viernes, 27 de diciembre de 2013

Aristocracia en libertad

Manuel Humberto Restrepo Domínguez

La libertad fue quizá el valor que mas enalteció Thomas Jefferson, uno de los presidentes mas recordados por el pueblo de los Estados Unidos. También la libertad es el núcleo de origen de la constitución americana, quizá la que mejor ha conservado durante 200 años, su texto y su concepción original a pesar de sus múltiples enmiendas. Es recurrente que los llamados Estados de Derecho tengan en la libertad la base de su sistema democrático, aunque sus actuaciones permanentemente niegan lo que dicen. La libertad muchas veces es suprimida, para los llamados enemigos de la libertad en nombre de la seguridad para justificar sus despotismos. La principal preocupación de los gobernantes ilegítimos y despóticos de hoy es limitar el poder del pueblo y salvaguardar para si mismos y los suyos los privilegios todavía presentes, del que fuera llamado antiguo régimen, es decir del feudalismo con siervos, espadas y cruces, que aparentemente había sido derrotado hace doscientos años y sellada su derrota con las declaraciones de derechos de 1776 y 1789, fundadas en el pacto social de que libertad para todos, sin excepciones de raza, sexo, nacionalidad, condición social, conciencia política o culto. Pasan los años, llegan nuevas navidades, cambian los calendarios y el tiempo y la memoria ayudan a transformar las percepciones, pero la realidad se mantiene y profundiza un modelo de sociedad basado en desigualdades y exclusiones y un Estado cada vez mas despótico y alejado del ideal de justicia y bienestar de su pueblo. El ideal ilustrado de libertad fue interpretado en sus orígenes como la posibilidad de que cada ser humano mantuviera un derecho igual e imprescriptible a vivir independiente de sus semejantes, en todo aquello que le concierne solo a si mismo, y a organizar a su parecer su propio destino (A. De Tocqueville, Ensayo sobre el estado social, Francia, 1836). La expresión negativa de la libertad la conforman la independencia y la elección del destino propio y su expresión positiva se define en la ausencia de arbitrariedad del Estado como garante de derechos. Es decir libertad corresponde a la participación de la ciudadanía en la administración de los asuntos locales y la gestión de lo político, sin interferencia del estado. Es justamente aquí donde la libertad se convierte en derecho político incuestionable, en valor supremo de participación, que cuando es eliminado por ley o la virtud del gobernante queda al descubierto el despotismo aunque se invoque la democracia.
La separación de Democracia y Libertades pone en cuestión a las bases mismas del Estado de Derecho que se separa de valores distintos al ideal de la igualdad que venia unido a la libertad, pero ademas propiciado la alianza de la tiranía del poder ejecutivo con la del poder legislativo que se convierten en el peligro mas temible para la soberanía que recaía en el pueblo, mas aun cuando de tal alianza dependen los funcionarios judiciales y de control. Pero a la vez el Estado alienta el espíritu de mercado y sus destructoras prácticas que fomentan la riqueza individual y la posesión de objetos materiales a toda costa como pasiones mas comunes, que aparte de abandonar lo colectivo acogen la validez de la igualdad y el despotismo unidos en su seno. La libertad que era presentada como la única capaz de dar toda su grandeza a sociedades igualitarias preocupadas ante todo por el bienestar colectivo, aparece derrotada por quienes utilizan su nombre para poner el aparato del Estado al servicio de su modo de ser aristocrático y heredero de la monarquía y el feudalismo.
Para la aristocracia que todo lo justifica en nombre de la democracia, la libertad es un privilegio del que se declaran sus únicos poseedores, desconocen el ideal de que todos somos iguales y se definen iguales a si mismos, como los romanos que creían que solo ellos debían gozar de la libertad por ser romanos. Para la aristocracia mandar es su virtud, creen que les corresponde por derecho propio, los demás deben obedecer, tener sentimiento de obediencia, incluso de servilismo. La aristocracia cree que las instituciones nacieron por su privilegio y orgullo aunque conserven su espíritu religioso. Democracia y libertades han sido en Colombia apropiadas por la misma elite aristocrática, cuyas familias en el poder se cuentan con los dedos. En una parte del ultimo siglo marcado por la guerra, la política de terror del Estado y la mas cruel de las barbaries padres e hijos ocuparon la presidencia (López, Pastrana), otras familias han ocupado ministerios, cancillería, altos cargos (Ospina, Holguín, Gómez, Lleras), desde el árbol genealógico Santos han ocupado presidencia, vicepresidencia, ministerios y propiedad de medios. Presidente y su hijo presidiendo el senado y presidente e hija canciller (Gaviria, Barco). Padres ministros e hijos ministros o magistrados. Legisladores jubilados o presos e e hijos, esposas, tíos, sobrinos en su reemplazo. La formula aristocrática del poder y la riqueza se ejerce en democracia y se justifica con libertad, que como parece ser un privilegio exclusivo de la aristocracia, las movilizaciones sociales parecen optar por juntar sus capacidades y potencia en la noción y practicas de la dignidad.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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