miércoles, 3 de julio de 2013

Espías, comercio y manipulación

Aumentar tamaño del texto Disminuir tamaño del texto Partir el texto en columnas Ver como pdf 03-07-2013



Cada vez la realidad se parece más a la ficción. Lo que hoy sucede en Ecuador nada tiene que ver con una misión secreta de James Bond −el emblemático agente 007 inventado por Ian Fleming−, pero se parece.

¿Qué relación tiene el comercio de nuestro país con la situación que vive Joseph Snowden, el ex empleado de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos que ha solicitado asilo en Ecuador? Aparentemente ninguna, pero los amenazantes pronunciamientos de varios legisladores norteamericanos contra Ecuador −en el sentido de aplicar represalias para eliminarnos del sistema de preferencias arancelarias, por la posible decisión que pudiera tomar nuestro país, al conceder el asilo solicitado por Snowden− desbordaron el ámbito del espionaje para convertirse en burdo chantaje comercial.

La ley de Promoción Comercial Andina y Erradicación de Drogas, ATPDEA, (por sus siglas en inglés) era una concesión estadounidense que favorecía el ingreso al mercado norteamericano de casi seis mil productos ecuatorianos. No era una dádiva sino un reconocimiento al esfuerzo ecuatoriano por combatir el narcotráfico. Era una compensación mínima a nuestro país, por la inversión requerida y por los problemas generados debido a la lucha contra el tráfico de estupefacientes cuyo principal actor es el más grande consumidor de drogas del mundo (los Estados Unidos).

Hace más de dos años (marzo de 2011) con Julio Oleas publicamos un artículo en este mismo espacio de Rebelión, bajo el título de “Adiós ATPDEA. No es una mala noticia.” Explicamos el significado y las implicaciones que tenía para Ecuador esa concesión unilateral. Lo que está ocurriendo no es el primer chantaje que se nos hace; no es la primera vez que como nación sufrimos amenazas y manipulaciones de un sector del congreso estadounidense. Una vez más debemos admitir que no existe libre comercio. El comercio es un arma de presión y siempre ha estado regulado para favorecer a los países más grandes y de economías más fuertes.

Los chantajes comerciales son recursos de los poderosos para deslegitimar las decisiones independientes y soberanas. Están respaldados en el poder de la fuerza, no en la razón de la ética. La decisión oficial del gobierno del Ecuador, de terminar unilateralmente con la ATPDEA, es comprensible en este contexto, y no es una medida apresurada ni asumida al calor de las emociones políticas. Es, más bien, la lógica consecuencia de un proceso histórico en el que el poderoso se resiste a aceptar que la realidad mundial del presente ya no es la de la guerra fría.

Más allá de las molestas implicaciones económicas, que merecen todo cuidado, la decisión sobre la ATPDEA tomada por Ecuador tiene la virtud de evitar que decisiones que competen exclusivamente al ámbito diplomático y jurídico internacional, y a nuestros principios constitucionales, se contaminen por las amenazas de los poderosos.

El Ecuador no se deja confundir: el espionaje interno, el comercio, la manipulación y los cauces legales de una gestión diplomática son cosas muy distintas. Lo que en este caso ha sucedido es que todas ellas han sido forzosamente juntadas y con tanta prepotencia y mala intención, que hoy ni siquiera podrían servir como buen argumento para una novela de espías.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


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