Sería un idiota si creyese que los
capitalistas y periodistas a su servicio no han escrito libelos
contra su gran enemigo, el socialismo marxista, y especialmente
después de haber descubierto decenas de sus mentiras
Para poder demostrar que el “rey está desnudo”, no se necesita ser un sastre profesional. Basta con tener ojos y no tener miedo de pensar, aunque sea un poquito. Después de ver cuantas veces se ha reescrito la historia, alardeando de alambicadas metodologías estadísticas, “capaces de demostrar” lo que se quiera, la gente ya no se cree nada. Por eso no pretendo cansar al lector con cálculos estadísticos, sino simplemente apelar al uso del sentido común. Cuando se habla de la represión, que se produjo en la época de Stalin, la propaganda antisoviética asegura lo siguiente: • Los fascistas aniquilaban a otros pueblos, los comunistas al suyo propio. • 20 millones de muertos en la guerra con los alemanes. Otros veinte en la guerra contra su propio pueblo. • 40, 50, 60 y hasta 120 (!) millones de personas que pasaron por los campos. • Prácticamente todos los arrestados eran inocentes. Los condenaban por delitos como que una madre arrancase 5 espigas de trigo para sus hijos hambrientos, o que por llevarse del trabajo un ovillo de hilo, te caían 10 años. • Casi todos los arrestados eran enviados a campos, donde trabajaban en la construcción de canales o en la repoblación forestal. La mayoría de los condenados murió. Cuando se pregunta por qué el pueblo no se rebeló, si lo estaban aniquilando, la respuesta habitual es: “el pueblo no lo sabía”. El hecho de que el pueblo no sospechase el alcance de las represiones, es algo que pueden confirmar no solo toda la gente que vivió en aquellos años, sino numerosas fuentes escritas. En este sentido vale la pena señalar una serie de importantes cuestiones, para las que no hay no ya una explicación convincente, sino en general respuesta alguna. ¿De dónde sacan esa inverosímil cantidad de presos? 40 millones de prisioneros, equivale a la población que sumaban entonces Ucrania y Bielorrusia juntas, a toda la población de Francia, o a toda la población urbana de la URSS de aquellos años. El arresto y deportación de miles de ingushes y chechenos fue señalado por los historiadores como un acontecimiento impactante. Algo perfectamente comprensible. ¿Cómo es que el arresto y traslado de una cantidad de gente infinitamente mayor no cuenta con testigos? Durante la famosa “evacuación hacia el este” en los años 41-42, 10 millones de personas fueron trasladadas a lo más profundo de la retaguardia, Los evacuados vivían en escuelas, campamentos. Donde fuese. Es algo que recuerdan nuestros mayores. ¿Cómo no notar el paso de 40, 50 ó 60 millones? Casi todos los testigos de aquellos años señalan el traslado y el trabajo en la construcción de los prisioneros alemanes. Era imposible no verlos. El pueblo todavía recuerda por ejemplo que: “este camino lo construyeron los prisioneros alemanes”. En el territorio de la URSS hubo cerca de tres millones de prisioneros de guerra. Resulta imposible no advertir la presencia de una cantidad tan grande de personas. ¿Por qué no sucede lo mismo con un número supuestamente 10 ó 20 veces superior de “presos”? El solo hecho del traslado y trabajo en las obras de una cantidad tan increíble de personas debió haber conmocionado a la población de la URSS. Es algo que se ha ido transmitiendo de boca en boca, decenas de años después. ¿Existió algo de esto? NO. ¿Cómo transportar a zonas tan alejadas, con ausencia total de caminos, a esa enorme cantidad de gente?, ¿y qué medio de transponte, de entre los que disponían en aquellos años, debieron haber utilizado? La construcción a gran escala de carreteras en Siberia y en el norte, comenzó mucho más tarde. El traslado de enormes masas humanas de varios millones por la taiga y sin caminos es algo absolutamente irreal. No hay posibilidad alguna de abastecer de provisiones a tanta gente durante un camino de varios días. ¿Y dónde se ubicaba a los presos? Se supone que en barracones. Imagino que no se construirían rascacielos para presos. Sin embargo un barracón por muy grande que sea no puede albergar más gente que un bloque de cinco pisos. Por algo se construyen casas de varios pisos. Luego para recibir a 40 millones de presos, se supone que debieron construir 10 ciudades del tamaño que tenía entonces Moscú. Inevitablemente deberían quedar huellas de esos asentamientos gigantescos. ¿Dónde están? En ninguna parte. Si desperdigamos una cantidad así se presos, por una enorme cantidad de pequeños campos, localizados en puntos de difícil acceso en zonas poco habitadas, el abastecimiento se convertiría en un problema irresoluble. Además, los gastos de transporte en condiciones de ausencia de caminos, serían inimaginables. De haberse situado cerca de las carreteras, junto a núcleos importantes de población, toda la población del país hubiera sabido de la enorme cantidad de presos. Ciertamente, de haber estado en las afueras de las grandes ciudades, debería haber un gran número de construcciones singulares, que sería imposible que pasasen inadvertidas, o fuesen confundidas con cualquier otro tipo de edificación. El famoso canal Belomor, lo construyeron 150 mil presos, El complejo hidroeléctrico de Kirov, 90 mil. Todo el país sabía que en esas obras estaban trabajando presos. Y esas cifras son insignificantes en comparación con las supuestas decenas de millones. Decenas de millones de “presos-esclavos” debieron dejar tras de si construcciones ciclópeas. ¿Dónde están y como se llaman? Podríamos seguir haciendo preguntas que nunca tendrán respuesta. ¿Cómo abastecer de víveres a esa enorme cantidad de gente en zonas alejadas de difícil acceso? Incluso suponiendo que se alimentasen con las raciones que había en el Leningrado del bloqueo, eso representaría que harían falta mínimo 5 millones de kilos de pan al día- 5000 toneladas. Y eso si nos olvidamos de que los guardias también comen, beben, necesitan armas y uniformes. Seguramente todos habrán visto fotografías del famoso “Camino de la Vida”: uno tras otro, en una hilera sin fin, vemos a camiones de 1’5 ó 3 toneladas. Eso era prácticamente el único medio de transporte de aquellos años, aparte del ferrocarril (considerar a los caballos medios de transporte, dado el volumen y peso de la carga, no tiene sentido). La población del Leningrado bloqueado, era aproximadamente de 2 millones de personas. El camino sobre el lago Ladozhsky era de unos 60 Km. Pero el envío de mercancía, incluso en una distancia tan corta, se convirtió en un gran problema. Y no solamente por los bombardeos alemanes (los alemanes no consiguieron cortar el suministro ni un solo día). El problema estaba en la pequeña capacidad que ofrecía un camino comarcal como era el “Camino de la Vida”. ¿Cómo se imaginan los defensores de la hipótesis de las “represiones en masa” el abastecimiento de 10 ó 20 ciudades del tamaño de Leningrado, situadas a centenares o miles de kilómetros de distancia de las carreteras más cercanas? ¿Cómo se les hizo llegar las herramientas de trabajo y que medio de transporte, de entre los que había en aquel tiempo, se utilizó? Podemos no esperar respuestas. No las habrá. ¿Dónde se instalaba a los detenidos? Los detenidos rara vez comparten espacio con los que cumplen condena. Para eso existen centros de aislamiento especiales. Retener a los arrestados en edificios normales no se puede; se necesitan condiciones especiales, por consiguiente se debieron construir en cada ciudad, en gran cantidad, centros de aislamiento, cárceles, con capacidad para decenas de miles de detenidos cada una. Debieron ser construcciones de unas dimensiones gigantescas, pues incluso en la famosa “Butyrka” nunca hubo más de 7000 presos. Incluso suponiendo que la población de la URSS sufría de una repentina ceguera y no se daba cuenta que se estaban construyendo cárceles gigantescas, una cárcel es algo difícil de esconder o de hacer pasar por otro tipo de construcción. ¿Qué fue de esas cárceles después de Stalin? Tras el golpe de Pinochet hubo que meter a 30 mil detenidos en un campo de fútbol. Por cierto, eso fue algo que no pasó inadvertido para el mundo entero. ¿Cómo sería detener a millones? A la pregunta: ¿Y dónde están las fosas comunes de los inocentes ejecutados, que se suponen millones? tampoco escucharán ninguna respuesta convincente. Después de la propaganda antiestalinista de la Perestroika, lo lógico hubiera sido que hubiesen salido a la luz los lugares secretos de enterramientos masivos de millones de víctimas, donde poder levantar obeliscos y memoriales. Pero no hay ni huella de nada de eso. Recordemos los enterramientos en Baby Yar famosos en el mundo entero. Toda Ucrania supo enseguida que allí se había producido un aniquilamiento masivo de civiles por parte de los fascistas. Según diferentes fuentes, acabaron con la vida de entre 70 y 200 mil personas. Está claro que si no se pudo ocultar el fusilamiento y enterramiento de ese número de personas, mucho menos se lograría con cifras 50 ó 100 veces mayores. Considero que los datos aportados y las reflexiones hechas son suficientes. Nunca nadie ha podido rebatirlas. Incluso si alguna de las situaciones anteriormente descritas, pudiese ser explicada de algún modo, traído “por los pelos”, no se podría explicar todo en conjunto. El cumplimiento simultáneo ya no de todas, sino de una parte siquiera de las condiciones de las que hemos hablado, es imposible por definición. Unas cifras de tan colosal envergadura, no fueron elegidas por los falsificadores de modo casual. No sólo impactan, provocando fuertes emociones, sino que eliminan la posibilidad de crítica. Las víctimas de la manipulación, no están en estado de creer que se puede mentir ASÍ. Es algo que ya utilizó la propaganda nazi. Los sicólogos saben perfectamente, que para una persona media, todo lo que pase de 100 mil, se inscribe en la categoría de “muchísimo”. Por eso, si nos dicen que murieron cien millones, es muy probable que lo creamos, puesto que en la vida cotidiana no operamos con grandes números. Fin del artículo. P. Krasnov Pravda.info Traducido del ruso por Josafat S. Comín Lo siguiente lo encontré en el foro alasbarricadas..org AVISO, no soy Stalinista, que quede claro, que a lo mejor este texto os parecerá que justifico los crímenes de Stalin, y nunca lo haré, sólo digo la verdad sobre estas cifras. La imagen actual de Stalin y de su etapa al frente de la URSS ha sido objeto de una deformación sistemática, primero a iniciativa de la propaganda hitleriana y luego al amparo de la guerra fría. Indudablemente esa campaña, por más que se haya probado su inconsistencia y absoluta falta de rigor histórico, ha calado: Stalin es hoy sinónimo de terror, persecución, genocidio y campos de trabajo. No cabe duda: la burguesía tiene pánico a Stalin y ese temor nos lo transmite a diario por todos los medios de intoxicación. Las razones son obvias: el movimiento comunista internacional alcanzó su fase de máxima pujanza precisamente bajo Stalin; la situación llegó a ser tan crítica para el imperialismo que realmente llegaron a temer su desplome. Había que hacer algo, borrar la imagen gloriosa de la Revolución de Octubre y de los bolcheviques e imponer una nueva imagen de diseño, plagada de tergiversaciones, mentiras y falsificaciones históricas de lo más burdas. Los imperialistas nos insistieron durante décadas que la apertura de los archivos secretos del KGB demostraría sus afirmaciones; Gorbachov ordenó abrir esos archivos en 1989 y los primeros informes completos con las conclusiones se publicaron en 1993. Estas conclusiones no han tenido el eco mediático que merecían, sin duda porque refutan plenamente la campaña intoxicadora que hemos padecido durante tantos años. El proceso contra Dimitrov La primera campaña propagandística contra la URSS y el movimiento comunista internacional se inició con la quema del Reichstag en 1933, nada más subir los nazis al poder en Alemania. Estaba perfectamente preparada: Dimitrov, dirigente de la Internacional Comunista, fue acusado del incendio y los nazis desataron un ofensiva publicitaria de dimensiones hasta entonces desconocidas. Hoy está probado que fueron los propios nazis quienes quemaron un Parlamento que ya no les servía para nada, pero la primera campaña de intoxicación demostró que la técnica funcionaba. El legendario Partido Comunista alemán fue perseguido, su secretario general Thälmann encarcelado junto con otros miles de camaradas que inauguraron los primeros campos de concentración y, como luego escribió Bertold Brecht, tras los comunistas fueron los antifascistas y, finalmente, los judíos y muchas otras víctimas del terror imperialista. Era el primer ejemplo histórico de la nueva propaganda imperialista, basada en la estrecha unión de la policía política (la famosa Gestapo) y los medios de comunicación. Los nazis inventaron la figura del periodista-policía, una nueva estirpe de siniestros funcionarios al servicio de las más burdas mentiras. Göbbels resumió esta nueva técnica en una frase hoy conocida: Una mentira que se repite un millón de veces acaba convirtiéndose en una verdad. Pero nadie reconoce que los comunistas fueron los primeros en padecer la infamia sistemática de los nazis. De Göbbels a Hearst La característica común de las dos primeras campañas de guerra psicológica es que, no obstante su amplitud, no trascendieron de las fronteras de la Alemania nazi, salvo un cierto eco en la prensa reaccionaria inglesa. Es aquí donde surge la figura del magnate de la prensa amarilla estadounidense Hearst, que en 1934 viajó a Alemania, donde fue recibido por Hitler como invitado y amigo leal. A partir de entonces, comenzó a abrir espacios en sus periódicos para difundir artículos firmados por Göring. El descrédito y las presiones populares le obligaron rápidamente a suspender la difusión de tales artículos, pero continuó informando acerca de la URSS con materiales más refinados que la Gestapo le remitía directamente desde Berlín, alusivos a masacres, esclavitud, presidios, etc. Entonces la noticia estrella era el genocidio en Ucrania a causa de las colectivizaciones, campaña iniciada el 18 de febrero de 1935 en el periódico sensacionalista de Hearst Chicago American. A través de Hearst la Gestapo avanzó las primeras cifras: 6 millones de muertos por hambre en Ucrania. ¿Qué hay de cierto en ello? Ucrania era conocido como el granero de Europa, un país agrícola muy rico, ambicionado por Alemania y otras potencias imperialistas rivales como despensa alimenticia en sus preparativos de guerra. Cuando en 1935 el PCUS promovió la colectivización, 120 millones de campesinos pobres se levantaron contra los kulaks, unos 10 millones de terratenientes que a través de los koljoses se habían enriquecido con el socialismo. Se abrió un periodo de fuertes luchas en el campo, en toda la URSS. Los kulaks reaccionaron armándose y creando bandas que asaltaban a los campesinos pobres, incendiaban los graneros y destruían las cosechas. Surgió la escasez de grano y el hambre, lo que finalmente desembocó en epidemias, un fenómeno muy común en aquella época, ya que la penicilina no se inventó hasta la segunda mitad de los años cuarenta. Por ejemplo, en Europa occidental una epidemia de la llamada gripe española causó 20 millones de muertos entre 1918 y 1920. La colectivización, por tanto, no causó ningún estrago especial entre la población ucrania, más que la propia del aplastamiento de la reacción kulak. Por el contrario, fue la colectivización la que permitió el aprovisionamiento del Ejército Rojo y de los obreros soviéticos en la guerra mundial que estallaría sólo seis años después. En la guerra mundial, los kulaks supervivientes de la colectivización volvieron a Ucrania y colaboraron en la invasión nazi, privatizando las tierras de nuevo y asesinando a los campesinos por millones. Pero de estas matanzas nada ha difundido el imperialismo. Robert Conquest toma el relevo de la Gestapo La guerra mundial no acabó con la URSS como pretendieron las grandes potencias imperialistas. Por el contrario, el socialismo salió reforzado de la misma, obligando a una nueva ofensiva de guerra psicológica para encubrir su tremendo fracaso. Incapaces de derrotar por la guerra al socialismo, desataron una forma singular de agresión permanente y larvada: la guerra fría. En Estados Unidos el senador McCarthy inició una violenta campaña de persecución contra los comunistas y cualquier asomo de movimiento progresista que acabó extendiendo por todo el mundo como una fiebre de histeria. Desempolvaron los viejos argumentos de la Gestapo y Hearst. En 1953, financiado por los exiliados ucranios en Estados Unidos, se publicó el libro Los sucesos negros del Kremlin (1) en el que se inventaban toda una serie de matanzas truculentas en la URSS. Pero el personajillo que se especializaría en esta tarea fue Robert Conquest, ex-agente de la policía británica elevado unos años más tarde a profesor de la Universidad de Stanford en California, que escribió en 1969 El gran terror y en 1986 Cosecha de amarguras (2). Aquel mismo año escribió por encargo de Reagan un libro inolvidable cuyo título lo dice todo acerca de su talla universitaria: ¿Qué hacer cuando los rusos vengan? Manual de supervivencia. La fuente de información de Conquest eran los kulaks ucranios que habían colaborado con el Ejército hitleriano en la ocupación de la URSS y que los Estados Unidos acogieron después como exiliados políticos. La mayor parte de esos ucranios eran criminales de guerra, como Mykola Lebed, jefe de seguridad en Lvov durante la ocupación nazi que colaboró en la persecución contra los judíos en aquella ciudad en 1942. En 1949 Estados Unidos le acogió como desinformador y comenzó a trabajar para la CIA. Las siniestras conexiones de Conquest no fueron conocidas hasta que el periódico británico The Guardian las desveló en un artículo publicado el 27 de enero de 1978. Los servicios secretos ingleses habían creado en 1947 para la guerra fría un departamento especial dedicado en exclusiva a la intoxicación periodística que se llamaba IRD (Information Research Department), aunque su nombre originario era también bastante ilustrativo: Communist Information Department. Su tarea era combatir la influencia comunista entre el proletariado británico con noticias e informaciones inventadas, por medio de contactos en las redacciones de los periódicos y en las emisoras de radio, comprando noticias, sobornando a los periodistas, etc. Cuando en 1977 se disolvió por sus escandalosos contactos con los fascistas británicos, se comprobó que unos 100 periodistas conocidos de la prensa, radio y la televisión cobraban de sus presupuestos y que regularmente recibían informes para su difusión. Conquest fue agente del IRD desde los comienzos hasta 1956 y su tarea era escribir noticias siniestras de la URSS para difundirlas en la prensa y la radio. Su libro El gran terror no es más que una recopilación de los artículos sensacionalistas que como agente del IRD escribió durante años sobre la URSS. Una tercera parte de los libros fueron comprados por la editorial Praeger que es la que habitualmente distribuye los libros de intoxicación de la CIA. Y por su libro Cosecha de amargura Conquest cobró 80.000 dólares de los exiliados fascistas ucranios. Las cifras del gulag Según Conquest (y tras él toda la propaganda imperialista) los bolcheviques mataron a 26 millones de personas, con el siguiente desglose: 12 millones de presos ejecutados entre 1930 y 1953 y otros 14 millones muertos de hambre en la década de los años veinte. También siguiendo sus cálculos, en 1950 había de 25 a 30 millones de presos en los campos de trabajo soviéticos, de los que 12 de ellos eran presos políticos, o sea contrarrevolucionarios. Añade que en las depuraciones de 1936 a 1939 fueron ejecutadas un millón de personas y otros dos millones murieron de hambre. El resultado de estas depuraciones serían 9 millones de presos políticos y 3 millones de muertos. Soljenitsin, un fascista-zarista que recibió el Premio Nobel de Literatura (3) en pago a sus servicios, infló todavía más las cifras de Conquest. Según él, los bolcheviques mataron a 110 millones de personas: 44 millones en la II Guerra Mundial y otros 66 millones desde la colectivización hasta la muerte de Stalin en 1953. Finalmente, calculaba que en 1953 en los campos de trabajo había 25 millones de presos. Estas son las cifras que luego la prensa imperialista ha reproducido millones de veces por todo el mundo, por supuesto de fuentes fidedignas. Los archivos del KGB Naturalmente, las conclusiones de la apertura de los archivos secretos por Gorbachov en 1993 no han recibido la misma dimensión informativa y sólo han alcanzado a las publicaciones científicas restringidas. Las conclusiones del estudio se han compendiado en 9.000 páginas redactadas por tres académicos rusos (Zemskov, Dougin y Xlevnjuk) nada sospechosos de simpatías stalinistas. Estas conclusiones han sido reproducidas también por Nicolas Werth del CNRS (Instituto Francés de Investigaciones Científicas) en la revista L'Histoire en setiembre de 1993, y por J. Arch Getty profesor de Historia de la Universidad de River Side en California en la revista American Historical Review. Todos los informes académicos son unánimes en desmentir la campaña tergiversadora. En la URSS en 1940 existían 53 campos y 425 colonias de trabajo, los famosos gulags. Se diferenciaban porque las colonias eran más pequeñas y con un régimen penitenciario más relajado que los campos y a ellas se destinaban los presos con condenas más reducidas. En los campos y colonias los presos no estaban recluidos en espacios cerrados sino que trabajaban y cobraban el mismo sueldo que los demás trabajadores, sobre la base del principio de que los presos no podían resultar una carga para la sociedad. Trabajaban durante su jornada laboral (7 horas diarias) y luego debían recluirse en los recintos cerrados y custodiados. En la URSS no había cárceles como las que conocemos aquí, en las que impera la ociosidad: trabajar era una obligación para todos, y no un derecho. Imperaba el conocido principio general de que quien no trabaja no come. En 1939 en los campos y colonias había un total de 2 millones de presos, de los que 454.000 eran contrarrevolucionarios. De ellos murieron 160.000 por causas diversas, especialmente epidemias, enfermedades contagiosas y falta de medicinas. Después de la guerra, en 1950, el número de contrarrevolucionarios presos subió a 578.000, pero el porcentaje de presos que en total purgaban sus condenas nunca pasó del 2'4 por ciento de la población adulta de aquella época. ¿Qué significan estas cifras? Hagamos comparaciones... En Estados Unidos hoy viven 252 millones de personas y hay 5'5 millones de presos en total, es decir, un 2'8 por ciento de la población adulta. Más que en la URSS de la época de Stalin. Y Estados Unidos ni padece un levantamiento armado de las proporciones de la guerra civil en la URSS, ni tampoco la amenaza exterior de ninguna potencia. Por el contrario, la URSS surge de una guerra mundial, padece una guerra civil, una invasión exterior de las grandes potencias, un sabotaje permanente de espías y contrarrevolucionarios y, finalmente, una nueva guerra mundial. A pesar de ello, el número total de presos era inferior al actual en Estados Unidos. En cuanto a las muertes en los campos y colonias de trabajo, los porcentajes van del 5'2 por ciento en 1934 al 0'3 por ciento en 1953, lo que hace un total aproximado de un millón de presos, la mitad de ellos en el periodo de 1934 a 1939, y siempre por causas involuntarias, como se demostró al difundirse tras la II Guerra Mundial el uso de antibióticos, que redujo notablemente el volumen de fallecimientos. En la URSS existió la pena de muerte, que se ejecutaba sólo en los casos más graves de levantamientos armados contra el socialismo. Dimitri Volkogonov, nombrado por Yeltsin jefe de los antiguos archivos soviéticos, ha calculado en 30.514 el número de fusilados entre 1936 y 1938 y, según cifras actuales del KGB, desde 1930 hasta 1953 habrían sido condenados a muerte 786.000 detenidos. Pero esta última cifra no parece convincente y puede referirse al total de ejecuciones entre delincuentes comunes y contrarrevolucionarios. Quizá pueda deberse también a que el KGB contabilizó todas las sentencias de muerte, incluso aquellas que luego no se ejecutaban y se conmutaban por otras. En todo caso, puede decirse que los fusilamientos en una de las fases más aguda de la lucha de clases en la URSS entre 1936 y 1939, la época llamada del gran terror entre los imperialistas, serían de unos 100.000. Por tanto, muy lejos de los millones de la propaganda con la que nos han bombardeado durante años. Pero hay detalles muy poco conocidos. Por ejemplo, hasta 1937 la pena máxima establecida por las leyes soviéticas era de 10 años, y el 82 por ciento de los condenados lo eran a penas inferiores a 5 años. Las penas dictadas por los tribunales populares eran algo superiores, pero en todo caso, sólo el 51 por ciento de los contrarrevolucionarios fueron condenados en 1936 a penas superiores a los 5 años. Cuando en 1937 se elevó el tope de las penas, sólo el 1 por ciento de los contrarrevolucionarios fueron condenados a penas superiores a los 10 años. Ni existía la condena a perpetuidad como en Estados Unidos, ni nadie cumplía condenas de más de 20 años, como en España. Los comentarios, una vez más, sobran. Los convictos del gulag Pero todas esas cifras expuestas no nos daría una imagen ni siquiera aproximada de la URSS en los años treinta y las durísimas condiciones en las que se desarrollaba la lucha de clases de los obreros y los campesinos pobres. Pese a la colectivización, los kulaks no desistieron en su empeño de doblegar a los campesinos pobres, asesinando a los militantes comunistas, a los funcionarios del Estado y a los cooperativistas, incendiando las cosechas, provocando plagas, matando a los animales de trabajo y provocando el hambre. El Partido Comunista y los campesinos pobres tuvieron que luchar en las condiciones más adversas porque los kulaks contaban con importantes apoyos exteriores y tenían experiencia de años en el control de todos los resortes del poder en el campo. Sin duda la represión debió ser dura y los kulaks más destacados por sus crímenes fueron justamente ejecutados o condenados a los campos de trabajo. No obstante, de los 10 millones de kulaks existentes antes de la colectivización sólo resultaron condenados 1'8 millones de ellos a diversas penas. Es seguro que cuando la lucha es tan encarnizada y de tan vastas proporciones, se produjeron errores, injusticias y venganzas particulares. Pero en su conjunto, la lucha fue acertada, permitió subsistir a la URSS y salvó aún muchas mas vidas de las que costó. Y sobre todo: esas vidas que se salvaron eran las de los obreros, los campesinos pobres, los cooperativistas y la población en general de todos los pueblos de la URSS. Además, la situación no se ceñía exclusivamente al campo. También en las fábricas y en el Ejército ocurría algo parecido. Numerosos cuadros y técnicos provenían de las filas de la burguesía, ya que eran cuadros cualificados de los que no se pudo prescindir inicialmente. La mayor de parte de ellos colaboraron lealmente con los obreros en los planes quinquenales, pero otros saboteaban la producción, retrasaban los suministros, destruían la maquinaria y boicoteaban las tareas, causando un extraordinario perjuicio a la producción, en unos momentos clave en que la amenaza exterior del imperialismo acechaba. La revolución, cabe concluir, no es un camino de rosas, desgraciadamente. Pero no será porque los revolucionarios estén sedientos de sangre. Es seguro que si los capitalistas renunciaran voluntariamente a sus privilegios, todo resultaría más fácil. La Historia demuestra que eso no ha sucedido nunca y que los que lo tienen todo no dudan en masacrar a los que no tienen nada para salvaguardar sus prebendas. Y luego encima nos vuelven la historia del revés. Tags: matanzas, duda, exageración, Stalin, traidor, socialismo, presos Publicado por blasapisguncuevas @ 0:40 | EEUU: Nazi-Stalinista hoy Comentarios (3) | Enviar El primer vídeo pertenece al segundos, como todos los subidos por mi Pirámide capitalista Pirámide capitalista. actualizada Comentarios Añadir comentario Publicado por Invitado viernes, 16 de mayo de 2008 | 19:05 Remito al autor a que lea los discursos del Sr Gorbachov y escritos de la revita Sputnik de la epoocade la Prestroika en la antigua URSS Publicado por Invitado domingo, 27 de febrero de 2011 | 21:34 Es hoy en día, cuando aun en todos los medios de comunicación siguen apareciendo las terribles acciones del gran genocida Stalin, simplemente se dan por ciertos todos los datos que desglosas en este artículo, que si Stalin realizó terribles represalias contra cualquier disidencia por mínima que fuera, etc., etc.. Además es lamentable observar como los medios de comunicación agrupados en cada vez menos y enormes grupos mediáticos, son más conservadores e incluso llegando a ser en su línea editorial claramente ultraderechistas, tachando a los medios más moderados, aunque también conservadores, de extremistas de izquierdas, con prácticas sensacionalistas, con el objetivo de provocar una crispación social, su mensaje es claro, "sino estás conmigo estás contra mí" y por supuesto eres un peligroso extremista y radical de izquierdas. Publicado por blasapisguncuevas lunes, 28 de febrero de 2011 | 12:06 Una cosa son las cifras reales y otras las inventadas para demonizar al socialismo y al comunismo y no a Stalin y sus compañeros en el poder, corrompidos por las mieles de éste. El socialismo hay que saber construirlo para que no nos salga un Frankenstein y no se desmorone como un castilo de naipes ni se disfrace de una élite burocrática de ordeno y mando. Solución: autogestión, cooperativismo, trabajo por cuenta propia, empresas estratégicas públicas e impuestos progresivos porque quien más exito tenga también es el más beneficiado por una buena infraestructura y estructura social; democracia directa y representativa.
Sin duda Goebbels sigue vivo en la mass media burguesa y especialmente en la imperialistas. Han inventado crímenes o los han exagerado para justificar los crímenes imperialistas y por parte de los anticomunistas de la ex-URSS para justificar el robo masivo de bienes públicos y convertirse en oligarcas. Imperialistas y lacayos son una banda de ladrones que asolan el planeta tierra tal y como si fuesen invasores extraterrestres y que amenazan al resto de la humanidad con sus ejércitos mercenarios profesionales. Nadie le ha dado permiso para que tengan bombas atómicas y no deberían portarlas quienes ya sabemos que las han usado contra la población.
ResponderEliminarEl libro negro del comunismo lo han escrito seguidores de Yago, el malvado personaje de Otelo, el moro de Venecia.
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