Leo un artículo en esta
publicación del que aprendo, que me hace reflexionar y a veces
disentir. Tomo una frase, no para polemizar con el texto en su conjunto
sino con el pensamiento que la frase representa: “Salvo que ese
horizonte sea el de una revolución que derroque el capitalismo, claro
está. Si fuera así, pienso que la ingenuidad consistiría en creer que los efectos de una eventual revolución anticapitalista serían previsibles
y además afectarían a la crianza y los cuidados en la dirección
deseada”, escribe José Carlos Loredo. Lo que me llama la atención es la
palabra ingenuidad.Cuentan que la época moderna comenzó dando muerte
al fenómeno. “La fuerza de la gravedad, que hace que las manzanas y las
gotas de lluvia caigan sobre la tierra, crea un fenómeno: la caída. La caída de las cosas ligeras, la caída de las cosas pesadas.
Cada caída es un acontecimiento”, decía Otl Aicher. La época moderna,
añadía, no se interesó por el fenómeno sino por su retrato en una
relación numérica según la cual la nieve cae con la misma velocidad que
la manzana siempre y cuando no haya resistencia del aire.
En efecto, en la Luna un copo de nieve caería a la misma velocidad que una mandarina. Pero en la Tierra no. Sin embargo, con respecto a la revolución parece que también hemos eliminado el fenómeno. La revolución, parece, sólo es una relación numérica enunciada por quienes no la protagonizaron, con resultado caos. Ya no hay de qué revolución se habla, ni cómo, ni durante, porque, parece, los efectos de cualquier “eventual revolución anticapitalista” serán imprevisibles, arrastrando esto un sentido peyorativo –pero cabría imaginar un imprevisible desarrollo de las mejores facultades del ser humano–. Efectos, además, que no podrán afectar a la crianza y a los cuidados en la dirección deseada –y esto en cambio sí es, se sugiere, previsible, pues resulta ingenuo esperar lo contrario–.
Es tiempo de pensar en los efectos imprevisibles y previsibles de las no revoluciones: los conocemos, nos avergüenzan, se llaman daño, miseria, leyes intolerables, heridas infligidas por voluntad u omisión, dominio. Las revoluciones no serán sin atmósfera, serán aquí donde hay resistencia del aire, donde cada fenómeno es diferente, y no habrá ingenuidad sino precisión en los desplazamientos singulares de la manzana, el cuerpo o la lluvia.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/culturas/21271-la-manzana-y-copo-nieve.html
En efecto, en la Luna un copo de nieve caería a la misma velocidad que una mandarina. Pero en la Tierra no. Sin embargo, con respecto a la revolución parece que también hemos eliminado el fenómeno. La revolución, parece, sólo es una relación numérica enunciada por quienes no la protagonizaron, con resultado caos. Ya no hay de qué revolución se habla, ni cómo, ni durante, porque, parece, los efectos de cualquier “eventual revolución anticapitalista” serán imprevisibles, arrastrando esto un sentido peyorativo –pero cabría imaginar un imprevisible desarrollo de las mejores facultades del ser humano–. Efectos, además, que no podrán afectar a la crianza y a los cuidados en la dirección deseada –y esto en cambio sí es, se sugiere, previsible, pues resulta ingenuo esperar lo contrario–.
Es tiempo de pensar en los efectos imprevisibles y previsibles de las no revoluciones: los conocemos, nos avergüenzan, se llaman daño, miseria, leyes intolerables, heridas infligidas por voluntad u omisión, dominio. Las revoluciones no serán sin atmósfera, serán aquí donde hay resistencia del aire, donde cada fenómeno es diferente, y no habrá ingenuidad sino precisión en los desplazamientos singulares de la manzana, el cuerpo o la lluvia.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/culturas/21271-la-manzana-y-copo-nieve.html
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