
burguesía y su Estado, se afirmó finalmente la naturaleza del enemigo de
clase y la necesidad de combatirle. Por tanto el movimiento también se
apresta a combatir a la burguesía y sus partidos políticos en su propia
casa, en el mismo proceso electoral habrá lucha, habrá protestas,
contamos con La Otra Campaña, posteriormente surgió la APPO, importantes
movimientos de resistencia y denuncia del régimen a los que seguirán
nuevas jornadas de lucha, avanza la idea de un frente patriótico, se
dará la amplia difusión del programa democrático y revolucionario, la
asamblea popular aparece en la discusión, los propios eventos
electorales son ya escenarios de la protesta popular.
Bien se
insiste en todas partes, en algunas con deleite y en otras con
inocultable bochorno, en que el proceso político por la sucesión
presidencial esta vez se desató con virulencia, falta añadir las razones
y alcances de esto, la razón está a flor de piel, la situación es una
muestra de la grave crisis del régimen, en tanto que los alcances distan
de interpretarse en sus más amplias consecuencias.
El destino
del proceso electoral ahora es lavar en las aguas del olvido la memoria
colectiva, borrar las tristes cuentas del capitalismo, repasar la nota
democrática, seguir la marcha cronometrada de la explotación y la
opresión de los trabajadores para que todo continúe peor que como hasta
ahora. La burguesía decidió sobre la disyuntiva que ofreció el mismo IFE
con relación al presupuesto ¿democracia o demandas sociales?, a favor
de su democracia de dinero.
Después de todo este Orden de cosas
se reafirma una y otra vez, encuentra en los procesos electorales nueva
vitalidad, reestablece por algún tiempo los supuestos del mandato de la
clase dominante. Crea la apariencia de que los ricos descienden al mundo
de los pobres y los pobres ascienden al mundo de los ricos, pero al día
siguiente de ser ejecutado el último acto en las urnas todo se
reestablece, la desigualdad se acentúa por el simple hecho de que nuevos
personeros continúan la labor del sistema y los votantes tienen en
adelante más normas que acatar y menos intereses que exigir.
Es
de considerar que persiste tal cosa porque el proceso electoral no
cuestiona las bases del sistema, como no podría hacerlo siendo una parte
importante de éste en el campo de la política burguesa, y
consecuentemente no se establecen mecanismos para desembarazarnos del
régimen opresor. Aún en los escenarios de “actividad política cívica” de
mayor crítica, el punto base que se sostiene es el de la defensa del
“Estado de Derecho” en que el Poder se sustenta, en la propiedad privada
como principio inmutable, como ordenador de la vida social.
Hay
una historia particular de cada proceso electoral, a cada cual le ha
correspondido resolver ciertos antagonismos interburgueses, enfrentar la
presión de los de abajo, mantener el estatus de clase dominante para la
burguesía, entablar acuerdos con las clases explotadas y oprimidas sin
romper dicho estatus, y también, enfrentar los retos de legitimación de
cada escalada opresiva; visto así, la lucha de clases adquiere claras
connotaciones muy peculiares en cada proceso, aunque por lo pronto no
abundaremos más, pues éste será un elemento que no dejaremos de
considerar.
Enfocando ahora la cuestión en su dimensión
histórica, es reconocible un hecho: en un tiempo, y especialmente de
cara a la lucha contra el feudalismo y sus reminiscencias vivas, los
procesos electorales, por más limitados que fueron -simplemente
considérese a este respecto la historia del voto universal en México-,
cumplían un papel progresista cuando aseguraban a la burguesía y la
pequeña burguesía el mando del Estado, herramientas invaluables en la
lucha contra las antiguas clases retrógradas, así mismo cuando dichos
procesos aseguran la participación amplísima de los trabajadores bajo
sus propios programas (lo que dista mucho de ser una realidad en nuestro
país a pesar de la pompa ramplona de la política burguesa que destaca
como gran mérito de sus procesos electorales el de: “todos pueden
votar”), son aún de gran valor para la lucha que sustentan, a pesar de
haber perdido su mayor valor de avanzada, puesto que su papel
fundamental y sus posibilidades reales está en los dictados de las
clases que ya detentan el Poder.
En lo que respecta a esto, que
dichos procesos cumplan el más puro de sus propósitos de asegurar la
“libre participación ciudadana” y el más “trascendental ejercicio
democrático”, fraseologías tan altisonantes, resulta falso por varias
razones:
1.- Porque lo que se cumple es la voluntad del capital
de continuar con su ciclo, pues como hemos constatado, todas las
candidaturas con posibilidades de triunfo están alejadas de los
problemas fundamentales de la sociedad o bien se circunscriben a
instrumentar medidas paliativas.
2.- Porque es estrictamente
efectivo para las facciones burguesas que detentan el mayor poder
económico, solo la oligarquía financiera al asegurarse la distribución
(derroche) de recursos financieros, políticos, propagandísticos,
legales, etc., tiene asegurado que se pronuncie su voz y los intereses
del capital, las distintas recetas para su dominio, y eventualmente
imponerse por el control del país ante cualquier adversario o
disconforme en alguno de los ámbitos de su actividad.
3.- Porque
es insuficiente alimentar al propio régimen con la cobija protectora de
atender la voluntad popular y la prédica de la igualdad, cuando ni
existe tal respeto de nuestros intereses y se vive en el reino de la más
grave desigualdad.
4.- Porque ya no pueden asegurarse una sola
acción democrática una vez hecha la elección, por influjo del poder de
autoridad del que quedan recubiertos quienes ascienden al poder
político, consagrados en las leyes y los principios rectores del mando
burgués, y,
5.- A riesgo de parecer doctrinarios, las ideas
políticas dominantes en el área del “ejercicio democrático” son las
ideas de la clase dominante, esto se manifiesta por miles de formas, va
desde los criterios con que se inducen las preferencias electorales, las
falsas interpretaciones sobre las causas de la crisis y los males que
padecemos, hasta las declaraciones insinuantes de los grandes magnates y
los imperialistas, sobre nuestra incapacidad histórica de llevar a buen
puerto nuestros asuntos sin ellos y sus dictámenes.
Respecto de
este último punto permítasenos un breve comentario, claro, claro, nos
inculcan en realidad la idea reaccionaria de que ya no habrá movilidad
social y la democracia burguesa con sus tramas electorales existirá por
siempre, viniéndonos lo más noble desde fuera y en especial del espíritu
yanqui. La oligarquía financiera comparte no solo intereses, también
comparte una gran preocupación, si falla el sistema electoral por
diversas causas como puede ser la generalización de protestas, el
abstencionismo, o la contención de algunas de sus políticas más
ambicionadas; en México las condiciones sociales pueden provocar el
desarrollo del movimiento organizado y en pugna por el Poder. Sintiendo
esto, los magnates se adelantaron a los acontecimientos, están
elaborando un procedimiento que asegure las máximas garantías, que tiene
como punto de apoyo el Pacto de Chapultepec donde “ciñeron” a los
partidos políticos pero como una clara advertencia a los pobres del
campo y la ciudad a respetar la civilidad y las normas de buena
conducta, que nadie de los magnates y los partidos respeta ni tienen una
idea ética de estas, solo instrumental.
Erigido en norma
republicana cada acto electoral permite a la burguesía que su poder
político sea una transacción donde prevalecen sus intereses
fundamentales, tanto por los representantes electos, aunque no
necesariamente por esto, sino por lo que resulta más importante, la
inviolabilidad de sus privilegios de clase. Las elecciones tienen el
papel de hacer que regularmente la burguesía se sobreponga a sus
irremediables crisis políticas, resuelva siempre la continuación de
otras acciones en su beneficio y supere el descontento que cada régimen
genera. Con cada acto se concentra más y más el poder burgués, lo cual
es consustancial, puesto que obedece a determinadas leyes de la propia
dinámica capitalista. Esto ocurre en dos formas fundamentales, de un
lado asentando normas de acción exclusivamente burguesas en el conjunto
de la sociedad, y de otra concentrando las decisiones más
trascendentales en un núcleo exclusivo del gobierno, la oligarquía
financiera y las elites de sus partidos.
Si bien el “Gran
Elector” difícilmente es el presidente de la república, aquél existe, y
responde al nombre de capital. Sus leyes económicas y jurídicas, sus
necesidades, sus prioridades y sus chequeras son las mayores
determinantes en los procesos electorales del capitalismo.
Era
natural que a cada momento expansivo del capitalismo, los procesos
electorales se revistieran de “majestuosidad” y lograran encarrilar la
acción de los trabajadores en refuerzo de la política burguesa, lo que
de tiempo en tiempo otorgaba más y más legitimación tanto a los procesos
electorales posteriores como a todas las políticas del régimen.
Mas
asistimos a momentos en que ya de un buen tiempo a la fecha la gran
burguesía va hundiendo al país en la miseria en tanto que esta engorda y
se alinea al imperialismo, sus fracasos en la dirección del país, su
incapacidad como clase para eludir las crisis económicas la han metido
en el marasmo político, en la constante zozobra, y por ende en cada
proceso electoral se enfrenta a sus propios malestares, lucha ante el
descrédito, inventa nuevas formas dictatoriales de despojar sus procesos
de los resquicios democráticos, trata entonces de encubrir el hecho de
que su sistema electoral y su democracia están agotados, así como se
empeña en disuadir el creciente descontento popular y enredarnos en su
caída.
Su apuesta de siempre es que pese a todo, el movimiento no
alcance a constituirse en movimiento político independiente con
objetivos democráticos y revolucionarios ante la situación que se está
generando. Es ahí donde radica lo verdaderamente trascendente del
asunto, que está en disputa en estos momentos, atravesando todo el
proceso electoral y más allá de éste.
3.- El sistema electoral
Dos
áreas claves de la democracia burguesa sobre la renovación de los
regímenes, son el sistema electoral y el de partidos, como bien lo
reconocen todos los políticos de la burguesía, estos sistemas son
fundamentales en la democracia burguesa, y marchan en un sentido
haciéndose contrapesos para asegurar cierto equilibrio y, en otro
sentido, apoyándose en el esfuerzo común de perfeccionar las capacidades
del sistema capitalista, a manera que una mano lava la otra.
En
la nueva reforma electoral figuran estos sistemas como los soportes
“sociales” del Estado mexicano, o sea, ambos aparecen como organización
independiente, “de los ciudadanos”, para participar políticamente en lo
que les es común. Resulta fantasioso colocarlos al margen del Estado, lo
que no se puede esperar, ni le es conveniente al mismo, entretanto
juegan con el supuesto, para elevar los logros en cuanto a que de una
parte el IFE es ahora institución autónoma, y el Tribunal Federal
Electoral ha conquistado un nuevo estatus en la toma de decisiones, al
igual los partidos políticos se nos presentan como instituciones libres
de la presión del Estado y de las clases sociales. A las primeras se
verá que eso solo es cierto con lo que respecta a su operatividad, ambos
sistemas están fuertemente asidos al Estado por vías económicas y
políticas, sirviéndole enormemente.
El sistema electoral consiste
en diversas reglas e instituciones que se encargan de organizar las
elecciones y resolver las controversias que surjan, fijar el monto de
las campañas políticas, y regular la actividad de los partidos, o sea la
sociedad en sí no interviene. Estos son mecanismos que lo enlazan con
el Poder, recordemos que la burguesía quedó obligada a separar esta
antigua atribución de su Estado y traspasarla en apariencia a los
ciudadanos a través del IFE y el Tribunal Electoral, se trata de una
atribución de Poder para asegurar el paso al mando del Estado.
Así
pues, el sistema electoral se ha venido diseñando para estas tareas y
también para romper con la antigua fuerza de los partidos de la
burguesía a la hora de asumir el mando del gobierno, tanto como para
romper con las antiguas presiones del presidencialismo; estos son dos
aspectos que llevando mucho de validez, constituyen el argumento
subjetivo que permite ocultar los cambios económicos que sustentan estas
nuevas necesidades del sistema capitalista.
El sistema electoral
ha sido cuidadoso en crear una serie de reglas de ascenso al parlamento
para los diversos partidos, mimándoles cuando los votos de algún
candidato no alcanzan con procedimientos de representación para que no
pierdan sus espacios, corrompiéndoles al permitir legalmente que
cualquier personaje busque una candidatura por fuera de su anterior
partido, facilitando las alianzas interpartidistas para diversas
campañas electorales, y en algunos rubros hasta concediéndoles algunos
viejos valores de concepción de los partidos burgueses sobre su
preponderancia en el mismo sistema electoral a sabiendas de que estas
pretensiones socavan a los actores políticos más retrasados en el cambio
oligárquico.
En el fondo con éste sistema todos los partidos han
quedado sujetos a su decisión final, no es gratuito entonces que,
guardando silencio sobre sus respectivas ganancias, constantemente estos
dos sistemas se hostiguen y confronten en nuestro país, tanto por los
viejos estilos de disputa partidista, como por las diferencias respecto
de cómo modernizar más ambos sistemas.
En este caso, desde la
visión del IFE, la polémica se atraviesa porque según su ex Consejero
Presidente Luis Carlos Ugalde “Me parece que uno de los problemas
fundamentales de este contexto con la manera cómo se conduce la
competencia política en México en ocasiones, y el sector privado ha sido
muy enfático en señalarlo de manera correcta, es en torno a la calidad
de llevarlo, que se ha orientado en ocasiones más a la descalificación
del adversario y a la propuesta de ofertas para los funcionarios sobre
los problemas fundamentales del país.” Es decir, según él lo malo del
sistema son simplemente las diatribas de los partidos políticos, y
habría que corregirlas tomando en cuenta las orientaciones de la
burguesía.
Una muestra de la fuerza del IFE para sujetar a los
partidos a sus decisiones fue el ensayo decembrino de la tregua
dictaminada por el IFE a los partidos políticos y que solo el poder
ejecutivo se atrevió a violar sin mas ni mas.
Gracias a las
normas e institucionalidad alcanzadas, el IFE ha devenido en un
organismo eficaz para debilitar a los partidos políticos ajustándoles a
las nuevas condiciones de poder del capital financiero, mismos que
avalaron las cosas así aún cuando no esperaban la trascendencia del
proceso y solo buscaban su legitimidad y pronta llegada al gobierno.
Con
la salvedad de que se seguirá ajustando, en lo más importante ya está
consumado el proceso de formación de este sistema electoral, asegurando
para el capital financiero por medio de una serie de candados
institucionales que quien arribe al gobierno está obligado a acatar las
normas económicas que se han dictado desde hace varios decenios, ello en
lo estratégico, y digamos en lo inmediato, las ganancias
multimillonarias del presupuesto del IFE son en primer lugar para los
monopolios de la comunicación.
No hay que olvidarlo, las propias
ligas del IFE en el Estado mexicano, las características proburguesas de
sus consejeros, y el papel que el Secretario de Gobernación está
jugando al frente de los clericales y fascistas, como interventor en
cuanto acontece en el interior del país; presionarán las conquistas
institucionales de la democracia burguesa, y la ajustarán sin duda a las
necesidades emergentes de hacer llegar al Poder a los personajes más
idóneos para capitanearlo.
Dado que la corrupción ganó a los
comicios limpios, corre una institucionalización del fraude, el IFE pasa
a ser INE, Instituto Nacional de Elecciones (un cambio que costó mil
millones), como medio de ingeniería electoral favorable a los
chanchullos de los grupos de poder dominantes. En el mismo sentido lo
que ya entreveíamos respecto del IFE vino cocinándose como formación de
poder político, en el INE queda definitivamente asentado como nuevo
poder al margen del pueblo y en su contra para que ni dicha instancia ni
mucho menos el pueblo puedan ejercer vigilancia y control sobre los
procedimientos electorales, pasando estos a servir de empresa gestora
del reparto de poder en forma autocrática.
Los partidos han sido
exhortados por la burguesía a luchar contra el fantasma del
abstencionismo, que es visto como una de las principales amenazas a la
estabilidad y conclusión del proceso electoral, y mucho más peligroso si
adquiere conciencia, por ello han puesto todo a trabajar para impedir
una debacle por esta vía y el que en México se constituya un gobierno
débil ante las mayorías.
4.- El sistema de partidos
Al
perfeccionarse la democracia burguesa, no solo se viene el
florecimiento de un ambiente legal para el debate y la disputa de sus
intereses en muchas ramas económicas, también se ambienta el escenario
pertinente para que se desarrollen los órganos políticos que sostengan
permanentemente las diversas reivindicaciones y proyecciones.
Los
partidos políticos actuales, sin importar sean de vieja o reciente
fundación, sus disparidades de origen y sus anteriores servicios al
Estado, actualmente se organizan para fortalecer ese escenario de
concordia burguesa, este moderno sistema del multipartidismo en México
le ayuda a la burguesía a encontrar las fórmulas políticas más
apropiadas para hacer pasar sus intereses como los de toda la nación.
Todo un sistema a lo gringo, que en lugar de dos tiene tres cabezas, las
dos primeras estarían repartiéndose los principales puestos, en tanto
que el tercero con la consolidación de la socialdemocracia de derecha
sirve de válvula de escape al descontento, los demás hacen el escenario
seudo-democrático y otras funciones de rejuego político; unos votan las
reformas, otros hacen el juego y las intrincadas relaciones del poder
político, y cuando lo ven conveniente golpean la mesa y llaman a
defender al pueblo con las armas melladas del capitalismo.
No hay
que cerrar los ojos, son varios los hechos recientes que sostienen el
sistema de partidos en sus viejos y nuevos aspectos, estos hechos
parten, en otro ángulo, en la prioridad del control económico y político
de la oligarquía financiera que necesitaba limitar su protuberancia
priista, restringir los alcances de sus burocracias, empequeñecerlas y
someterlas cien por ciento. Otro hecho es que el desplazamiento de la
burguesía media y de la pequeña burguesía de la economía y el Estado, se
tradujo en este orden en su debilitamiento político y en la exigencia
oligárquica para soltar las amarras de la presión partidista. Uno más
fue la batalla popular por acotar la acción de los partidos de la
burguesía, en especial del PRI, el PAN y el PRD, influyó en aclarar los
límites de estos, aunque no resolvió positivamente el problema del
control definitivo sobre los trabajadores como no se podía resolver en
esta sociedad. El último de estos hechos de gran significación es la
presión imperialista por ubicar a los partidos en su nuevo papel. A
todos estos hechos relevantes les siguió de cerca la cuestión del
sentido político de la oligarquía financiera que le incita a modernizar
sus estructuras partidarias de control social.
El desafío burgués
de consolidar un sistema de partidos confiable consistió en permitir su
arribo al cuerpo del Estado y disponer de un codiciado presupuesto para
maicearlos y ponerlos en operación. La burguesía mató varios pájaros
espléndidamente, se deshizo de la acostumbrada impertinencia partidista
de la charola, cargó el gasto de los partidos a la población por
intermediación del presupuesto público, golpeó a las burocracias
anquilosadas (dinos del PRI) modernizándolas, desarticuló los
caudillismos más perniciosos, arrebató de instrumentos de negociación a
la burguesía media, y estableció un mecanismo legal de conversión de las
“izquierdas legales” a “derechas oposicionistas”.
De este
sistema se destacan 8 partidos y 113 agrupaciones políticas legalmente
constituidas, asimiladas a la organización del Estado. Dicho en su
momento en palabras de José Woldenberg: “los partidos se han vuelto el
centro motor del funcionamiento del Estado democrático”, muy consecuente
en sus criterios, él fue uno de los principales protagonistas de este
sistema de partidos contando con el respaldo firme de la oligarquía
financiera y su Estado, que no le importó el “giro” liberal-reformista
de este señor exponente de las ideas modernistas del otrora reformista
francés Maurice Duverger.
Esos partidos y agrupaciones políticas
tienen sus posibilidades no solo de coordinación, sino de formar bloques
con especial énfasis a las campañas electorales y la actuación común
parlamentaria, con objeto de resarcirles por un lado ciertas debilidades
de acción, fomentando el espejismo de que se forman frentes populares, y
reestableciendo la fuerza de la burguesía para unificar posiciones.
Varios
son los objetivos a que sirven los partidos políticos de la burguesía.
Si tratamos los objetivos en el llamado arcoiris de derecha a izquierda,
distinguiremos algunos de estos en un marco de acciones orientadas a la
reacción, el reformismo y la mediatización a las clases oprimidas,
líneas que corresponden muy bien a las distintas opiniones existentes
entre las clases poseedoras, pero ahora interesa más que observemos
aquellos objetivos donde siempre hay coincidencia, que son comunes a los
partidos burgueses en nuestro país por tratarse del sistema en que se
sostienen.
A este efecto hemos enlistado los objetivos del sistema de partidos por como se suceden y ligan unos con otros.
Al
principio se destaca el plano de las normas de participación legal que
consiste en asegurar la reivindicación de la sociedad civil burguesa por
intermedio de los partidos políticos en un proceso de “depuración” de
los antagonismos, para presentarlos como intereses generales, sin la
supuesta estrechez de clase.
En seguida se ve materializado el
objetivo de crear un equilibrio político social de aparente consenso que
estimula la mediatización de toda acción popular a enrolarse en el
cause de la legalidad a la hora de plantearse soluciones como aquella
propuesta del PRD para reglamentar las manifestaciones y hasta de
“otorgar” un espacio de protesta (marchódromo) que ahora trasciende a la
criminalización de la protesta y la manifestación en la vía pública. Y
es muy eficaz por cuanto aprovecha las grandes necesidades del
movimiento popular de resolver demandas de lo más normales, pero que se
ve obligado con este estado de cosas, a vender su definición al
candidato que más prometa, aunque después no les vaya a cumplir,
alentando en el interior de las organizaciones su descomposición
política, que sus líneas programáticas se desdibujen y abandonen los
fines por los cuales se constituyeron. La burguesía complacida con todo
esto, no se detiene, trabaja por disolver la protesta popular en
iniciativas del PAN, del PRI y el PRD para poner en la completa
ilegalidad las más elementales protestas.
No es ninguna
inferencia artificial el concluir que estos partidos marchan juntos en
los asuntos de la consolidación del Estado, aún cuando persisten sus
diferencias, mucha es su obra común para resguardar la democracia
burguesa. En todo se establece el objetivo de subrayar la competencia
electoral poniéndola en el primer plano de la lucha de clases.
Es
preciso insistir en su relación con la estructura del Estado, otro de
los objetivos del sistema de partidos consiste en asegurar que en el
marco de la división de poderes, un partido sea el timonel en tanto que
otros se dedican a hacer una oposición discursiva sin afectar la
continuidad del mando oligárquico.
Se percibe en estos planes que
se destaca también el encubrir adecuadamente las contradicciones del
sistema en un cúmulo de intenciones democráticas para afrontar los retos
del ciclo de la política burguesa.
En punto a la lucha de clases
se quiere desalentar otro tipo de salidas de ruptura con el régimen.
Disuade respecto del camino revolucionario, disuelve la acción de los
partidos revolucionarios, los coloca en serias dificultades al cerrar el
paso a los mecanismos legales que permiten resolver diversas
problemáticas de los movimientos populares, cierra el paso a la difusión
masiva de las consignas revolucionarias, y se reserva una firme
estructura de legalización de organizaciones que filtra todo intento
democrático-revolucionario por incursionar en la actividad legal, etc. A
su vez desvirtúa el espíritu de clase y opaca la lucha ideológica.
No podía faltar en estos objetivos el de llevar al campo social el espíritu de realización burguesa individualista.
El
sistema de partidos en México tiene algunos aditamentos garantes de que
todo marche acorde con las necesidades del capitalismo en sus diversos
momentos, aditamentos que norman la vida interna de los partidos
políticos desde la rigidez panista donde es poco necesario para la
oligarquía en acentuar el fondo de los debates y la formulación profunda
de sus apetitos, la discusión vertical del priismo de los dictámenes de
la burguesía sin entrar en contradicción con los mismos, la exacerbada
actitud de polémica al interior del PRD para contentar a sus muy
diversas facciones, la laxitud del debate en la chiquillada, donde lo
prioritario es escalar puestos parlamentarios, servir de cuña a los
gobernantes en su disputa con alguno de los grandes partidos, y no
perder el presupuesto.
Exteriormente, y en relación con el
electorerismo, destaca en las normas del sistema de partidos para
mantener la buena comparsa, el sistema de mayoría absoluta y relativa, y
de las formas de representación proporcional.
Asimismo se hace
mucho hincapié en los nuevos esquemas de financiamiento estatal, como
una manera efectiva de atraer a todos al paraguas económico del Estado, y
esforzarse por desarrollar una estructura territorial contra toda
necesidad de las clases explotadas y oprimidas para afianzar en los
distritos y esquemas de organización territorial del Estado la
vigilancia y preponderancia de la clase gobernante.
5.- Presupuesto estatal
Todos
sabemos que el presupuesto estatal para las campañas electorales va en
aumento al paso que se afianza el sistema electoral y el de partidos
como sustanciales de la democracia burguesa. El presupuesto otorgado
para el proceso electoral del 2006 fue de poco más de 13 mil millones de
pesos, de los cuales el IFE entregó a los partidos 4,913 millones, y el
resto de casi 2/3 del presupuesto se quedó en manos del IFE. El
presupuesto electoral 2011-2012 fue de 15 mil 953.91 millones de pesos,
una democracia extremadamente costosa.
El señor José Woldenberg
ex consejero presidente del IFE se encargó de esclarecer dos de los
principales fines del presupuesto electoral en el ramo de los partidos:
para ligarlos al cuerpo del Estado y para soldarlos a la sociedad donde
sirven “para el procesamiento de sus intereses”. Esto es de capital
importancia para la clase gobernante, asegurando a los partidos los
dineros, define su orientación y la de las políticas de Estado de una
forma institucional, convirtiéndolos en los instrumentos más eficaces
para encandilarnos y atarnos al carro burgués.
A despecho de las
otras capas de la burguesía, la oligarquía financiera y el imperialismo
vienen insistiendo en los avances en materia de financiación pública de
los partidos políticos, aún cuando es sabido que es quien más invierte
capital en los procesos electorales, con la salvedad de que sus
mecanismos son más eficaces para eludir la justificación legal de sus
aportaciones, es obvio que su propósito está en buena medida en impedir
que la mediana y pequeña burguesía lo hagan y hostilicen con ello sus
tendencias, por eso les reprocha continuamente que pretendan secuestrar a
los partidos y sujetarlos a intereses privados (está de reírse), pero
también prevé la necesidad de que sus gastos los realice el Estado por
una sola vía, cerrando, clausurando los mecanismos en que se hacía a
través de cada dependencia y se fortalecía el influyentismo e
importancia de la burocracia estatal al margen de la clase.
Hay
que reconocer que sí tiene sus motivaciones el otro objetivo de poner el
acento en el financiamiento público para equilibrar la competencia
entre partidos, aún cuando claramente esto no será en la presente
contienda electoral que ha quedado muy desigual; sino como propósito
para doblegar las desmedidas ambiciones de las burocracias partidistas,
menguar la interferencia de los partidos en los asuntos de la
organización del Estado, desplazar del escenario los viejos esquemas de
control social partidista, y crear una atmósfera de igualdad (muy barata
si se toma en cuenta que solo el 30% del presupuesto a los partidos se
divide equitativamente, y el resto es de acuerdo a lo que obtuvieron en
la elección anterior en votos, cantidad que se duplica en años
electorales).
El tercer objetivo de importancia que el IFE se
traza es que al ser el Estado la principal fuente de ingresos de los
partidos políticos, tiene entonces definitivamente el pleno derecho a
fiscalizar sus finanzas, a llevar el conteo de entradas y salidas, a
determinar en consecuencia una buena parte de su política, pues ya
sabemos que mucho de lo que realizan los partidos en la cotidianeidad
tiene que ver con movimiento de dinero.
El inmiscuirse del Estado
en los asuntos de los partidos se acrecienta si consideramos que su
presupuesto se divide en orden de importancia de acuerdo a: primero la
acción electoral, segundo el sostenimiento de sus actividades ordinarias
y tercero la formación de sus cuadros.
El sistema burgués de
presupuesto ha creado la plena dependencia de sus partidos, los ha
separado de sus viejos consensos, imposibilitando que en ellos se
expresen los intereses populares, por ejemplo estipula que sus
simpatizantes no pueden rebasar el 10% de su financiamiento.
Los
gastos electorales de los partidos cada vez se concentran más en la
labor de propaganda, destacando la difusión televisiva y radial (por
algo todos los partidos estuvieron de acuerdo en la reciente reforma a
la ley de radio y televisión), que viene a colocarlos en la dependencia
respecto de estos medios como para completar el cuadro, que como bien ha
sido denunciado ampliamente, se han convertido en medios de
comunicación con una poderosa influencia económica, política e
ideológica.
Capítulo III
La democracia en México
Cuestionan
a la democracia en México de estar seriamente distorsionada,
particularmente los enfoques “occidentalistas” de la burguesía en las
grandes potencias tratan de atribuir las insuficiencias al atraso con
respecto de sus países, al conservadurismo, el presidencialismo y otros
males. Las distorsiones son por demás patentes, aún cuando hay rubros en
los que la burguesía mexicana avanzó más que otras, pero pretender
llevar la denuncia a los niveles superestructurales, y particularmente a
lo relacionado con las normas que impiden el ascenso de la
recolonización del país, es poco sólido para presumir de imparcialidad y
objetivismo.
Con esas maniobras seudo-sociológicas en una gran
dosis se trata de acallar cualquier otra noción que se encamine a
recoger los elementos que hacen la democracia en un país bajo una
especificidad y rasgos clasistas. No cabe duda que las interpretaciones
burguesas enfocan las cosas de una manera distorsionada, pues la nota
que se destaca siempre es que los individuos son los que hacen su
democracia, claro, encuentran fácilmente la forma de apoyarse en la
intensa presión popular para sostener la línea de que se puede continuar
en esta sociedad, implantan la concepción de que la democracia es un
proceso evolutivo aparte, al que le son ajenas las formas de propiedad
de los medios de producción.
En vista de que es imposible ocultar
los orígenes de la democracia en la lucha de clases, con inusitada
fuerza en las luchas obreras del siglo XX; los ideólogos y políticos que
siguen la corriente del llamado pensamiento liberal-democrático de la
sociedad civil burguesa organizan su vida para que en todo momento
prevalezca la visión y los hechos sociales como por mandato del pueblo,
como obedeciendo sus deseos. Entonces, con relativa facilidad afirman el
principio de que los intereses populares son sistemáticamente
incorporados a los cambios del capitalismo, una falsedad que
lamentablemente prende hasta en sectores revolucionarios que hoy día se
resisten a aceptar que la historia mexicana del siglo XX es una más de
las historias del capitalismo y el ascenso de la oligarquía financiera,
se aferran en la creencia de que algo raro pasó en el camino, sostienen
con fervor religioso que la historia pudo ser otra al margen de los
males del capitalismo.
Librémonos del error de suponer que ya en
los comienzos del siglo XX e inmediatamente después de la revolución
mexicana ya dominaba la oligarquía financiera, nada de eso, solo se
asienta que el proceso de acumulación capitalista, el proceso histórico
de concentración y centralización de capital condujo a donde tenía que
conducir, es decir, ni marchaba hacia atrás u otra vía nostálgica
pequeño burguesa, ni tenía ya por mando un aparato propio de la
siguiente fase, era un órgano burgués para el desarrollo del modo de
producción capitalista, que con su avance derivó en Capitalismo
Monopolista de Estado, el Estado al servicio de los monopolios, una
verdad de hace ya muchas décadas.
Este es un problema grave que
permanentemente obstaculiza la plena concientización de los trabajadores
al plantear una continuidad en las formas de lucha legal y no su acción
ascendente, una integración exclusiva a la legalidad del sistema, y lo
peor, un destino nacional con la burguesía.
1.- Democracia y monopolio
Vamos
a considerar únicamente las cuestiones más importantes que definen el
estilo de operar de la gran empresa, base de los reflejos democráticos
de la burguesía. Son estos reflejos los que le permiten ajustar sus
principios históricos, sus ideales y su carácter como clase dirigente.
La
empresa capitalista se dirige verticalmente, se administra
verticalmente por oposición al proceso colectivo de producción. Este es
el primer círculo en que la burguesía se forma las ideas de democracia
limitada a los intereses de clase, el segundo círculo abarca la
concentración de empresas en monopolios, que dota de un carácter aún más
restringido en nuestro país al dominar estos sobre la economía; para
explayar ambos círculos inmediatamente de la producción al intercambio,
la distribución y el consumo, y de ahí a todas las áreas de la vida
social.
Inevitablemente choca con la producción social, con el
desarrollo de las fuerzas productivas en general, en otras palabras, la
burguesía choca con el desarrollo tecnológico y humanos; pues todo
acrecentamiento en ellos inclina a la acción social, en tanto que en el
punto que determina las pautas, las orientaciones y objetivos de la
producción, o de la actividad de toda empresa capitalista prevalece el
interés de los dueños del capital.
Tomando el conjunto de
monopolios y empresas capitalistas medias veremos homogeneizados los
patrones de comportamiento burgueses en su propia fuente, y trascendidos
en política, en ley. Esta situación define en el marco de las diversas
situaciones por las que atraviesa el capitalismo en su ciclo, una
política concreta a nivel empresarial que destaca siempre su primacía en
el mando, la determinación de los mecanismos para garantizar la
acumulación de capital, que durante mucho tiempo hizo pasar por
“consenso nacional”. Sin hacer historia, basta traer el referente del
actual medio para continuar el proceso de acumulación capitalista:
modelo de exportación con bajo costo de la fuerza de trabajo y garantía
de fluidez de fuerza de trabajo a los Estados Unidos. Este es un dictado
apoyándose en diversos mecanismos empresariales y de Estado.
Dicha
política no sería factible de sostener si a su vez los capitalistas y
el Estado en sus empresas y ramas de administración, seguro social y
educación, no hubiesen ganado terreno en el control y enajenación del
trabajador con el ardid de que incrementando su trabajo es la única
forma de incrementar su salario, lo cual no es necesariamente cierto en
todos los casos.
En este terreno se las ingeniaron obteniendo las
pautas en el mismo proceso de maximización de ganancias, para definir
los contornos de la política de productividad y de ascensos escalonados
en los puestos de trabajo, incrementando de una parte la productividad
del trabajo, disminuyendo los salarios, e imponiendo solo sus mecanismos
para que el trabajador lleve un poco más de ingresos a su casa a costa
de una mayor carga de trabajo y de la privación de la mayor parte de su
vida política y social, restringiéndolas a lo más simple, por cierto,
disminuyendo en realidad el salario continuamente a lo largo de tres
décadas.
En el capitalismo todo “aumento salarial” venido por
medio de la intensificación del trabajo o extensión de la jornada de
trabajo es en realidad una disminución del salario disfrazada por la
compensación de horas extras y/o el aumento de la productividad, en
ambos casos aumentando la tasa de plusvalía y “gratificando” al
trabajador con un cierto porcentaje ínfimo (de entre el 3 y el 9 % de
incremento salarial anual) por encima del salario anterior, pero por
debajo del incremento de su productividad y en muchas ocasiones hasta
por debajo de su anterior capacidad adquisitiva de mercancías. La
historia nos demuestra toda la verdad contenida en la obra de Carlos
Marx, para que la burguesía amplíe sus ganancias, tiene que: “acortar la
parte de la jornada en que el obrero necesita trabajar para sí, y, de
ese modo, alargar la parte de la jornada que entrega gratis al
capitalista.” (El Capital, T I, Cap. XIII Maquinaria y gran industria,
p. 302, Fondo de Cultura Económica). Y esta labor la realiza mediante
diversas acciones tales como la maquinización del proceso de producción,
el alargamiento de la jornada de trabajo y la utilización de una
organización “racional” del proceso productivo, así se nos acortan una
serie de derechos en tanto que la urgencia consiste en sacar a flote la
empresa capitalista.
La clase obrera siente en carne propia las
consecuencias de la nueva visión de la democracia burguesa sobre la
extracción de plusvalía; baste decir que la ganancia empresarial es el
65 % del PIB, en tanto que el ingreso del trabajo se ha reducido al 35
%, a su vez, en los últimos 23 años el salario se contrajo en un 89 %.
Sin
salirse ni un instante de sus posiciones limpiaron el terreno de la
lucha sindical para imponer sus mecanismos empresariales, por supuesto
que viene impuesta por las transnacionales, pero el cómo lo lograron, es
contribución de la burguesía nacional y sus políticos.
La
libertad sindical entonces es uno de los aspectos contra los que más
arremete la burguesía en la actualidad, en la mayoría de los casos de
entrada lo ha logrado anulando los sindicatos, en otros como bien se
sabe, recurre al charrismo sindical, al sindicato patronal, la
flexibilización laboral, los contratos basura y a la política
economicista de los sindicatos, declarando que cualquier otra práctica
es perniciosa para la economía nacional, o sea para su economía.
La
ausencia de libertad y acción sindical que la burguesía trata de
imponer en el criterio de que las “empresas son centros de trabajo no de
política”, no puede negarse que es una política contra la política
sindical colectiva, democrática y revolucionaria. La política burguesa
en estos terrenos implica para el trabajador la constante pérdida del
poder adquisitivo de su salario, la baja de sus condiciones de trabajo,
la anulación o disminución de la atención médica, y de sus prestaciones,
la inseguridad respecto de su fuente de trabajo, la opresión por
burocracias sindicales, su mayor explotación, la pauperización, y su
total subordinación tanto a la política fabril como a la gran política
burguesa ya sea mediante el corporativismo o simplemente por efecto de
su adoctrinamiento y la ausencia de organización. Al trabajador esta
política le deja sin opciones y a merced de los capitalistas en el campo
y la ciudad.
Se dice que todo es necesario a causa de la crisis,
argumento favorito de aquellos que viven en la abundancia. La burguesía
y sus partidos hacen cálculos complejísimos para “sacar al país de la
situación actual”, recurren al montaje de escenarios celestiales y/o
apocalípticos ocultando la esencia de los fenómenos del capitalismo.
La
inevitable acción de las leyes económicas del sistema, el hecho de que
nuestro país esté sujeto a la dominación neocolonial por el
imperialismo, más la naturaleza rapaz de la oligarquía nacional, agrava
lo que de por sí es norma en el sistema, una continua pauperización en
las masas, por ejemplo, el 80 % de la población no tiene acceso a la
canasta básica, así se forman los criterios “democráticos” de no acceso a
muchas otras cuestiones puesto que existen “prioridades” a las que los
pobres se deben ajustar. Prosigamos, la “democrática” legislación
laboral en el capitalismo, no ha hecho más que llevar al rango de ley el
derecho burgués a explotar y oprimir al proletariado, el campesinado y
masas en general. En la legislación vigente ese derecho está más que
consagrado, aún cuando la burguesía se vio obligada a hacer importantes
concesiones al proletariado y masas trabajadoras que hoy busca revertir.
Por
si esto no bastase, en medio de las convulsiones de un sistema en
descomposición, los oligarcas están desesperados por incrementar sus
ganancias, hacen todo lo posible por desregular la explotación de la
fuerza de trabajo, y es en este sentido en que se suscriben las
distintas “iniciativas” de reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) de
los partidos burgueses y otras organizaciones del mismo corte.
Las
distintas iniciativas de la democracia burguesa en relación con el
trabajo se centran en modificar los aspectos más neurálgicos de la
actual ley, enfatizando en la fractura de las conquistas obtenidas por
las masas trabajadoras, para beneficiar indiscutiblemente a la burguesía
y su proceso de acumulación de capital. Hay que agregar que aún cuando
la ley tiene sus contradicciones que facilitan el manejo a placer de la
burguesía, al tiempo que se ha formado una gran legión de servidores del
derecho burgués y mafias del coyotaje, y que los trabajadores
encuentran otras innumerables trabas a la defensa de sus intereses
inmediatos; la Ley no es cumplida a cabalidad por la misma clase en el
poder, tomemos en cuenta que cada año se van produciendo alrededor de
100 mil violaciones a la LFT, lo que traducido como fenómeno significa
que constantemente se arremete contra los intereses de las masas
trabajadoras de mil maneras: contención salarial, desconocimiento de
acuerdos y contratos, despidos, desconocimiento de antigüedad, jineteo
de pensiones, aumento de la carga de trabajo, imposición de horas
extras.
Pero a pesar de estos “éxitos” de la política
empresarial, la situación de la burguesía y el imperialismo resultan
peligrosas en tanto que no tienen todos los soportes legales a su actual
forma de operar y en tanto que se encuentran con ciertas restricciones;
de ahí que tanto por los crecientes problemas económicos del
capitalismo como por los de índole política en relación al control de
las masas, las clases poseedoras presionen para llevar a cabo sus
reformas. ¡Y vaya que presionan!, la burguesía y sus políticos han
convertido el tema de las reformas en prioridad de la “agenda nacional”,
en estandarte de la “vida democrática e institucional”, sin importarles
las consecuencias para el pueblo. La burguesía ha llegado al punto de
la violación fundamental de lo que fue la Constitución de 1917 con sus
leyes antimonopolio, su nacionalismo, la defensa de la tierra, los
recursos minerales y energéticos, rompiendo definitivamente con el viejo
pacto social.
Esta es la fuente viva de la democracia
capitalista: su forma de accionar la gran empresa. Y medio mundo sabe
cuán lejos están de los supuestos democráticos y cuán duro es el rigor
fabril, así como en las plantaciones del terrateniente y burguesía
agrarias en nuestro país. Esa es la pauta, a aplicar en todos los
renglones sociales en combinación con elementos políticos, históricos y
coyunturales para armar su relamida visión estratégica.
2.- La democracia en su relación con el Estado
Lo
característico del Estado mexicano moderno es su envoltura republicana,
así como la extensión de los valores democráticos de la burguesía, que
aunque con una amplitud de conductos, se ve limitada a la democracia de
la propiedad, del comercio, la industria, el transporte, las
comunicaciones, la movilización de la fuerza de trabajo y un conjunto de
valores sociales que le dan sustento, de ahí en fuera, se acaba la
democracia. Vistas las cosas en su concreción, la democracia burguesa es
precisamente el estado de cosas a nivel social y político que hacen
posible la reproducción del capital, la democracia actual es el sistema
del Estado que posibilita única y exclusivamente la supremacía de una
sociedad sujeta a la voluntad de los explotadores; la democracia de los
poseedores de capital constituye en sí una parte importante del Estado,
no un área, sino su sistema operativo, su mecanismo de consensos y
disensos, su modo de operar para imponer los criterios de dominación
sobre todos nosotros.
Siempre que se habla de la cortedad de
horizontes democráticos de la oligarquía financiera o de las elites, se
dice una verdad a medias, pues si bien es cierta tal situación, también
es extensiva al resto de las clases explotadoras; sabemos de las
intenciones que mueven a muchos demócratas y nacionalistas al
distanciarse de las capas oligárquicas y sentirse traicionados por
estas, es normal, mas no se puede cambiar un mal por otro, las
limitaciones de clase son propiamente limitaciones debido al lugar que
ocupan en su papel de explotadoras de otras clases, siempre verán hasta
en los de su misma clase, la defraudación cuando hay disparidad en la
distribución de plusvalía, siempre clamarán por los viejos principios
enunciados por Reyes Heroles para ampliar el programa económico en
interés de servirse una mejor ración, para que los presupuestos y cargos
administrativos del Estado se repartan más equitativamente entre las
capas de la mediana burguesía y las capas altas de la pequeña burguesía,
empujando en el mismo sentido la sustracción de plusvalía.
Esa
contradicción interna entre las clases explotadoras respecto de hasta
dónde pueda acortarse o extenderse la democracia, hace mucho más patente
tres aspectos característicos de la democracia burguesa:
El
primer aspecto es que en general defiende todos los derechos sociales,
políticos, laborales, etc., por influjo de la acción histórica de los
explotados, pero sin dejar de subordinarlos al ciclo de reproducción del
capital. Esto se hace legalmente a través de las condicionales para que
dichos derechos se ejerciten en el marco de no atentar contra la
propiedad privada capitalista que viene a ser el basamento con que está
sustentada la Constitución de 1917 y atemperado en las reformas. Para
lograr una mejor armazón se le asegura políticamente a través del
dinamismo de las acciones de régimen contra los intentos de ejercer los
derechos sociales en un campo más amplio.
El segundo aspecto
característico de la democracia burguesa consiste en que consolida y
organiza estructuralmente el ejercicio de la violencia contra todo lo
que niegue los fines de la sociedad actual, el problema de la violencia
en su aspecto esencial de conservación del Poder burgués está claramente
delimitado, su ejercicio es una garantía constitucional contra los
atentados de los de abajo. Toma la forma de leyes, fallos y condenas
ejecutorias conforme a derecho, y es reforzado por la batalla diaria de
la burguesía para ampliar su propio margen de acción legal, en el empleo
de la represión judicial y extrajudicial, la persecución política y la
organización de la agresión antipopular. Al final la burguesía vuelve a
pugnar por confirmar su acción extralegal al cuerpo constitucional,
siendo la represión, el revanchismo contra los trabajadores y la
prevención ante nuevas oleadas de lucha, el origen de muchas de las
leyes vigentes, en muy pocas ocasiones las reformas siguen el movimiento
contrario de despojarse de las normas más reaccionarias por propia
iniciativa.
El tercero es que la democracia trasciende como
sistema para asegurar la inviolabilidad de las leyes del capitalismo, se
adapta en el devenir histórico del Capitalismo Monopolista de Estado,
que afirma el principio de dirección del capital financiero y marca una
tendencia a la anulación de los viejos valores democráticos de las
etapas de industrialización y de pequeños patronos que ponían el acento
en otras prerrogativas de acumulación. De una parte se asegura la
omnipresencia de criterios y principios gran burgueses de acción social,
inserta en la sociedad la visión según la cual ejercer la democracia es
ejercer el derecho a la realización del capitalista, de otra parte
asegura para los poseedores del capital que la sociedad solo pueda
conducirse por ellos. ¡Hasta dónde se engañan quienes pregonan que la
democracia transcurre en un proceso por el cual se amplía
ilimitadamente!
La superficial “vocación democrática” de la
burguesía tiene en su base las limitaciones materiales particulares de
esta clase en el país, a partir de esto, se desprende el factor político
con el que la burguesía trató de salir avante en sus aspiraciones, es
decir preconizando la democracia en abstracto, defendiendo a ultranza
los pilares democráticos afines a su interés propietario y mercantil de
clase, renuncia a la acción democrática concreta que pondría en tela de
juicio su autoridad.
En otras palabras, las únicas restricciones a
la democracia en el sistema imperante son las que se desprenden del
choque entre el capital y el trabajo en las condiciones históricas de
nuestro país. Se podría suponer que al emprender esta cuestión laceramos
una debilidad social, que estamos aprovechando un mal menor de la
sociedad capitalista para hacer leña del árbol caído, sin hacer
escándalos decimos que no, no hace falta desgarrar los tejidos del
sistema, basta con verlo tal cual es, que con eso es suficiente para
demostrar su alcance final.
Así, del cruce de líneas de la acción
misma del capital, la oposición en los marcos del sistema y la acción
popular en niveles de lucha reivindicativa, se afianzó en lo económico y
en lo político una cerrazón total a todo indicio de democracia.
La
resultante lógica es que los trabajadores del campo y la ciudad se ven
engañados y amenazados por los artificios que sustraen el problema
democrático de sus bases económicas, concretamente de las relaciones
sociales de producción. Esto ocurre en un tiempo cuando ya no puede
ocultarse que la opresión política y la explotación económica son
indisociables, que su complementariedad es parte de la dictadura del
capital.
3.- Sentido histórico
La dinámica
misma de la formación del capitalismo en México fue moldeando la
democracia aplicable a las circunstancias. La lenta expansión del
capitalismo fue conducida por normas políticas de saqueo de los bienes,
de expropiación a los pueblos indios y mestizos en particular, siendo
necesarias las acciones represivas, hilvanándose una concepción del
racismo sui géneris de las clases dominantes, que avanzó con firmeza
bizarra especialmente en los hechos a la negación de los derechos
políticos adquiridos con la Revolución de Independencia.
Fue
configurándose desde el siglo XIX un régimen que atendía “con todas las
de la ley” los preceptos clásicos de la ilustración, pero que fiel a la
continuidad del Poder de los hacendados no los aplicaba, sus apetitos
estaban despiertos y especialmente enfocados a la depredación, por lo
que no le interesaba (con excepción del periodo juarista en que ya se
afirman los intereses burgueses, y esto de una manera bastante
limitada), no le interesada decimos, cambiar las bases económicas y la
correlación de clases, ni potenciar bases democráticas.
El Estado
se distingue por el rechazo a la nación indígena mexicana, procuró
anular la cuestión indígena y fomentó el endorracismo para restarle
trascendencia, para hacer prevalecer intereses del poder terrateniente,
económico y político desde su formación con fuertes lazos de dominación
por las potencias y sus mecanismos de democracia.
En su momento
el porfirismo representó la cumbre de este régimen, la alianza de los
grandes terratenientes y los grandes burgueses en lo interno, cuya única
manifestación política legal fue el accionar de estas clases a fin de
otorgar un poder político descomunal al presidente para que encausara
los asuntos del capitalismo naciente por más de 30 años. Una democracia
reducida a unos cuantos, por lo demás la historia dio su veredicto, fue
esa una de las formas más brutales de la dictadura del capital en
México.
La revolución mexicana de 1910-1917 socavó aquella
alianza, y en su lugar erigió la alianza entre la burguesía y la pequeña
burguesía, pero al gobierno lo tomó cual estaba hecho, introduciendo
las modificaciones de rigor que exigía la nueva correlación de fuerzas,
dando margen en un principio a los derechos populares, una democracia
extendida pero supeditada a las clases dominantes, que se iría
perfeccionando a lo largo de todo el siglo XX.
Al evaluar los
aspectos claves del nuevo régimen pueden distinguirse lo que queda de lo
viejo con respecta de lo que es nuevo, que no es poco, sin apuntar más
que a la expansión del capitalismo, las nuevas leyes permitieron la
movilidad de la clase obrera para ser explotada, su organización
corporativa para ser controlada, pues estaba en el ser de las leyes de
sindicalización el que la organización creada se debía dedicar a
contribuir a los procesos productivos, es decir a permitir que de los
trabajadores se obtuviesen siempre cuotas más elevadas de plusvalía, por
eso todo aquello que los trabajadores lograron en su favor era siempre
en choque con los intereses burgueses y el Estado. En determinados
momentos y circunstancias se dieron fenómenos de conexión de intereses
entre los de abajo y los de arriba, que aunque iban en diferentes
direcciones, la burguesía supo ligarlos para servirse de ellos como son
los casos de la creación de la Ley Federal del Trabajo, la reforma
agraria, la expropiación petrolera, la industrialización y urbanización,
etc., todo lo cual habría de dar más y más capacidad de decisión a las
clases en el Poder, creándose así un robusto cuerpo estatal.
Una y
otra vez el Estado era cuestionado, amenazado, asediado por el
descontento popular, sin embargo, la amplitud de aquel dio el tono a que
las más poderosas batallas del pueblo terminaran siendo cooptadas,
desarticuladas o reprimidas. En décadas el Estado y la burguesía no han
permitido que pase la más mínima política de beneficio a los de abajo a
pesar de importantísimas acciones populares, a lo sumo los poderosos se
abstengan de efectuar algunas de sus decisiones más oprobiosas ante el
rechazo popular.
El Estado actual se perfeccionó en su política
de masas en una escuela de manipulación y represión sistemática, de
duplicidad de lenguaje, de una diplomacia amenazante y chantajista, de
una burocracia disuasoria, de una violación sistemática abierta y
encubierta a los derechos del pueblo, de la conculcación de sus más
elementales derechos. En la batalla contra sus enemigos internos
(obreros, campesinos, mujeres, colonos, estudiantes) el actual Estado
pisoteó en lo concreto sus ideales democráticos, aunque nunca dejó de
alardear en la escala nacional de ser su defensor; especialmente las
luchas aisladas y pequeñas le permitieron disponer de material para
inflamar su supuesta rectitud democrática, pero no siempre todo ocurrió
con la misma calma, ferrocarrileros, estudiantes, maestros, campesinos,
todo un ejército de desposeídos supo, piedra por piedra, a lo largo de
decenios, develar el verdadero carácter de la actual dictadura del
capital.
Pero sigamos en nuestras consideraciones sobre la
democracia en su sentido histórico. La democracia que en los hechos se
consolidó era bastante simple: hacer funcional el proceso de explotación
capitalista. Y entonces las medidas que prevalecieron consistieron en
asegurar leyes y normas que garantizaran la orientación de la sociedad
sobre la base de los requerimientos de las clases dominantes, asegurarse
un ideal de progreso de cara al pueblo y a tono con el desarrollo
industrial de un país subordinado al imperialismo, agenciarse la
categoría de defensor de los ideales de la revolución mexicana, detentar
el monopolio de la política, la iniciativa política y la inclinación
política del país, y si no era posible esto, tergiversar todo,
embrollarlo o resolverlo por las vías violentas tradicionales. Unos
momentos de la realidad nacional dieron su contribución en el área del
monopolio político (maximato, surgimiento del PNR al final PRI), otros
aportaron a consolidar la política de masas y la autoridad de las
instituciones del Estado (cardenismo), en otros se pudo desatar más los
patrones de corrupción y el peso de la represión (alemanismo y
diazordazismo), otros fortalecieron en primer plano la visión
absolutista del poder del Estado (lopezportillismo), y otros
“rectificaron” el camino afirmando una nueva correlación de fuerzas de
la clase en el Poder, la oligarquía financiera, y la suplantación de una
democracia llamada de mercado, empresarial, estadística, rectora de
toda conducta humana (salinismo en adelante).
Al final el viejo
positivismo porfirista de orden y progreso por encima de todo fue
cambiado por el neopositivismo de disciplina y negocio limitado con
exclusividad a los principios empresariales, es decir, la visión de los
principios democráticos se volvió más limitada en el contexto global de
los derechos sociales, políticos, etc., concentrándose en el detalle de
los derechos de la gran empresa, del gran capital en oposición a los
trabajadores del campo y la ciudad, esto es lo que hoy nos rige.
No
podríamos engañarnos con suponer una falta de talento en los políticos
de la burguesía y en esta misma clase para sostener las riendas de su
régimen, todo lo contrario, cada vez mejora sus habilidades y su
ingeniería política para el ejercicio de su Poder. La situación que se
le presenta y por la cual se ve obligada a recular sobre sus propios
pasos para abandonar sus viejos bagajes consiste simplemente en que para
sacar a flote su maltrecho sistema se ve obligada a sustituir los
esquemas antimonopólicos, destacando su necesidad de romper con antiguas
trabas del código de conductas, requiere reestablecer el salvajismo
económico.
Al ser sus políticos aprensivos del fenómeno y estando
empeñados en su propio beneficio, respecto de esos viejos principios
liberal-democráticos naturalmente unos los olvidan, otros los hacen a un
lado o simplemente prefieren ignorar, y muchos más ni quieren saber
nada que obstruya su comportamiento rapaz. Su enlistado puede hacerse en
muy diversas variantes, por partidos políticos, por grupos o facciones,
por personalidades, hasta por escuelas políticas.
Los derechos
del pueblo son ahora material flexible, manipulable y factible de
acomodar a la voluntad capitalista, aunque no siempre el tiro les ha
salido a la perfección. Los casos más sonados en las implicaciones de la
operatividad de la democracia burguesa, de estos nuevos patrones de
conducción social son las privatizaciones ya dadas y las que pretenden
lograr, mismas en las que no hay discusión, un consenso, una consulta,
no señor, todo es impuesto desde las cumbres del Poder, pero antes
dictaminado desde el FMI, el BM, los monopolios internacionales y el
imperialismo (desde hace mas de 20 años, para acabarla en las cartas de
intención de cierto señor recluido a gusto en el Banco de México). Otro
caso es la privatización de la enseñanza, que se ha visto obligada a
andar embozada bajo los supuestos de la capitalización requerida. Uno
más es el importante proceso de la flexibilidad laboral, una batalla que
si bien no ha presentado la respuesta total de la clase obrera, tampoco
ha sido fácil para la burguesía, donde de nueva cuenta recurre a su
tradicional política y otras acciones calcadas del Estado yanqui. La
cuestión agraria presenta los mismos lineamientos de violación de los
derechos campesinos tanto como del proletariado agrícola. En el fondo
subyacen las prioridades de la clase capitalista, con actitudes cada vez
más fascistas y cada vez más comprometidas con el capital
internacional, generando una creciente inestabilidad social y una
ausencia de derechos políticos en lo que respecta a los grandes
problemas nacionales.
La lucha de los electricistas del SME con
el apoyo popular resistió, la huelga de la UNAM con el respaldo popular
contuvo el golpe a la educación pública, las luchas magisteriales con
otros sectores han soportado la carga, los campesinos de Atenco
detuvieron a los monopolios, etc., no es todo, hay luchas en todas
partes. Evidentemente hasta el momento la balanza se inclina en lo más
fundamental a favor del Estado y la oligarquía financiera, aún cuando no
siempre resuelven la situación en su total favor. La amplia gama de
recursos del Estado y de la burguesía para complicar en nosotros la
comprensión de lo ocurrido realmente en el país, su capacidad de
maniobra, etc., han pesado decisivamente.
No es gratuito que la
burguesía dedique grandes esfuerzos a la enajenación, a la manipulación
mediática, a la propaganda, por estos medios afianza sus nociones
políticas, sus interpretaciones respecto de cada hecho o fenómeno que se
presenta, al tiempo que adelanta determinados principios
interpretativos para que los adoptemos y demos por buenos, así se
permite no nada más decir incongruencias, sino salir a la defensa
pública del fascismo y de las concepciones más oscurantistas y
reaccionarias sobre la naturaleza humana, sobre la supuesta inviabilidad
de diversos principios democráticos que antes abanderaba, de defender
el sistema de corrupción y hasta de embellecerlo, de poner como de poca
monta las peores acciones del sistema y del régimen.
Entre otros
instrumentos, a expensas de su arsenal principista en materia
democrática, la clase dominante ha alcanzado la primacía en política, ha
sentado las bases para que solo se escuche su voz, y solo ésta sea
atendida sin dilación, aún cuando se diga que en México todo se dilata,
hay algo que no, son los intereses capitalistas, y ojo, que cuando
algunos de estos se dilatan en un grado es en provecho de una
redistribución de ganancias entre la burguesía y los personeros que
tiene en el gobierno, todo lo demás se dilata por acción y efecto de que
es rechazable para la burguesía, y por tanto fortalece en la base una
administración burocrática engorrosa sustentada en el atropello.
Por
si fuera poco, su ciencia política sirve cien por ciento a los
intereses del gran capital. En este entorno de crisis económica y
política las nociones filosóficas se van limitando a una interpretación
dirían algunos “torcida”, retardataria de la sociedad, que se limita a
poner por encima de todo, los criterios de supervivencia de la gran
burguesía. Véase cómo las plataformas de los partidos se vinieron
constriñendo a los pactos de los magnates.
México transitó a la
consolidación institucional e ideológica de esos criterios, las
restricciones o bien las facultades excepcionales se han hecho norma.
Visto así no parece grave, pero si lo consideramos a trasluz de lo que
ocurre entre los trabajadores se hará visible en sus repercusiones, por
doquier la población no encuentra espacios para que se le haga justicia y
frecuentemente recurre a la de su propia mano “al margen de la ley”; la
población urbana y rural se encuentra a merced de cualquier
eventualidad, sea esta de índole social o natural, cualquier situación
repentina que se produzca y requiera de un esfuerzo suplementario para
resolverla se convierte en tragedia ante la falta de recursos
disponibles, de medidas preventivas, de información, etc., que si llegan
son en forma tardía y selectiva, consolándose con eso de querer tapar
el pozo después de ahogado el niño, la población queda siempre en
lamentables condiciones de vida; a su vez, en las fábricas ya no se
puede inconformar por nada sin riesgo de despido inmediato; las mujeres
empeoran su remuneración económica; los programas asistencialistas a los
trabajadores que llegan a la edad senil son abandonados por las
empresas (luego se dice que por sus familias, como si eso mismo no fuera
resultado del sistema), o como “oportunidades”, no resuelven ni en una
centésima los malestares de la extrema pobreza, solo sirven de pantalla y
captores del voto; el trabajador y especialmente su juventud recurre a
la fuga del país ante la crisis, desplazándose una cuarta parte de
población de origen mexicano a los Estados Unidos (entre 10 millones de
nacidos en México y otros 16 millones de personas descendientes de
mexicanos nacidas en ese país).
Las instituciones están
establecidas por criterios de funcionalidad administrativa, política e
ideológica burgueses, copadas por partidos y personajes serviles a la
burguesía y organizados por ella, para que los intereses del pueblo no
aparezcan más que desteñidos en las declaraciones políticas de todos los
días. Hay desde los que dicen que traen la democracia en su genética,
que les fue trasmitida por los papás de los papás de sus papás
(priistas), pasando por los panistas que pregonan que su sentir
democrático les es otorgado por el reclamo de los tiempos, hasta llegar a
los perredistas oportunistas que dicen ser nuestros redentores, los hay
para todos los gustos burgueses.
No es extraño que los teóricos
burgueses inclinen sus opiniones a interpretaciones subjetivas sobre la
falta de creatividad y de inteligencia, sobre nuestra corta visión por
pensar siempre en lo inmediato, indiscutiblemente cuestionan los efectos
mas no así las causas. No lo podemos negar, los más altos pensamientos
del trabajador común se ven constreñidos por su grave situación, por su
constante incertidumbre sobre el futuro inmediato, que derivan en
impedimentas muy ciertas cuya solución no está en incrementar la carga
de sus preocupaciones y padecimientos como insiste la pedagogía burguesa
por ejemplo.
Al final lo que queda es la instrumentación de
diversas acciones con un mismo e invariable objetivo, la consabida
defensa del sistema capitalista en oposición a cualquier movimiento
contra éste venido desde abajo, para eso existe una disciplina orientada
políticamente.
4.- Carácter de clase
Va
resultando obvio que la democracia en México corresponde a los intereses
de la clase en el Poder. Las revolucionarias y los revolucionarios, sin
desdeñar el papel de la democracia en los procesos de la lucha de
clases, no dejan de observar el fondo sobre el cual está trazada, los
ejes bajo los cuales se mueve, tanto como sus contradicciones
interiores. Enormes confusiones se generan en torno al problema de la
democracia cuando ésta se deja de apreciar bajo la óptica del
proletariado. En este propósito, muchas son las tendencias que operan
por la confusión ideológica, de la difusión de una democracia en
abstracto sin sus configuraciones de clase, ni sus bases, limitaciones,
contextos y circunstancias históricas.
En su entorno, la
democracia burguesa tolera la existencia de contradicciones
interburguesas, puesto que estas definen su movimiento de reafirmación y
determinan el rumbo de la acumulación de capital, en torno a la
explotación.
Significativamente en cuanto a las contradicciones
antagónicas con el proletariado, la democracia burguesa pretende
velarlas, catequiza que “todos somos ciudadanos en igualdad”, cierra el
paso al planteamiento radical de la cuestión (como dijo Lenin jamás
podrán ser iguales burgueses y proletarios), e instrumenta todo tipo de
mecanismos para que en especial el antagonismo fundamental no pueda ser
puesto en escena por el proletariado.
Gobernar sobre la base de
la explotación capitalista, conceder la libertad de ser explotado por
cualquier capitalista, garantizar el proceso de acumulación de capital,
afirmar la soberanía de la burguesía y en especial de la oligarquía
financiera sobre el territorio nacional, sus recursos, su industria y el
mercado nacional; son la sustancia sobre la que se mueve la democracia
burguesa.
El Estado nacional, los 31 gobiernos estatales de la
República y el Gobierno del Distrito Federal aparecen como mediadores
entre los intereses burgueses, así como entre estos y los intereses de
las demás clases o sectores de clase, en el marco que lo permiten sus
controladores y poseedores, de los que destaca por excelencia de entre
la clase burguesa, la oligarquía financiera.
La democracia
burguesa tiende a sostener efectivamente una emancipación política
limitada, como instrumentación a que los individuos puedan explotar o
ser explotados, oprimir o ser oprimidos. Que tratándose de la sociedad
capitalista, y sus leyes de acumulación, se trastoca en la opresión y
explotación de las inmensas mayorías por unos cuantos, no existe una
emancipación de la naturaleza de clase de los individuos, al contrario,
se trata de una reafirmación de su condición material.
Para ser
concretos, los derechos humanos y políticos que postula la democracia
burguesa realmente consagran la desigualdad entre las clases y purifican
el proceso de acumulación de capital, pues es respetado así sea
hipotéticamente todo acto humano siempre y cuando no atente contra la
propiedad privada, tal y como está gravado en la Constitución Política.
¡Bendita manera de ocultar la dictadura de la burguesía sobre los
explotados!
La democracia burguesa consagra al proletariado y el
campesinado pobre como servidores de los mezquinos intereses del
capitalista. La democracia burguesa no libera al hombre en abstracto,
sino a las relaciones sociales de producción capitalista que permiten
acrecentar la riqueza material de unos cuantos. El proletario sigue
encadenado a su condición de clase explotada y oprimida.
Tan
superficial es la democracia burguesa con respecto a lo que ha
conquistado de libertad “aclasista” que en las batallas electorales los
partidos contendientes, lo mismo asimilan que pierden votos por unos u
otros hechos eventuales. El motivo podemos encontrarlo en que:
a)
Los intereses de las clases explotadas no pueden tener salida por estos
causes, debido a que estos se apoyan en la socialización de los medios
de producción, por eso la democracia burguesa da por descartada la
conciencia de clase respecto de sus verdaderos intereses.
b) La
burguesía detenta el control de los instrumentos democráticos y de los
medios de producción de los que se sirve la difusión de ideas, la gran
prensa, las televisoras, las radiodifusoras.
c) Cuando se trata
de amplias participaciones populares se mantiene a resguardo la
estructura económica capitalista por las leyes supremas de la nación
constituida, a resguardo está la política económica, la inviolabilidad
de la propiedad privada, sus leyes y sus instituciones.
d) En las
grandes participaciones populares se evidencian hechos tales como el
impulso a manifestar nuestro repudio a las políticas preponderantes en
los Estados y su deseo de cambio respecto de lo que se vive bajo la
democracia burguesa, pero dichos intereses quedan restringidos, el poder
económico de la burguesía encuentra un destacado refuerzo legitimador.
Como
queda asentado, prevalecen como elementos clásicos de la democracia
burguesa, la república democrática burguesa, el constitucionalismo, el
parlamentarismo, el sistema de instituciones públicas y el sistema de
partidos políticos burgueses. Este es el esquema sobre el que se explaya
la dominación del capital en general.
Aunque esta conclusión es
correcta, resulta insuficiente si no se consideran condiciones más
particulares que operan alrededor de la democracia burguesa en América
Latina y en México. Es necesario señalar otros elementos
particularidades como la tradición y el desenvolvimiento histórico
propiamente mexicano, la rigidez de las relaciones sociales de
producción y el grado de concentración y centralización del capital
(este en particular, de suma importancia), el peso de sectores burgueses
retrógrados fincados en la gran propiedad de la tierra y el dominio
imperialista, el despilfarro del gasto público en las instituciones de
la democracia burguesa, el parasitismo de su burocracia, el
corporativismo, el nuevo sistema de gran propiedad monopólica sobre la
tierra que restringe la movilidad social en algunos estados y que obliga
en otros a una intensa inmigración según sean los patrones de
producción, y muchas violaciones de las normas democráticas.
Estos
factores en ciertos grados contradictorios y retardatarios, resultan
ser indispensables en la supervivencia del sistema y su democracia,
hasta se permiten recrearse con el juego-sueño de “alcanzar el ideal
democrático”.
Junto a las grandes presiones de la lucha popular,
los elementos señalados, son un puente en unos casos tendido por la
burguesía, y en otros, simplemente utilizado por esta para asegurarse el
traspaso “inconsciente” a la organización estatal fascista. La base
material del fenómeno democrático trae el paquete completo, la
“anomalía” fascista como complemento a la línea inviolable de la
sacrosanta propiedad privada, cuando la democracia deja de presentar sus
delicias. Los miles y miles de asesinatos, desaparecidos, torturados,
heridos, encarcelados y perseguidos es un saldo a estas alturas
incuantificable en el que se trasmutan la una por la otra cara de la
democracia burguesa.
La democracia burguesa aquí sintetiza a lo
sumo las condiciones en que se encuentra el capitalismo y la clásica
línea de perpetuar la acumulación capitalista, la propiedad privada, y
el individualismo que resguarda el modo de vida burgués.
La
maniobrabilidad de la democracia burguesa está constreñida al ejercicio
del poder político y económico de los monopolios, velando los
antagonismos de clase, de ahí la sordidez de las instituciones con
respecto de la violencia ejercida contra nuestros intereses. Actuar bajo
el influjo de las premisas de la democracia burguesa manteniéndose en
la esfera de inviolabilidad de los cimientos del sistema, es convertirse
en agentes de los monopolios, en administradores de los intereses
capitalistas, en gestores del Poder de la burguesía.
Señalaremos
de pasada que la democracia burguesa, pese a su esencia y sus artimañas,
no es ajena al proletariado en la medida en que esta le asegura una
participación política, una posibilidad de acción y una vía útil para
fortalecer las premisas de la inevitabilidad histórica de la revolución
violenta.
La utilización de la democracia burguesa es
indispensable en la defensa de los intereses de clase, tomemos por caso
la sindicalización y los derechos de asociación. Con la condicionante de
que partimos del principio de clase consistente en que el proletariado,
sus organizaciones y su partido político estén concientes y organizados
de manera tal que no sean envueltos en la vorágine de la legalidad
burguesa, logrando siempre anteponer su carácter revolucionario a la
árida proclamación de eternidad capitalista que supone la democracia
burguesa, o a la adopción de principios de democracia burguesa para
arribar al socialismo de acuerdo a las fantasiosas vías pacífica,
nacional, parlamentaria, gradual, y otras excrecencias por el estilo.
Vamos
corroborando que la visión idealizada de la burguesía sobre su régimen
es natural para ella, corresponde a su afianzamiento como clase, le es
permisible todo cambio que apunte en la dirección de acrecentar su
capital, asegura la primacía de valores burgueses absolutos.
Bajo
la democracia actual la dictadura del capital se sostiene, no se retrae
de los objetivos históricos de la burguesía: acumulación de capital y
expansión de su régimen. Como tampoco deja a un lado sus objetivos
particulares del presente proceso para la oligarquía financiera y sus
partidos políticos: librarse de la legislación laboral, librarse de las
restricciones antimonopólicas y antiprivatizadoras, de acuerdo con su
concepción neoliberal. Más sí cobra relevancia la concepción
autoritaria, y fascista de mantener las riendas del Estado. El
despotismo neoliberal busca diseñar una democracia de oropel aplicando
todos los recursos a su alcance para prolongar su Poder a pesar de sus
resquebrajados principios.
5.- Poder, Estado y Régimen
Poder,
Estado y Régimen son conceptos que interpretan en distintas categorías y
rangos la dirección de una sociedad dividida en clases, a manos de una
clase que detenta los medios de producción fundamentales. Es ya un vicio
el que se acepte pero no se observe estas nociones básicas.
El
Poder , se tergiversa con la esperanza de que se permita seguir hablando
de él en tanto relaciones de fuerza entre las clases sociales, o que se
canonice por “la izquierda” la idea de Poder como los espacios
conquistados dentro del sistema capitalista no tanto para reforzar la
lucha contra éste como para obtener prebendas, con la tendencia a
referirse como Poder del pueblo. O bien se nos inculque el Poder como
“la capacidad de una clase social para realizar sus intereses objetivos”
según la vieja opinión de Nicos Poulantzas, erigida lamentablemente en
tesis del oportunismo; suplantando vilmente lo más valioso de la teoría
sobre las relaciones de poder y su centralidad en la lucha de clases,
tendiendo a aflojar de ésta la batalla por la toma del Poder como meta
de la revolución proletaria.
El uso del concepto Poder en forma
libre y cotidiana ha derivado en interpretaciones aproximadas, no
siempre plenamente correctas, nosotros no nos vamos a mortificar por el
empleo generalizado del concepto particularmente en torno a la “división
de poderes”, ni a la vieja estratificación feudal de poderes en
primero, segundo, tercero, y el cuarto agregado, o la distinción entre
lo económico y lo político. Eso sí, sin admitir tampoco las intenciones
evidentes de manosearlo y degradarlo para oscurecer todo cuanto hay de
trascendente en torno a la concepción materialista sobre el Estado y el
Poder, sobre el Poder del Estado para acabar.
A igual tónica es
normal y justo hablar del Poder político, económico, y todas sus
subdivisiones, enfáticamente en ellas solo se indica lo que les atañe,
es decir, a lo que se circunscriben cuando se habla de dichas “partes”
en términos de especificidad; el error frecuente es que se les
disecciona de tal manera que ante nosotros aparecen como entes aislados,
como partes del Poder que sin necesidad de ser reunidas, detentan una
parcela importante del mando social, lo que es peor, se les suele poner
en un nivel de igualdad o equilibrio que anula la realidad de las cosas
con respecto de la dirección social que en estos momentos ejerce la
clase de los explotadores. Acaso esta sea una de las polémicas más
delicadas de lo singular en torno a la cuestión del Poder, entre los
revolucionarios de un lado y el liberalismo en comparsa con el
oportunismo del otro lado. Agotemos esta discusión, si hemos de hablar
del Poder económico y político, debemos tratar el problema, en el
sistema capitalista las formas del Poder burgués se presentan en dos
connotaciones fundamentales indisolubles en el fondo, estas son: 1.- las
relaciones de propiedad, y 2.- las relaciones de dirección social.
Se
desprende inmediatamente de ello, y por otras problemáticas sobre el
carácter de la lucha de clases, otra polémica igual aguda referente a
que el Poder no encuentra su centralidad en torno a la posesión de los
medios de producción, una aberración que se aprovecha con ventaja debido
a las complejidades de la vida social posmoderna, donde son propicias
las acciones de mando sin que medie necesariamente la posesión de
capitales, simplemente desde la oficina administrativa de “x” o “y”
dependencia estatal, o hasta de alguna organización. Ello es solo un
engaño que no por el hecho de darse el escenario, los dictados de lo que
se hace dejen de estar tras bambalinas, en forma indirecta, desde la
óptica e intereses de las clases dominantes.
Por su parte, el
Poder al que nos referimos en su forma más general pone de manifiesto
las habilidades, las facultades, la potencia que son dados por la
propiedad de los medios de producción y su acumulado de riqueza; en
suma, dicho Poder de clase se sustenta en la posesión de dos elementos
claves para eso, el Capital y el Estado.
Dicho Poder naturalmente se expresa en cuerpo y alma en el Estado.
El
Estado . Fijemos nuestra atención en lo que es el Estado, a lo que
obedece su existencia. Oficialmente se dice que es el cimiento de
nuestra sociedad, cercano pero pretencioso. Por su parte, en el extremo
del error el radicalismo pequeñoburgués sostiene que es el mal mismo de
la civilización, un juicio crítico en un sentido pero fuera de enfoque
histórico. Si queremos tener una idea clara del Estado mexicano, debemos
partir de su historia, de sus hechos y estructuras, sin descuidar todo
cuanto se dice de él, esta cuestión obviamente se sale de los objetivos
de este apartado, por tanto el asunto será retomado más adelante, no
obstante asentaremos algunos elementos.
Muy particularmente todo
cuanto se dice del Estado ayuda a comprender las nociones que las
distintas clases sociales se forman al respecto, en donde se bosqueja
así sea en medio de absurdos, el programa de las mismas en relación con
él. Solo así podremos hablar del carácter del Estado mexicano del modo
más amplio, objetivo, plástico y especialmente activo.
De un
extremo a otro se conjugan todo tipo de interpretaciones sobre él, lo
que resulta invariable es que siendo el Estado un órgano social de gran
extensión puesto como vía de tránsito de la actividad social, destaca
siempre en la visión de las clases y capas sociales el fijar su posición
respecto de él; por eso puede desprenderse de cierto que el Estado
juega un papel central en la sociedad capitalista, define, concretiza su
Poder político. En consecuencia es responsable en buena medida de los
problemas del sistema, no es gratuito que entonces el Estado esté en el
centro de la discusión.
Lo primero que no se debe olvidar sobre
el Estado actual es que todo cuanto lo conforma como relaciones sociales
sobre la organización del territorio, lo público y lo civil se
encuentra subordinado a hacer que la propiedad privada se conserve para
asegurar la acumulación de capital. Del cómo se logra esto cada obrero,
cada campesino lo perciben directamente en su despojo de cuanto crean
para que unos cuantos se beneficien. El Estado es el aparato de control y
mando burocrático, administrativo, policíaco, militar, judicial, social
y parlamentario por donde deben certificarse los actos de nuestra
sociedad, aparato que asegura infaliblemente la aplicación de la
democracia burguesa, las leyes económicas y jurídicas para el
engrandecimiento de la propiedad privada.
El Régimen político
económico y sus acciones. El Régimen, la forma en que se gobierna el
país es ya la garantía inmediata de las clases explotadoras para que se
operen las normas y reglas que les permiten sostenerse como lo que son.
El Régimen es la aplicación y el uso sistemático del Estado para dar
rumbo a la política y la economía del capitalismo como fácilmente puede
verse en los asuntos cotidianos del Régimen actual que constituyen el
eje de su política. El Régimen aplica el recurso del método en
cuestiones de Estado para que la burguesía se mantenga en el Poder, el
Régimen es la vida que cobra el Estado burgués.
La burguesía se
ha asegurado la llamada continuidad del Régimen por diversos mecanismos,
todos sustentados en el potencial económico de los monopolios, uno de
esos mecanismos fue durante mucho tiempo la inflexibilidad política ante
los intereses populares revestida de nacionalismo revolucionario del
priismo, ahora en su auxilio se destaca el sistema de partidos que
afirma el principio de dirección gran burguesa sobre la sociedad, otro
consiste en el establecimiento de una misma política económica por
encima de los cambios sexenales y sujeta a la voluntad de las grandes
corporaciones nacionales y extranjeras, otra es el establecimiento de
mecanismos de ligazón entre la burguesía y el Estado en los diversos
niveles de la actividad administrativa del gobierno; para que al final,
ante cualquier imprevisto, siempre se haga la voluntad de los monopolios
por encima de los “caprichos o extravagancias” de algún gobernante.
Los
“cambios de régimen” han dejado de ser la mayor preocupación de la
clase capitalista, sabe perfectamente que los colores de los partidos no
le hacen daño, aún cuando sus facciones tengan preferencias, tiene al
Estado blindado y vacunado para todo tipo de virulacos, y al régimen
concreto, para que al cambiar todo quede igual. La burguesía se asegura
de ello auxiliándose de la legalidad y normativas del gobierno, en
especial de su democracia, abre la llave de sus recursos económicos y
del Estado en la dirección que le interesa, no conforme con esto, en su
pragmatismo previamente reparte los gabinetes y puestos claves entre sus
personeros más firmes aún antes de los procesos electorales, definiendo
lo que ha de ser la política del siguiente gobierno, dictaminando su
orientación. Su preocupación está en otro lado, en mantener a las clases
explotadas y oprimidas en la misma relación, para que no busquen
asaltar el Régimen y el Estado mismos.
Cualquiera sabe que no
todo es idilio y satisfacción, se puede verificar que aún entre los
personajes de la política burguesa existen quienes se adaptan menos
rápido a los cambios de bandera que exige el capital financiero,
sustentando a ultranza principios enmohecidos sobre la dinámica de
acumulación capitalista, los hay de las más diversas corrientes
nacionalistas hasta en el PAN, siendo últimamente apartados de donde
puedan causar malestar al patrón de acumulación capitalista. La
burguesía tiene que remar con todos, los requiere para las distintas
labores del sistema, y en algunas esferas significan concesiones a
facciones menores de su clase como los pequeños industriales, hoteleros,
etc.
Así las contradicciones interburguesas se han llegado a
reflejar en el seno del propio Régimen, y particularmente en las cámaras
parlamentarias, a pesar de las cuales todo funciona como le es preciso.
Esta situación lleva a la creencia de que entonces el Régimen puede
cambiar evolucionando a otro “más social y humano”. Una opinión
agradable que lamentablemente, se abstrae de los pilares del Estado
expresados en cualquiera de los regímenes posibles del capitalismo, y de
la naturaleza que adquiere la Política de Estado como expresión de las
relaciones que lo conforman y lo hacen prevalecer. Un cambio de régimen
debe ser acompañado de un cambio de Estado y de poder de las clases
sociales.
6.- Poder económico y Poder político
Tocamos
la hondura de los problemas de la democracia en México su sistema de
producción expresado en el Poder con dos implicaciones. Introduciéndonos
en especificidades, el Poder político no puede marchar más allá de los
límites mismos del Poder económico del cual obtiene su vitalidad y su
fuerza, no es este último un “Poder detrás del trono”, sino la fuente
misma de las facultades de dominio de los capitalistas que se expresa en
lo político a través del Estado y sus aditamentos, es decir, a través
del Poder político. El Poder político la burguesía lo ejerce mediante el
organismo estatal, aquí ha habido mucha confusión de la mano de un
hecho: que en el ámbito político la burguesía alcanza nuevos frutos por
encima de su punto de partida económica, lo indescartable es que la
clase capitalista por ser dueña del capital se mantiene como rectora de
los asuntos del Estado y de la democracia por práctica, por política, y
por ideología.
En la cumbre del Poder político en México, la
dictadura perfecta se sostienen en orden de importancia: 1.- el
imperialismo yanqui, 2.- la oligarquía financiera internacional y
nacional, 3.- los grandes burgueses industriales, agrícolas, ganaderos,
comerciales y de servicios, 4.- los cárteles de la droga, 5.- las altas
burocracias de los principales partidos, y 6.- el alto Clero. Pero en
este entramado lo que sobresale como razón es el Estado burgués como
instrumento de control de la oligarquía financiera mexicana e
internacional sobre los obreros, campesinos y capas populares. En el
acto se ve el papel, es un Estado al servicio de los monopolios. El
Capitalismo Monopolista de Estado en México opera de tal forma que nada
escapa al criterio de clase gran burgués en el poder económico y
político. Inevitablemente los poderes políticos y consecuentemente en el
sistema de su democracia, se ven adscritos al riguroso orden del
capital financiero.
El argumento del capitalismo es el dominio de
leyes económicas de obtención de plusvalía, la extrapolación del
mezquino interés de acumulación de capital en unas cuantas manos, leyes
que se han visto desarrolladas a un nuevo nivel con la consecuente
aparición de los monopolios. Hoy el sistema apareja las viejas leyes
capitalistas con otras nuevas venidas de la actuación monopólica y del
capital financiero, más perniciosas para los trabajadores, reveladoras
del código de expoliación burguesa.
En esta categoría, la
cuestión del Poder, que para su estudio se compartimenta en económico y
político, es un todo, a pesar del dolor de muelas en muchos
socialdemócratas creyentes de la interpretación del “bloque histórico”.
Interpretación que como señores del consenso y la concesión, no paran en
mientes sobre lo que implica la democracia del capital, el poder que
estructura en su entorno y que le simboliza; sin siquiera percatarse que
dicha idea pertenece a una forma de conciencia burguesa en determinadas
fases de su desarrollo; sin detenerse en ubicar los procesos históricos
que van acentuando el carácter del Estado, más allá de las facciones de
la clase dominante que ejercen capacidad de mando. Corren espantados
ante el hecho de la preeminencia de las relaciones sociales de
producción capitalista en la fase actual, mistificando viejas y cretinas
ideas del romanticismo económico sobre el posible equilibrio de las
clases y el Poder.
Hace algún tiempo podían darse esas
confusiones, eran hasta normales en los ambientes en que la oligarquía
financiera se debatía contra las otras capas de su propia clase social
por desarrollar el sistema. Si bien caía en pugnas constantes,
inevitablemente por uno u otro camino terminaría rematando el proceso de
concentración y centralización de capital, dando paso a la
consolidación del capital financiero.
Este fenómeno puede
confirmarse observando simplemente las distintas rutas que siguieron los
grandes burgueses en México para dar paso, al capital financiero y su
cambio de rol como oligarquía financiera en su punto de remate. Con la
resultante de que si bien engrandecieron su poder interno frente al
Estado (que un tiempo no solo le sirvió de puntal, sino que jugó el rol
de organizador de una clase bastante débil), hasta lograr asumirse como
clase dirigente sin ninguna cortapisa; en el plano internacional el
proceso se operó a la inversa y dicha clase se empequeñeció al igual que
su Estado en el concierto de los monopolios transnacionales, así su
pregonada democracia quedó bien sujeta a dictámenes internacionales de
las principales esferas imperialistas. Pues la oligarquía financiera
nacional con todo y su inmenso acumulado ya no controla el ciclo de
producción capitalista ni interno ni mucho menos hacia el exterior, éste
es controlado en mayor grado por los imperialistas, los que en voz de
Enrique Krauze nos mandan un fino mensaje: que nadie ose tocar sus
intereses.
Esto último también se expresa en la escasa influencia
que hoy ejerce la diplomacia mexicana en la ONU, en la participación
trivial de México respecto de los organismos internacionales que definen
las reglas del comercio mundial, en la imposibilidad de hacer cambios
al mismísimo Banco de México ni al desarrollo industrial, en el juego de
Fox como peón imperialista, en la labor de Calderón como gestor de la
crisis y el narco-poder, en el desempeño de Peña Nieto como títere del
gran capital, en la contradictoria política exterior del PAN, el PRI y
el PRD.
¡Cuánto se nos insiste en estos días precisamente en esa
ruta de “cambio de Poder”, sin que eso cambie, haciendo a un lado todo
aquello que da verdadera cuenta de los actos de la clase social que está
en el Poder y a la cual se le encubre para que siga ahí, acaso
removiendo viejos escollos que solo hacen más eficiente sus instrumentos
políticos!
Poder político y Poder económico son dos componentes
de la hegemonía de la clase dominante, o en otros términos, el Poder de
la burguesía sobre la sociedad es económico y político, se manifiesta de
conjunto en los siguientes elementos:
a) Prevalecen las
relaciones sociales de producción capitalista. La contradicción
capital-trabajo es mantenida en la línea de maximización de ganancias a
expensas de la más extrema explotación de la fuerza de trabajo.
Extensión de la pauperización y el hambre como consecuencias del poder
burgués.
b) Los principios económicos de competencia
desenfrenada, valores individualistas aplicados, y sed de ganancias,
rigen la ideología de la clase dominante.
c) En el plano
concreto, en que los monopolios nacionales e internacionales en estrecha
colaboración dominan el panorama económico del país; todo conduce a
mantener en completa sujeción al Estado mexicano por el servicio de la
deuda, el despojo de las paraestatales y su dependencia del mercado
internacional.
d) La economía nacional se encuentra supeditada a
la economía imperialista yanqui, siendo además éste el origen de los
principales monopolios extranjeros. Las acciones fundamentales del
Estado y los monopolios obedecen a los mismos preceptos de la
acumulación capitalista en gran escala, dictados desde el FMI, el Banco
Mundial, Washington y Wall Street
e) En que los principales
puestos del gobierno son ocupados por personeros del gran capital
nacional y extranjero. La acción del Estado se alinea a ser el soporte
político, administrativo, ideológico y militar de las relaciones
sociales y contradicciones del capitalismo. El despojo sistemático de
los mismos recursos del gobierno por parte de la clase capitalista y el
imperialismo. La supremacía de los estilos y dinámicas empresariales
monopolistas de lucro al seno de la administración estatal. Y la
corrupción de gran calibre para romper viejas restricciones
antimonopólicas en el Estado mexicano.
f) Finalmente, el ejercicio de una tributación onerosa contra el pueblo, distribución desigual de la riqueza en alto grado.
Puede
verse cuán estrechos avanzan estos dos aspectos del Poder burgués, y
además, cuán adelantadas están las bases para que las dificultades que
en lo económico tiene la burguesía, trasciendan a su aspecto político,
caracterizándose por la crítica situación de subordinación frente al
Estado imperialista yanqui y las presiones de la oligarquía financiera
internacional contra el Estado mexicano.
Los anteriores elementos
nos acercan a la realidad actual de México bajo el dictado del Poder
capitalista. Así se viene extremando en la crisis del sistema económico e
institucional ante la nueva correlación de fuerzas dominantes, en el
entrelazamiento con los monopolios internacionales, en el desgaste de
los antiguos esquemas políticos de control sobre el pueblo, en las
ineficacias del servicio burocrático, en el actuar de las facciones
partidistas, y el de los mismos magnates.
Capítulo IV
El Orden establecido
En
ningún país fue la burguesía tan vergonzante para ocultar sus fines y
hablar a nombre de los trabajadores pretendiendo anteponer sus intereses
a los de estos, y ahora que se decide a llamar las cosas por su nombre y
descubrirse como la principal y esencial fuerza de la sociedad, lo hace
en medio de tensiones mayores que no se esperaba, pues emprende la
carrera justo en el momento en que cumple con su antigüedad. Hasta
quiere dar cátedra de libertad justo ahora que el país está a
disposición del complejo económico imperialista y su política.
Como
se llega a un momento de debacle económica y política, va entonces a
hacer el arranque de la renovación estatal bajo los viejos códigos de
mando, readaptando sus estructuras políticas a los propósitos y
necesidades de relaciones sociales nefastas.
La ofensiva, la
agresión política, y la intransigencia económica dictan su movimiento en
pro de la modernización del Estado para asegurar que la capa más
retrógrada y más rapaz de la burguesía se consolide como el gran patrón
de México, la democracia del capital financiero, creando mayores
calamidades a las clases que viven ya en condiciones paupérrimas.
Pero
los cálculos de la burguesía y el imperialismo por afianzar su total
dominio sobre México si bien tienen muchos puntos de apoyo material e
ideológico, están errados en varios elementos vitales: 1.- ninguno de
sus partidos políticos está en condiciones de decidir respecto del
futuro del país, 2.- ni Carlos Slim, ni el Grupo Monterrey ni ningún
otro magnate o monopolio cuentan con el atractivo hacia las masas por
tanto saqueo en que se han involucrado, 3.- ningún representante burgués
está en condiciones de parar la catastrófica crisis que no acaba de
llegar a lo más hondo, 4.- ningún programa político burgués puede velar
el problema de las contradicciones de clase que viene poniéndose en la
palestra desde los tiempos de la Revolución de Independencia, la Guerra
de Reforma, la Guerra nacional contra la intervención francesa y aún más
la revolución de 1910-1917, y, 5.- ningún capitalista o sus
representantes pueden seguir haciendo caso omiso de la lucha popular
democrática, antiimperialista y revolucionaria hoy nuevamente en una
tendencia progresiva de acumulación de fuerzas.
Retomemos el debate revolucionario sobre estos problemas.
1.- El Estado en México
Hace
un buen tiempo que las cosas del Estado vienen operando bajo el manto
de los intereses burgueses, solo que los cambios acontecidos en el mundo
desde la última gran crisis mundial de los años 70s vinieron a empeorar
el asunto. La efervescencia de la acumulación extrema trae consigo los
esfuerzos gran burgueses por conseguir un empotramiento mayor del Poder
burgués en lo económico y lo político amenazando a los obreros, a los
campesinos, a los indígenas, a todo el pueblo mexicano. La burguesía
hace todo cuanto está a su alcance para preservar el aparato de control
que le da forma, conserva y ensancha su Poder, revalida su mando, se
otorga más atributos de clase dominante.
Las consecuencias de ese
control y mando están a la vista, de las viejas promesas desarrollistas
no quedó más que un país atado y postrado ante los monopolios, han
dejado al pueblo hundido en una miseria como no se había visto nunca
antes; de la demagogia sobre la expansiva democrática no quedó más que
como siempre la pura palabrería; y así sucesivamente la libertad, la
justicia, la igualdad y otros sagrados preceptos del republicanismo
burgués quedan evidenciados en toda su tendencia de clase por la magia
del poder omnímodo del capital. Máxime el rigor que cobran en México las
relaciones sociales de producción intensificando la explotación del
trabajo. Cuando un Poder asegura que todo ocurra así, quiere decir que
la arquitectura de dicho Estado es ajena a los intereses del pueblo, que
el edificio se creó y se sostiene aún con nuestro sudor, nuestra
sangre, nuestros sufrimientos.
En esa medida el Estado mexicano
ha mostrado firmeza en su rol, en situaciones muy adversas debido a las
condiciones y mecanismos en que el capitalismo dio sus frutos, un
escenario tan complicado que le mereció los elogios de las facciones más
reaccionarias de la burguesía de dentro y de fuera. Sin duda alguna, es
difícil pensar en que otros Estados se pudiesen sostener en las mismas
condiciones, entre uno de los movimientos campesinos más fuertes de
principios del siglo XX, constantes protestas obreras y de otros
sectores durante todo ese siglo, la amenazante presencia del
imperialismo yanqui, la permanencia de restricciones elitistas en torno a
la acumulación capitalista, y otros fenómenos adversos.
Aprovechando
los diversos procesos de la lucha de clases en su favor, la burguesía
cosechó sus triunfos. La potencia y capacidad del Estado mexicano pasó
su curso entre las guerras campesinas de la revolución mexicana, las
batallas contra la clase obrera y la pequeña burguesía, aprovechó el
cobijo del imperialismo yanqui y sus otros imperativos. De todo salió
graduado con altos honores y reconocimientos. Se le ha glorificado la
crudeza represiva con el estilo alemán, la demagogia populista y el
partidismo con los del revisionismo soviético, la corrupción pública con
la italiana, la ligazón burguesa y su acción gangsteril con el Estado
yanqui, el corporativismo y vigilancia de la sociedad con las dictaduras
militares latinoamericanas, y hasta la ineficacia histórica del cuerpo
administrativo es elogiada entre burlas porque al final hace prevalecer
los intereses materiales del capital.
Sorprendentemente, en un
tiempo en que estaba sobradamente aclarada la esencia misma de los
Estados como soportes centrales de la contradicción capital-trabajo, el
Estado mexicano surgió con una pretenciosa renovación humanística al
margen de las clases, y a la vez “en pro de los desprotegidos” (esto
como para continuar con las mismas artimañas ideológicas de los
opresores de antaño), desarmando al pueblo de la crítica de las armas
del 1910 al 1917 de una parte, y de otra armándole para la batalla por
los preceptos del capital, consagrando e idealizando la sociedad
burguesa en la Constitución de 1917.
No hay necesidad de exagerar
las cosas ni un tantito, sin duda alguna muchos personajes y clases
sociales enteras creyeron que construían otra cosa, lo cual era normal e
inevitable entre tanta polvareda, en virtud de esas dos tendencias que
operaban en el Estado entre la democracia y antidemocracia como puntos
de apoyo sociales. Mas las leyes económicas hacen poco caso de los
deseos, y las tendencias fueron ajustándose en medio de batallas, al
final aconteció que el conjunto de la sociedad fue enrolado en la lucha
por consolidar el modo de producción capitalista; así el Estado burgués
mexicano vino templándose al compás del desarrollo de la sociedad civil
burguesa.
En una forma muy especial, dice de sí mismo que es un
aparato que se prosterna ante lo social, ante el interés común, cuyos
actos son dictados por lo general, lo trascendental para la historia del
país, etc., sin dejar de cumplir ni un instante con los apetitos
burgueses, con los intereses privados; una combinación altamente
explosiva que incurre en contradicciones palpables, que solo dispara los
antagonismos de clase sin perder la compostura y naturalidad, tratando
de encarnar en el discurso aquella tendencia que se empeñó en aplastar
con mucho éxito.
Todo lo manifestamos así sin prevenciones,
partiendo de verdades tan elementales a sabiendas de que se nos lance la
acusación de faltos de mayores razonamientos. No obstante un rasgo
notable es que por más ingeniería política y por más recubrimientos, los
soportes y propósitos primarios del aparato estatal burgués están para
hacerse valer en contra de los intereses populares. Todo se clarifica
cuando se repasa lo que han significado las últimas décadas en materia
de acción estatal: violación de derechos políticos y sociales, una
política económica de Estado sistemática para expoliar, pauperización,
una proyección nunca antes vista de la oligarquía financiera.
Por
algo los conceptos morales, las doctrinas legistas y la propaganda
alineada al espíritu burgués están dispuestas a fin de obscurecer la
esencia del Estado como buenos instrumentos suyos. Con el inconveniente
de que tanto por lo que éste acciona y lo que arroja en su largo
existir, como por la corrupción de sí mismo (es decir, su desgaste, la
falta de escrúpulos de sus personeros y todas sus perversiones
institucionales), resulta sumamente verdadera la sentencia de que no
deja de ser el aparato de control de una clase social sobre otras.
No
es el aparato de un bloque o facción, sino el de toda una clase social
privilegiada que se vincula directamente a la defensa de la propiedad
privada, aún cuando en su conjunto esta clase ceda la dirección de los
asuntos de Estado a las camarillas prominentes o a las facciones dotadas
del mayor potencial económico, aún cuando éstas y sus representantes
puedan hacer los actos más ultrajantes y despóticos contra la legalidad,
aún cuando se asuman como propietarias del Estado; sus prerrogativas
siguen siendo las mismas de toda la clase social a la que pertenecen, a
pesar de la conducción más mezquina, elitista del régimen, consistente
en garantizar la acción de las leyes de la producción capitalista, el
mercado y la distribución de ganancias en primer lugar para los
monopolios, lo que no puede dejar de ocurrir en vista de su potencia
económica, solo la acentúan. Esas reglas nunca dejan de ponerse en
primer plano aunque con otras “variables” en el extremo de su capacidad
de funcionamiento, cuando el Estado está “diluido” en la defensa de
intereses nacionales y hasta pequeñoburgueses- es decir, no deja de ser
la defensa de un proceso histórico de acumulación capitalista, en apego a
circunstancias que dictan uno u otro comportamiento “social” de los
intereses capitalistas.
2.- Orígenes, estructura y principios
Ya
que se tienen los resultados finales hacia donde conduce el desarrollo
del sistema capitalista, hay que volver sobre sus pasos por su
reinterpretación como proceso histórico para integrar nuestras propias
perspectivas en su crítica, campo de disputa entre el olvido y su
asimilación consciente.
Nuestra historia está plagada de
situaciones cruciales para el desarrollo social que no acabaríamos de
enumerar, situaciones que fueron transfiguradas en “incidentes” de poca
monta, casuales, oscilantes y faltos de consistencia con la base
material, que en realidad perfiló el desarrollo del capitalismo.
Interpretaciones
de ese tipo se preservan en el campo de la noción superflua que hace la
burguesía evitando nos alimentemos de la experiencia, ni encontremos
jamás la forma correcta de integrarla, de revalorar las justas
dimensiones de nuestros procesos, y las deficiencias propias. De esta
manera debemos hacer acopio del conjunto de nuestros procesos, y
necesitamos recurrir a los procesos mundiales a los que llevamos siglos
integrados.
Reunidos ambos aspectos, sirven de medidores y
catalizadores de aquello que no aparece claro por falta de elementos
materiales que disolvieran viejas creencias e impusiera dinámicas de una
continua interpretación estrecha, recortada, maniquea, fantasiosa,
ilusoria, y prejuzgada de nuestra historia, a veces reforzada por
nuestras limitaciones como clases explotadas y oprimidas a las que solo
se nos permite ver y vivir en segmentos muy poco claros del contexto
social. Por eso cada vez que volvemos a ella nos encontramos con
valiosas revelaciones para la lucha de clases.
En la tensión de
nuestra historia tomamos el punto con respecto a la aplicación de los
preceptos del republicanismo y el federalismo en la estructura del
aparato estatal. Esta aplicación va muy de la mano de las
particularidades en que la burguesía se aseguró del Poder a lo largo de
dos siglos, en dicha aplicación es visible la simbiosis con formas arto
verticales en la manera de ejercer el Poder, la supeditación de muchos
aspectos democráticos básicos en la vida nacional a los imperativos de
la acumulación capitalista irrestricta.
Estos hechos han llevado a
un error constante a los intérpretes oficiales e independientes, que
particularmente abrazan, comparten o mezclan los criterios sociológicos
de Tocqueville y Weber, según los cuales, el aparato estatal habría
surgido y sobre todo se habría desarrollado con independencia de las
condiciones materiales de existencia de los hombres y de las relaciones
sociales de producción que los rigen; y así prevalecería el espíritu de
libertad u opresión, el protestantismo o el catolicismo, el ingenio o
desatino de los pueblos y sus gobernantes, la tendencia al practicismo o
al burocratismo, el liberalismo o el “bonapartismo”, etc.
Vale
recordar que el Estado mexicano se consolidó en medio de una constante
vacilación frente a las clases reaccionarias representativas del antiguo
régimen colonial y por supuesto contra los parias. La debilidad
económica y política con que aparece la burguesía en México y su
refuerzo pequeño burgués tiene su explicación en varios aspectos
previamente establecidos largos de enumerar, de los que destacan los
siguientes: las consecuencias del despojo colonial; la convivencia con
relaciones sociales de producción arcaicas venidas del feudalismo y de
las antiguas formas tributarias indígenas; la inhabilidad de la
burguesía para adaptarse a los cambios del comercio internacional; el
encogimiento del mercado interno; la ineficacia de sus políticas, su
discontinuidad, y otras incapacidades; el peso del Clero, los
latifundistas y castas militares; el atraso de los medios de producción;
escasa presencia del proletariado; las restricciones a la movilidad de
la fuerza de trabajo; las limitaciones económicas y las restricciones
impuestas a la pequeña burguesía; el problema de las castas, y
finalmente; el atraso secular de los pueblos.
Estos son algunos
de los aspectos más sustanciales de la situación prevaleciente a la hora
en que la burguesía toma el Poder en sus manos. Especialmente
agudizadas por ese argumento superior que tocamos ahora: la falta de una
base firme de la producción y el mercado capitalistas que pospusieron
ruinosamente las posibilidades de dotar al Estado mexicano de orden y
cohesión. Con esa situación el ambiente fue propicio para las constantes
presiones de la gran propiedad agraria, el Clero y los sectores
militares, así como las inevitables pugnas internas, viéndose el Estado
burgués muy diezmado, cercenado y puesto a merced de las grandes
potencias (Estados Unidos, Francia, Inglaterra), atándosele hasta
finalmente integrarlo al sistema mundial del neocolonialismo.
Situación
que en lugar de ser superada en lo decisivo, donde la burguesía y la
pequeña burguesía debieron abocarse a destruir los esquemas de dominio
de los virreinatos y la Corona, a romper con los viejos compromisos, a
disolver los pilares del poder de los hacendados, a desatar los nudos
del desarrollo capitalista, a romper los lazos políticos con y entre las
capas parasitarias promonárquicas y conservadoras; se convirtió en un
lastre permanente pese a importantes batallas como las tempranas
conquistas liberales y la Reforma Juarista. En lugar de ello, la
historia tubo un curso de complicadas combinaciones erradas y
retardatarias, la situación incitó a la burguesía y la pequeña burguesía
a hacer uso de los recursos del Poder en las formas más ignominiosas,
preservándolos luego sin el menor recato o bajo burdas sutilezas con el
argumento de las prioridades y el carácter nacional; y peor aún, la
situación era trasplantada una y otra vez a nuevas y graves dificultades
como en las concesiones al Clero y las clases reaccionarias del campo,
el despojo de los pueblos, las concesiones (obligadas unas y otras
complacientes) a los países imperialistas, el sostenimiento de una gran
burocracia, con un fuerte aparato militar, así como el sostenimiento del
atraso en el campo y dificultades administrativas de todo tipo a la
mediana y pequeña burguesía, hasta el momento mismo en que estalló la
Revolución de 1910-1917.
La revolución mexicana puso finalmente a
la burguesía y un sector importante de la pequeña burguesía al frente
del aparato estatal, el recuento del siglo XX consiste en la
consolidación de dicho aparato correspondiente siempre a la dinámica de
un país económicamente atrasado en el que la clase dominante se empeñó
por afirmar su preponderancia en todos los renglones de la vida,
ajustando las cuentas a sus viejos aliados, fomentó el desarrolló de
ciertas industrias al precio de una escalada de explotación extensiva de
la fuerza de trabajo, combinó las formas represivas violentas con las
jurídicas e ideológicas que su chovinismo le dictó, se apoyó en esquemas
políticos de manipulación y control anquilosados y mantuvo en lo que le
fue posible un aislamiento del país (del proletariado y los campesinos
entre sí y con respecto a lo que acontecía en el mundo), filtrando
siempre todo aquello cuyo acceso no podía impedir por más tiempo.
El
aparato estatal es obra de las condiciones por las que atravesó el
desarrollo capitalista en México, naturalmente sus fundamentos
político-ideológicos se encuentran en los librepensadores europeos, la
Revolución en Norteamérica y la Revolución Francesa, así como en los
referentes posteriores de las revoluciones independentistas en América
Latina, siempre bajo una aplicación maniquea de sus principios.
Así
no hay que preguntarse (como lo hacen ciertas cabecitas embebidas de
idolatría a la democracia yanqui), el por qué en nuestro país siguen
dándose violaciones constantes a las leyes en todos los rubros, pues la
burguesía no consolidó, no podía, ni estaba en sus haberes, un régimen
particularmente democrático. Un régimen así no se lo permitía su sed de
máximas ganancias, no lo permitían las concesiones al imperialismo, ni
la acción del imperialismo contra los intentos de ejercicio democrático
burgués, no lo permitía la extrema pobreza de la población, la falta de
un punto de apoyo firme al desarrollo industrial y luego la resistencia a
buscarlo o crearlo, ni lo permitieron las urgencias por hacer frente a
la competencia interna y externa, como tampoco lo permitió la debilidad
económica de la burguesía en el contexto general para atender a un mayor
desarrollo general del país, pero también su propio eslabonamiento en
el sistema de dependencia económica yanqui. Estas circunstancias le
imponían a esta clase actuar despóticamente en el más amplio concepto de
la palabra y hacer uso de todas las formas imaginables para asegurarse
su hegemonía y su enriquecimiento. Los políticos de la burguesía
nacional y del imperialismo faltan a la verdad cuando achacan al pueblo
su incapacidad de vivir democráticamente, faltan por cuanto todo lo
hacen para imposibilitar cualquier acto salido desde abajo.
En
países como Estados Unidos o Francia fue posible y conveniente un alto
democratismo en algunos momentos históricos aún a pesar de la
resistencia de las clases opresoras (principales beneficiadas), pero no
en toda su historia y menos en la actualidad. En esos casos la clase en
el Poder necesitaba del recurso amplísimo de la democracia y división de
poderes por lograr o tener una correlación de fuerzas visiblemente más
favorable a ella, mayor terreno para la acción burguesa individual,
mayores ventajas en la potenciación de sus revoluciones industriales,
amplias ventajas de acumulación, sin subestimar el hecho de que la
presión de las capas populares y en gran medida el proletariado también
cumplió un importante papel en extender la base del desarrollo social y
para garantizarse el uso de atribuciones o ejercicios de control locales
y regionales. No es el caso de México y América Latina donde las
condiciones fueron muy otras y difíciles.
Para su mala fortuna,
llegó la hora de la metamorfosis, en aquellos países la situación ha
cambiado, ya dejamos atrás la etapa premonopolista, y eso dice mucho,
antes las burguesías de esos países necesitaron, por las buenas o las
malas, extender las facultades democrático-burguesas de sus Estados,
especialmente con la derrota de la clase de los hacendados y su
desplazamiento del poder, por así convenir al ascenso del capitalismo, a
su expansión progresiva, lo que terminó y dejó de ser tal, es decir
progresivo, cuando se completó el desarrollo del sistema y todo derivó
en el imperialismo que le da nuevos rasgos, para soportar la Ley de
maximización de ganancias circunscribiendo toda la cuestión estatal y
social a sus reglas, a sus dictámenes. Algo de ello nos dicen las
políticas racistas y xenófobas de los Estados Unidos y Francia con
relación a la población inmigrante, pero solo un poco, lo más destacado
es la dictadura de los monopolios multinacionales que ahí tienen sus
matrices.
En el concierto pueden distinguirse todos los tonos que
en conjunto componen el sistema mundial del capitalismo imperialista,
aún cuando las cosas no tengan los mismos alcances como en nuestros
países, la violación de derechos o la manipulación de la división de
poderes se manifiesta en todas partes.
Pero cuidado, esta
antiquísima acusación de los imperialistas a nuestros países, sin
penetrar en el fondo del asunto, sin la menor valoración de las
condiciones, haciendo uso de las ideas que más les son agradables a sus
oídos, atribuyendo todo a una perversión social innata en nuestros
pueblos; puede llevarnos al desatino socialdemócrata de pretender que
con la simple aplicación de los principios de la democracia burguesa
nuestros graves problemas se resolverían, sin parar mientes en las
contradicciones sociales que atravesamos y sus antagonismos de clase.
Detengámonos
brevemente en el siguiente detalle, todo un caso para reflexionar sobre
esa otra contradicción del Estado mexicano entre el querer y el poder
hacer: La propia circunstancia de que México “basara” su desarrollo en
la dependencia y subordinación a los intereses imperialistas, se le
supeditara a los marcos del mercado mundial (producción petrolera,
alimenticia e industrias atadas al complejo industrial yanqui), es el
contexto que determina la inaplicabilidad de los viejos principios
liberal-nacionales de la burguesía. Véase así, el Estado en México como
país dominado solo puede actuar en un cuadro de contadas posibilidades
siempre sujetas a lo que se defina en las grandes metrópolis, lo cual lo
lleva a sostener mecanismos de acción de principios del capitalismo,
viejas formas de dominar aún en medio de las relaciones sociales de
producción capitalista, una represión interna más feroz, formas de
control repulsivas a la democracia de las grandes potencias, pero sin
las cuales ni ellas tendrían seguro su dominio sobre nosotros ¿qué sería
de los monopolios yanquis como Coca Cola, J. P. Morgan, General Motors,
las petroleras y las maquiladoras, sin la violación de los derechos
humanos, sin la violación de los derechos laborales?, ¿de qué proporción
serían las ganancias yanquis sin el hambre de los parias de México
dentro y fuera del país? Los imperialistas siempre se congratulan con
inculpar a los pueblos, y en el mejor de los casos arrojárselas a las
burguesías nacionales. En fin, continuemos, que estamos solo en los
antecedentes.
La clase burguesa al amparo de las grandes
potencias, se construyó un aparato estatal, unas instituciones, partidos
políticos, además de organizaciones corporativas, con los que vino a
terminar la obra de su vida, imponer su régimen de acumulación,
reproducirse como clase, mantener bajo control a los explotados y
oprimidos, potenciar un cierto desarrollo industrial, afirmar el dominio
de sus monopolios, y naturalmente supeditarse a los imperialistas
aceptando que ellos metan mano en todos los asuntos.
Se dirá que
no, que el PRD nació de las luchas populares, esto no es cierto, en el
movimiento espontáneo que estalló desde mediados de la década de los
80s, los fundadores del PRD trataron de mediatizarle como ya era su
tradición política de muchos años atrás; no hay que olvidar que uno de
los componentes de la política nacional burguesa se vio separado de las
esferas decisivas del régimen e intentó reestablecer la situación, pero
los monopolios ya habían madurado asegurando su obra de tal forma que
aún llegando Cárdenas en aquel entonces al Poder acaso hubiese aplazado
ciertas privatizaciones, pero entonces se vería en una situación más
complicada por el control económico y financiero sobre el país de parte
de los grandes monopolios (recordemos que aún se vivían las secuelas de
la crisis del 82), que en los términos de la política burgués
nacionalista la alianza oligárquica se habría reestablecido a favor del
capital financiero, pero para no alargar más el caso, esto no fue ni
siquiera intentado desde un principio, Cárdenas se resignó, por lo mismo
porque tendría que fracasar: los socialdemócratas no confían en los
obreros ni pretenden hacerles concesiones de envergadura como después
tuvimos ocasión de ver en su gobierno del Distrito Federal, solo
utilizaron aquel movimiento de masas para asegurar a la burguesía una
instancia para resguardarse ante ciertas eventualidades, aprovechando
las debilidades del pueblo en ese entonces, especialmente su falta de
conciencia y organización.
Otro elemento de esta sintonía: La
división de poderes en el seno del aparato estatal funciona de acuerdo
al momento que atraviesan los capitalistas, en las condiciones
particulares de México, país salido del colonialismo, luego
permanentemente asediado, agredido y devorado por diversas potencias del
siglo XIX, más adelante por las potencias yanqui, e inglesa, junto a
los pequeños monopolios nacionales en las primeras décadas del siglo XX,
cuando aún no despuntaba la oligarquía financiera y la burguesía
industrial requería de la mayor unidad del Estado; todo estribaba en
imponer a la sociedad los dictámenes sin ninguna consulta. Además de
verse muy limitada en recursos dicha división de Poderes era
inexistente, el control cuasi absoluto recaía en manos del poder
ejecutivo con la insignia del presidencialismo. En estos momentos que
han surgido facciones de la oligarquía financiera, que se acrecienta el
papel del imperialismo, que se resquebrajan viejas alianzas con la
mediana y pequeña burguesía, la división de poderes se apega a lo que de
cada parte constituyente del Estado pueda sustraer la clase en el
poder, sin alcanzar ya los viejos estilos políticos absolutistas, pero
sin que nada se le escape, aún teniendo graves problemas para imponerse
tanto por sus pugnas internas como por la presión desde abajo, tómese en
cuenta la desesperada batalla por la reforma estructural que ha traído
al país a la quiebra de su viejo pacto social de dominación burguesa.
Igualmente,
hay quienes se basan en estos hechos para dar por buena la operatividad
al fin lograda de la “sana distancia” y la “justa aplicación de las
normas” en la división de poderes, todo lo cual no es más que un
espejismo, la lucha de la burguesía y sus políticos en estos tiempos de
crisis consiste en sacar el mejor partido de la situación, en estos
avatares lo que reina es: el caos administrativo, la manipulación, la
compra-venta de influencias, el traspaso de funciones, la componenda. Lo
que se empeñan en llamar republicanismo, la pluralidad pregonada por
los gobernantes de hoy, quitándole la buena vestimenta, se basa en que
en la mayoría de los casos la burguesía no tiene que lidiar con los
viejos consensos del aparato priista, sino que dispone ahora de
representantes más flexibles por el hecho de venir de diversos partidos,
por achicarse la capacidad de éstos para tejer maniobras políticas,
ahora sí tienen que demostrarle a sus patrones sus servicios. Tal es el
tejido indispensable y parte de las garantías que la oligarquía
financiera y los imperialistas exigen, los representantes de ahora son
ya sin el menor recato costumbrista, los políticos patrocinados por
alguna empresa, suscritos a sus nóminas y suscritos a un partido
político en permanente “monitoreo” para que cada cual acomode su vida
pública a los intereses monopolistas.
La vida política que este
Estado consolidó bajo la ideología de la “continuidad revolucionaria”,
los principios constituyentes, de soberanía, la ideología del
desarrollismo y el ficticio bien común, hicieron de los intereses
populares algo sin importancia cuando no se enfocaran por medio de
dichos principios, algo que había que atacar “con toda la fuerza de las
instituciones”.
En las nuevas condiciones del dominio de la
oligarquía financiera y los imperialistas norteamericanos sobre nuestro
país, la tendencia que ellos dictan y que sus principales partidos
políticos acatan va en sentido de “adelgazar” el aparato estatal,
sustraerle sus fundamentos para incorporarlos a su propio Estado desde
el cual se pretende dictar todas las líneas económicas, arrebatarle
diversas funciones independentistas (soberanía, seguridad nacional,
desarrollismo), eliminar o supeditar funciones sociales (salud,
educación, vivienda, trabajo, cultura, etc.) otorgándolas a los grandes
monopolios que como nos demuestra la prensa no las cubren mas que cuando
ellos llevan ventaja, y por supuesto, arrebatar los derechos
democráticos al pueblo en general.
La propaganda demagógica no
logra ocultar las políticas que anuncian las campañas en curso, haciendo
uso, como siempre, de todos los instrumentos con que cuenta el Estado,
agotando las reservas económicas en acrobacias y veleidades políticas.
3.- Municipios y Estados
Los
municipios y los estados cuentan con una impresionante historia de
despojos, llenan bibliotecas enteras en lo oficial, arcas repletas en lo
privado y atropellos colosales en la vida del pueblo.
Estos
entes de la organización del Estado mexicano no son ni remotamente
retrotraídos de la vida social, se tiene una experiencia tan desoladora
de éstos, que no hace falta dedicarnos a hacer denuncia de todo cuanto
causan a las clases explotadas y oprimidas, solo pretendemos condensar
su sustancia para una mejor ubicación.
Los municipios y estados
de la república, partes constituyentes del cuerpo del Estado mexicano,
estructuras de la división política territorial para poner en actividad
las fuerzas de las clases opresoras, se fueron templando al paso de la
acumulación de capital, la dominación de los monopolios y la necesidad
de la centralización política. No es que los municipios y los gobiernos
estatales funcionen mal, al contrario, funcionan correctamente de
acuerdo a los intereses capitalistas, no es que su política pueda ser
aleatoria entre malos y buenos gobiernos, al contrario, es
específicamente el marco de buenos y malos gobiernos el que permite la
aplicación de los derechos de la propiedad privada. Ver las cosas
llanamente es un aspecto harto necesario para la lucha revolucionaria,
de esta manera el proletariado aprende a desencantarse rápidamente de
los cantores populistas, a asimilar con serenidad sus tareas y hacer a
un lado las “malas pasadas” represivas de gobiernos socialdemócratas a
nivel estatal y municipal como en los estados de Guerrero, Michoacán y
Zacatecas.
En los municipios y los estados la idea federalista
adquiere un cariz de limitaciones en el marco de las decisiones
fundamentales de la oligarquía financiera y sus principales
agrupaciones, con un extenso margen de atropellos al pueblo, de
violación sistemática de la llamada legalidad; en consecuencia llevaron
siempre la rémora del autoritarismo y el viejo caciquismo político (hijo
putativo del atraso económico de la burguesía, atraso al que enfrentaba
con la barbarie de su dominio sobre los campesinos y los obreros). Al
final el caciquismo la burguesía lo terminó por asimilar, ajustar y
recategorizar para hacerlo funcional a las condiciones del dominio
monopólico.
Aquellos añejos estilos de control político venidos
de tiempos lejanos en que permitían la cohesión comunitaria, fueron
evolucionando en los peores rasgos del mando personal de potentados
políticos; hoy se funden con la acumulación de capital y resurgen en
maneras de acentuar el dominio político de la burguesía aún cuando sus
aplicaciones han variado bastante, preservándose los rasgos o modismos
en la forma, pero en el fondo imponiéndose un sistema estructural
institucional de la hegemonía burguesa.
Digamos de pasada que el
caciquismo en estas acepciones asimiladas al capitalismo se encuentra en
todos los niveles del régimen capitalista, en las comunidades costeras,
serranas, de las planicies, siempre se localiza un Juan de las Pitas
coludito con los ricos a quienes refuerza en el dominio de la población,
en los municipios también se encuentran los Pedro Páramo sustentando
poder político y poder económico, en los estados de la república otro
tanto, predominan las familias Madrazo, Cárdenas, Garza, aunque también
en el plano nacional vuelven a figurar sus delfines y otros más como
Hank, de los que sin duda el caso Salinas resulta ser el modelo más
refinado (dice una definición de diccionario, refinado: extremado en la
maldad), todos juntos son tratantes de los intereses burgueses,
explotadores y opresores del pueblo mexicano.
Pongamos nuestra
atención en los municipios. Estos varían por sus dimensiones y
condiciones materiales de un lugar a otro del país, en apenas 80
municipios se concentra más de la mitad de la población económicamente
activa, mientras que en 1661 municipios apenas concurre una octava parte
de la población económicamente activa. Pero sus rasgos característicos
son que en ninguno de ellos el pueblo ejerce algún poder de repercusión
en la mejora de sus condiciones de existencia. Otro aspecto son los
recursos financieros con que cuentan y el hecho de estar supeditados
tanto a los gobiernos estatales como a los dictámenes de la burguesía
asentada, el narcotráfico y los viejos caciquismos.
Los gobiernos
municipales difieren los conflictos locales de la lucha de clases a
través de la cárcel, el control policiaco de las poblaciones y ciudades,
el encarcelamiento de los pobres, la promoción de mandos
antidemocráticos que restringen las posibilidades de movilización de la
población, el chantaje y la enajenación, tanto como la aplicación de
medidas de concerta-cesión. Es de señalar que en miles de comunidades la
población se encuentra simplemente a merced de caciques,
narcotraficantes, terratenientes y sus bandas blancas, ya que los
gobiernos municipales no siempre cuentan con recursos para intermediar
con policía o bandos de gobierno ante los excesos de aquellos.
La
maquinaria estatal obliga a los municipios a subsistir bajo normas de
regulación de sus gastos contrarias al desarrollo local, dictamina hacia
dónde destinar los escasos recursos en la prioridad de atender las
necesidades de la burguesía. Hoteleros, ganaderos, burguesía agrícola,
monopolios agrario-industriales, industriales, grandes comerciantes, son
los beneficiados del presupuesto municipal y estatal. Se disocia unos
municipios de otros, se tiende sistemáticamente a aislarlos del contexto
nacional, se genera conflictos intermunicipales para ocultar el control
del capital y la monopolización de la tierra, a su vez se separa a los
gobiernos municipales de la población para que la relación sea siempre
vertical, donde los obreros y campesinos están supeditados a lo que
mande el gobierno municipal.
Bruscamente en los municipios por
efecto de las restricciones administrativas al progreso de los pueblos
sobresale una horda de políticos que esperan con ansiedad el momento de
su ascenso a la presidencia de la alcaldía para dar por seguro su
enriquecimiento y el de sus allegados, que lo demás es servir a la
burguesía local, nacional e internacional, no por nada hoy su demanda
principal es que se les otorgue más presupuesto sin cambiar las formas
de sus gastos o en su defecto se les permita establecer nuevas cargas
impositivas a la población, en unos casos ya simplemente se trata de que
se establezca legalmente las prácticas actuales con las que esquilman a
la población.
Los presidentes municipales reclaman se les
permita cobrar por los servicios básicos obligatorios del Estado para
privatizarlos finalmente y volver a las prácticas porfiristas de cobrar
un impuesto por la construcción de cualquier ventana que abras en tu
casa. Sí que saben aprovechar la situación, con una mano piden más
recursos y con otra niegan que los haya, ¿y qué dicen los candidatos a
presidentes municipales en sus programas?, que pedirán más dinero, que
realizarán obras, que son necesarios los impuestos, así con ese descaro,
piensan seguir gobernando… ¿existe algún partido de la burguesía que no
se apegue a estas normas?
La estructura municipal corresponde a
una dinámica de control burgués y de acumulación de capital, supedita el
Municipio a los intereses de la burguesía, del aparato estatal y
federal, pone las decisiones en un personero de los burgueses locales,
le garantiza una rendición de cuentas fácil de adulterar y colaboradores
cómodos, en donde solo el mando superior y no el pueblo pueden decidir
qué hacer.
Con una estructura que asegura al gobierno municipal
establecer el mando bajo la dirección de los intereses burgueses
asentados por la simple detentación del poder económico, los presidentes
municipales se ven obligados a recurrir a estos en toda acción, puesto
que como bien es sabido la mayoría de municipios tienen un bajo
presupuesto. La situación empeorará con su descentralización, la
burguesía tratará de ahogar los conflictos en un escenario donde no
encuentren solución por el raquitismo en que se coloca a la inmensa
mayoría de municipios. El pueblo tiene muy limitadas posibilidades
legales de intervenir para tratar de romper con la política de los
municipios, en vista de ello, cuanto ha logrado en relación a cambiar
los gobiernos municipales ha sido “en violación a la ley”, y en la
mayoría de los casos enfrentando diversos procesos legales en contra de
sus dignos dirigentes, sin que el poder de la burguesía haya podido ser
eliminado.
Lo más denigrante es que movidos por la sed de
riquezas de quienes llegan a los puestos de alcaldías, bien sea por su
“meritorio servicio” o por su bajo perfil político, se entregan a la
corrupción, el tráfico de influencias, el saqueo de los pueblos, la
promoción de todo tipo de negocios de la burguesía, se dedican a hacer
componendas con los carteles y pequeñas bandas de la droga y el crimen
organizado “burócratas de día y narcos de noche”, contribuyendo a
agravar las condiciones de vida de la población. Muchos de estos casos
estallan en la arena pública bajo los efectos de la guerra de facciones y
la disputa por el poder, pero son apenas una pequeña proporción de la
realidad sobre el tráfico político en estos tiempos de crisis, pues
hasta los gobiernos municipales independientes con respecto de los
narcos, se ven obligados a vivir en un marco de “tolerancia” de dejar
hacer, limitándose a desbaratar o agredir a las mafias menores,
convirtiéndose en cautivos de los grandes cárteles, aportándoles
indirectamente al refuerzo de su poder. Entonces vemos que en esos
lugares se incrementa el crimen, florece la impunidad y las presidencias
municipales se vuelven instancias grises a las que nadie recurre
excepto para los casos de escasa significación política. Y puesto que se
incrementa la pobreza de la población, florece ese otro crimen de los
pobres para sobrevivir amargamente, contra el que se arremete con todo
rigor, sin parar en las causas que engendra la burguesía ahora sí en una
actitud de guerra contra la delincuencia de los pobres, delitos que
seguirán una espiral de ascenso en relación con la espiral de la miseria
y la descomposición social en general.
No es relevante
cuestionar la honestidad o deshonestidad, debido a que con o sin ellas
operan esquemas que permiten a los potentados del gobierno municipal
enriquecerse a través de inversiones, el salario que perciben, las
regalías de empresas, los impuestos, etc. Con o sin, su política está
determinada por las necesidades del sistema capitalista, de velar por la
legalidad, de mantener el orden que permite a los explotadores del
campo y la ciudad hacer que funcionen sus negocios, y si algo de esto
llega a funcionar mal, entonces son depuestos por la burguesía bajo los
más pueriles pretextos para velar la verdad.
Vayamos a los
estados. Los gobiernos estatales (ejecutivo, legislativo y judicial),
provenientes de los diversos partidos políticos y de las combinaciones
políticas más extravagantes (recuérdese que los partidos políticos se
alinean con sus rivales en unos estados en tanto que en otros les hacen
la guerra, sin principios, solo apoyándose en el servicio que les
asegure asociarse o confrontarse), responden solo a los dictámenes del
gran capital y los suyos propios. Sirven con particular celo a toda
empresa de la cual puedan obtener algún favor, aún cuando el favor
superior beneficie más a la empresa, en la cual sirvieron previamente, o
con la que se asocian, u obtuvieron previamente apoyos para su ascenso.
Una
cuestión convertida en crítica pilar de la prensa es que los salarios
de gobernadores y sus equipos, simplemente llegan a ser superiores a los
del presidente de la república, y los diputados locales no se quedan
atrás en el atraco. Pero en donde verdaderamente juegan un rol central
-que es en el cumplimiento al pie de la letra de las políticas
económicas dictadas por los monopolios nacionales e internacionales
diseminados en todo el territorio-, simplemente no hay cuestionamientos
que se destaquen.
Solo tomemos una de las tres partes, los
gobernadores: ejercen un amplio poder político, aunque están atados al
presupuesto federal que les recorta las aspiraciones y les ata a las
voluntades centrales de la oligarquía financiera y el imperialismo, por
este medio, se logra apuntalar determinados estados (Estado de México,
Jalisco, Nuevo León), manteniendo en el atraso a otros aún cuando sus
necesidades sean mayores y cuenten con los más amplios recursos para su
desarrollo (Chiapas, Veracruz, Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Hidalgo).
En
su conjunto, el cuerpo de poderes en los gobiernos estatales actúan,
con el concurso del gobierno federal, por medios represivos y despóticos
para mantener el control del proletariado y los campesinos, promueven
el inmovilismo social, violan sistemáticamente los derechos democráticos
y humanos, manipulan los intereses fundamentales de los trabajadores en
provecho de los monopolios, en los enfrentamientos populares maniobran
siempre para beneficiar a la burguesía. Su política estriba
específicamente en eso, por más variantes discursivas y aperturas
mostradas, el soporte del dominio burgués aparece siendo el mismo de
Yucatán a Baja California, solo que ajustado a las condiciones de cada
estado y a la respuesta popular, para lo cual han montado un “nivel
mínimo” de tolerancia, que una vez superado debe ser reprimido con todo
rigor.
De esta manera han llegado al grado de establecer entre el
movimiento popular la noción de que hay un punto de la lucha que ya no
debe ser rebasado a menos que se quiera sufrir las consecuencias, punto
que dicho sea de paso no llega ni a las concesiones de la Constitución
de 1917, sino que se queda en vaguedades de la canalización
institucional de reivindicaciones materiales sujetas a revalorización y
“al presupuesto”, después de las cuales no se admite reivindicaciones
políticas de cuestionamientos al régimen y su política, ya ni siquiera
de la cuestión de que se hable de libertad a los presos políticos, los
cuales se dice no existen en México, recuérdese que en nuestro país a
los presos políticos se les procesa por acusaciones ficticias de delitos
comunes, resultando que a la fecha, en la historia moderna no ha habido
un solo caso que se haya revisado y recatalogado como delito de Estado
contra el pueblo, a pesar de tanto defensor de los derechos humanos,
pues estos mismos prefieren que sus defendidos salgan de la cárcel
mediante el retiro de las acusaciones o por que se les conmute la
condena a una menos grave, que no mejor, pues la opresión está hecha,
aquel que no esté enterado puede revisar los casos de los obreros y
campesinos de los 30s, los 40s, del charrismo de los 50s del siglo XX,
de los estudiantes de los 60s, de los guerrilleros de los años 70s, los
de los líderes obreros de los 90s, los de los campesinos de esa misma
década, los de los estudiantes de los 80s y 90s., de los luchadores
populares de estos tiempos, de los presos de las organizaciones
constituyentes de la Promotora por la Unidad Nacional contra el
Neoliberalismo, y luego irse a los casos de cada pueblo, de cada
municipio, de cada estado…, una misma política represiva.
Tan
actúan al amparo de los criterios reaccionarios que los casos más
bochornosos son expuestos por los mismos gobernadores y allegados con
toda impudicia, tanto porque para ellos no cuentan los derechos de los
trabajadores como por su escasa capacidad para identificar sus
constantes atropellos metidos en su dinámica capitalista, por ejemplo el
caso de los gobernadores:
Al cerco a periodistas por grupos
especiales de la policía, porque se atrevieron a hacerle diversas
críticas a uno de los gobernadores más represivos de Oaxaca, éste señaló
que eran violadores de la ley.
A las críticas del pueblo de
Quintana Roo de que no llegaban los apoyos, ni se respetaban las fuentes
de trabajo por los desastres de los huracanes, el gobernador de ese
estado dijo inmediatamente que no era cierto lo primero sin siquiera
cerciorarse, sin estar en la zona de desastre, y que lo segundo no tenía
importancia puesto que eran trabajadores eventuales. Y hoy sabiendo el
tamaño del desastre, el señor gobernador sigue en sus trece.
A la
pregunta (de por sí ingenua) que le hicieron a un ex gobernador de
Veracruz sobre si su bando de buen gobierno con el que pretendía colocar
fuera de la ley toda protesta pública e imponer el garrote al autorizar
la represión en cualquier caso de reunión pública, si la medida ¿no
violaba el derecho de manifestación?, simplemente se refirió a que si
alguien llegaba a sentir eso pues que pusiera una demanda.
A las
críticas por la insuficiencia en las medidas preventivas de los
gobiernos estatales norteños ante los frentes fríos y las muertes que
ocasionan, todos respondieron con alusiones de “cosas de la naturaleza”
poniendo el acento en culpar a los inocentes que por falta de otra cosa
calientan sus hogares con leña o carbón.
Ante los casos de las
muertas de Juárez, las reiteraciones por años del ex gobernador de
Chihuahua Patricio Martínez, han trascendido a política oficial por el
actual gobernador, de que se trata de “mujeres con doble vida que no van
precisamente a misa”.
En su momento a los periodistas que
solicitaron su opinión al gobernador de Nuevo León sobre la relación del
PAN con la mafiosa magisterial Elba Esther Gordillo, éste respondió
tomando la ofensiva sin más clamando porque se pare la “guerra sucia”.
Ante
la larga lista de recomendaciones de la CNDH al gobierno del estado de
Jalisco, el gobernador dijo sin mas ni mas que no la acata, y para que
la gente se olvide del asunto le lanzó una perorata sobre “la familia”
poniendo como ejemplo la suya propia (fórmula infalible: autoritarismo
en la familia y en el estado).
Si en cualquier caso se les pide
retirar del cargo a alguno de sus funcionarios ya sea por reclamo
popular o por Derechos Humanos, simplemente los gobernadores piden
“seriedad”, mas si la orden viene de los poderosos, ruedan las cabezas.
Grande es la madeja de “altanerías y negligencias” bien esforzadas. Es
la doctrina del régimen para la opresión, así es la hilatura del aparato
estatal burgués mexicano.
Los gobiernos estatales, las cámaras
estatales y los poderes judiciales estatales derivaron en el soporte
legal para la acción de los intereses gran burgueses debido al esquema
de funcionamiento, debido a los imperativos del capital, a los remedos
de planes de desarrollo, a la orientación de las leyes, a los sesgos
políticos de las influencias, al lugar intermedio en la circulación de
recursos presupuestales, y a los controles establecidos entre los
capitalistas sobre la mayoría de sus personeros.
En los estados,
los burgueses actúan sobre las elecciones de manera clave, sin que
escape el candidato más honrado. Dependiendo la composición de las
clases dominantes, en unos estados la hegemonía la sostienen la
burguesía agraria y ganadera (como en Chiapas), en otros la industrial
como en Puebla, en otros la crema y nata de la oligarquía financiera
(como en el Estado de México con el Grupo Atlacomulco, y Nuevo León con
el Grupo Monterrey), en otros la burguesía monopolista establecida en
los servicios (como en Michoacán con la Organización Ramírez), en
algunos mas los capitalistas en compadrazgo con los carteles de la droga
(como en Sinaloa) tanto en ese negocio como en el de su lavado, y en
otros en el amasiato de los principales monopolios nacionales y
extranjeros (como en Puebla).
En síntesis, el pueblo mexicano se
encuentra a merced del poder burgués, a merced de la explotación
inmisericorde y de la opresión omnipotente del aparato estatal. Lo
anterior queda más claro si se observa este abandono ante la utilización
de los recursos públicos para las necesidades de la gran burguesía, la
cadena corruptiva del presupuesto estatal desde sus mismas instancias,
que nos han colocado a merced de los elementos naturales ya no tan
naturales, pues es repetida la frase aquella para diversas
circunstancias: “nuestra gente resiste todo”. De esta manera para ellos
se vale que nos tomen desprevenidos los huracanes, que luego nos acosen
las epidemias de mosquitos, luego las de gripe, y otras en las grandes
concentraciones urbanas desprotegidas por una política de Estado de
arramblar con todo lo que haya de recursos, de no dejar siquiera para
fumigantes ni costales de arena, de que luego el frío haga estragos, que
más después vengan las sequías y los incendios, que nos sorprendan las
epidemias, que adelante le sigan las trombas de agua, y vuelta al ciclo
una, y otra, y otra vez; el cuadro puede verse con toda claridad, no
tenemos nada que nos invoque a defender este sistema, sino todo lo
contrario Vaya que resulta proverbial aquello que Carlos Marx y Federico
Engels concluyeron en su histórico manifiesto: “Las clases dominantes
pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen
nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo
que ganar.”
4.- El poder político central
Los
tres poderes de la Unión encuentran su campo de acción en las
relaciones sociales de producción, como guardianes de éstas, y en una
parte (la correspondiente a la producción paraestatal e inversiones
mixtas), directamente la hacen de patrones, aunque en orientación de los
monopolios privados. Las relaciones de mercado son la materia de
trabajo del Estado mexicano, su mediación en ellas es su radio de
acción, el poder central, tiene en su haber la tarea de mantener el buen
compás de la contradicción capital y trabajo, entre la presión burguesa
constante y la lucha del pueblo, pero también de otra contradicción
interna del capitalismo y el derecho, entre la clara desigualdad de la
acumulación y lo estipulado en cuanto a igualdad social como principio
liberal, cosa que tiende un límite a la acción del aparato estatal,
tejido que hoy se trata de romper definitivamente.
La
intervención de los tres poderes en torno a la crisis actual define en
buena medida tanto el carácter como la potencia de su fuego. Veámoslo,
de un lado existe una urgencia nacida de las condiciones materiales de
que el Estado intervenga y resuelva los problemas más importantes, pero
de otro, está limitado en sus alcances, pues no cuenta con los
instrumentos, el capital y la capacidad de orientar la economía en
función de las necesidades de la sociedad, pues todo ese poder económico
se encuentra en manos de la burguesía, que espera del Estado no que
disponga de sus empresas, sino que disponga de la opresión del
trabajador para que soporte la carga, por esto los llamados instrumentos
regulatorios solo tienen un alcance parcial siempre en nuestra contra, ,
particularmente en la presión a los salarios, uno de los pilares de la
política estatal; los programas sociales nunca detienen en lo mínimo la
desigualdad socioeconómica.
Con el grado de sujeción de nuestro
país a los imperialistas, su subordinación en la división internacional
del trabajo, su colocación en la internacionalización del capital y su
ligazón al mercado mundial, el poder central, es a su vez un poder de
las fuerzas internacionales del capital operantes en México, que lo
socava día a día para establecer un aparato más ligero, para conducirse
firmemente desde el exterior, trayendo como consecuencia un constante
choque de las acciones del Estado enfrentadas a sí mismas, es decir,
buena parte de las incongruencias del régimen tienen esta lógica de
pretender ser a la vez acciones nacionales y proimperialistas,
traduciéndose en pugnas que desarticulan al propio aparato burgués, en
donde las ventajas trabajan a favor del gran capital, pues mientras en
el poder se busca resolver todas las controversias de este tipo entre
sus actores, en la base económica se acciona a marchas forzadas ante los
imperativos de la acumulación, por esto nada de lo que haga o deje de
hacer el político gran burgués más demócrata por ajustar, normalizar los
trastornos o encontrar el justo medio, puede superar el orden del poder
burgués. El hecho de estar firmemente incorporados al sistema mundial
del capitalismo imperialista es punto más que suficiente para que el
aparato estatal navegue en la inconsistencia política de un lado, pero
en la voluntad económica neoliberal de los hechos trascendentes ¿o qué
otra cosa hacen en San Lázaro, en los Pinos, en Bucareli, en la Suprema?
a)
El Poder ejecutivo federal ha sido erigido tras años de batallas
burguesas como el mando político de sus intereses, cada vez con menos
posibilidades de manipulación económica en sus fueros, pero sí con
capacidad política para imponer los criterios de la oligarquía
financiera de la cual depende decisivamente a estas alturas. Nos dice
Carlos Marx: "Verdaderamente hay que ignorar en absoluto la historia
para no saber que en todos los tiempos, los soberanos se han tenido que
someter a las condiciones económicas, sin poder dictar nunca su ley.
Tanto la legislación política como la civil no hacen más que expresar y
protocolizar las exigencias de las relaciones económicas." (Miseria de
la filosofía).
El Poder Ejecutivo ha sido una firme garantía de
acumulación capitalista, su política es claramente dictada desde el FMI,
el Banco Mundial y el grupo selecto de oligarcas nacionales y
extranjeros. Se nos ha hecho creer que todo depende del personaje y
partido político que llegue al Poder ejecutivo, cuando en realidad, aún
con el evidente desplazamiento de unas u otras facciones, prevalecen los
mismos criterios impositivos, las mismas prerrogativas del gran
capital, cierto que con distintas variantes de aplicación para explotar
la fuerza de trabajo.
Tan marcado está el poder ejecutivo por las
condiciones materiales que concretamente la acción del régimen (que
equivocadamente se suele asociar solo al poder ejecutivo), le ha tocado
lidiar con la agravación de la crisis general del capitalismo en la
etapa de internacionalización de su ciclo, y no puede pensarse en actuar
por fuera de ésta realidad por impulsos personales de ningún tipo.
Dicha situación sin embargo contradice profundamente la dinámica de
acumulación de la estructura económica y la estatal, creadas con
anterioridad generando inevitablemente parte de su inestabilidad.
Como
era de esperarse, el Poder Ejecutivo practica la conversión de los
intereses burgueses en interés público, el interés general del
presidente es solo aquello que a la burguesía le interesa. Busca
afanosamente fomentar las ilusiones de que solo realiza una actividad
administrativa y ejecutoria de las necesidades sociales, una pretenciosa
jugada que ya ni los científicos ni los filósofos pueden asegurarse
para sí mismos, a donde quiera que vaya saltan sus orientaciones de
clase.
Tradicionalmente el Poder Ejecutivo se muda de ropa según
el personaje en turno, pero queda en el fondo el mismo carácter de clase
y los mismos mecanismos de ejercer el mando, aunque en el actual puede
verse mayor debilidad, que como anotamos anteriormente tiene su lógica
en relación a las acciones impulsadas por la burguesía para limitar los
recursos de la burocracia del aparato estatal. Así pues a fin de cuentas
este poder recibe la denominación de salinismo, foxismo, calderonismo,
peñanietismo, traspasando sus propias fronteras y contagiando en buena
medida a los otros dos poderes.
Por supuesto, este poder como
cualquier otro de las clases explotadoras lleva implícita una búsqueda
por amplificarse, en ocasiones hasta en contra de las intenciones de
aquellas clases, pero a pesar de ello en su beneficio. Del cómo lo hace
es claro que ya no por los antiguos métodos de sustraer las empresas a
sus patrocinadores, sino a costa de elevar impuestos a la población,
restringir la circulación de capitales provenientes de las remesas,
hacer compromisos con el sector narcotraficante de la burguesía, e
inevitablemente caer en la corrupción institucional para compensar lo
que por un lado se le ha quitado. Si bien algo se recupera de la
capacidad de maniobra del poder ejecutivo en especial, la resultante es
una mayor inestabilidad económica y política.
El Poder Ejecutivo
tiene a la farsa como inclinación política, públicamente proclama la
defensa de los intereses populares y en los hechos se desvive por
sostener los imperativos económicos de la oligarquía financiera y el
imperialismo, para ello como lo establece la constitución se crea de una
red de dirección del gobierno a través del gabinete presidencial, una
red que se bifurca en dos tipos de lealtades: al presidente y a las
empresas que los patrocinan. Lealtades en las que se satisfacen los
apetitos de poder de sus miembros. Cada secretario de Estado cuenta con
una red institucional-instrumental, una red de influencias y lealtades
personales y otra a la que todo está supeditado, proveniente de los
monopolios que en realidad dirigen el país, el lobby. Eso sí, mucha
asepsia política en la aplicación del neoliberalismo.
El Estado
mexicano en voz del Poder ejecutivo no tiene el control del país, buena
parte de éste está en manos de empresas trasnacionales, en las potencias
imperialistas y los organismos internacionales operados por el capital
financiero, otra parte del control lo detenta la burguesía mexicana. En
especial la política exterior del régimen es a las claras entreguista.
La
crisis política y económica que enfrenta el país se desarrolla en medio
de un escenario de instigaciones e intrigas surgidas desde el Poder con
el fin de hacer pasar las prerrogativas del capital. La vena financiera
del poder ejecutivo constituido lo impulsa como primera carga de
artillería en pro de la privatización, la reforma laboral, la reforma
del Estado, la disolución de los derechos del pueblo, y en pro de la
atención a los dictámenes del capital internacional.
En relación
al cuestionado proceso de corrupción de este órgano del poder político,
tan extensamente documentado, efectivamente se ha vuelto una política de
sus personeros en virtud de que el mismo andamiaje del poder lo permite
e incentiva para asegurar su pertenencia a la clase burguesa, la
mansedumbre del presidente y sus allegados ante los monopolios, si
hubiese manera de eliminar la dichosa corrupción nada cambiaría la
relación de fondo.
El presidente de la república solo puede
seguir atendiendo tales ejes, a no ser que los oprimidos cambien las
cosas en otro sentido.
b) El Poder legislativo federal , bastión
de la constitucionalidad burguesa, es una parte importante del aparato
estatal que se dedica con ahínco a filtrar los reclamos de abajo, pero
estableciendo las prerrogativas de los de arriba. En ese sentido, pero
sin perderse en la generalidad del planteamiento, el Parlamento se
enfoca a recomponer el marco de la legalidad burguesa a la nueva
realidad monopólica. Mantiene consecuentemente la visión capitalista
respecto del tipo de legalidad a sustentar, trata a toda costa que las
prerrogativas del sistema de propiedad privada se preserven, aún en el
marco de sus constantes divergencias internas y con los otros poderes.
El
Poder legislativo ha garantizado hasta ahora el nuevo marco de
legalidad burguesa que permite: a) la flexibilización laboral aún sin la
reforma pertinente, pues no hace nada contra los sucesos cotidianos en
las fábricas, ni sanciona ni rechaza con acciones, pues no está en sus
aspiraciones, prefiriendo que los pobres se las arreglen como puedan, b)
determinó parte de las consecuencias del despoblamiento en el campo al
destrabar las leyes (reforma al art. 27) y las restricciones a la
importación de granos, que impedían el despojo definitivo de los
campesinos, c) puso en marcha la reforma petrolera para entregar este
recurso a las trasnacionales del sector, d) la educación privada y
religiosa, su privatización progresiva, el deterioro de la enseñanza
pública además, e) aseguró la operación del “nuevo esquema de desarrollo
maquilador”, causa de inmensa presión contra las leyes laborales del
viejo nacionalismo burgués, f) encubre con el humo del discurso
patriotero lo que acontece en la actualidad respecto del saqueo del
país, g) asegura con sus constantes “divergencias” que los poderes
económicos actúen en consecuencia solo bajo sus impulsos sin encontrar
restricciones serias, como en el caso de la reforma a la ley de radio y
televisión donde Televisa fue el mayor beneficiario, h) acopla en sus
diferencias las líneas de acción gran burguesa, unos por ímpetu nato
(PAN), otros por armonía nacional (PRI), otros por apego a la legalidad
(PRD). Lo que en otros países el imperialismo consigue por la guerra, en
México lo logra por efecto de la dictadura perfecta y la traición de
todo el régimen a los intereses nacionales. El parlamento es uno de los
ejes en donde puede verse el flujo de los grupos de poder y élites
monopolistas haciendo de managers para el manejo absoluto de este
instrumento.
Es inocultable que el Poder legislativo manifiesta
cambios sustanciales respecto de la época del poder regio del
presidencialismo y el proceso económico del desarrollo capitalista de
aquella fase de sustitución de importaciones, cuestiones que claramente
le definían como elemento de la “unidad nacional”, que le condicionaban a
ser la “comparsa” incondicional del poder ejecutivo. Desde luego que no
son los cambios que cree el común de los oportunistas, ni mucho menos
los que destacan los reaccionarios fascistas. Lo nuevo que marca el tono
es el marketing político, el lobby de las empresas en secciones
especiales de los comités nacionales de los partidos políticos y sus
grupos parlamentarios, diputados y propiamente diputaciones de Televisa,
de Filip Morris, de Coca Cola, de BBVA Bancomer, BlackRock, ExxonMobil,
Chevron, Shell…
Se alardea con la recuperación del equilibrio de
poderes, la modernidad de la división de poderes, el justo medio en el
papel del poder legislativo, el nuevo estatus de mayoría, pero es bueno
ver todo ello de cara a los cambios en la dominación del país por la
oligarquía financiera nacional e internacional y la extrema acumulación
de capital, para percatarse de los beneficios que ha traído la moderna
aplicación del parlamentarismo en las necesidades de toma de decisiones
de la clase dominante.
En su relación con el poder legislativo hay que ubicar primero las fuentes de dicha modernidad institucional:
1.-
En México se llega al accionar de la divinizada división de poderes en
medio de profundas crisis económicas y políticas, que por tanto
fácilmente tienen fracturas políticas respecto de las aplicaciones y
distribución de sus representantes en las distintas esferas del Estado.
2.-
El quehacer de la oligarquía financiera influye más inmediatamente en
unos poderes que en otros debido a su propia naturaleza pragmática y
prioridades, determinando en alto grado ciertos contrastes con lo que
respecta al poder legislativo siempre un tanto a la zaga, aunque
actualmente se empeñan a fondo para recuperar el terreno, quedando un
margen debido a que en éste órgano son muchas bocas que los monopolios
deben alimentar y distintas las maneras para sobar, por algo los
monopolios a través del PAN plantean eliminar más adelantito unas 200
diputaciones y otras senadurías.
3.- La división de poderes que
hoy se ha alcanzado, el nivel especial de debates y polémicas del
legislativo son un acicate al accionar de los monopolios que concurren
en nuestro país, reafirman el sentido de concurrencia y definición
condensada de los dictámenes del capital financiero.
4.- A nadie
puede escapar el hecho de que el contenido individualista-mercantilista
del comportamiento y legalidad actuales del parlamentarismo viene
manufacturado del norte. La disposición parlamentaria por ejemplo
respecto de la venta de petróleo barato a los Estados Unidos, las
observaciones parlamentarias a los estados Unidos por los atropellos a
los emigrantes mexicanos sin que medie ante los organismos
internacionales, se les de seguimiento o se les coloquen medidas más
efectivas de inconformidad, hablan más de complacencia que de verdadera
intención de hacer respetar los intereses como país.
5.- La
realidad del poder burgués en México determina los fines del poder
legislativo, por lo que de este solo han venido leyes y criterios afines
con los monopolios. Hasta aquellas reformas menores en apariencia
enfocadas a combatir el machismo y actitudes retrógradas solo buscan
disponer, a conformidad, de la fuerza laboral femenina y garantizar su
movilidad.
Para esta modernización las dificultades que enfrenta
el gran capital al seno del poder legislativo estriban en que dicho
campo del Poder se encuentra en el centro de la atención social sobre la
actividad pública, guardando a pesar de todo ámbitos donde el pueblo
opta para hacerse escuchar aunque con escasos resultados, asimismo por
que debe enfrentar las críticas al régimen orillándose a guardar ciertas
formalidades sobre el “interpretar los deseos de los electores”, y por
la propia historia del parlamentarismo que no puede deshacerse con
facilidad.
Por su veracidad y fuerza parecen recién dichas estas palabras fulminantes respecto del poder legislativo:
“Decidir
una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante
han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la
verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no solo en las monarquías
constitucionales parlamentarias, sino también en las repúblicas más
democráticas.” (Lenin, El Estado y la revolución, p. 55, Ediciones en
Lenguas Extranjeras, Beijing, 1985).
El Parlamento entra en el
juego político burgués como un bastión de la legalidad monopólica,
permite la operatividad legalmente aceptada de la explotación
capitalista, sustenta ideológicamente la opresión que padecemos.
c)
El Poder Judicial de la Federación guardián del orden, tan
desacreditado como los otros poderes, solo sabe vender justicia a unos
cuantos y otorgar injusticia a las mayorías, por sus normas y
procedimientos, pero también por las necesidades del gran capital
(simplemente no ha resuelto uno solo de los casos de asesinatos
políticos de la burguesía y sus representantes), lo prioritario para los
burgueses respecto de dar sustento judicial a sus contiendas en el
proceso de afirmación del mando financiero sobre el país, en ese ámbito
todo es rápidamente resuelto, en tanto que cualquier reclamo popular
tiene estos sellos: se le satura de mil y un trabas desgastantes,
cárceles repletas de pobres, certificación judicial de despojos de
tierras, de viviendas, de los fondos de retiro y pensiones, despojo de
recursos públicos, etc.
Uno de los rasgos que distingue los
cambios actuales en éste poder consiste en la intervención directa de la
gran empresa privada en la “impartición de justicia” a su discreción.
Así también se le presentan la corrupción particular frente al
narcotráfico sujeta lógicamente a contradicciones dadas las exigencias
del imperialismo y las obligaciones de Estado.
Hay que medirlo
por la vara de su trabajo, y sintetizarlo por la naturaleza de las leyes
que resguarda, cuando los conflictos no se resuelven con dinero y se
busca la intermediación de la justicia se pasa simplemente a la
aplicación desigual de la ley según los intereses, los recursos
económicos o políticos del demandado o del demandante, penalización
marcadamente tendenciosa contra la profanación de la propiedad privada
(se sabe que en algunos estados es más penado el robo de una vaca que la
violación a una mujer), anacrónica aplicación del criterio de que nadie
es inocente hasta que no lo demuestre, torpes fórmulas de ficción y
ciencia ficción para obtener las pruebas de inocencia o culpabilidad a
conveniencia de la parte firmemente orientada a los esquemas de
acumulación capitalista, o económicamente más capaz, así como la
limpieza de toda culpa a los personeros del aparato estatal en cada
atropello que cometen, a no ser que el susodicho caiga en contradicción
con el conjunto, o sea miembro de alguna facción política enemiga.
El
poder judicial está aún más delimitado por dos cualidades
fundamentales, una que es su articulación como mecanismo para atender
los derechos del capital sobre el trabajo, y la otra es su capacidad
para romper reglas que imposibilitan el crecimiento de la propiedad y la
acumulación. Es un poder bajo el mando del ejecutivo, ajustado a sus
variaciones políticas acordes con las circunstancias.
Por otro
lado, aún cuando se le están introduciendo cambios, es un poder sujeto a
la rigidez de leyes contra los pobres basadas en el Código Napoleónico
de principios del siglo XIX, un tipo de reglas que siempre buscan ser
rigurosas en la búsqueda de delitos que puedan ser dignos de castigo,
que pasan a ser de situación aleatoria o secundaria a los motivos de la
detención a la causa principal por diversos vericuetos procesales, del
tipo de que si en el robo de un objeto de escaso valor mentiste o se
localizó otro objeto que no se suponía se encontraba u otras
circunstancias del robo afectaron el desempeño de la detención,
investigación u otra actividad pública o privada, entonces se ubica la
sanción de mayor grado y se te hace la sumatoria.
La Suprema
Corte de Justicia está siendo puesta a tono como una institución donde
los monopolios diriman sus problemas y en la que encontramos una barrera
a la defensa de nuestros intereses, en ambos casos sin la intervención
omnipotente del poder ejecutivo. Para los potentados la Suprema Corte
sabe encontrar todo tipo de medios de solución, amparos, omisiones,
aplicación suave de la ley, extorsión de la Policía, compra de jueces,
etc. En el caso de los pobres, los tribunales no son expeditos o bien
trazan impedimentos insalvables en tiempo, forma y recursos, es
documentado que en el Distrito Federal existen cerca de 11,000 reos del
pueblo por robar comida o algún delito menor, ha habido pobres en
cautiverio por espacio de un año debido a que no pudieron pagar $250.00
pesos de multa. La multa es otra de las razones por las que la policía
atrapa a personas en la calle por cosas insignificantes para que los
tribunales les vacíen los bolsillos, en tanto que los delincuentes de
gran calado se pasean con toda impunidad.
En relación con los
fallos de la Suprema Corte de Justicia a nivel de los estados y de los
intereses que afectan a los monopolios en la mayoría de los casos no son
acatados. Mientras que nosotros tenemos escasos recursos legales para
ponerlos en entredicho, ya se trate de problemas concernientes a los
antagonismos de clase, delitos del orden común, o hasta acciones del
mismo tipo de las que realizan los poderosos (el robo principalmente),
que no le están permitidas por ningún motivo a los parias de la tierra.
Ello
ha traído la consecuencia de que si bien disminuye la violencia
descarada del régimen, se incrementa la violencia institucionalizada,
reglamentada del mismo, y se expande la violencia privada de los
monopolios y bandas organizadas de éstos.
La consecuencia de tal
sistema es la injusticia para el pueblo, el otorgamiento de
prerrogativas jurídicas para la burguesía y sus monopolios, además de la
transacción política de la justicia de acuerdo a las disputas de los
partidos políticos.
Los tres poderes formales del país encuentran
una actuación institucional, aseguran una nueva sincronización que si
bien preserva rasgos del proceso de fortalecimiento de la burguesía
nacional, hoy van fundamentalmente a permitir la dirección en primera
instancia de la oligarquía financiera sobre la vida social. Este
acortamiento de las funciones estatales solo consiste en que el capital
financiero venció las restricciones de antaño y se ha puesto a la cabeza
de la política estatal.
5.- Financiamiento del Estado
Producto
del desvalijamiento que han hecho los monopolios sobre el Estado, sus
formas de financiamiento han variado en una dirección antipopular, han
variado para ser completamente dependientes del mandado del capital
financiero.
Una de las principales formas del financiamiento fue
la entrada de ganancias a través de las más de mil empresas que llegó a
tener bajo su custodia, pero estas hoy son empresas privadas.
El
endeudamiento externo fue sin duda una gran fuente de recursos para el
Estado, pero se encuentra en la etapa de los onerosos desembolsos a
cuenta de los intereses de la deuda, y solo se puede recurrir para casos
más extremos de crisis, la presión del crédito internacional para
garantizarse nuevas concesiones de nuestro país o para el blindaje en
diversos procesos políticos, por lo que ya no hay una intensa entrada
por esta vía, sino una intensa salida de recursos.
Aunque
tratándose de años electorales, la burguesía y su Estado pujan por
asegurarse amplios recursos, mismos que se lograr a costa de malbaratar
petróleo, incentivar el turismo internacional, la inversión extranjera,
enfocar la exportación, el lavado de dinero y la entrada de remesas.
Claro que manteniendo los problemas engendrados por la crisis en su
mismo nivel en unos casos y en otros agravándolos, por ejemplo, se
continuó reduciendo el gasto social, y hasta para este año ya están
anunciadas nuevas reducciones.
Respecto del impuesto a las
empresas de acuerdo a su régimen de ganancias, hoy esa regla se ha
invertido, es decir, entre más capital posee un burgués menor será el
pago de impuestos. En la misma clase capitalista hay un recargo de
impuestos en la escala hacia sus capas menores, siendo de todas ellas la
pequeña burguesía la que recibe el mayor golpe. Este régimen de
impuestos tiene sus complejidades siempre gratificantes para los
magnates, pues entre más recursos económicos tienen, mayor es su
capacidad para eludir legal y extralegalmente el pago de impuestos, como
los casos de los monopolios que adeudan a Hacienda y al IMSS.
Los
impuestos que se derivaban del intercambio comercial internacional
están siendo suprimidos por el Estado como parte de diversas componendas
con el capital internacional (en especial el TLC, los de la OMC y el
contrabando en que está involucrada con productos de Asia y
Norteamérica) que obviamente disuelven las antiguas barreras de
protección de lo que fue la empresa nacional, al tiempo que anula las
entradas de recursos por esta vía.
Los impuestos de siempre,
tanto los que afectan directamente al trabajo como los que le afectan
indirectamente por vía del comercio son hoy día la médula espinal del
nuevo proyecto de financiamiento del aparato estatal. Cuando hablamos de
esto debemos considerar que son precisamente los monopolios y bancos
internacionales quienes influyen en el Estado para inclinar la tendencia
de la nueva reforma hacendaria en su favor, pues son muchos sus
reclamos de pago de deuda y de subsidio a su desarrollo. Para ser
precisos, los burgueses necesitan resolver las cuentas del Estado y las
suyas propias aumentando la carga en los pobres, por ejemplo, esta es
una de las intenciones en la insistencia de los neoliberales sobre el
IVA en alimentos y medicinas, de otra parte el hecho de que el Estado
busque concesionar las aduanas, es una mal disfrazada capitulación
frente a la vehemencia de los monopolios por abrogarse asuntos de su
antigua competencia, hacer el negocio de su vida, cobrar impuestos y dar
una tajada a la burocracia. Cosa que ya ocurre en muy diversos asuntos
estatales.
Someramente planteados, estos nuevos esquemas del
financiamiento público, agudizan las dificultades del aparato estatal,
crean un nuevo escenario donde el Estado aparece desvinculado
completamente de los propios recursos del país, los cuales se encuentran
principalmente concentrados en unas cuantas manos, ello acentúa su
debilidad y afirma su orientación oligárquica.
El Estado queda al
margen definitivamente de sus viejas líneas de regulación capitalista,
ya no cuenta con la capacidad para inducir o promover cambios en la
estructura económica más que en una sola línea, la del mando gran
burgués, incluso pierde terreno en el control del sistema monetario,
acusándose los brotes de la dolarización y la ulterior anulación de la
financiación pública como atributo del aparato, para ser sujeto de
integración al imperialismo.
6.- Ejército y Policía
El
Ejército Mexicano de 179,964 efectivos, con un historial muy negro en
las últimas décadas, y muy desastroso en el último sexenio, tiene muchos
motivos para ser hermético, pero ni sus más audaces estratagemas de
seguridad impiden ver su realidad de total mansedumbre hacia el capital
financiero y de combate al pueblo. La ardua lucha del pueblo mexicano ha
puesto en evidencia el carácter del ejército burgués. Sobre sus propias
condiciones, baste decir que hasta el Departamento de Defensa
norteamericano ha desclasificado documentos sobre el Ejército Mexicano
con información que sería difícil obtener en el país, por ejemplo, según
los yanquis “l os principales problemas que siguen obstaculizando al
Ejército mexicano son un equipo heterogéneo y obsoleto, la falta de
control logístico y mantenimiento técnico, una centralización excesiva,
la corrupción y un entrenamiento inadecuado” . Se comprende mejor su
hermetismo si se toma en cuenta que el ejército y la policía son las
principales instituciones de acción represiva y violación sistemática de
los derechos humanos. Únicamente tomamos de la nota el aspecto a que se
hace alusión (la imposibilidad de ocultar su rol y sus características)
para no desviar nuestra temática.
Tratándose de una institución
armada a las puertas del imperialismo yanqui naturalmente su situación
actual está condicionada a desmantelarlo, más que actualizarlo como
fuerza beligerante, mutilar las cuestiones de soberanía que le dotaban
de tareas relevantes, reservándole solo las labores de represión
interna, de defensa de los poderes políticos, de garante de la legalidad
y lucha antinarcóticos.
De acuerdo con las leyes se trata de un
ejército nacional que muy expresivamente elude las cuestiones exteriores
frente al imperialismo yanqui, estos dicen que más bien el ejército
mexicano se acomodó a su paraguas militar, como quiera que sea, les
favorece esta situación condicionada como ajustándose al dominio
neocolonial. En fin, estos aspectos junto a las condiciones actuales
permiten que el ejército norteamericano vigile nuestras costas (con
énfasis en las plataformas petroleras), nuestro espacio aéreo, defina
varios de los rubros en que debe actuar el ejército mexicano y forme a
sus elites. Aún así ha habido disputas provenientes de sectores
nacionalistas en el mismo ejército mexicano, y otras tantas
insinuaciones de protesta por la evidente razón de que se le está
desmantelando.
Esto se muestra en la criticada resistencia a la
apertura, en donde la burguesía aprovechando los reclamos de la
sociedad, para asegurar que el cambio del ejército se de en el camino
requerido, presiona con abrir los archivos secretos de la época de
intensas represiones, como picándole las costillas insinúa que toda la
culpa es del ejército y le catequiza a mejor asumir los nuevos roles. La
burguesía capitaliza estos problemas en función de sus necesidades como
el hecho de acceder a los reclamos imperialistas de realizar maniobras
militares en el interior del país.
En los últimos 5 años hasta
2006 hubo una deserción total de 100 mil soldados del ejército mexicano,
teniendo como principal motivo el económico, a partir de 2006 a la
fecha hubo un estimado de 43,827 deserciones teniendo como causa la
guerra contra el narcotráfico. El fenómeno rompió los mitos de la
fortaleza militar y su buena situación, se revelaron varios males del
proceso de declive militar como la concentración excesiva de los mandos y
los recursos económicos, la rezagada concepción sobre lo militar que se
dispone en el ejército, la falta de ascensos, las difíciles condiciones
de vida del soldado, la rigidez de las estructuras militares que le
impiden defender sus derechos, y las nuevas amenazas provenientes de la
actividad contra el narcotráfico. En consecuencia muchos soldados se
unieron al otro ejército de emigrantes, y parte de los soldados de elite
fueron a parar a diversas bandas de la delincuencia organizada.
Agregándose
a las tradicionales divergencias de los dos cuerpos armados oficiales,
el Ejército y la Policía, en la relación actual del Ejército con la PGR,
claramente se ubican las discordancias provenientes de que ésta ha
recibido mayores ventajas en la modernización del aparato estatal y la
abrogación de facultades en la sociedad moderna. Como para intermediar
fue creada la PFP, con elementos provenientes del ejército para asumir
tareas antinarcóticos y represivas, pero ello es simplemente otra forma
de llevar la rudeza militar a las cuestiones civiles sin que adelante un
tanto el papel del Ejército en lo estratégico, solo se le coloca como
instituto de choque inmediato, de presencia amenazante en las
actividades civiles cotidianas.
Al colocar al ejército en la
guerra contra el narcotráfico, lejos de llevarlo a su profesionalización
y desarrollo, se lo condujo a una crisis interna debido a que no se le
preparó para los eventos de los últimos 8 años, no se le reequipó para
las exigencias de esa forma de guerra, se le empleó en una lucha entre
bandas criminales favoreciendo unas en detrimento de otras, no hubo
estrategia global, se desenfocó el combate al plantearse a niveles de
guerra, se desmejoró la moral del ejército porque sus éxitos se
atribuían a los gobernantes, los fracasos a los militares y los
enfrentamientos lo rodearon de incertidumbre por los resultados, los
mismos resultados generales operaron en contra de la institución, se
puso al ejército en condición de violar los derechos populares, la
comisión de delitos de toda índole hasta el falseamiento de sus acciones
frente al narcotráfico, se corrompió a tal punto que buena parte de
este se enroló con su “enemigo”. Al final los imperialistas penetraron
sus fuerzas e impusieron la circulación de sus agencias, lo que tampoco
beneficia al ejército mexicano, aunque se habla de una modernización de
sus fuerzas, claramente se ve en sujeción al imperialismo dada nuestra
incorporación a la zona de “vigilancia” estratégica norteamericana. Su
descomposición no augura nada bueno en el marco de que queda a merced de
los imperialistas y en la desmoralización de sus fuerzas frente a lo
que ha hecho de él la oligarquía gobernante, sus políticos y altos
mandos, las y los revolucionarios, el pueblo mismo deben recoger sus
cenizas y replantearle otro tipo de cometido social para que sea
ejército del pueblo.
A las policías, elementos del poder
judicial, compete otro tanto en la seguridad del Estado capitalista y el
resguardo de la propiedad privada al extremo de las masacres.
La
respuesta del régimen a los males sociales es el incremento de las
policías y su especialización en diversos menesteres represivos hacia la
sociedad. En todos los casos las policías cuentan con más atribuciones
para actuar con todo rigor, lo que ocasiona diversas respuestas de la
población desde la manifestación en pro de la seguridad hasta el
ajusticiamiento de policías corruptos.
En el esquema de la
oligarquía financiera se trata de incrementar la vigilancia de la
seguridad sobre la población, que según sus informes representa la mayor
amenaza al Estado, por ello, se intensifica la presencia y la acción
intimidatoria de la policía enfocada contra los trabajadores del campo y
la ciudad, contra los estudiantes y colonos.
Los agentes de
seguridad están colocados en una estructura estatal de corrupción, sin
embargo, donde el proceso adquiere dimensiones de parasitismo o no fluye
el recurso de la mordida hacia arriba, es donde mayormente se fustiga
al trasgresor y se hace escarnio de éste como para afirmar que la
policía está cambiando, cierto, solo que selectivamente, es decir, los
policías reciben instrucciones de no molestar a quienes visiblemente
ostentan riqueza. Ese es un aspecto de la problemática de la corrupción,
otra más recurrente es la que quebranta la acción policial mediante la
compra de sus servicios frente al delito.
Para tratar de resolver
o acotar estas graves problemáticas, revertidas en inconvenientes a la
acción pronta de la policía, se ha reformado constantemente sus sistemas
obteniendo algunos avances, pero siendo incapaces todos de acabar con
el mal, pues todo indica que éste se encuentra en la propia inserción de
la policía en el torrente de relaciones económicas de explotación y
opresión, que le generan sus propios apetitos, a la vez que los
burgueses se ven obligados a violar sus propias reglas a cada paso por
muy diversas causas.
Otra área de cambios se da en las policías
privadas de los monopolios, que aunque están sujetas a unas normas de
funcionamiento, en los hechos encuentran en la empresa que les contrata
su propio mini-Estado al cual acatan absolutamente.
Con lo que
respecta a la violencia, en su conjunto las fuerzas del Estado
participando de la violencia institucional agravan a la vez que
desatienden estructuralmente los problemas de la violencia general, la
inseguridad y el crimen organizado de la sociedad actual; las
condiciones imperantes, los instrumentos estatales y sus razones de
Estado impiden ejecutar una política resolutiva de este mal.
Capítulo V
Tareas del proceso revolucionario
Por
años las clases explotadoras hicieron todo lo que estuvo a su alcance
para reducir estos pensamientos al absurdo, lográndolo en la medida en
que se encontraron con una suerte de combinación de diversos fenómenos
históricos contrarrevolucionarios y el accionar de aquellas clases
interesadas en mantener el estado de cosas; de este modo, cerrando en
conjunto o retardando simplemente en diversos países el proceso de
proyección de masas de las ideas críticas con respecto al sistema
existente. A esto hay que agregar que también en la medida en que no se
resolvieron las tareas que pondrían las ideas de avanzada en manos de la
clase de avanzada, todo quedó pendiente reduciéndose a una posición
“fuera de lo posible” en el contexto del dominio capitalista.
Los
adversarios de la clase obrera sí que han recopilado un amplio arsenal
de razones para mantener las cosas como están, mas eso no le resta la
superioridad a las ideas de emancipación y las tareas para realizarlas.
Las razones de la clase obrera, de los campesinos pobres, de los
sectores populares para cambiar este régimen son históricas, su peso es
incuantificable porque encierra los intereses y anhelos humanos de verse
en un mundo sin explotados ni explotadores.
La libertad efectiva
de la humanidad solo se encuentra en consolidar bases armónicas de
producir y compartir lo producido, de armonía entre los trabajadores y
anulación de toda forma de explotación, esta libertad solo se logra con
la lucha revolucionaria de las clases sociales pisoteadas, arruinadas y
hastiadas por el capitalismo.
La marcha del movimiento de masas
es primordial para enfrentar en mejores condiciones a la burguesía, y
superar los viejos esquematismos de la lucha izquierdista, democrática y
revolucionaria. Esta es una verdad muy reconocida pero pocas veces
aplicada más allá del espontaneismo.
Ahora se presentan en toda
su crudeza los problemas de la lucha de clases, se vuelve prioritario
atenderlos, encuadrando sus tareas en las organizaciones justamente. En
este impulso renace una nueva energía entre la clase explotada para su
preparación activa tras la penuria de vivir en el capitalismo.
1.- La necesaria destrucción del Poder burgués
Es
necesario partir de una prevención, generalmente el reformismo ha
engatusado a muchos con la concepción de que las luchas revolucionarias
no tienen una lógica interna en el devenir del capitalismo, y que más
bien son para combatir los aspectos más negativos del sistema,
resaltando aquellos problemas que son visibles en el área del mercado,
del consumo, de la política de los gobiernos, etc., eso solo es cierto
si se le coloca en segundo grado, puesto que son sus efectos.
Cuando
se combate bajo esas concepciones son comunes las curas desarrollistas o
las plataformas estabilizadoras que al final en lugar de servir ahondan
los antagonismos, dejándose sin sostén aquello que se creyó un proyecto
revolucionario, ¿por qué? porque se le colocó bajo la consideración de
que lo que estaba mal era simplemente “la política”, que “la sociedad
funciona bien, pero algunos abusan del poder”, tomándose por cura una
serie de reformas que nunca afectan los problemas medulares y su esencia
económica. Entonces, quien quiera hablar de cambio revolucionario solo
puede referirse a subvertir el orden social existente desde sus
cimientos o de lo contrario solo se trata de uno más de los charlatanes
del oportunismo que busca cobijarse con el manto de la burguesía.
El
Poder de la burguesía es el poder del capital y del Estado juntos cuyo
fundamento está en la propiedad privada de los medios de producción,
esta situación se debe destruir. Naturalmente puede verse este carácter
de la sociedad con mayor claridad en los momentos de crisis económica y
política como el actual, es decir, en la actual crisis pueden
registrarse los elementos que constituyen este régimen y que lo llevan a
constantes recaídas, elementos a los que hay que atacar. Si bien se
deben considerar los problemas que surgen como esas mismas crisis, el
hambre, las enfermedades, las guerras, la ignorancia, el desempleo, la
devastación ecológica, la inseguridad, para combatir al sistema en sí,
más que simplemente a estas terribles secuelas.
Volvamos a la
esencia de los males, la contradicción capital-trabajo arduamente
señalada como el problema fundamental de esta sociedad, contradicción
entre la producción social de millones y millones y la apropiación
privada de lo producido por unos cuantos miles. Sin superar esta
contradicción social no hay superación del estado de cosas existente,
mientras la propiedad de los medios de producción sea de unos cuantos
sabemos que no habrá manera de que se resuelva el resto de problemas que
padecen los trabajadores. Si esa contradicción no se resuelve, es
inevitable que todo el proceso de desarrollo capitalista y sus
tendencias fundamentales continúe en detrimento de los parias,
continuará la monopolización, continuará la acumulación de capital,
continuará la concentración y centralización de capital, continuará el
despojo de nuestro país por la oligarquía financiera, continuará
desmantelándose los derechos laborales y sociales, etc., porque solo así
puede subsistir el capitalismo en las actuales condiciones.
Quizá
no todas las clases sociales pueden plantearse un cambio social
revolucionario, solo aquellas que lo han perdido todo en el capitalismo;
aquellas que además de perderlo todo viven de su propia fuerza de
trabajo; aquellas que por tanto venden esa fuerza de trabajo a quienes
se han enseñoreado en la sociedad; aquellas que se enfrentan del otro
lado de la contradicción y que representan otra manera de vivir del
trabajo propio, de vivir de la solidaridad de clase. Esa clase ya se
sabe que es el proletariado.
Esta clase social no necesita
rebuscar argumentos para enfrentarse a los explotadores, ya está
confrontada a la burguesía desde que aparecieron, pero aún no asume
plenamente sus retos históricos, aún no se asume como clase que no
pertenece a esta sociedad más que en la condición de esclavo asalariado,
que no es libre, aún no asume que debe buscar su propia emancipación y
aliarse en esa tarea con las otras clases explotadas y oprimidas.
Apoyándonos
en las condiciones objetivas del país, y sin perder de vista el arsenal
de experiencias históricas teórico-prácticas del proletariado
internacional, por las características de la nueva revolución que ha de
venir en México, se trata de una revolución que se planteará la
necesidad de destruir la propiedad privada de los medios de producción y
socializarlos, se planteará la necesidad de destruir el Estado
capitalista y crear otro Estado en el que prevalezcan sus intereses de
clase y los de sus aliados trabajadores. Por eso, y por el rol dirigente
en estos términos de la clase obrera, esa revolución ya no puede ser
otra que una revolución proletaria y popular.
Solo una revolución
de tal naturaleza puede acabar con los actuales partidos políticos de
la burguesía, acabar con los poderes nefastos del capital, acabar con el
régimen de explotación, miseria y opresión que llevamos a cuestas,
acabar con el espíritu burgués y acabar con el dominio del capital
financiero nacional e internacional, encontrando la más firme
solidaridad de los pueblos del mundo.
A la dictadura del capital
se hace fundamental sepultarla y oponer la ofensiva de las clases
explotadas y oprimidas en la construcción de una nueva sociedad en que
prevalezca el programa del proletariado que tiene por fundamento poner
en correspondencia la producción social con la apropiación social de los
productos, ello solo se podrá sostener con la democracia popular y
proletaria.
Este es un punto básico fundamental de la lucha
revolucionaria del pueblo mexicano, pero previamente para ello tenemos
tareas pendientes…
2.- El camino del pueblo
Una
referencia obligada: el proletariado, el campesinado, la mujer, la
juventud y los sectores populares han vivido el proceso de ascenso y
desarrollo del capitalismo del lado opuesto de la opulencia, el ascenso y
desarrollo del universo hostil de las relaciones sociales de producción
capitalistas.
Los trabajadores han aprendido mucho de éste
sistema, han persistido en librar la batalla por mejorar en sus
condiciones de existencia, han visto madurar el capitalismo y con ello
su visión de éste, en esta libraron y libran luchas contra los dogmas
del pensamiento burgués sobre el desde y para la eternidad del sistema,
contra los dogmas y roles de explotación que nos educan en la docilidad y
la paciencia, contra los prejuicios religiosos en mil aspectos de
nuestra vida social, aún cuando nos quedan muchos por vencer,
combatieron y combaten el control político del capital aún cuando éste
se encuentre en su máximo, así lograron llegar a algunas conjeturas de
clase sobre su carácter.
Al trabajador sencillo le ha costado
mucho aprender en su carne la subordinación a la burguesía, le ha
costado grandes sacrificios llegar a vencer las verdades absolutas de la
política burguesa, le ha costado, y a veces pagando con su silencio, el
comprender lo que hacen los gobernantes para seguir en su lugar, le ha
costado obtener nuevas nociones sociales de sí mismo, aún cuando no
alcanza a plasmarlas con toda claridad, dificultades de comprensión que
tenían mucho que ver con el atraso del país, el caos de las visiones de
las capas medias y la intensa contaminación del viejo “nacionalismo
revolucionario” con que los capitalistas se encubrieron durante décadas.
En su carne el pueblo ha venido persuadiéndose que este mundo es el
peor de los mundos posibles.
Habida cuenta de que la burguesía
persiste en limitar, en doblegar la actividad política de los oprimidos,
fue inevitable que surgieran sus luchas, ideas, juicios, posiciones,
visiones y planteamientos en todos los renglones sociales, culturales,
educativos, de convivencia, artísticos, en los cuales se manifestó una
tendencia negadora del capitalismo, con lo que la clase en el Poder se
dedicó a resistir lo progresista, lo democrático y lo revolucionario.
Todo esto sigue ahí en el pueblo, unas cuestiones solo en germen, en
tanto que otras se despliegan más abiertamente, pero no pueden
desarrollarse ni hacerse dominantes en los marcos de la sociedad actual.
Estas
energías latentes, frecuentemente disimuladas bajo una frase en boca de
todos, sin pretensiones filosóficas: “ya no estamos en el tiempo de
antes, en que uno tenía que aguantarse”, no encuentran todavía la forma
más firme de abastecerse de argumentos, de plenos contenidos y de
mecanismos para ponerse en marcha, por tanto, tienen aquí planteadas sus
necesidades básicas.
Son condiciones y situaciones latentes en
el seno de un país sojuzgado, a las que siempre se les buscó la manera
de disolverlas en tanto que premisas y elementos de la conciencia
popular, sujetándonos a diversas racionalizaciones, ordenaciones y
necesidades del capital. Así las presiones del capital impiden a la
fecha que se logre no solo comprenderlas, sino ubicarse en el terreno de
la acción a partir de ellas y convertirse propiamente en conciencia
popular como corresponde a las necesidades históricas.
Primera
cuestión prioritaria de lo antes dicho es que ante la profunda
proletarización del país y los acumulados en conciencia, experiencia y
organización con todas sus debilidades, debe seguirse una ruta de
revolucionarización desde abajo. Nuestra visión no puede continuar
rutinariamente agrupando y reagrupando luchas para una coyuntura, de una
a otra situación; consideramos debe tomarse a sí misma para no
desvincular el arsenal de luchas populares y hacer una formulación nueva
de éstas sobre la base de la más avanzada teoría revolucionaria, en
otras palabras, es una tarea importante revisar a fondo las experiencias
y ponerlas al día con respecto de la interpretación proletaria de todo
cuanto ha sucedido en la lucha de clases. Solo así se podrá desarrollar
las más amplias líneas y concepciones, ponerlas en juego y darles una
clara sustancia de clase a los procesos.
En la lucha popular
vendrá la segura revolucionarización de las concepciones de clase, ya
que es ahí en donde el proletariado tiene todas las posibilidades de
demostrar la objetividad de sus argumentos y la certeza de sus
planteamientos.
Los sentimientos y virtudes populares deben
transformarse entonces en nítida conciencia proletaria, los anhelos de
los oprimidos y explotados, sus esfuerzos cotidianos, su satisfacción
natural por estar haciendo lo correcto en tantas y tantas luchas no hay
que dejarlos disueltos, tienen que concretarse volviéndose sustancia de
nuestra doctrina política, tienen que hacerse de la consistencia de
clase solidaria, activa y revolucionaria.
Lo logrado con sus
esfuerzos, son su patrimonio político, cultural, económico y social,
como clases oprimidas. La alegría de nuestro pueblo al obtener triunfos,
así como sus penas cuando hay derrotas, y el odio manifiesto a sus
hambreadotes son valores genuinos de la lucha de clases, son síntomas de
que se debe superar el nivel, acentuar el elemento consciente de clase
para sí. Por supuesto, hay sectores avanzados, mismos que deben jugar
como puntales de estas tareas.
Las dificultades para que estas
cuestiones se impongan están expuestas, están presentes las rigurosas
normas del capital en la fábrica, en el campo, que restringen, que
fatigan, que desgastan y que si no aniquilan inmediatamente es por la
constatada razón de que esperan extraernos el máximo de ganancias como
mercancía especial que se duplica, agotando sistemáticamente nuestras
capacidades. Están a la orden las represiones, la restricción de la
libertad de expresión, las persecuciones, los señalamientos, los
adoctrinamientos para no pensar, para que no actuemos como clase aparte,
están presentes viejas nociones de otros tiempos y otras circunstancias
sociales, están presentes viejos y nuevos prejuicios contra la
organización de clase. Por eso ahora la resistencia tenaz juega un papel
destacado, también la solidaridad de clase y las tareas básicas de
acción son indispensables.
La toma de conciencia de clase tiene
diversas manifestaciones, siendo hoy la acción masiva la clave para
lograrlo todos, superando aquellas fosilizadas concepciones sobre la
sociedad cuyo fundamento está en el positivismo burgués, el liberalismo y
el pensamiento pequeño burgués trayendo consigo una tela de problemas y
limitaciones en el movimiento para ver el carácter de la época y el rol
de las diversas clases y sectores sociales.
Los choques y
tropiezos de la lucha deben superarse superando las formas de
enfocarlos, rebasando aquellas formas atrasadas de afincamiento de
posturas parcelarias de secta más que de clase que pretenden prescribir
la historia para la edificación del paraíso pequeño-burgués desde las
alturas moralizantes; ahora la clase obrera, los campesinos, la
juventud, el magisterio, están en condiciones de que se superen sobre la
base de la acción concreta, sin desgastarse en las terribles
preocupaciones e impugnaciones de los catequistas, pero sin dejar de
ponerles atención para que no se desgranen, no perder ninguna de las
fuerzas, pues para el proletariado son aliados que no va abandonar.
No
abundaremos más sobre dichas cuestiones, en adelante trascienden como
asuntos a tratar constantemente en la acumulación de fuerzas.
3.- El proceso de lucha de clases
El
movimiento popular ha venido dando sus progresos aunque no siempre en
forma que refleje una mayor organización y cobertura del panorama
nacional. Pues por un lado, se encuentra a merced de la influencia de
algunas concepciones políticas nacional-burguesas, tiene problemas para
robustecerse entre toda la población oprimida y explotada, aún mantiene
las inercias y sectarismos del espontaneismo y las inconsecuencias
disolventes de las estructuras de masas que ha logrado aglutinar. Sin
embargo, la nota sobresaliente es que por encima de ello, plasma cierta
organización a través del Frente Sindical, Campesino, Social, Indígena y
Popular (FSCSIP), el Diálogo Nacional, la Promotora por la Unidad
Nacional Contra el Neoliberalismo (PUNCN), la Otra Campaña, la APPO, la
CNTE, el movimiento por la paz, el movimiento “yo soy132” y toda una
pléyade de luchas populares, mismos que han marcado la diferencia entre
el caos y la búsqueda de una salida popular a los problemas sociales,
aún bajo el peso de la debilidad organizativa, las componendas del
charrismo y las inconsecuencias del oportunismo que tratan de hacer agua
el proceso. La ruptura popular y revolucionaria aún está por venir, la
unidad tendrá una forma todavía más amplia de la que se viene dibujando
con la plena articulación de los intereses sociales y populares
fundamentales para golpear devastadoramente al Estado y sus mecanismos
de poder político-económico.
Sí, con todo, el movimiento tiene un
punto de apoyo en estas estructuras y sus plataformas, la tradición
frentista de nuestro país por supuesto que tiene mucho qué replantearse
respecto de los programas, respecto de las formas de organización y la
unidad, pero muy especialmente respecto del soporte de alianza de clases
obrera, de campesinos pobres y popular, respecto del estilo proletario
de darle continuidad a la lucha e impulsar la acumulación revolucionaria
de fuerzas.
En el panorama que se nos presenta los
revolucionarios deben poner en juego sus mejores cualidades, deben
empeñarse en desarrollarlas. Lo que viene inmediatamente es:
Primero
, que al cobrar relevancia el proceso electoral, parte de la lucha de
clases tomará forma en el combate a las posiciones burguesas que ahí se
manifiestan, aprovechándose las disputas interburguesas por el rejuego
electoral. Aquí entra en acción el reclamo de los de abajo por la
defensa de sus intereses y por el llamado de éstos a que se les escuche,
su rechazo a los diversos programas del capital financiero; de ahí se
desprende en un plano muy general el que la labor de los frentes junto
con la de nuestras organizaciones se despliegue a la defensa de tales
intereses, al impulso a la lucha organizada y a la manifestación
política.
Segundo , que al demostrarse la cerrazón de los
distintos partidos burgueses a defender los intereses populares, si las
clases oprimidas logran identificarlos concientemente, estallen diversas
acciones y movilizaciones de protesta mas o menos conciente en rechazo
al proceso electoral y por la solución inmediata de demandas de diverso
tipo.
Tercero , que la política de los frentes amplios y sus
planes de acción, sean capaces de influenciar a más amplios sectores del
proletariado y sus aliados en general, por la organización en función a
un programa democrático bajo la forma del antineoliberalismo y el
anticapitalismo, de pugna contra la burguesía y por articular un amplio
frente de lucha popular.
Cuarto , que la plataforma de lucha por
reconquistar y viabilizar todas las formas de lucha contribuya en todos
los procesos a jalonar a la lucha política frente a los intentos
desesperados de la democracia burguesa por reciclarse, y afirmen la
importancia de la acción revolucionaria.
Quinto , que al abrirse
la lucha legal en un radio mayor, aún sin una forma concreta pero
sustentándose en la posibilidad de ejercer el derecho de manifestación y
convocatoria a mítines, avanzando a la disputa de algunos espacios de
organización con cierto reconocimiento (asociación civil, debate público
y municipalidades), reforma electoral democrática; no debe ser
desechada, sino ampliada en sus posibilidades revolucionarias, pues
puede contribuir en gran medida a que nuestras organizaciones retomen
nuevos escenarios, adquieran relevancia nacional y encuentren nuevas
perspectivas en la aplicación de sus tareas.
Sexto , que los
movimientos asimilen a la parte más combativa de la población para que
se le incorpore al cause del proceso de acumulación revolucionaria de
fuerzas, planteen que son las campañas de los pobres, que es en el
diálogo de las clases explotadas y oprimidas en donde se encuentra la
esencia de otro tipo de democracia de clase, y sirva de instrumento para
sostener una organización nacional que también transmita la política
del proletariado consciente.
Séptimo , que prenda a nivel
nacional la necesidad histórica que tienen los trabajadores de este país
de formar su unidad estratégica para la organización y lucha bajo las
banderas democráticas, antiimperialistas y socialistas.
Al seno
del movimiento esto depara una intensa disputa entre el oportunismo, el
revisionismo, el pensamiento pequeñoburgués, y las posiciones
revolucionarias. Lucha en la que si bien se puede neutralizar a algunos
enemigos o bien alinear a algunos a la pelea contra el enemigo
fundamental, o inducir a las tendencias menos agresivas contra el
proceso a que tomen bandera por la unidad y por ciertas reivindicaciones
programáticas; una parte importante de estas tendrá en lo fundamental
como eje de su conducta el socavar el proceso revolucionario, el
destruir a quienes lo representamos, siendo importante el que los
revolucionarios sorteen las dificultades, sabedores de nuestras
debilidades, no enfrentemos a un enemigo más poderoso en las desventajas
actuales, saquemos provecho de las cuestiones comunes de lucha contra
la oligarquía financiera. Crear a cada paso más y más vínculos entre los
explotados para trasladar al terreno de la lucha general la
confrontación al reformismo.
Aún cuando nuestra concepción
difiera profundamente de las tendencias que se debaten por plasmar desde
una política nacionalista hasta una de tipo radical pequeñoburguesa,
porque no encaja en las perspectivas del proletariado, nuestra conducta
política tendrá que desarrollarse en función de los elevados intereses
que perseguimos, mismos que hoy nos dictan ser precavidos, ser pacientes
y dedicar más esfuerzos a contribuir a que en su marcha el movimiento
de masas supere tales posiciones.
Lo que dicta nuestro primer
rechazo a todas aquellas tendencias no deja de tener su validez, se debe
recoger la amarga experiencia del proletariado en México y sus daños,
esto debe llevarnos a despertar nuestra capacidad política y nuestra
creatividad para avanzar en la lucha consecuente. Hay que tomar en
consideración tres cuestiones claves: 1.- el proceso de lucha enfrenta
aún muchas debilidades y por lo tanto debemos buscar las alianzas de
clase, sostenerlas, hacerlas avanzar, 2.- la ruta que sigue la lucha de
clases es a que los aliados fundamentales aprendan a confiar y accionar
conjuntamente, una cuestión que no está asimilada aún, que sólo podemos
lograrlo combatiendo juntos y desarrollando así el protagonismo de
clase, es decir, lo que nos interesa es actuar y aprender en esta etapa
del proceso sobre la importancia de la alianza de clase, 3.- las
revolucionarias y los revolucionarios son muy pocos por lo que deben
definir puntualmente sus verdaderas tareas de máxima importancia para
romper con el radio de acción tan limitado en que suelen caer; el
proletariado requiere organización y consciencia, para inspirar la
suficiente autoridad a sus aliados estratégicos, requiere de liderazgos
individuales y colectivos tenaces y hábiles en la lucha, ¡superad ya las
sectas y la esterilidad discursiva!
Con esto manifestamos
nuestro rechazo al aventurerismo revolucionario y al sectarismo. Hay
necesidad de lanzarse a la lucha por el camino más factible que le haga
avanzar en forma ascendente, no llamar a nada que sea imposible de
ejecutar por los oprimidos en las condiciones actuales. Tal posición
tiene diversas implicaciones en el accionar de los revolucionarios y
además en el movimiento en general, sin que se recule ante otras
posiciones, sino que se ajuste la táctica y la capacidad de
maniobrabilidad para sostener la lucha y las tareas revolucionarias, se
trabaje para transformar las bases del movimiento.
Es importante
en el terreno democrático burgués, aprovechar las posibilidades para el
desarrollo de la lucha de clases. Es fundamental imprimir el sello
proletario a los procesos en lucha para llevarlos por la fase de
acumulación revolucionaria de fuerzas. Es necesario velar por el
desarrollo de acontecimientos revolucionarios venidos del pueblo, pues
sólo estos darán el giro a la situación imperante, y una vez iniciados,
hay que entregarlo todo a estos en la lucha contra el sistema y su
Estado.
La lucha democrática en general, y el estado actual de
las fuerzas sociales, nos proporcionan elementos para sostener, a estos
terrenos, planes orientados a acercarnos a la revolución, a que las
masas obtengan éxitos inmediatos que les permitan afianzarse en el marco
de la lucha de clases e imprimiendo una profunda conciencia de clase
para que las siguientes batallas puedan tomar un calado revolucionario.
4.- Acumulación revolucionaria de fuerzas
Ya
está bosquejado el proceso actual, así que podemos ocuparnos de la
tendencia objetiva de agudización de la lucha de clases y crecer las
reservas revolucionarias del proletariado.
Esta patente tendencia
a la agudización de la lucha de clases se enfrenta a la acción de todas
las fuerzas reaccionarias y oportunistas, al tradicional economicismo y
el inmediatismo en política (el nuevo culto a la espontaneidad),
posturas que restringen cada paso del movimiento.
En el terreno
de las concepciones de las clases sociales y sus dirigentes tenemos una
batalla a librar, es contra los estereotipos del proceso revolucionario
regulado por una organización, contra el dirigismo de determinados
sectores provenientes de la pequeña burguesía, contra la confusión
ideológica y la formulación de teorías a partir de prejuicios, contra el
culto a la espontaneidad y la vida política artesanal. Cuestiones todas
ellas que le rehuyen al trabajo revolucionario, que le temen a la
responsabilidad de atender las tareas cotidianas de la lucha de clases,
que les cuesta trabajo imponerse una disciplina, que se acomodan a la
autosatisfacción y la autosuficencia conquistando un conjunto de
reivindicaciones sin percatarse que caen en las garras de las maniobras
burguesas, no ubican ni asimilan los cambios que trajo la
industrialización y la vida social urbana sobre el proletariado, y
definitivamente no logran superarse a sí mismos, ni concentrarse como
movimiento para acrecentar la acción revolucionaria. Todo eso hay que
combatirlo de frente a las tareas que se imponen a la clase obrera y sus
aliados.
Lo urgente es asegurar la conexión de actos, esfuerzos,
líneas de acción y programas que posibiliten el ascenso del movimiento,
una parte importante le es dada por las condiciones materiales a las
que ya hemos hecho bastante referencia, entonces vamos a dedicarnos a la
parte que corresponde a la ligazón interna de las tareas de clase.
Vamos
de la mano del desarrollo de las condiciones sociales, estas proyectan
las tareas necesarias para adquirir una fuerza, una orientación, una
organización, una táctica, unos objetivos y una estrategia seguras para
enfrentar a la clase capitalista y los instrumentos que esta misma ha
creado a fin de mantener las cosas como están, así que todo se resume
en: agrupar, construir, crecer, organizar, confrontar.
La
organización : Consideramos que no solo debe agitarse, sino pasar a
organizar importantes sectores de la clase obrera, los campesinos
pobres, los indígenas, los empleados, el estudiantado, etc., donde lo
central de hoy no está en limitarse a construir solo aquello susceptible
de influir por una u otra organización, sino retomar el conjunto
abnegadamente con conciencia de clase, ubicando como eje el carácter de
las organizaciones de masas, pues este está por encima de los deseos de
las llamadas izquierdas, correspondiendo a sus necesidades e intereses
vitales, y ello da mucho campo de trabajo para demócratas, progresistas y
revolucionarios. Sin duda vendrán muchos problemas, pero sin
organización la defensa del pueblo se hace punto menos que imposible,
éste seguirá encontrándose a merced de las organizaciones de la
burguesía y su aparato estatal, en cambio con organización se puede
partir de mejores condiciones del movimiento para ir superando los
problemas.
El proceso de los frentes amplios marcha a la unidad
en la acción, pero sus resistencias persisten, los revolucionarios
vienen señalándolas desde hace tiempo y aportando con sus posibilidades a
que se superen, pero aquí cabe recalcar que es insuficiente. Podríamos
hablar de las diferencias ideológicas, las prevenciones normales, pero
lo principal está en su contenido de clase, la marginación de algunas
fuerzas respecto de la lucha política y revolucionaria, en las
dificultades frecuentes del movimiento, en el arrinconamiento por la
burguesía contra todas las organizaciones populares, y en los fracasos
frentistas por esas y otras causas. Mas siendo así, nuestro reto es que
se continúe en el proceso.
Es obligada la fusión de los intereses
populares, de estos surge el programa de emancipación. Su unidad es una
necesidad del movimiento en tanto asienta una plataforma común, que
ubica al enemigo común y concentra un esfuerzo común, y a partir de ahí,
posibilita la tarea común de reflejar el tipo de organización
correspondiente con los intereses totales de los explotados. Cierto que
se le ve con desdén por muchos, y se apoyan en los argumentos
anti-stalinistas por demás desfasados, pero no solo eso, además son
argumentos de capas medias que no logran superar el tener que despojarse
de la mezquindad de clase, el dejar de ver al mundo a partir de sus
propias vidas autosuficientes, autorrealizadas, mas las consecuencias
devastadoras del capitalismo y la otra gran vida social les están
empujando a contracorriente a asumir nuevas posturas sobre la lucha, sin
que esto quiera decir que sea suficiente, pues llegan con sus
prejuicios de clase a tratar de bajar de tono a la lucha y las
reivindicaciones, por eso combatimos sus posiciones, por fuera de otro
tipo de cuestiones, sin “desagrado”, solo por los principios
proletarios.
La unidad requiere más, por supuesto, requiere un
movimiento de masas muy amplio, una continuidad de las acciones, una
unidad de las organizaciones políticas revolucionarias, democráticas,
humanistas, progresistas, etc., la fusión de las clases populares
requiere que el movimiento madure a posiciones izquierdistas,
democráticas y revolucionarias, asentándolas en sus principios. Un
frente así, estará en condiciones de rediseñar la política de los
trabajadores del campo y la ciudad para la lucha por la defensa de sus
intereses, estará en condiciones de insertarse en la lucha general y
reclamar el lugar que le corresponde en la sociedad.
Pero todo
esto no será suficiente, hace falta construir por todo el país la
organización de los proletarios en su concepción revolucionaria, el
partido de los explotados y oprimidos es también una necesidad para la
lucha de clases. Tantas veces negado, hoy basta tocar cualquier cuestión
de actualidad para ver la falta que hace una amplia organización de
clase que cumpla con tareas revolucionarias, agrupe a los luchadores y
al pueblo, les cohesione y los integre plenamente en el suelo mexicano
como hijos dignos de la clase obrera, de los campesinos pobres de la
juventud, de la mujer.
La táctica política popular contra la
dictadura del capital : la táctica difiere según la clase social y la
organización de que se trate, mas en el entendido de la formación de
frentes y la unidad de los luchadores sociales bajo un programa concreto
contra el sistema capitalista, estamos ubicando una realidad en que la
táctica común de un conglomerado de fuerzas se hizo al final de cuentas
indispensable para los objetivos trazados en colectividad.
En
táctica hay que actuar y pensar acumulativamente, existe al respecto un
punto general delimitado que le permite a las organizaciones hacerlo
saliendo fortalecidas y acrecentando el potencial revolucionario en el
seno de las masas.
En el apartado anterior sobre la lucha de
clases se vio la situación general a que se enfrentan y las tácticas
concretas que en cada terreno sostienen, aquí solo consideraremos las
tareas que el proceso de acumulación revolucionaria de fuerzas nos
plantea.
Un asunto clave en este terreno es el que las
organizaciones democráticas, progresistas y revolucionarias centren los
esfuerzos en las tareas de la lucha de clases tal como se presentan, de
las que se destaca: a) el que todas las organizaciones se afirmen en la
tarea de unirnos, b) el que todos reafirmemos el principio de
movilización como eje nodal de su desarrollo, c) el que aseguremos la
conducción de las clases populares sobre la base de su programa
democrático-revolucionario, d) el que se haga clara la importancia de la
alianza obrera, campesina y popular, e) el que le demos al movimiento
una base segura a su formación interna, f) que se de seguimiento al
desarrollo de las formas y etapas de la lucha de clases. Así, estas son
algunas de las pautas que conducen la política revolucionaria hacia la
constitución de un escenario y una estructura organizativa del pueblo
mexicano y sus clases laboriosas antiimperialista y anticapitalista,
tomando fuerza en los diversos frentes, organizaciones, territorios,
movimientos y a las que debemos asirnos sin vacilaciones en la
construcción del poder popular.
5.- Programa democrático revolucionario
A
este objeto es posible y necesario dotarnos del programa
democrático-revolucionario que sustente y afirme las orientaciones
estratégicas del proletariado, dicho programa no es todavía el
socialista, pero sí apisona el camino a él. En la consecución de dicho
programa se pone en acción todas las formas de lucha, y adquiere carta
de presentación la lucha por establecer elementos de vida democrática
compatibles con las exigencias de la población, y que obligadamente son
elementos de cierta ruptura con la democracia burguesa, pero que aún
pueden darse dentro de ella, por lo que esto deben tenerlo muy bien
definido los revolucionarios.
El programa democrático revolucionario a tal propósito se sustenta en:
1.- Hacer a un lado el actual gobierno de la burguesía y el imperialismo.
2.- La instauración de un Gobierno Revolucionario que derive en un gobierno de obreros, campesinos pobres y sectores arruinados.
2.-
Que este gobierno sea un poder popular y proletario con sus propias
formas de organización de la vida pública y social más acordes a los
intereses del pueblo, en base a:
a) Establecimiento de soportes
antiimperialistas en la estructura económica, política y social de
nuestro país, expropiación de las empresas monopolistas, altos impuestos
a las mercancías de los monopolios exteriores, desconocimiento y no
pago de la deuda externa, supresión de la bolsa de valores.
b) Expropiación de la oligarquía financiera, supresión de los compromisos de ésta y el Estado con el imperialismo.
c) Control obrero sobre la economía.
d) Expropiación de la tierra a los terratenientes y su entrega al campesinado pobre.
e) Derogación de las reformas estructurales.
f) Disolución de las organizaciones fascistas y de las gran-burguesas, disolución de los aparatos de represión.
g) Política económica orientada a anular la miseria de nuestras poblaciones.
h) Desarrollo económico industrial enfocado a resolver las grandes necesidades sociales.
i)
Libertad a los cientos de presos políticos, castigo a los represores, y
en general, la ampliación de las libertades políticas del trabajador.
Un programa similar, requiere de una nueva forma de república popular y de democracia popular.
Como
puede verse, esto no rompe aún con el núcleo, ni destruye los hilos del
capital, pero su puesta en marcha le asegurarán la más amplia inserción
a la mayoría de la población humilde a la vida política, y la necesaria
unidad entre los y las revolucionarias para que la revolución
socialista aparezca en los escenarios.
5.- Necesidad de una democracia popular
Después
de padecer la dictadura perfecta, sólo nos queda romper con ella. Los
rasgos de la sociedad actual determinan la forma de su anulación: una
democracia popular por el establecimiento de otro tipo de relaciones
sociales diferentes a las que hoy existen, es decir, nos referimos a un
tipo de Estado y una sociedad que correspondan a los intereses de las
clases y sectores sociales trabajadores, que consagre todas las fuerza a
la lucha contra el capitalismo.
Sin nuevas relaciones y
condiciones en la base económica del país, no cabe hablar de democracia
popular, pues se trataría de simples espejismos, es por el momento
entrar en un proceso de cimentación de la lucha de clases por la
revolución socialista. La democracia cual sea de la que se hable tiene
siempre el principal propósito de ensanchar y reforzar las bases de una
sociedad determinada, así que aquellas democracias que siguen
manteniendo el estatus explotado-explotador, paralizando la actividad
revolucionaria, no pueden decirse populares, así sea que en ellas
acontezcan cambios en beneficio de la nación, y esto trae a cuento la
diferenciación política sustancial, entre ligarse estrechamente al
imperialismo como sucede en México con la concentración y centralización
de capital a que se ha llegado, y mucho más a tono con los esquemas
impositivos de “nuestra democracia”. Aquí la integración social al
capitalismo es sumamente vertical. Agregaremos que a consecuencia del
desarrollo histórico un tanto diferente, de la historia de los procesos
de la democracia burguesa también diferenciados y acoplados a diversos
escenarios, y de los momentos en que atraviesa la lucha de clases,
encontramos una gran abundancia de formas democrático-burguesas en el
mundo.
La base económica de la democracia popular en México debe
estar en la propiedad colectiva de los medios de producción, con una
orientación a mejorar las condiciones de vida y trabajo, a afirmar el
papel protagónico, económico, social, cultural y político de los
trabajadores.
Tal democracia no es posible sostenerla con la
actual división de poderes compartimentados de la burguesía y el
parlamentarismo, a ese nivel, la experiencia del pueblo mexicano afirma
que se requiere de otro tipo de representación democrática-popular que
ubique la permanente actividad política de masas en las decisiones del
país, que establezca sólidos mecanismos de orientación política y
consulta, prevaleciendo en ello las razones de los explotados y
oprimidos, que la responsabilidad pública sea un acto de conciencia de
clase, que elimine todo tipo de prerrogativas económicas que no vengan
de la propia actividad que se realiza, y delimite las facultades de sus
dirigentes. Tómese en cuenta que si los trabajadores no tienen las armas
materiales (medios de producción), no pueden alcanzar esas otras armas
espirituales (democracia popular) que hacen de una sociedad su esencia y
su forma.
Partiendo de un momento transitorio de democracia del
pueblo en la que se ponen al centro los programas antiimperialistas,
antioligárquicos, anticapitalistas y por el socialismo, en estas
circunstancias la dirección del proletariado, la alianza de clases que
levanta, y la mayor actividad reivindicativa que transcurre,
caracterizan el proceso. Con la condicionante de que dadas las inmensas
fuerzas de la burguesía y sus potentes relaciones sociales de
dominación, se hace indispensable mantener en primer plano la batalla
contra la oligarquía financiera, planteándose en el tránsito aniquilar
la influencia de la mediana burguesía y de las formas de actividad del
capital muy proliferadas entre la pequeña burguesía.
Solo un
Poder popular y proletario puede hacer frente a los explotadores, a la
crisis del Estado, a las graves condiciones de existencia, a todo su
sistema de dominación, a los diversos problemas de la situación nacional
e internacional; sólo esta perspectiva permitirá el despliegue de la
lucha de clases bajo condiciones de acción abierta y plena del pueblo
con derechos políticos y sociales sin limitación a los intereses del
capital; sólo ello garantiza la emancipación del proletariado, la clase
campesina, la cuestión indígena, los sectores populares, los empleados,
los intelectuales del pueblo, la mujer y la juventud.
Rebelión
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