Armando B. Ginés
Unos 3.500 millones de
pobres y alrededor de 40.000 organizaciones no gubernamentales (ONG) en
el mundo, una numerosa sopa de letras y siglas dispares para un mercado
de la solidaridad institucionalizada que abarca a la mitad de la
población humana actual, situación que parece confirmar el título
elegido en un trabajo reciente (*) publicado en Diario Octubre y
Rebelión y difundido por otros medios digitales, Solidaridad capitalista para seguir produciendo pobres a escala mundial.
Volvemos a retomar el asunto con nuevos datos, pero idéntico enfoque.
En épocas de crisis aguda, los estados occidentales y las
multinacionales se vuelcan en acciones de carácter solidario mediante
campañas de publicidad masivas, sobre todo en las tradicionales fechas
navideñas, un momento especialmente adecuado por sus connotaciones
familiares para introducir mensajes de caridad y salvar así los muebles
de la responsabilidad del sistema económico neoliberal, un lavado de
cara ideológico para mistificar la realidad y desfigurar las causas
profundas de la pobreza provocadas por el régimen capitalista.
Tomamos como punto de partida dos anuncios que pueden verse en distintos
puntos y soportes de la ciudad de Madrid. El primero se refiere a Manos
Unidas, que presenta muy gráficamente “los efectos de la pobreza” y nos
solicita imperiosa y urgente ayuda para eliminarlos, incluso con un
simulador en su página web donde podemos transformarnos en pobres
virtualmente con el propósito de meternos en la piel de un indigente o
un marginado social. La segunda postal de promoción se refiere a la
imagen de un chaval de 17 años, Edu, con los ojos cerrados, que a diario
desayuna con personas sin hogar, de modo textual “para que dejen de ser
invisibles”. La autoría del discurso corresponde al gobierno de la
Comunidad de Madrid, ultraliberal como ya es de sobra conocido.
Siguiendo en la capital del Estado español, es frecuente que jóvenes
voluntarios o con contratos en precario pidan en las principales
arterias urbanas cercanas a centros comerciales ayuda económica en
nombre de ACNUR, UNICEF, Cruz Roja, AECC u otros entes solidarios verdes o de conservación o defensa del medio ambiente.
La competencia entre ONG por captar recursos en la calle es feroz y
agresiva, más aún con los recortes públicos de los últimos años.
Extraña, sin embargo, que ACNUR (refugiados) y UNICEF (infancia),
organismos dependientes de la ONU, tengan que salir al bullicio mundanal
para financiarse y que no denuncien su presunta precariedad económica
debida a la dejación de sus países miembros, apelando a la gratuidad del
voluntarismo de la juventud o a través de contratos laborales a tiempo
parcial y con salarios exiguos supeditados a la productividad, esto es, a
comisión según las captaciones de fondos realizadas. Unas 1.500 ONG se
hayan vinculadas a la ONU directa o indirectamente, desconociéndose los
proyectos y resultados de su labor cotidiana. Asimismo, la ONU mantiene
una estrecha colaboración con el Foro Mundial de Davos, ese encuentro
informal al que solo son invitados los representantes más encumbrados y
prestigiosos de la elite global del siglo XXI.
L as ONG
tienen a gala y presumen de su independencia de los gobiernos, si bien
sus connivencias y complicidades con corporaciones transnacionales está
más que comprobada y verificada por análisis y e investigaciones
independientes. Coca Cola con Cruz Roja, Intermon Oxfam y Médicos sin
Fronteras; Pepsi y Médicos sin Fronteras; Tabacalera y Acción contra el
Hambre; Manos Unidas y Vodafone; Caja Madrid (Bankia) e Intermon Oxfam;
Greenpeace y el emporio Rockefeller, Shell y General Motors… La cadena
Carrefour también juega a la mercadotecnia solidaria para embellecer su
responsabilidad social corporativa, un artilugio usado con frenesí por
multinacionales de diversos sectores, desde compañías petrolíferas a
fábricas de armamento. Las grandes empresas ponen un logo ONG en su
estandarte capitalista a cambio de financiar bajo cuerda,
silenciosamente o con dineros no auditados convenientemente a ONG de
cobertura internacional, una transferencia que parece dejar a todos
satisfechos y la ética de ambas partes intacta. Todo sea por los pobres,
se dirá. Paradoja cruel: los agentes que los crean son los que
financian y patrocinan la solidaridad con ellos.
Cuando
hablamos de solidaridad, la crítica de las ONG está proscrita de
antemano o está mal vista por inelegante. Este tipo de organizaciones se
esconde tras los pobres para no admitir la más leve censura a sus
actuaciones. Esa vacuna ideológica, no obstante, funciona a discreción
con cierta vaguedad. Si escribimos en Google “ONG” y la combinamos con
“escándalos”, “fraudes”, “estafas” y “negocio”, casi 11 millones de
entradas nos inundan en pocos segundos. Algo extraño debe haber en
organizaciones tan fuera de toda duda, solidarias y caritativas para que
internet vomite tanta inmundicia informativa. Resulta muy fácil recabar
reseñas de los escándalos más sonados de los últimos años: WWF-Adena,
Anesvad, Intervida… Intervida recibía de sus confiados socios unos 90
millones de euros al año para apadrinamientos de niños y niñas en el
Tercer Mundo, que al parecer se destinaban a especulaciones bursátiles,
entre otros trasiegos de ingeniería financiera que rendían pingües y
contantes beneficios a sus directivos y personal ejecutivo de mayor
rango.
En los puestos de honor del escalafón de la solidaridad,
antes simple caridad religiosa, se encuentra la iglesia católica. Sus
brazos operativos más poderosos son Cáritas, de radios de acción local, y
Manos Unidas, de alcance internacional. Según fuentes eclesiásticas,
Cáritas atiende a 24 millones de personas en 200 países diferentes y
Manos Unidas gestiona casi 700 proyectos en cerca de 60 países. Nadie
rinde cuentas de este colosal maremágnum de entrega misionera y ayuda
desinteresada, al menos en teoría. De la genuina caridad cristina emana
la solidaridad versión ONG, cuyas ramificaciones se extienden por todo
el mundo bajo una vestimenta más civil o laica para llegar a un público
objetivo más amplio, agnóstico, ateo o miembros del grupo de incrédulos no sabe, no contesta.
Las ONG son una especie de construcción ideal de beneficencia para que
los estados capitalistas obvien las consecuencias más dramáticas de su
sistema productivo clasista basado en la explotación del trabajo ajeno.
De esta manera, se desactivan las opciones políticas de izquierda,
transformadoras o revolucionarias desviando el compromiso de la juventud
y de las gentes de bien a la extrema sensibilidad de curar las heridas
de los pobres ocultando las causas que las originan. Nadie critica al
buen samaritano que se entrega a mitigar el dolor de su semejante peor
parado en la distribución de la riqueza. Lo que sucede es que en
contrapartida, al voluntario se le exige que borre y olvide las
circunstancias que rodean a la herida individual o particular. Los
pobres no lo son por vocación o gusto, su existencia viene determinada
por las estructuras de dominación sociopolíticas.
Los mensajes
antes aludidos de Manos Unidas y la Comunidad de Madrid no ofrecen dudas
al respecto acerca de las metas de la solidaridad capitalista: eliminar
los efectos de la pobreza sin atacar las causas políticas, económicas,
ideológicas y sociales que los provocan y guiar o conducir a la gente
joven salida hace nada de la adolescencia hacia una tierra de nadie
plagada de sensiblería caritativa que les cierre la posibilidad de
pensar y razonar con criterio propio sobre la cruda realidad y sus
relaciones dinámicas y complejas de clase. Edu, el protagonista de la
campaña de la autonomía madrileña, observa y toca a un pobre aislado del
resto, se siente extraordinariamente bien por tenderle la mano e
intercambiar unos saludos estereotipados, pero le resulta imposible
visualizar la pobreza en toda su dimensión estructural. El ve un pobre,
pero la pobreza continúa invisible a escala mediática y social. A veces,
la solidaridad puntual no es más que una cortina de humo que impide
mirar de frente a la injusticia del fondo del mundo que habitamos. Todos
nos sentimos muy bien ayudando al invidente a cruzar de acera en una
avenida de tráfico intenso: tenemos motivos fundados para ello, pero la
acción no sana de raíz ni el mal de la ceguera ni la nuestra propia. Ver
más allá del hecho concreto es tanto como adquirir un compromiso
político, social e ideológico de mayor enjundia crítica e intelectual,
justo todo lo que pretende arrebatarnos el sistema neoliberal mediante
lágrimas fáciles e imágenes embaucadoras. Atajar los efectos es quedarse
a mitad de camino; las causas es lo que verdaderamente importa.
Erradicadas las causas, los efectos desaparecen, al contrario no sucede
lo mismo: curar una llaga o un síntoma no acaba con la enfermedad.
REFERENCIAS
(*) http://www.diario-octubre.com/2013/12/05/solidaridad-capitalista-para-seguir-produciendo-pobres-escala-mundial/
(*) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=177841
http://blogs.elpais.com/3500-millones/2013/05/en-que-se-gastan-las-ong-nuestro-dinero.html
http://www.lasemana.es/periodico/noticia.php?cod=27464
http://www.cinu.mx/ongs/index/
http://www.revistapueblos.org/old/spip.php?article1593
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=149117
http://davidjimenezblog.com/2012/05/03/la-impunidad-de-las-ong/
http://elpais.com/diario/1999/01/17/sociedad/916527603_850215.html
http://contraperiodismomatrix.com/la-patetica-estafa-de-las-ongs-como-wwf-o-greenpeace-en-un-mundo-en-quiebra/
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=58552
http://graficas.cnt.es/new35.html
http://apadrino.com/la-fundacion-solidaridad-carrefour-dona-176-000-euros-a-110-ong/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del
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