25-07-2013 |
Ahora se disfrazan de neoliberales los conservadores que antes odiaban a los liberales. ¡Todo el poder para el gran burgués!.No saben cómo llevarle la contraria a Lenin. Blasapisguncuevas
Vivimos
en un mundo en el que las desigualdades internacionales y nacionales no
dejan de crecer. La fractura social es imparable. Riqueza y pobreza son
las dos caras inevitables de la misma moneda : el sistema económico
capitalista. Un sistema que funciona como un auténtico casino mafioso,
enriqueciendo fabulosamente a sus propietarios y empobreciendo a sus
incautos clientes. El sistema no está hecho para repartir equitativa o
justamente la riqueza, sino para concentrarla en las pocas manos de
quienes, en muchos casos, la vienen acumulando desde hace generaciones.
Según diversas estimaciones que se
plantean a partir de documentos como el " Informe sobre la Riqueza
Global ", del banco Credit Suisse, o de las declaraciones de la
directora general del Fondo Monetario Internacional ( FMI ) Christine
Lagarde, cabe afirmar que menos del 10% de la población mundial,
exactamente el 8,1% ( 373 millones de personas ) posee el 82,4% de la
riqueza total e, incluso, dentro de ese 8,1% de ricos un 0,5% de súper
ricos ( 29 millones de personas ) acumulan el 39,3% de la riqueza del
mundo. En cambio, el resto de la población mundial que suma más del 90%
del total de la población ( acercándose a los 7.000 millones de personas
), tiene tan solo el 17,7% de la riqueza global. De esa intolerable
desigualdad en la distribución de la riqueza mundial se deriva una
consecuencia dramática y perversa. A la hora de influir en la
elaboración de las políticas económicas de los organismos
internacionales - Fondo Monetario Internacional ( FMI ), Banco Mundial,
Organización Mundial del Comercio (OMC ), etcétera -, y de los
gobiernos, incluidos los denominados democráticos, los intereses que de
verdad cuentan son los de esa élite del 8,1% y, sobre todo, los de la
súper élite del 0,5% de la población mundial ( 29 millones de personas )
que ella sola acumula cerca del 40% de la riqueza total del planeta.
El lingüista y pensador estadounidense
Noam Chomsky lo ha expresado con absoluta claridad recientemente en Bonn
( Alemania ) durante la apertura del Foro Global Mediático : " Cuanto
más arriba se encuentran los ingresos hay mayor influencia en la
política y cuando te encuentras hasta arriba en la escala de ingresos,en
un rango entre 1 y 10 por ciento de la población, son ellos los que se
salen con la suya, son los que determinan la política".
En nuestro mundo de principios del siglo
XXI se diría que se ha realizado el deseo de aquel oficial de las SS de
la Alemania nazi que proclamaba que : " el 5 o 10 por ciento de la
población, la élite, debe mandar, el resto, obedecer y trabajar".
En fin, a estas alturas será discutible si
la riqueza da o no la felicidad, pero de lo que no hay la menor duda es
que lo que sí da es el poder.
¿
Qué puede hacer entonces ese más del 90% de la población mundial que no
tiene o apenas tiene influencia en la elaboración de la políticas de los
organismos internacionales y gubernamentales ?
Lo que posiblemente ya empezado a hacer.
Enfrentarse, a través de la movilización social y de su corolario lógico
la organización política, al poder de esa élite de ricos y, sobre todo,
a esa élite de súper ricos que bajo un manto aparente de democracia
ejerce un control plutocrático del mundo.
Solo cuando los organismos internacionales
y gubernamentales diseñen y pongan en práctica políticas que beneficien
a ese 90% de la población, aún cuando los intereses de la élites
resulten perjudicados, se podrá hablar realmente de democracia, y sobre
ella se podrá erigir un mundo más justo en el que la riqueza no sea
propiedad y trampolín de unos pocos para gobernar el mundo, sino
patrimonio de todos para ofrecernos una vida digna de ser vivida.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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