viernes, 30 de agosto de 2013

Siria La pesadilla recurrente de la intervención occidental


Traducido para Rebelión por Christine Lewis Carroll

Es como una pesadilla recurrente. Una pesadilla en la que la historia insoportablemente familiar se desarrolla implacable, indiferente frente a la razón y la experiencia. Una vez más nos piden que creamos las afirmaciones de nuestros gobiernos acerca de las armas de destrucción masiva; una vez más éstos se adelantan a los esfuerzos de los inspectores; una vez más se burla a la ONU.  Una vez más las consecuencias reales de la intervención militar se desprecian o se minimizan. Las consecuencias se manifiestan diariamente en Irak, Afganistán, Libia y en otros lugares. Las consecuencias que, en este caso, incluyen la prolongación de la guerra civil en Siria y su extensión en la región.
Y una vez más somos testigos de la exhibición más desvergonzada de hipocresía. En boca de los guerreros de los aviones no tripulados, de los patrocinadores de la represión en Bahréin, Egipto, Israel, etc. y de los que utilizan agentes químicos en Irak y Afganistán, la frase “brújula moral” es realmente siniestra.
¿Por qué insisten en recrear esta pesadilla los dirigentes occidentales? Podría ser una prueba de perturbación mental, en cuyo caso sería colectiva, arraigada en el sistema.
No es nada nuevo que las potencias imperiales emprendan operaciones militares para «salvar la cara» o «apuntalar su credibilidad». Hay poblaciones en todo el mundo que han pagado un precio muy alto como consecuencia de ese tipo de ejercicio. No me creo que esta vez se trate de que Obama haya establecido una «línea roja» en el uso de armas químicas. Se trata más bien de la «credibilidad» general de las potencias imperiales de la región y de infundir el miedo, no tanto a Siria como a Irán. Se trata de recordar a todos los implicados que las potencias occidentales seguirán siendo los árbitros, la policía planetaria y que serán juez, jurado y ejecutor sin rendir cuentas a las personas afectadas.
Otro elemento inquietante del momento es que parece que los gobiernos occidentales irán a la guerra aunque sus pueblos estén abrumadoramente en contra. Es una bofetada en la cara de los millones de personas que se opusieron a la guerra de Irak y para todos los que creímos o esperamos que al menos habíamos conseguido establecer nuestra propia «línea roja» que los futuros gobiernos británicos tendrían que respetar. Esta vez ni siquiera fingen preocuparse de lo que se pueda pensar fuera de la elite política porque no perciben que su aventura entrañe ningún coste político. De modo que la intervención en Siria es, entre otras cosas, una confirmación de nuestra propia «crisis de representación».
Finalmente está claro ahora que la polaridad del «laicismo» contra la «religiosidad» es un espejo que distorsiona el mundo real y oculta las diferencias básicas entre la opresión y la resistencia, entre la democracia y la dictadura y entre los ricos y los pobres.
Fuente: http://www.mikemarqusee.com/?p=1459

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