18-11-2004 |
Entrevista a Henri Alleg, periodista político torturado en Argelia y autor del célebre libro "La question"
Desde 1950, Henri Alleg [Francia, 1921] trabaja como director del mítico periódico Alger Républicain, una de las principales voces de prensa que en Argelia apoyaban la lucha del pueblo por su independencia de Francia. Este periódico llega a ser el de mayor circulación en todo el norte de África (vendía hasta 1965 entre 80.000 y 100.000 ejemplares, mientras el periódico del Frente de Liberación Nacional (FLN) Ech Chaab [El Pueblo] sólo llegaba a 15.000).
En
septiembre de 1955 Alger Républicain es clausurado por
las autoridades coloniales. En noviembre de 1956 Henri Alleg,
militante del Partido Comunista Argelino, pasa a la clandestinidad.
Había sido dictada una orden de arresto contra él. El
12 de junio de 1957 es capturado por los paracaidistas franceses del
general Massu, temible cuerpo militar de los colonialistas. Es
salvajemente torturado en El Biar, campo de tortura en las afueras de
Argel. Henri resiste a los métodos más salvajes,
incluso a la “tortura científica” del pentotal. Luego es
trasladado al campo de concentración de Lodi. Desde este
campo, Henri Alleg hace llegar a Francia sus denuncias sobre las
torturas a las que fue sometido. Lo escribe a fines de 1957 y, casi
hoja por hoja, las va sacando clandestinamente desde la cárcel
hasta que se publica en París en marzo de 1958.
Su
alegato, apoyado por Jean-Paul Sartre y Gabriel Marcel —entre otros
importantes intelectuales que firman un manifiesto de repercusión
mundial—, conmueve a la sociedad francesa. Se conoce con el título
de La question. Jean-Paul Sartre le escribe el prólogo,
donde el filósofo traza un paralelo de la tortura francesa en
Argelia con las torturas nazis de la GESTAPO.
La
“question” era el nombre que le daban a la tortura los
paracaidistas franceses, magistralmente retratados en la película
La batalla de Argel del director Pontecorvo. Entre los métodos
que ellos utilizaron también estaban el arrojar prisioneros
vivos (con los pies en cemento) desde los helicópteros y la
desaparición de personas. Lo mismo que se utilizó años
después en Vietnam y en la mayor parte de América
Latina.
El
libro La question [publicado en Argentina con el título
La tortura. Buenos Aires, Editorial El Yunque, agosto de
1974], ha sido traducido a numerosos idiomas. Ha dado origen incluso
a películas documentales y de ficción. Entre otros
films, el director Jean-Pierre Lledo ha filmado en Le rêve
algérien [El sueño argelino, 2003, Francia, Bélgica
y Argelia] el regreso de Henri Alleg a Argelia, el encuentro con sus
antiguos compañeros de militancia, de periodismo y de prisión,
y la visita al lugar donde fue torturado.
Breve,
pero contundente, La question constituye sin duda uno de los
libros más importantes de la literatura política
mundial. Puede compararse con Reportaje al pie de la horca de
Julius Fucik, ese otro gran revolucionario torturado que combatió
contra el nazismo. En ambos casos, como en muchísimos
testimonios de sobrevivientes a la tortura militar en Argentina,
Chile, Brasil, Perú, Guatemala, Vietnam, Palestina o Irak, el
relato está exento de ribetes melodramáticos.
Simplemente se ponen palabras y se narra aquello innombrable: la
bestialidad inaudita a la que puede llegar el ser humano cuando forma
parte del engranaje represor del capitalismo, el colonialismo y el
imperialismo. No sólo en el bando nazi, como muestran las
películas de Hollywood... sino también en lo que
durante demasiado tiempo se conoció como “Mundo libre” u
“Occidente cristiano”. Entre los torturadores nazis de la
GESTAPO, los torturadores franceses en Argelia, los torturadores
norteamericanos en Vietnam e Irak y los torturadores argentinos de la
ESMA [Escuela Superior de Mecánica de la Armada] no hay
diferencia alguna. Una misma degradación humana —producto
del capitalismo y su dominación social—, compartida por
“maestros” europeos y “alumnos” americanos, los envuelve a
todos en la misma mugre e inmundicia.
Durante
los últimos tiempos, en notable coincidencia con las torturas
norteamericanas en las prisiones de Irak, Francia sufre una nueva
conmoción. El general Paul Aussaresses, el coronel Bernard y
otros genocidas franceses de la guerra colonial salieron a la luz
pública a reivindicar los métodos de la tortura en
Argelia. La justicia burguesa les inicia causas judiciales. ¡Pero
no por lo que hicieron sino por la apología verbal de la
violencia!. Su crimen no es, a los ojos de la burguesía
francesa, haber torturado y asesinado a cientos de miles de
argelinos... sino decirlo en público. Henri Alleg salió
a contestarles. Su voz expresa el punto de vista de las víctimas,
de todos los torturados y torturadas que a pesar de la barbarie que
padecieron han mantenido en alto los mejores valores de la especie
humana. Especialmente la dignidad, aquella que jamás tuvieron
sus torturadores.
Cuando
en La question se toma noticia de las tremendas torturas a las
que fue sometido Henri Alleg y cómo él logró
resistir y sobrevivir, los lectores se imaginan que el autor debe ser
un hombre altísimo y con cuerpo de atleta olímpico. No
obstante, al conocerlo, sucede algo análogo a lo que le
ocurrió a Gramsci. Sus compañeros de prisión
cuentan que cuando Gramsci llegó a la cárcel fascista,
nadie le creía. Le preguntaron su nombre. Él respondió:
“Soy Antonio Gramsci”. Ellos le contestaron: “Usted no puede
ser Gramsci. Es demasiado pequeño. Antonio Gramsci tiene que
ser un gigante”. Casi las mismas palabras pueden repetirse para el
caso de Henri Alleg.
Al conversar con él
aflora al primer plano la nobleza, la coherencia y el humanismo de
aquello que el Che Guevara sintetizó con palabras inequívocas
como “los sueños honestos de los comunistas del mundo”.
Del comunismo entendido, no sólo como un proyecto político
de revolución mundial, sino también como una nueva
ética y una nueva manera de vivir según los principios.
Exactamente lo contrario de la doble moral, el doble discurso y el
cinismo de aquellos señores, jerárquicos, elitistas y
alejados del pueblo, que durante tanto tiempo mancharon la bandera
roja de la revolución con el triste gris de la burocracia, la
geopolítica y la mediocridad, mientras hoy se adaptan al
capitalismo sin pena ni gloria.
Henri
Alleg es hoy una de las grandes figuras, ya legendarias, de la lucha
revolucionaria mundial. Su obra periodística y ensayística
es prolífica. Además de La question, escribió:
Prisioneros de Guerra (1961); Cuba victoriosa (1963),
Étoile Rouge et Croissant Vert: L’Orient Soviétique
(1983); S.O.S. América (1985); La URSS y los
judíos (1989); Requiem por el Tío Sam (1991);
El siglo del Dragón (1994); Le Grand Bond en Arrière
(1997) y
Retour sur «La Question» (2001). Además,
fue coautor de La gran aventura de Argel Républicain (1987)
y dirigió la redacción de la obra en tres volúmenes
sobre La guerra de Argelia (1981).
Con 83 años y
más de medio siglo de militancia en la espalda, Henri Alleg
sigue desparramando optimismo y esperanza. A pesar de lo que sufrió
y de los siete años de su vida que pasó en prisión
(entre Argelia y Francia), se ríe con ganas, cuenta anécdotas
y hasta hace chistes mientras relata las cosas más horrendas
que hicieron los militares colonialistas en Argelia. Aunque
constituye una personalidad histórica, este experimentado
escritor y periodista político no abandona nunca la sencillez.
Sigue siendo, después de tantos años y tantas
peripecias, un humilde militante de nuestra causa, la revolución
socialista mundial.
(En esta entrevista
también participó el compañero Luciano Álzaga,
a quien mucho le agradecemos)
P: Las fotografías
de las torturas realizadas por los norteamericanos en Abu Ghraib a
los prisioneros de Irak recorrieron el mundo. No es la primera vez.
Otro escándalo similar ocurre en la base estadounidense de
Guantánamo. ¿Los torturadores franceses de Argelia
fueron maestros de los torturadores norteamericanos?
Henri Alleg: Los
colonialistas franceses han sido verdaderamente profesores de tortura
tanto en América Latina como en África del sur. Allí
fueron reclutados con el acuerdo de las autoridades francesas para
servir de “maestros” en la represión, particularmente en
los interrogatorios de tortura. Efectivamente, lo que sucede en Irak
es una versión de lo que había sucedido en Argelia y en
otros países, no sólo en aquellos donde se desarrollaba
una guerra sino también en todos los que estaban bajo
dominación colonial. Evidentemente, durante las guerras
coloniales, tanto en Vietnam como en Argelia, los torturadores
franceses han sido los profesores de interrogatorios y tortura de los
oficiales norteamericanos. Esta enseñanza la realizaron en los
mismos Estados Unidos, particularmente en Fort Bragg, así como
también en América Latina. Recientemente, en el
periódico francés Le Monde, se ha hablado de la
participación de oficiales franceses en el Plan Cóndor
implementado por las dictaduras militares del cono sur
latinoamericano. Estos antiguos oficiales franceses habían
actuado en la guerra de Argelia. Participaron del Plan Cóndor
con la bendición y autorización, naturalmente, del
gobierno francés.
P: Tanto en las
torturas de los oficiales franceses como en las de los
norteamericanos se repite el caso de la violación y las
humillaciones sexuales...
Henri Alleg: Exacto.
Un caso particular y peculiar de la tortura tiene que ver con las
humillaciones de carácter sexual. Durante la guerra de Argelia
nunca uno ha hablado de eso. A tal punto que ni yo ni mis compañeros
habíamos hablado de las violaciones sexuales. Los oficiales
franceses, los militares colonialistas, nunca habían hablado
de eso. Del lado argelino también había un silencio
total a partir de la cultura de tradición islámica. Por
eso los argelinos se mantuvieron en silencio en relación con
esto. En la tradición argelina, y árabe más en
general, se piensa que una mujer violada está humillada y
ensuciada. No solamente ella, como persona individual, sino que se
piensa que toda la familia está humillada. Una de estas
mujeres argelinas, amiga mía, fue violada. Tiene ahora 72
años. Me ha dicho que cuando ella cayó en prisión
—tenía entonces 17 años— y le contó a su
madre que también estaba en prisión el hecho de la
violación, su propia madre le replicó que no le cuente
a nadie más que había sido violada. Ni al padre, ni a
los hermanos ni a nadie. Nadie de la familia ni de fuera de la
familia. ¿Qué podía pasar? Pues que la niña
fuera echada de la familia y así podría perder
absolutamente todo. Ese fue el caso de todas o casi todas las
prisioneras argelinas en poder de los colonialistas franceses.
Muy
recientemente, hubo mujeres de más de 70 años con un
coraje magnífico que han revelado que ellas fueron violadas.
Un oficial colonialista del ejército francés ha
revelado en el periódico Le Monde que todas las mujeres
capturadas y hecho prisioneras por los militares franceses, a escala
de un 90% (noventa por ciento), fueron sistemáticamente
violadas.
P: En la retórica
imperialista de George W.Bush y en los grandes monopolios de la
comunicación que lo defienden suele repetirse hasta el
cansancio la palabra “terrorista” para designar a cualquier
disidente radical. Ni siquiera en la campaña presidencial de
EEUU por la reelección dejó de pronunciarse ese
término. En su opinión ¿quiénes son hoy
en día los terroristas?
Henri Alleg: Sobre
este tema yo pienso que hay que hacer una diferenciación clara
al interior del conjunto de personas que utilizan la acción
violenta. Los que se levantan para luchar por la liberación de
un país con los medios pobres y las pocas armas que cuentan no
son lo mismo que los que tienen todo el poder militar del mundo. Ya
en tiempos de los alemanes, durante la segunda guerra mundial, los
nazis caracterizaron invariablemente a sus opositores como
“terroristas”. Pero todos aquellos que combaten a los nazis no
son “terroristas”, son combatientes por la libertad.
Un
ejemplo interesante sobre este problema es el siguiente. En Argelia
existía un dirigente nacionalista argelino que es un héroe
de la guerra anticolonialista. Él fue asesinado por los
militares en su celda de la prisión. Como tantas otras veces,
su asesinato fue hecho pasar por “suicidio”. Se trata de Ben
M'hidi. El oficial francés que dirigió su ejecución
le había dicho a este héroe de la resistencia: “Usted
es un terrorista. Usted pone bombas a través de las canastas
que llevan las mujeres de Argelia”. Él le respondió
al oficial francés: “Si ustedes me dan sus aviones
bombarderos y el NAPALM yo les doy mis canastas...”.
Entonces,
lo que ellos —los poderosos— denominan “terrorismo” es
frecuentemente el último medio de un pueblo para resistir.
¡Los auténticos terroristas son ellos, los militares
colonialistas!
Ahora
bien, ciertas acciones que algunas veces no son controladas pueden no
ser positivas, como por ejemplo hacer explotar bombas en cualquier
lugar. Cuando mueren civiles en estas acciones no pensadas, la acción
es claramente negativa. Los dirigentes políticos de una acción
de resistencia no pueden promover ni admitir estas acciones. Esa fue,
precisamente, la posición de los comunistas argelinos, quienes
rechazaban estas acciones.
P: El general Acdel
Vilas, uno de los genocidas argentinos que en la provincia de Tucumán
estuvo a cargo del “Operativo Independencia” dirigido a aniquilar
el frente rural del Partido Revolucionario de los
Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP),
escribió un libro de campaña que en su momento no fue
publicado. Vilas dice en ese texto que sus maestros en
contra-insurgencia fueron militares franceses. Cita expresamente el
libro Subversión y revolución
del coronel Roger Trinquier. [Acdel
Edgardo Vilas: Diario de campaña. Tucumán: De
enero a diciembre 1975. S/editorial, s/fecha].
La misma información que brinda Vilas es formulada por
otro conocido genocida argentino, el general
Osiris Villegas [Temas
para leer y meditar. Bs.As., Theoría, 1993].
Más recientemente, vuelve a aparecer esa confirmación,
ahora por boca del general Alcides López
Aufranc, en un documental de la periodista francesa Marie-Monique
Robin titulado “Escuadrones de la muerte. La escuela francesa”
[Les escadrons de la mort:
L’école francaise, 2003], estrenado hace muy
poco tiempo en Argentina. Dado que usted opina que la decisión
de exportar esta doctrina, sus métodos de tortura y sus
especialistas en interrogatorios, fue una decisión de Estado,
¿quiénes fueron concretamente los responsables en
Francia?
Henri Alleg: Quisiera
hacer una aclaración previa. Yo creo que la tortura no
comienza con la guerra. Siempre, antes de la guerra, en nuestro
periódico Alger Républicain [Argel
republicana] mucha gente que fue arrestada por la policía,
ya sean nacionalistas o comunistas, todos fueron torturados. En
Vietnam pasó lo mismo. Cuando en Argelia hablamos de eso, de
la tortura, nuestro periódico fue intervenido y cerrado. El
compañero que en nuestro periódico escribió
sobre la tortura fue arrestado y condenado a prisión. Su
nombre es Khalfa Woualem. Por denunciar y escribir sobre la tortura
fue condenado a dos años de prisión.
Entonces,
la tortura es un arma del colonialismo aún antes de que
comience la insurrección. Hasta que comienza la guerra, en el
tiempo previo, la tortura tiene una dimensión artesanal.
Durante la guerra colonial o contrarrevolucionaria la tortura
adquiere una dimensión industrial.
Esta
situación de no respeto de los derechos humanos, antes y
durante la guerra, que fue promovida a escala industrial durante la
guerra, ha sido el hecho común de todos los gobiernos de
Francia. Tanto del gobierno socialista de Guy Mollet,
como los gobiernos de derecha que sucedieron a los
socialistas, así como también el gobierno del general
De Gaulle. Incluso un gobierno que se ha llamado “de izquierda”
ha cubierto y ha mantenido el silencio, ha dado su aprobación
a todas estas acciones de tortura y a su exportación a América
Latina. No se puede hacer una diferencia muy clara entre los que han
dirigido la guerra de Argelia, sean de “izquierda” o de derecha.
Sin ninguna duda, ¡todos fueron responsables!
P: En el relato de La
question usted describe el método represivo de la
desaparición de los prisioneros argelinos a manos de los
militares franceses. Más tarde, ese método se exportó
y aplicó masivamente en Argentina. También en Chile, en
Guatemala, en Perú y otros países de América
Latina. ¿Cuándo es la primera vez que se aplica la
técnica represiva de la desaparición? ¿Es en
Argelia? ¿Quizás en Indochina?
Henri Alleg: Yo
no creo que en Indochina la desaparición haya sido muy
nombrada ni que haya habido muchos casos de desapariciones. Pero en
Argelia sí ya son decenas de miles las personas que han
desaparecido. Por ejemplo, una cosa muy interesante es la siguiente.
En Argel, la capital de Argelia, se encontraba el secretario general
de la Policía que se llama Paul
Teitgen. Este funcionario, antes de ir a Argelia, había
sido un militante de la resistencia en la época de la guerra
contra Alemania. Él había sido arrestado y torturado
por los nazis. Había sido deportado al campo de concentración
de Buchenwald. Años más
tarde, fue enviado a Argelia. Cuando llega, él no conoce nada
de ese país. Yo lo conozco a él personalmente. Él
era un hombre, como quien dice, “no político”. Su tarea no
era hacer política. Era un patriota francés, un
antifascista. Cuando él llega a Argelia su rol consistía
en aplicar el reglamento en lo que concierne a los arrestos. Es decir
que cuando una persona era arrestada por la policía o por los
paracaidistas existía el deber de señalar, de informar
los nombres, las condiciones del arresto, etc. Antes de que
transcurriera un mes, existía la obligación de informar
lo que había sucedido con el prisionero. O la persona había
sido liberada —algo muy raro, por cierto—, o había sido
deportada a un campo o había permanecido en la cárcel.
Después de tres meses, o dos meses y medio, solamente por la
ciudad de Argel, Teitgen
corroboró que dentro del grupo de personas hechas
prisioneras... ¡faltaban 3.026 nombres!. Entonces él
preguntó: “Pues bien, ¿qué pasó? Me dan
una explicación”. No hubo explicación... Teitgen
comprendió que estos desaparecidos habían sido
ejecutados. Muchos fueron abatidos, ejecutados y fusilados, bajo el
pretexto de “una tentativa de fuga”. Dentro de esta cifra
existían tales tentativas de fuga, pero esos casos fueron
contabilizados como muertos. Los 3.026 desaparecidos corresponden, no
a toda la guerra de Argelia ni a todo el país, sino tan sólo
al período de dos meses y medio y sólo a la ciudad de
Argel. Teitgen
entregó su renuncia y dijo, muy valientemente, lo siguiente:
“Yo no puedo admitir la tortura, no puedo admitir lo mismo que nos
hicieron a mí y a nuestro pueblo los torturadores de la
GESTAPO nazi”. Él renunció.
P: En la guerra de
Argelia fueron asesinados casi un millón de argelinos.
¿Existían campos de concentración como en
Argentina o a los prisioneros los mataban directamente?
Henri Alleg: Existían
campos de concentración. En ellos estuvieron prisioneras —en
total— alrededor de 30.000
personas. Había varios tipos de campos de
concentración. Había algunos, por ejemplo, campos muy
duros, destinados a quienes fueron hecho prisioneros con armas en la
mano. Eran los campos PAM (prisioneros con armas en la mano). Allí
había muertos, torturados, desaparecidos. Pero también
había otros tipos de campos, un segundo ejemplo, donde la
tortura también se practicó. Existía también
un tercer tipo de campos. Aquellos que funcionaban como “vitrinas”,
preparados para recibir las comisiones, para mostrar que “los
prisioneros comen y duermen bien”, “no gritan”, etc. Yo estuve
en El Biar, uno de los sitios “duros” de represión y
tortura, y luego estuve un mes en el campo Lodi,
un campo “vitrina”, porque en mi caso existió una
presión internacional tremenda. Pero incluso en los campos
“vitrina” los paracaidistas fueron autorizados a ingresar y a
tomar cualquier tipo de prisioneros, torturarlos, si su nombre había
aparecido en algún lugar. No existieron muchos campos
“vitrina”.
P: ¿Existieron
pueblos y aldeas que hayan funcionado como campos?
Henri Alleg: Hubo
pueblos enteros cerrados, exactamente como en Vietnam, porque se
consideró que el pueblo entero participaba de la lucha. No era
exactamente un campo porque había desplazamiento de población.
A los habitantes de estos pueblos, quienes en su totalidad eran hecho
prisioneros, los desplazaban hacia otros pueblos. En esos pueblos
existía la prohibición para todo el mundo de salir del
lugar donde estaban prisioneros. En algunos casos existieron regiones
enteras consideradas como “zonas prohibidas”. En el norte de
Argelia una tercera parte del territorio fue considerado “zona
prohibida”. Los militares franceses han tenido el derecho de
ingresar al pueblo y disparar contra cualquier persona que se mueva
sin dar ninguna explicación. Hubo un general que declaró
que estas “zonas prohibidas” fueron muy buenas, excelentes,
porque “todo lo que se mueve allí adentro es malo”.
P: ¿Cuál
era el objetivo de la tortura? ¿Qué perseguían
los militares colonialistas, los paracaidistas franceses, con el
método de la tortura y la desaparición?
Henri Alleg: Durante
aquellos años, en Argelia se desarrolla una guerra popular.
Esto quiere decir que no hay muchas unidades combatientes con
uniforme. El enemigo, para los paracaidistas franceses, son los
patriotas. El enemigo, en consecuencia, es todo el mundo. Por eso
ellos, los militares franceses, han tenido muy poca información
—en el sentido policial del término “información”—
sobre el enemigo, es decir, sobre los patriotas. ¿Qué
hacen entonces los militares? Pues van de noche a un barrio donde hay
patriotas, en el caso de Argelia ese barrio es árabe, y
entonces toman prisioneros al azar. Capturan 100 ó 150
personas, tanto hombres como mujeres. Lo hacen de noche. La gente
está semidesnuda. Y llevan a todos a una casa de tortura que
tiene varios pisos. Allí empiezan a golpear a cada persona.
Dan golpes, golpes y más golpes.
Inmediatamente después de la tortura a un prisionero traen a
otro. Uno detrás del otro. Entonces, en este caso, los
militares torturan sin saber nada. No es como torturar a un
militante. Los militares llegaron a una buena conclusión: la
inmensa mayoría de la población había sido
conquistada por las ideas de la insurrección, por el proyecto
revolucionario de los patriotas. ¿Cómo hacer si ellos,
los militares, no saben nada y todo el mundo apoya la insurrección?.
Entonces empiezan diciendo al prisionero o prisionera: “Tú
no haces nada. Pero seguro que tú aportas dinero”. Golpes,
golpes y más golpes. Y continúan: “¿A quién
le das la plata? Dinos quien está encima tuyo”. El objetivo
de la tortura es reconstruir el organigrama de los revolucionarios.
Entonces, luego de la tortura, ellos toman al prisionero o la
prisionera y encapuchados los llevan al barrio. Allí le dicen:
“Denuncia a la persona a quien tú le entregas el dinero”.
Una vez que logran capturar a la persona que recolecta el dinero, lo
llevan y lo torturan. Le dicen: “Tú eres alguien sin
importancia. Tú haces pocas cosas”. Entonces lo golpean y lo
vuelven a golpear. Luego le preguntan: “¿A quién
entregas tú el dinero que recolectas?”. Así van
reconstruyendo hasta llegar al recolector más importante del
barrio. Entonces lo torturan hasta dar directamente con el Frente de
Liberación Nacional, el FLN, es decir, con la organización
de la lucha armada. Así fue el proceso. El primer objetivo,
entonces, de la tortura era obtener información para
reconstruir el organigrama, subiendo la cadena hasta alcanzar a los
mandos guerrilleros. El segundo objetivo era implantar el terror.
Repito: ¡los auténticos terroristas son ellos, los
militares! En las épocas de guerra popular todo el mundo sabe
que si caes prisionero seguro que te torturan. Y si te torturan tú
puedes morir. Eso lo sabía todo el mundo. Realmente el terror
estaba implementado para ser disuasivo.
P: ¿Esa
tortura generalizada no provocó, en el caso de Argelia, el
efecto contrario?
Henri Alleg:
Exactamente, se logró lo
contrario. Aquel que estaba indeciso, que no estaba convencido de
ingresar en la lucha armada, cuando los militares colonialistas
asesinan a su hermano o a su padre, entonces sí toma la
decisión y entra, ingresa en la organización y asume la
lucha armada. Por los mismos métodos militares de represión
y tortura se terminó alimentando y fortalecido a las fuerzas
de liberación.
P: ¿Qué
rol jugaron los marxistas en la lucha anticolonialista de Argelia?
¿Ese papel fue la continuidad de la resistencia antinazi?
Henri Alleg: En
primer lugar hay que aclarar que la resistencia antinazi en Argelia
no tuvo la fuerza que había tenido en Francia. Porque allí
no había fuerzas de ocupación alemanas o italianas en
el propio territorio argelino. Solamente había comisiones
alemanas o italianas al servicio del gobierno fantoche de Vichy. En
Argelia hubo comunistas de origen europeo y fueron cazados. Cuando yo
era joven, ya militaba en la juventud comunista. En aquellos años
había tratado de hacer propaganda. Pero nunca existió
el grado de resistencia como en Francia. Por ejemplo, no hubo nunca
ataques contra trenes o contra soldados alemanes.
En
cuanto a los nacionalistas que ingresaron en la lucha por la
independencia de Argelia, el movimiento nacional fue muy vacilante.
Hubo gente buena, bienintencionada y honesta contra el colonialismo
francés. Pero esta gente no entendió, realmente, que la
lucha contra el nazismo y a favor de la resistencia francesa fue
también su propia lucha. Es decir que muchos pensaron que los
enemigos son los franceses y los alemanes son los enemigos de los
franceses. Tuvieron la idea de que los alemanes no son nuestros
amigos pero tampoco nuestros enemigos. Hubo otros nacionalistas como
Ahmed Messali Hadj quien rechazó
caminar con los alemanes y con el gobierno de Vichy. Este tipo de
nacionalista expresó: “No quiero que se diga que soy un
fascista”.
En segundo lugar, en cuanto al papel de los comunistas en Argelia,
conviene recordar que su población era muy variada, muy
heterogénea, bastante plural. Había musulmanes,
europeos, judíos, etc. La orientación del Partido
Comunista era que no importa el origen étnico o la religión
de la que se proviene, lo importante es que todos y todas pueden
contribuir a hacer una Argelia pluralista, donde cada uno pueda vivir
bien y sin problemas, independientemente de su origen. Los comunistas
afirmábamos que sólo con una Argelia libre,
independiente del colonialismo, era posible que ese sueño se
pudiera concretar. Todas las restricciones coloniales eran terribles
en Argelia. No solamente la tortura, también el analfabetismo,
el desempleo, fueron liquidados junto con el colonialismo. La idea
era que ese cambio tenía que conducir a una Argelia libre y no
convertir ese país en una provincia francesa.
P: ¿Los
marxistas participaron de la lucha armada en Argelia?
Henri Alleg: Los
marxistas, los comunistas, entraron y formaron parte de la lucha
armada desde que tuvieron la oportunidad y la posibilidad porque la
situación fue muy diferente de un lugar al otro. Por ejemplo,
en el Este de Argelia, donde el Partido Comunista ha tenido fuerza,
la lucha de liberación armada empezó muy temprano. Los
comunistas estuvieron en esa lucha desde el primer día. Pero
hubo muchos otros lugares donde hubo un retardo en comenzar. En
consecuencia la lucha en estos lugares ha adoptado una forma más
pacífica. Pero los colonialistas franceses liquidaron
rápidamente estas diferencias regionales. Después de
dos años y medio todo el país de Argelia pasó a
estar igual y a participar igualmente en la lucha armada.
P: ¿Cómo
era la relación entre los dirigentes nacionalistas de Argelia
y los comunistas?
Henri Alleg: Una
de las cosas que durante mucho tiempo no se habló y que recién
han comenzado a discutirse en los últimos tiempos es la
actitud de algunos dirigentes nacionalistas del FLN —no todos—
que eran anticomunistas y muy sectarios con respecto a los compañeros
comunistas. Por ejemplo, había algunos compañeros
miembros del comité central del PC, uno de ellos fue un
formidable y magnífico combatiente, muy famoso, que se había
formado en las Brigadas Internacionales en España y tenía
muchas acciones de guerra en su haber, y cuando él y otro
compañero arribaron al maqui, en las montañas de
Argelia, fueron ejecutados. Los dos fueron ejecutados por los
dirigentes nacionalistas del FLN porque no quisieron firmar un papel
diciendo que “los comunistas son traidores, los comunistas no son
verdaderos argelinos”. Los nacionalistas quisieron obligarlos
diciéndoles: “O firman o los matamos”. Ellos dos
respondieron que no querían firmar eso contra el Partido
Comunista y entonces fueron degollados por los nacionalistas. Les
cortaron la garganta. Estos dirigentes nacionalistas del FLN, muy
sectarios, tenían políticamente miedo del desarrollo de
la influencia del Partido Comunista durante la lucha.
P: Usted
conoció personalmente al Che Guevara. ¿Cómo
fueron esos encuentros y en qué circunstancias se produjeron?
Henri Alleg: El
Che Guevara había
viajado a Argel. Allí lo conocí. Si no me acuerdo mal
fue en 1963. Él se quedó bastante tiempo, varias
semanas. Argel, en esos días, se convirtió en una
especie de punto de encuentro de todos los países y
representantes de movimientos africanos que combatían por la
independencia. Por eso era un lugar de pasaje, donde se buscaba
informaciones. Era lógico que Ernesto Guevara se quedara un
tiempo allí. Al Che le debe haber interesado esto porque
estaba pensando y buscando en qué parte de África se
podía crear un buen maqui antiimperialista, es decir, un buen
lugar donde comenzar la lucha armada. En esta época mucha
gente visitó Argelia. Por ejemplo, Carlos Bellibello, un
famoso economista y analista político de Angola, cuando nos
encontramos hace un par de días nos dimos un gran abrazo y él
me dijo, después de tantos años: “Henri, nosotros nos
habíamos visto en Argelia...”. Efectivamente, él
había estado en nuestro periódico. Lo mismo sucedió
con Agostinho Neto y también con compañeros de África
del sur. Todos los que resistían pasaban por Argel. Es en este
contexto en que yo lo encontré al Che Guevara. Nos vimos
varias veces. La primera vez lo vi junto con un periodista argelino
en el hotel. Otra vez lo encontré en la embajada de Cuba en
Argel. Lo vi una tercera vez, pero no me acuerdo ahora donde fue, y
la cuarta vez el Che vino a la redacción de nuestro periódico.
Yo tengo varias fotografías con él en la redacción
del periódico Argel Republicana. Recuerdo que cuando
nos encontramos y conversamos con el Che, nosotros hablamos con él
con mucha simpatía. Lo mismo le sucedió a muchos
jóvenes que trabajaban conmigo en el consejo de redacción
del periódico. Ellos y yo teníamos una gran simpatía
personal por el Che Guevara.
P: ¿Cómo
veía el Che Guevara lo que sucedía entonces en Argelia?
Henri Alleg: Este
era un período muy complicado para los compañeros
extranjeros que estaban en Argelia porque ellos estaban realmente
sorprendidos ante la actitud de los dirigentes del FLN, quienes
expresaban que: “¡Cuba es magnífica!”. El Che,
obviamente, veía esto con gran simpatía. No es casual
que él pronunciara su famoso discurso de Argel en aquel lugar.
Pero el Che Guevara no dejaba de tener sus propias opiniones. Algunas
aseveraciones y puntos de vista ideológicos de los dirigentes
del FLN estaban en contradicción con el pensamiento marxista
del Che. Algunos de ellos, por ejemplo Ahmed Ben
Bella —quien era nacionalista—, decían a propósito
de los campesinos que “La única
clase revolucionaria en Argelia está constituida por el
campesinado”. En cambio, no opinaba lo mismo de los obreros y
trabajadores. Ben Bella decía que había que poner
atención para no caer en el “peligro del obrerismo”. Estas
eran ideas de Frantz Fanon, quien había sugerido que la clase
obrera del norte era “enfant chérie du colonialisme” (niño
querido del colonialismo), es decir, que eran funcionales al
colonialismo. Evidentemente esto no concordaba con lo que pensaba el
Che Guevara, quien compartía y había formulado una
vieja concepción leninista según la cual el campesino
no ve más lejos que el acto de posesión de un pedacito
de tierra.
P: ¿Cuál
fue el papel de la mujer en la lucha anticolonialista en Argelia?
Henri Alleg: La
situación de las mujeres en Argelia hacía que la idea
de que las mujeres tomaran las armas y entraran en la lucha armada
parecía imposible. Nadie podía pensar algo así.
Pero en la tradición de la lucha anticolonialista de Argelia,
durante el siglo XIX, existieron mujeres que empuñaron los
fusiles contra los colonialistas franceses. Más tarde, en el
siglo XX, durante la guerra de liberación anticolonial, estos
tabúes ancestrales que pesaban contra las mujeres cayeron. Por
ejemplo, se necesitaban enfermeras. Además, hubo pocas pero
existieron mujeres con una educación que fueron a la escuela e
incluso entraron en acción en los combates. Ellas jugaron un
rol activo en el combate contra los colonialistas. Mujeres que
desempeñaron un importante papel en las acciones armadas en la
ciudad. Yo las he conocido. Hubo necesidad de acciones dentro de las
ciudades, acciones de inteligencia. Además fue necesario
cargar las bombas en las canastas de las mujeres. Para comprender la
acción de las mujeres este aspecto es quizás es más
espectacular, pero no es el fundamental. Hay otros más
importantes. Los hombres fueron arrestados y encerrados en campos de
concentración y en prisiones. Estaban bajo un control mucho
más duro que las mujeres. Entonces, en varios casos, las
mujeres tuvieron que tomar el lugar de los hombres: en el trabajo,
con los niños, para salir de la casa, etc. Muchos hombres no
querían que las mujeres salieran. Ellos hubieran preferido que
las mujeres se quedaran en la casa... ¡Pero si el hombre no
está, sí o sí es la mujer la que tiene que
salir! Por ejemplo, me acuerdo de una anécdota. Una vez yo
estaba en la misma celda en la cárcel con un compañero
comunista, un líder sindical muy conocido, muy amado, pero que
tenía costumbres musulmanas. Un día hubo una visita
para él en la cárcel. Luego de ir a la visita este
compañero regresa a la celda y yo le digo: “Tú has
visto un fantasma. ¿Qué te sucede?”. Estaba blanco.
Entonces él me dice: “Fue mi mujer”. Para él era
algo increíble que su mujer haya ido sola... ¡a la
administración colonial!..., ¡al comisario de
policía!..., para pedir... ¡a los franceses!... el
permiso para encontrar a su esposo. Para él fue una sorpresa.
No sólo ella se había hecho cargo de la casa sino que
además hizo todo lo necesario en la administración
colonial francesa para encontrarlo y verlo a él, para
encontrar a su esposo prisionero. Ese fue el caso para muchos otros.
Esto se repitió, sin duda, durante la lucha anticolonialista.
P: ¿Qué
sucedió después de la independencia de Argelia con la
situación de las mujeres?
Henri Alleg: Una
vez que se logra la independencia del dominio colonial se creyó
que todo lo que se había conquistado durante la guerra de
liberación respecto de la emancipación de la mujer se
podría conservar. Pero inmediatamente después se retomó
el control por parte de las fuerzas reaccionarias. Una anécdota
al respecto es la siguiente. El edificio de nuestro periódico,
Argel Republicana, tenía un balconcito. Justo enfrente
del nuestro había otro balconcito que pertenecía al
ministerio de la agricultura. El 8 de marzo de 1963 en Argel hubo una
manifestación inmensa de mujeres reclamando por sus propios
derechos, así como también por la independencia, la
lucha de liberación del pueblo argelino, etc. Era una
manifestación de mujeres con velo y de mujeres sin velo. Todas
mezcladas. También con los tradicionales gritos árabes.
Yo estaba en el balcón del periódico junto con otros
compañeros comunistas, jovencitos, mirando esta manifestación
de mujeres. Los compañeros veían movilizarse a sus
mujeres, a sus madres, a sus hermanas, etc. Estos compañeros
jóvenes, comunistas, estaban con mucho entusiasmo. Tenían
una alegría tremenda. Pero enfrente nuestro, en el otro
balconcito donde estaban los funcionarios del ministerio de
agricultura, ellos tenían un rostro absolutamente descontento.
Miraban todo eso como algo feo, como algo malo. ¡Ellas habían
ido tres kilómetros adelante de sus maridos y esposos! Tres
días después me encontré con una amiga, ella no
era comunista, pero había participado de esta manifestación.
Pues bien, resulta que ella había sido convocada a la
comisaría de policía y allí le dijeron: “Te
hemos visto gritando «¡los maridos a la cocina!».
Lo que hicieron estos policías era algo estúpido, pero
expresa algo...
P: ¿Qué
es lo que expresa?
Henri Alleg: Yo
creo que los hombres reaccionarios, después de la
independencia, pararon el movimiento. Sobre todo existe un código
de la familia que ha mantenido las cosas como antes, incluso las
cosas más estúpidas. En particular, por ejemplo,
aquello de que las mujeres que quieren un pasaporte no pueden
obtenerlo sin el acuerdo del marido, del padre o del hermano varón.
Si ella se quiere separar y divorciarse del esposo, sucede lo mismo.
Para la herencia económica ocurre algo análogo: si
existe un hijo varón tiene el derecho, si hay una hija mujer
no tiene el derecho. Eso fue muy criticado. En Argelia hay muchas
mujeres progresistas, por supuesto, hay mujeres diputadas, hay
mujeres ministras, pero el fondo reaccionario no cambió, no
fue liquidado por la independencia. Continúa la autoridad
masculina, incluso peor que en las sociedad de Túnez o
Marruecos. Las mujeres se vieron muy frustradas porque se produjo
este movimiento hacia adelante y luego hubo un retroceso, una
reacción.
P: ¿Qué
sucede con la relación de los argelinos religiosos con los no
religiosos, en particular con los marxistas?
Henri Alleg: Pienso
que eso no era contradictorio. Por un lado existía la voluntad
de los dirigentes del FLN, de aquellos más sectarios que han
llevado el movimiento hacia la reacción, y por otro lado, pero
al mismo tiempo, se encontraban las ideas de las masas populares que
han tenido varias ideas preconcebidas (entre otras el machismo). Pero
de manera general, si se toma colmo referencia la orientación
general del movimiento nucleado en torno al FLN, allí nunca se
han tenido ideas islámicas cerradas e intolerantes, que
llamaran a matar a los no musulmanes. Nunca pasó eso. Al
contrario. Los más sencillos y humildes de la población
han tenido una grandísima tolerancia religiosa. De manera más
general, eso ha predominado en la tradición de Argelia. Sin
idealización. Nunca hubo en Argelia progroms contra los
judíos. Por ejemplo, el gran líder Abd
el-Kader, el gran líder
contra la colonización francesa, ha tenido un ministro de
relaciones exteriores judío. ¡Fue en 1830!. En Europa,
por esa misma época, no sucedía eso...
P: Dado que usted es
marxista, ¿cómo vivió el tema de la religión?
Henri Alleg: A
pesar de lo que sucedió después en Argelia con las
masacres islámicas, intolerantes y completamente
reaccionarias, hay algunas anécdotas que lo ejemplifican bien
claro. Por ejemplo, recuerdo una que sucedió en otra prisión
—distinta a la que mencioné antes—. En esta cárcel
había 100 ó 120 campesinos, todos encerrados en el
mismo pabellón carcelario. Dentro de ellos había unos
10 europeos. Los diez eran comunistas. Los prisioneros árabes
argelinos estaban muy sorprendidos de ver europeos en el grupo de
prisioneros. Se sorprendieron porque eran campesinos. En las ciudades
era un poquito diferente, había una mezcla de árabes
con europeos, pero en el campo no. En las ciudades, aunque los
argelinos tuvieran ideas un poquito racistas, sabían
perfectamente que los europeos podían luchar junto con ellos.
Pero los campesinos no lo sabían. Entonces en la cárcel
los campesinos argelinos preguntaron: “Pero ¿quiénes
son ellos? ¿Quiénes son estos europeos?”. Estaban
totalmente sofocados al ver a europeos que, como ellos, también
sufrían la prisión. ¡No lo podían creer!.
Entonces un día, uno de los viejos campesinos argelinos que
estaba en esta prisión, pidió un traductor entre los
presos para traducir en perfecto árabe y en perfecto francés
lo que él quería expresar. ¿Y qué
comunicó este campesino argelino? Pues les dijo a los
comunistas que, a pesar de ser europeos, estaban prisioneros como él,
lo siguiente: “¡Ustedes, crean o no crean en Dios, lo quieran
o no, van a ir al Paraíso y van a ir adelante nuestro! ¡Sí,
ustedes van a ir al Paraíso antes que nosotros!”. [grandes
risas de Henri Alleg]. Esto fue una clara muestra de tolerancia y de
simpatía con la lucha de sus compañeros, los
comunistas.
P: ¿Cómo
fue que aquella tolerancia dio paso al fanatismo religioso?
Henri Alleg: Sí,
realmente hay una diferencia dramática entre aquella época
y lo que sucedió muchos años después, cuando en
Argelia aumentó la intolerancia, se produjeron masacres, y
hubo matanzas de monjes religiosos. Antes nadie los había
tocado, pero en la guerra reciente terminaron degollados, con la
garganta cortada. Esto fue un golpe tremendo para los propios
argelinos. Ellos mismos, los argelinos, dijeron: “Estos asesinos
están ensuciando nuestra cultura y nuestras tradiciones”.
P: Tanto en la actual
guerra de Irak como antes en la de Argelia, las potencias
colonialistas utilizan como pretexto el fantasma del Islam como
sinónimo de fundamentalismo. ¿Cuándo surge el
fundamentalismo en Argelia?
Henri Alleg: El
fundamentalismo musulmán apareció en Argelia en 1992,
hace poco más de una década. No tiene entonces nada que
ver con el desarrollo del proceso durante treinta años después
de la independencia de Argelia como algunos han querido hacer creer.
¿Cómo explicar esta ola actual del fundamentalismo y
sobre todo esta integración de jóvenes que han dado su
vida por el fundamentalismo? La primera, la más importante
razón, es la situación económica y política
del país que ha creado las condiciones para el desarrollo del
fundamentalismo islámico. La lucha por la independencia
provocó un entusiasmo general, una esperanza tremenda. En
Argelia la cuestión de las clases sociales fue una cuestión
sencilla. Existían los muy pero muy ricos, que eran todos
europeos con algunos feudales aliados de los europeos, y del otro
lado, la inmensa mayoría de los argelinos con diferencias de
clase que eran mínimas entre ellos. La aspiración a la
liberación nacional significó también la
aspiración a la emancipación social. Se quería
cambiar las cosas, crear una Argelia nueva: ¡una Argelia
socialista!. La palabra “socialista” apareció de una
manera espontánea en la boca de todo el mundo en esos años.
¡El proyecto era de una Argelia socialista!. Todo el mundo
hablaba de una Argelia socialista. Pero el movimiento fue dirigido
por una pequeña burguesía que poco a poco se fue
enriqueciendo hasta llegar a ser millonarios. Todo eso provocó
una decepción inmensa de los más pobres, sobre todo de
los jóvenes. Los que más sufrieron fueron ellos, los
jóvenes. Actualmente, y desde los años ’90, el
desempleo alcanza una cifra que oscila entre el 30 y el 40 % de los
jóvenes. En el interior de Argelia, en el campo, el desempleo
alcanza el 60%. Existe una voluntad de fugarse y salir de esta
situación. Además, existe un hecho social en Argelia.
Si a un jovencito le gusta una chica, no pueden vivir juntos. Eso no
existe en esta sociedad. Porque tiene que dar plata al padre, buscar
una vivienda y todo eso. Como estas condiciones no existen, los
jóvenes tienen un stress muy fuerte. Incluso los jóvenes
no pueden tener mujeres. Eso genera un gran malestar. En octubre de
1988 hubo una manifestación en Argel, la capital de Argelia,
en una fecha de cambio. Era el tiempo del dirigente
Chadli Bendjedid
quien ha dado la orden de tirar sobre la manifestación.
Hubo en ese momento —esto está confirmado— al menos 500
muertos en Argel. La mayoría fueron jóvenes. La
manifestación no tenía grandes objetivos políticos,
ni reivindicaciones muy delimitadas. Querían pan, querían
trabajo y hubo una masacre. Eso tuvo una repercusión tremenda
en Argel y en todo el país. Precisamente a partir de este
hecho los islamistas han empezado a prosperar y desarrollarse con una
lógica de argumentación muy sencilla: “El socialismo
ha sido quebrado, es una porquería. Luego, si la opción
no es el socialismo, tiene que ser el liberalismo. ¿Qué
nos ha dado el liberalismo? Pues nada. Ahora lo tienes enfrente de
ti. Han matado a los jóvenes, los han fusilado. Entonces el
problema viene de la gente que dirige Argelia, que imita el Occidente
y lo adopta como modelo. Nos hacen olvidar que somos musulmanes. La
única solución es abandonar todas estas ideas y
concentrarse sobre el regreso al Islam...”. Esa es la lógica
que permite comprender lo que está pasando en Argelia.
P: ¿Los
fundamentalistas islámicos se han desarrollado en forma
aislada o cuentan con apoyo externo?
Henri Alleg: Existió
este terreno de frustración, de reprobación, de
disgusto con respecto al poder político, y toda esta situación
ha facilitado el trabajo de los islamistas y el desarrollo del
islamismo. Pero al mismo tiempo los islamistas han contado con
apoyos, especialmente fuera de Argelia. Algo interesante a destacar
es que en Argelia hubo muchos extranjeros, representantes de empresas
o cooperantes y hubo franceses, italianos y yugoslavos asesinados.
Gente de muchas nacionalidades. Lo sorprendente es que nunca hubo un
solo norteamericano asesinado... En Inglaterra los ingleses han dado,
paulatinamente, la autorización a los islámicos (por
ejemplo para abrir oficinas), quienes anteriormente estaban
prohibidos en ese país, así como también habían
estado prohibidos en Argelia. Uno de estos grupos ha sido el Frente
Islámico de Salvación (FIS). Incluso, hasta en los
mismos Estados Unidos hubo una oficina legalizada de los islámicos.
El Departamento de Estado norteamericano ha tenido una posición
bastante proclive respecto a ellos. No fue un apoyo sistemático
en todos los lugares pero sí los han apoyado en función
de sus propios intereses. Por ejemplo, el rey de Marruecos ha
combatido a los islámicos mientras Estados Unidos los apoyaba.
Al principio, en Turquía, el gobierno turco combatió a
los islámicos y los EEUU los han apoyado. En el caso de
Argelia ha habido un apoyo de los norteamericanos a los islámicos
porque el gobierno de EEUU no tenía confianza en la
estabilidad y la fiabilidad del poder político argelino. ¡Hay
muchos indicios de que el Departamento de Estado ha apoyado a los
islámicos!. Dentro de los primeros que cometieron atentados
del FIS (Frente Islámico de Salvación), por ejemplo
horribles masacres de mujeres embarazadas que estaban con niños
y otras cosas horrendas del mismo estilo, se encuentran individuos
que provenían de Afganistán, donde antes habían
trabajado al servicio de quienes los habían reclutado: los
norteamericanos. La CIA los había reclutado en la lucha contra
los soviéticos. Luego de la lucha con los soviéticos,
fueron exportados por la CIA desde Afganistán a Argelia. En
Argelia la gente los llamaba simplemente “los afganos”.
P: A partir de la
experiencia política que usted aprendió a lo largo de
tantos años de lucha por la revolución, ¿qué
le gustaría decirle a los jóvenes que hoy comienzan a
participar en la resistencia contra el capitalismo y el imperialismo?
La hipocresía suprema la representan los imperialistas que se dicen amantes de la democracia.
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