miércoles, 22 de enero de 2014

Necesitamos un Mandela iraquí






En sus intentos de negociar con autoridades iraníes, el presidente Obama tiene el problema de una oposición radical por parte del Gobierno israelí. Obama también se enfrenta a una oposición vehemente por parte de Arabia Saudí.
Durante mi viaje por los EEUU en diciembre, me pareció curioso que incluso muchos anticomunistas férreos estadounidenses elogiaban a Nelson Mandela porque, no obstante su cercanía al mundo socialista, sus esfuerzos habían posibilitado la reconciliación entre distintos grupos, partidos y tribus en Sudáfrica.
Esos anticomunistas estadounidenses apuntan a que Zimbabue, que también sufría bajo su propio régimen de apartheid, podía haber seguido un camino parecido al de Sudáfrica; sin embargo, Robert Mugabe, que ha dirigido Zimbabue desde su independencia, ha seguido una política de enfrentamiento total -a menudo muy violento- contra sus adversarios, en vez de una política de reconciliación como la de Mandela. Era un elogio incluso más significativo de lo que parece, viniendo de los sectores más radicalmente conservadores de los EEUU.
Está bastante claro que Nuri al-Malekí, el Primer Ministro de Irak, ha seguido el ejemplo de Robert Mugabe con su política violentamente sectaria, y no el de Mandela. Y los resultados se ven cada día, con la continuación de enfrentamientos violentos entre musulmanes de diferentes tendencias, y dentro de las mismas tendencias entre tribus diferentes. Hoy, Irak está luchando no por mejorar su situación económica, sino por sobrevivir como un único país y no romperse en pedazos.
Desde que en 2003 las fuerzas militares estadounidenses derrocaran a Saddam Hussein en Irak, su vecino Irán ha usado sus oportunidades para ganar cada vez más influencia en Irak, tanto política como económicamente, hasta un punto en que Irán no es solo uno de los socios comerciales más importantes de Irak, sino el país que tiene más influencia sobre el régimen iraquí.
Nuri al-Malekí, cuando era un opositor a Saddam Hussein, incluso pasó años como exiliado en Irán. Además, ha usado sus oportunidades no solo para sustituir a los musulmanes suníes que ocupaban puestos importantes durante la época de Saddam con sus propios aliados chiíes, sino que incluso dentro de la comunidad chií, que es la mayoritaria en Irak, ha aislado a todos los que no simpatizaban con él. Irán le ha ayudado a Malekí de una manera paciente, sin prisas pero firmemente. El retorno de las fuerzas militares estadounidenses estacionadas en Irak a los Estados Unidos dejó incluso más libertad para que el régimen iraní interviniera en Irak, y para que Malekí actuara a su propio antojo y continuara su política en contra de cualquiera que no simpatizaba con él.
El hecho de que el régimen iraní fuera el mayor soporte para el Gobierno de Malekí resultó un gran problema para los Estados Unidos hasta hace poco. Pero con el nuevo Presidente Hasán Rohaní, mucho ha cambiado la política internacional. Los presidentes de Irán y los EEUU incluso han hablado por primera vez desde la Revolución iraní de 1979. El último mandatario iraní con quienes los jefes de Estado norteamericanos habían tratado directamente ¡era el antiguo Shah!
El nuevo ambiente entre Irán y la comunidad internacional está ayudando no solo a tratar cuestiones como el programa nuclear iraní, sino también la situación de Irak y otras cuestiones, como la guerra civil en Siria. Sería interesante ver cómo se desarrollan las negociaciones entre Irán y los EEUU, y qué y cuántas concesiones están dispuestos a hacer los Estados Unidos por mejorar sus relaciones con Irán y también por asegurarse un futuro para Irak y Siria más acorde con los deseos norteamericanos. De lo que sí estamos seguros es de que estos temas no se pueden tratar con una actitud neoimperialista. Tiene que haber negociaciones para resolver las cuestiones pendientes, lo que significa que también tiene que haber concesiones. Sería interesante ver cómo se desarrolla el proceso en los meses que venideros.
En sus intentos de negociar con autoridades iraníes, el presidente Obama tiene el problema de una oposición radical por parte del Gobierno israelí. Obama también se enfrenta a una oposición vehemente por parte de Arabia Saudí, que considera Irán como uno de sus peores enemigos, y su principal rival en Oriente Medio. Pero si la Administración norteamericana quiere resolver cuestiones como la violencia en Irak y la guerra civil siria, además del programa nuclear iraní, no tiene absolutamente ninguna alternativa a negociar con autoridades iraníes. Cómo avanzar en esas negociaciones y, a la vez, manejar sus relaciones con Israel y Arabia Saudí, es uno de los grandes problemas de Obama hoy en día. Es una ironía que la política de los EEUU haya girado 180 grados: de considerar a Irán como uno de los tres países del mal llamado «Eje del Mal» durante la presidencia de George W. Bush, a intentar negociar con el régimen iraní.
A los que deseamos una política más reconciliadora por parte del Malekí, que incluya más personas de religiones diferentes y tendencias distintas que la suya en puestos importantes en el Gobierno y la Administración, y que busque más diálogo y menos confrontación entre sectas, tribus e ideologías, nos frustra cuando pensamos que, dadas las circunstancias actuales de Irak, y a corto plazo, no parece muy probable, por no decir que parece imposible, que la violencia sectaria de Irak disminuya. Y la responsabilidad directa de esa violencia es de Makelí que, además, actúa con el respaldo total del régimen iraní.
Si Obama quiere de verdad reducir la violencia actual en Irak, no basta con que envíe armamentos a, y simpatice con, un lado u otro. Uno de los principales temores de los gobiernos occidentales es que si pierde Malekí, ganen Al Qaeda y sus simpatizantes, y su primer impulso es hacer todo lo posible para que Malekí gane contra los insurgentes que han tomado el control de las ciudades de Faluya a Ramadi en la provincia de Al Anbar, un bastión suní al occidente de Bagdad. Y esos gobiernos occidentales continúan llamando a aquellos insurgentes «terroristas». Pero hay que ir a la causa principal de esa insurgencia, que es la política de confrontación total que está siguiendo Malekí. Y para que acabe esa política, Obama y otros mandatarios occidentales tienen que ponerse a hablar con dirigentes de Irán, y rápidamente, para encontrar alguna forma de que Irán colabore en presionar al Gobierno de Irak. También ayudaría que los gobiernos occidentales, con Rusia y China, enviaran un mensaje a Malekí diciendo que cortarán sus relaciones diplomáticas con Irak si no desiste de su política de confrontación total. Yo también estoy a favor de medidas en contra de la exportación del petróleo de Irak, pero sé que eso no va a suceder porque hay demasiados compradores de ese petróleo que seguirán comprándolo pase lo que pase en Irak, y no les importa si hay violencia o no, al menos mientras el suministro de petróleo no afecte a los mercados internacionales. Además, declarar medidas en contra de la exportación del petróleo iraquí causaría una subida importante en los precios de petróleo por todo el mundo, lo que tampoco nos interesa, especialmente en unos momentos en los que la recuperación de la economía mundial está todavía frágil.
Mientras tanto, sería útil que la comunidad internacional piense en profundidad qué tipo de futuro prefiere para Irak: ¿un estado en el que conviven diferentes comunidades, religiones y etnias o una fragmentación del Irak actual en varios estados más pequeños, cada uno dominado por una sola comunidad? ¿Un estado laico o islamista? ¿Un estado democrático en el cual varias comunidades viven en paz o uno en el que lo único que impide la violencia y la guerra es una dictadura brutal? ¿Un estado centralizador o centralista o un estado federal (u otro tipo de estado descentralizado)? Estas cuestiones son, quizá, para tratar a más largo plazo. Pero lo inmediato es terminar el estado de violencia actual.
Mientras la comunidad internacional no logre que el régimen iraní también ejerza presión sobre el Gobierno de Irak, mientras que los EEUU limiten su intervención solo a proporcionar armas a la oposición al Gobierno de Malekí, este último no va a cambiar su política ni un ápice, pensando que, a largo plazo, va a ganar de todas formas, y es solo cuestión de tener un poco de paciencia y perseverar mientras está esperando su victoria final. Y puede pensar que con el apoyo que recibe de Irán, y si no cambia la política de la comunidad internacional hacia su país, no hace falta que él haga nada nuevo, ni que tome ninguna medida específica. Puede pensar que es suficiente simplemente continuar haciendo lo que ha estado haciendo, y que tarde o temprano va a ganar digan lo que digan sus opositores, y diga lo que diga la comunidad internacional.
Desafortunadamente, Malekí no es Mandela. Lo ideal hubiera sido encontrar a un político parecido a Mandela para dirigir Irak. En ausencia de ningún tal político, lo que toda la comunidad internacional puede hacer es de un lado presionar a Iraq y de otro negociar con Irán y convencer al régimen iraní de hacer lo mismo. Si no, me temo que la violencia y la amenaza del islamismo radical yihadista seguirán siendo el «estado normal de cosas» en Irak en el futuro previsible.
Fuente original: http://www.naiz.info/eu/hemeroteca/gara/editions/gara_2014-01-21-06-00/hemeroteca_articles/necesitamos-un-mandela-iraqui

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