Entrevista a Pedro Páez Pérez, Superintendente de Control del Poder de Mercado de Ecuador
La Marea
Antiguo viceministro de
Economía, exministro Coordinador de Política Económica y exdirector de
la Comisión Técnica Presidencial del Ecuador para la Nueva Arquitectura
Financiera durante el anterior gobierno de Correa, Pedro Páez fue
nombrado, en septiembre de 2012, superintendente de Control del Poder de
Mercado. La misión de esta institución consiste en tratar que la gente
entienda cuáles son sus derechos y nazca un nuevo tipo de sociedad en la
que el Estado trabaje para crear unas reglas que favorezcan su
crecimiento económico, no el de las entidades financieras o los agentes
especulativos. Páez estuvo en Madrid el pasado fin de semana para asistir al encuentro
Otra Economía es Posible, organizado por
Economistas Sin Fronteras,
EconoNuestra,
FUHEM Ecosocial,
Plataforma 2015 y
Medialab-Prado.
El objetivo de estas jornadas era dar a conocer diferentes trabajos
orientados a romper los dogmas que las teorías y prácticas económicas
ortodoxas ponen de manifiesto en la sociedad.
El superintendente de Control del Poder de Mercado, mediante su ponencia
Otro modelo financiero,
quiso explicar cuáles eran las bases sobre las que se asienta esta
crisis global. De esta manera se podría comprender mejor el porqué de la
nueva arquitectura financiera regional que impulsaron desde Ecuador y
que ya ha comenzado a implantarse en otros seis países de América
Latina.
En alguna entrevista que le han hecho, afirmaba que la
crisis global no ha sido casual sino pensada para que aquellos que
concentran la riqueza sigan ganando dinero.
A ver, no.
Hablamos de que hay procesos de muy larga duración, muy complejos, que
tienden a sincronizarse en torno a ciertos ciclos de los negocios que a
veces coinciden desde varias dinámicas. Pero hay expertos en demolición
que saben cómo aprovecharlos. Esto es lo importante. Los mercados tienen
nombres y apellidos, los culpables de la crisis financiera son aquellos
que han preparado las condiciones para aprovechar el proceso de dolor
ajeno, de tribulaciones de todas las otras empresas, para generar
procesos de monopolización, de concentración de la riqueza y del poder.
Para
salir de la crisis ha habido dos tipos de recetas. Una, rescatar a los
bancos porque, según dicen, son demasiado grandes para caer. ¿Esto es
cierto?
Por supuesto. Parte del problema es precisamente ese.
Los bancos no solo juegan y apuestan con dinero ajeno, sino que también
son capaces de crear dinero de la nada. La creación secundaria, la
creación bancaria de dinero, les permite a los bancos tener el
privilegio exorbitante de emitir por cuenta propia capacidades de compra
de activos, de concentración de la riqueza, contra nada.
Es como
si fuera un equilibrista cuyo punto de apalancamiento es la liquidez
con la que juegan con el banco central o, eventualmente, cada vez más
importante ahora, el tema del
shadow banking (sistema bancario en
la sombra, un conjunto de entidades financieras, infraestructura y
prácticas que sustentan operaciones financieras que ocurren fuera del
alcance de las entidades de regulación nacionales). Esto les permite
tener liquidez y lidiar con un nivel de apalancamiento gigantesco que en
realidad con poquísimo capital les permite tener un monto de préstamos
ingente; o sea, que crearon una cantidad de compra nueva gigantesca.
Cuando
un banco es demasiado grande está comprometiendo un volumen de recursos
que puede afectar al conjunto de la economía de un país entero. Muchas
veces la deuda generada por esta creación artificial de recursos, de
capacidad de compra, que hacen los bancos normalmente a su grupo de
amigos, puede terminar siendo pagada por una sociedad entera que es lo
que está pasando ahora. Cuando quiebra un banco hay una serie de
mecanismos, a través de los bancos centrales, de los bancos de garantía
de depósitos y finalmente de los recursos fiscales, que evitan que
quiebren y su deuda la paga el conjunto de la ciudadanía.
Por
eso, por ejemplo en el caso del Ecuador la Constitución es muy clara.
Dice que el sistema financiero es un servicio público delegado en los
bancos. Y es que ,a final de cuentas, están trabajando con una
plata
que no es suya y, si meten la pata, quien acaba pagando los platos
rotos es la población entera. Entonces deberíamos tener, dentro de las
propias leyes del capitalismo, unos mecanismos para controlar con mucho
más rigor cómo se están comportando y saber exactamente dónde están
poniendo nuestra plata.
La otra receta son las políticas de austeridad…
Claro,
el absurdo que estamos viviendo, y que es absolutamente contradictorio
con la democracia y con el avance de la civilización, es el hecho de que
el 99% tiene que ajustarse, sacrificarse, para pagar la corrupción y la
incompetencia del 1%. Yo creo que aquí hay una situación que no es
solamente de absurdo económico sino de absurdo legal y democrático que
es necesario corregir aquí, allá y en todos lados.
Lo curioso
es que las medidas que ahora imponen en España el Banco Mundial, el
Fondo Monetario Internacional, en el caso europeo el BCE, ya han sido
impuestas en América Latina y…
(Interrumpe). Por supuesto. La
oficina independiente del propio FMI tiene al menos dos ejemplos
paradigmáticos en los que reconocen haber metido la pata: Argentina y
Corea del Sur. Yo creo que inclusive, tímida pero oficialmente, el
propio FMI ha mostrado una serie de reparos frente al entusiasmo sádico
de sus otros socios dentro de la Troika (Comisión Europea y Banco
Central Europeo) respecto de la eficacia de las políticas de austeridad.
En
realidad se ha probado clarísimo en Sudamérica durante los 30 años de
aplicación de políticas neoliberales que la austeridad no es en absoluto
eficaz para reducir el déficit fiscal. Por el contrario, instala de
manera crónica una crisis fiscal en la medida que el multiplicador de
cada recorte de gasto o de inversión pública tiene un debilitamiento de
la base tributaria muchísimo más importante que termina ampliando la
brecha. Lo que se está haciendo es detonar un mecanismo de más
endeudamiento, de endeudarse para pagar la deuda que empieza en el
sector público pero que termina multiplicándose a nivel de los gobiernos
regionales o de las empresas.
Lo que se propuso desde Ecuador
para salir de la crisis fue la autonomía financiera, la independencia
de Latinoamérica respecto de estas instituciones. ¿La Superintendencia
de Control del Poder de Mercado sirve para empoderar esta región?
Es
parte del esfuerzo que estamos haciendo el poner a los mercados al
servicio de las sociedad, de ciudadanizar al Estado, de incluir la
participación ciudadana de manera transversal a todas las funciones del
Estado y de transformar también el eje de las prioridades de la sociedad
en su conjunto. Pero un elemento central aquí es el tema de la
transparencia. Fue fundamental el hecho de que en el Ecuador se iniciara
muy pronto una auditoría ciudadana sobre la deuda externa, sobre la
deuda pública. Esto fue muy saludable sobre todos los sectores. A nivel
mundial debería haber transparencia en lo que tiene que ver con la tarea
de los bancos centrales, saber a dónde va la plata de la ciudadanía, y
transparencia respecto a las agencias de notación (agencias de
calificación), que tienen un efecto de notación sobre la economía
mundial, no solamente sobre los mercados financieros.
Entonces,
¿cómo es posible que estas agencias con intereses tan específicos
terminen calificando las decisiones de un gobierno y terminen poniendo a
un gobierno de rodillas? O, ¿cómo es posible que haya una
irresponsabilidad tan brutal de que actores u operadores que fueron
calificados como triple A, al día siguiente quebraran? Solamente desde
la incompetencia y la corrupción pueden haberse juzgado como excelentes.
Este
tipo de incompetencia queda como un pecado venial cuando en realidad
estamos hablando del futuro de la economía mundial. Por otro lado,
cuando se trata de un país del tercer mundo o de los trabajadores, no
hay ninguna piedad y sin ningún tipo de méritos están generando una
situación en la que se echa por la borda el trabajo de toda una vida, el
futuro de nuestros hijos o las posibilidades de paz o de posteridad de
los pueblos.
Este modelo financiero alternativo, en el caso
latinoamericano es la concreción de tres principios fundamentales. Uno
de ellos, el Banco del Sur.
Sí, primero hay que transformar
el concepto de crédito, construir un crédito soberano. En la medida en
que es un instrumento para construir futuro tiene que volver a la
decisión soberana, democrática, inclusiva del conjunto de la
colectividad. Este, el Banco del Sur, es una banca de desarrollo de
nuevo tipo pero también una banca para un nuevo tipo de desarrollo, para
otro tipo de prioridades que no sean el cortoplacismo y la dictadura de
las altísimas tasas de ganancia que tienen la banca comercial y la
multilateral actualmente. Nuestra esperanza en Sudamérica es que opere
el Banco del Sur, que ya empezó su funcionamiento.
El segundo pilar es el Sistema Unitario de Compensación Regional (Sucre).
Sí,
el segundo gran concepto es el de la moneda. Transformar la lógica de
una moneda que hasta ahora ha sido el instrumento de mayor explotación,
de mayor discriminación, de más especulación, de más opresión, para
volverla un instrumento que permita movilizar las capacidades
productivas, la creatividad de la gente, movilizar otro tipo de
emprendimientos desde otro tipo de lógicas; desde la pluralidad, la
inclusión y la sustentabilidad. En ese sentido, ya está funcionando
desde hace tres años, aunque sea en un ámbito muy pequeño, el Sucre, que
muestra claramente que la locura del euro que han asumido aquí en
Europa, con esa visión totalitaria, antidemocrática, es innecesaria.
Es
posible tener una moneda como instrumento de la unidad, de la
construcción, de un mundo sin fronteras, de la comunicación de los
pueblos, sin sacrificar en el altar de la moneda todas las demás
políticas. En el caso del Sucre, no hay ninguna contradicción entre la
soberanía supranacional y las nacionales porque al mismo tiempo que se
aumentan los grados de libertad en el manejo de la política cambiaria,
comercial, económica, financiera o fiscal, de cada uno de los países, el
Sucre abre un espacio adicional de decisión que antes no existía a
nivel supranacional. Ir construyendo sistemas de transacción, de
liquidez, que no pasen por el monopolio que actualmente detenta el dólar
y que controlan los grandes bancos en cualquier tipo de transacciones
abre la posibilidades para otras alternativas que la gente puede
escoger. Nada es obligatorio.
Hoy por hoy existen gran cantidad
de monopolios que no vemos porque asumimos que vienen dados pero que,
inclusive en el caso de economías tan fuertes como la europea,
permanentemente están condicionando las transacciones más elementales.
Si España necesita comprar petróleo de Nigeria no lo hace en euros,
tiene que hacerlo en dólares y contratando bancos privados
estadounidenses con corresponsales en Estados Unidos. Por eso tienen que
pasar a través de un monopolio privado que se llama
Swift
(Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras
Mundiales. Organización que controla una red internacional de
comunicaciones financieras entre bancos y otras entidades financieras) y
pagar un peaje a la Reserva Federal de EEUU. A ese nivel se llega.
Lo
que hemos hecho con el Sucre ha sido eliminar a los intermediarios a
través de un sistema de intranet y de la creación de una tarjeta de
crédito recíproca que nos permite tener abiertas muchas otras
oportunidades tanto para el sector púbico como para el privado.
Y, por último, está el Fondo del Sur.
Sí,
el tercer pilar ha sido crear una red de seguridad financiera, un
mecanismo de defensa de nuestras economías para dejar de ser presas,
precisamente, de esos actores poderosísimos y tan hábiles que desde la
hostilidad, desde la incertidumbre, desde el control de los mercados
financieros internacionales, pueden poner de rodillas a nuestros países.
Y esto sería el Fondo del Sur.
La propia refuncionalización de
los bancos centrales es absolutamente posible aquí y ahora, y los bancos
centrales pueden pasar a jugar un papel patriótico muy importante en
defensa, no solo de la estabilidad macroeconómica y financiera de
nuestros países, sino también de la estabilidad social y democrática de
los procesos. En este sentido hay un amplio margen. Los bancos centrales
no tienen por qué seguir sometiéndose a las dictaduras y los designios
de los entre comillas mercados financieros cuya agenda, como insisto,
muchas veces puede esconder terceros intereses.
Si en España
apareciera un partido de izquierdas que impusiera este otro tipo de
instituciones, ¿saldría adelante o la boicotearían desde el resto de la
Unión Europea?
Este tipo de economía no está vinculada con
las ideologías de izquierdas, centros o derechas. Es un tema que muestra
las tremendas oportunidades encerradas en los peligros graves que
encierra la crisis, que es el hecho de que se están deteriorando de
manera rápida los mecanismos tradicionales con los que estaban
funcionando los países. Esta propuesta abre otro tipo de coaliciones.
Creo que no hay que tener una visión dogmática respecto a las
coaliciones más amplias de un gran frente popular, no solo en España
sino a nivel mundial, para parar la agenda de desestabilización de
conflicto, de guerra, a la que nos quiere llevar la oligarquía
especulativa mundial. Eso lo primero.
Segundo, creo que hay que
romper con muchos tabúes. Creo que la principal fortaleza de esa
oligarquía especulativa es la captura de nuestros propios cerebros. Hay
que romper con ese océano de imposibilidades que nos autoinfligimos,
tener un pensamiento científico que nos permita hacer un análisis
concreto sin tabúes. También se decía que se iba a acabar el mundo si se
utilizaba el Sucre, y funciona desde 2010. Que se iba a acabar el mundo
si Ecuador hacía una auditoría de la deuda y redujimos en diez mil
millones de dólares el stock de deuda, que en valor presente son 30.000
millones a futuro.
O sea, que opciones hay.
Claro
que hay una gran cantidad de opciones pero es necesario verlas de manera
científica, sin ningún tipo de traba mental o de dogmatismo ideológico.
Hay una gran cantidad de empresas que son absolutamente viables si se
quitan de encima las exigencias de altísimas tasas de ganancia que
tienen ciertas pretensiones capitalistas. Los trabajadores pueden hacer
que funcionen muy bien. Hay una cantidad enorme de posibilidades de
autoempleo, de pequeña y mediana empresa, de economía popular y
solidaria que son perfectamente viables si se les otorga otros
mecanismos de liquidez, de reciclaje del ahorro local, de transacción y
de pagos que hoy por hoy no están disponibles y que se asumen como que
son poco serios: las monedas alternativas, clubes de solidaridad,
cooperativas…
Hay otro tipo de lógicas sociales a las que tiene
dárseles una oportunidad para que puedan desarrollarse la creatividad y
el rendimiento de la gente. No sirve eso de que lo que no es el mercado
lo tendrá que resolver el mercado desde una lógica de control, es
absolutamente falso. El Estado y el mercado han estado sirviendo siempre
a los mismos amos, y de lo que se trata es de transformar el Estado, de
transformar el mercado, de abrir otras posibilidades para
instrumentalizar la necesidad de la sociedad. Para conservar, proyectar,
desarrollar y enriquecer las conquistas que la civilización ha hecho en
las últimas décadas.
¿Esta otra lógica puede llevarla a cabo la gente al margen del Estado?
Creo
que es una necesidad recuperar para nosotros el Estado, la democracia,
las instituciones. Y también de recuperar el mercado. Lo que no podemos
permitir es que las tareas se las presente como algo imposible. Hay que
empezar a resolverlo aquí y ahora. Desde un análisis teórico riguroso es
posible cambiar la perspectiva y darnos cuenta de que es absolutamente
viable encontrar opciones para generar otro tipo de articulaciones de la
energía social que no pasan por las discusiones tradicionales que en
muchos casos son estériles.
Fuente:
http://www.lamarea.com/2013/11/22/paez/