sábado, 11 de mayo de 2013

Duro revés de la ONU a Washington




Esta película ya la hemos visto varias veces: Estados Unidos acusa a un gobierno desafecto o insumiso de poseer y utilizar armas químicas (u otro tipo de armas de destrucción masiva). La acusación, que más tarde se confirmará es absolutamente falsa, da pie a una intensa e inmensa campaña mediática para preparar el derrocamiento de aquel gobierno desafecto o insumiso, con la simpatía o al menos la aquiescencia de la opinión pública occidental.  Fue el caso, para quien ya lo haya olvidado, de Irak. Y también, con sus variantes acusatorias, de Afganistán. En el caso de Afganistán, la acusación consistía en la presencia y actuación en ese país de células (o ejércitos) de Al Qaeda, la conocida agencia terrorista made in USA que sirve, mediante sus atentados con bandera falsa, a la preparación y consumación de derrocamientos e invasiones militares por cuenta de Washington y otras naciones imperialistas (Inglaterra, Francia, Alemania, Canadá y, por supuesto, Israel).
Ahora mismo estamos viendo en Siria una reedición de la vieja y manida película. Y es que para preparar la invasión militar que conduzca al derrocamiento del gobierno sirio, EU acusa al gobierno de esta nación árabe de emplear contra los insurrectos made in USA armas químicas, concretamente el famoso gas sarín.
Pero, ¡oh sorpresa!, el calumnioso guion se encontró un obstáculo inesperado. Una comisión especial de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) encargada de investigar el supuesto uso de gas sarín por cuenta del gobierno de Bashar al Assad, ha determinado que no existe evidencia alguna que demuestre la veracidad de la acusación estadounidense. Y determinó algo más, para disgusto del Pentágono y de sus aliados. Carla del Ponte, presidenta de esa comisión, declaró tener evidencias del uso del gas sarín por cuenta de los insurrectos.
El golpe ha sido demoledor para los planes de invasión militar de suelo sirio. De un plumazo se cayó el teatrito gringo. La diferencia con el caso iraquí es que en la antigua Mesopotamia se supo de la falsedad de las acusaciones después de consumada la invasión militar y el consecuente derrocamiento de Saddam Hussein, en tanto que en el caso sirio la mendacidad de la acusación se conoce antes de concretarse los planes de invasión militar.
El estruendoso mentís de la ONU a la calumnia de Washington no significará, desde luego, el fin de los afanes estadounidenses por derrocar a Assad y dar base territorial a la ansiada y mil veces planeada invasión y ocupación militar de Irán que lleve a la caída del régimen de los ayatolas y, con ello, a la eliminación del único obstáculo a la hegemonía militar israelí en Oriente Medio.
Tendrá la Casa Blanca que buscar nuevas formas de hostigamiento contra Siria. O de plano lanzarse a la agresión militar directa sin el aval de la ONU. Esta opción no se ve tan lejana, puesto que los insurrectos no dan muestras de fuerza suficiente por sí mismos para derrocar al presidente sirio. Fuerza insuficiente a pesar del inmenso apoyo en armas, dinero y asesoría militar de Estados Unidos, Israel y las petromonarquías del Golfo Pérsico, señaladamente Qatar y Arabia Saudita.
Esta insuficiencia de fuerza militar de los insurrectos made in USA, aunada al duro revés de la ONU a EU que significó la declaración de que son esos supuestos insurrectos quienes han empleado el gas sarín (y no el gobierno sirio), más la sólida realidad de que Assad no se ha rendido ni da muestras de estar dispuesto a ello, sólo le deja a Washington la carta de la invasión militar directa. Pero, si se anima, tendrá que hacerlo sin el aval de la ONU y sin haber logrado engañar al mundo. Y afrontando la esperable dura resistencia del pueblo y del ejército sirios.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.com.mx
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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