domingo, 5 de enero de 2014

El video que desnudó a los economistas. Nuestro nombre es Costa Rica


Soñar con los pies en la tierra


El video “Nuestro nombre es Costa Rica” no puede ser valorado con arreglo a los criterios académicos de la ortodoxia económica. Quien así lo haga habrá equivocado groseramente el punto de mira. Y, cosa curiosa, justo ése parece ser el error en que está cayendo, casi en pleno, la oficialidad de los economistas ticos, así como cierto comentarista residente en Washington. Muy eruditos y sabihondos, se han sentido en la necesidad de aportar estadísticas para desmentir lo que en el video se afirma. Y muy adultos y “maduritos” se han creído en posición de descalificar la juventud de quienes lo elaboraron. Pero, la verdad, todo eso viene siendo como comentar un partido de tenis utilizando los conceptos del fútbol. Quien así lo haga demostrará, si no su ignorancia, sí al menos su desubicación. Sabrá mucho de fútbol, pero está a tal punto enajenado que no se dio cuenta que al frente tiene un juego de tenis. Igual estos economistas: dominan bien las recetas de la ortodoxia económica, pero no se dan cuenta de la imposibilidad de entender la realidad de Costa Rica desde ese recetario.



El video no pretende ser una conferencia en una universidad; mucho menos una universidad en Washington. En contra de lo que estos economistas pretenden, podría ser respaldado con amplia evidencia empírica y sustanciado con un sólido alegato teórico. Pero eso no es lo relevante. Lo del video anda por otro lado, pues lo suyo es recoger y expresar un sentir: el del malestar, el desencanto, la desconfianza, la indignación de amplios sectores de la población costarricense. Muy en especial el sentir de una gran parte de la juventud costarricense actual. Éste no se alimenta de estadísticas y, en especial, ese sentir no establece ningún canal de diálogo con la economía ortodoxa. Y no lo establece por la sencilla razón de que el lenguaje que ésta habla y el mundo en que se sitúa, son completamente ajenos a los de quienes son portadores de ese sentir.
Las estadísticas convencionales en manos de los economistas convencionales hablan, por poner un ejemplo, de montos de exportaciones e inversión extranjera. Hablan, incluso, de índices de pobreza que, aunque estancados por los últimos 20 años, son ahora inferiores -¡tremendo descubrimiento!- a lo que fueron durante la crisis de inicios de los años ochenta del siglo pasado.
Esas estadísticas, sin embargo, no logran recoger las realidades más profundas que circulan día a días en las calles, en los sitios de trabajo, en los centros educativos y de atención sanitaria o las casas de la gente. Es que, en contra de lo que pretenden estos economistas, no existe dato alguno que sea plenamente objetivo; cualquier dato se construye desde un particular posicionamiento epistémico y teórico y conlleva algún grado de sesgo ideológico. Ello demarca sus posibilidades y limitaciones. Encima de lo cual sucede siempre que usted ha de trabajar, ordenar, sistematizar e interpretar los datos agarrándose, nuevamente, de una teoría y una episteme particular y situado en un determinado lugar ideológico y cultural. Lo cual también delimita lo que usted pueda sacar de datos que a su vez estaban de previo delimitados en sus posibilidades.
Los economistas de nuestro cuento –al igual que el afamado comentarista internacional afincado en Washington- parecen no tener conciencia alguna de esto que aquí digo. Ellos se han creído el cuento positivista de que los datos y la realidad son una y la misma cosa, sin al parecer lograr entender que los datos son tan solo un intento de representación de la realidad, y, a menudo, una representación de incierta y cuestionable precisión. En ese sentido, podríamos quizá decir que estamos ante el jocoso espectáculo de eruditos muy ignorantes.
Las estadísticas que estos señores seleccionan arbitrariamente y usan a conveniencia, no logran en modo alguno reflejar la realidad del profundo y arraigado descontento que invade a la sociedad costarricense actual. Ni la reflejan ni, por lo tanto, logran hacerla inteligible. Pero la teorización desde la cual ellos manejan e interpretan estas estadísticas no hace sino agravar el problema. Por decir algo, invocar a David Ricardo y la muy debatible teoría de las ventajas comparativas, para desacreditar un posicionamiento favorable a una política de soberanía alimentaria, implica desconocer un sustrato cultural e identitario de mucho mayor poder significante que cualquier cosa dicha por el mencionado economista clásico. Equivale a analizar un tiro de revés en tenis como si fuera la atajada de un portero en fútbol.
Estos comentaristas se ponen así en ridículo. Sin siquiera darse cuenta, impúdicamente se pelan el trasero. Queda en evidencia que no entienden lo que pasa en Costa Rica; que carecen de cualquier herramienta teórica para hacer comprensible el profundo malestar que fractura a profundidad la sociedad costarricense. Mientras se profundiza la deslegitimación del sistema político y se degrada la calidad de la convivencia social, estos señores siguen hablando del monto de la IED. Como si dijéramos: Federer hizo un saque y el economista cantó “gooooool…”.
De por medio hay un grave problema de inadecuación epistemológica y teórica. Pero, sobre todo, hay un gravísimo desenchufe afectivo, emocional e identitario. Su sensibilidad los sitúa en Washington mientras hablan de Costa Rica.
Gracias sean dadas a esas jóvenes personas que hicieron ese video. Han logrado desnudar con excepcional eficacia las miserias de esta intelectual del poder.
Fuente: http://sonarconlospiesenlatierra.blogspot.com/2013/12/el-video-que-desnudo-los-economistas.html

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